domingo, 14 de septiembre de 2014

En nosotros están todas las memorias del universo

Leonardo Boff

El ser humano es el último ser de gran porte que ha entrado en el proceso de la evolución por nosotros conocido. Como no existe solamente materia y energía sino también información, ésta viene almacenada en forma de memoria en todos los seres y en nosotros a lo largo de todas las fases del proceso cosmogénico. 

 En nuestra memoria resuenan las últimas reminiscencias de la gran explosión que dio origen a nuestro cosmos. En los archivos de nuestra memoria se guardan las vibraciones energéticas oriundas de las inimaginables explosiones de las grandes estrellas rojas, de las cuales vinieron las supernovas y los conglomerados de galaxias, cada cual con sus miles de millones de estrellas y de planetas y asteroides. 
En ella se encuentran también resonancias del calor generado por la destrucción de galaxias devorándose unas a otras, del fuego originario de las estrellas y de los planetas a su alrededor, de la incandescencia de la Tierra, del fragor de los líquidos que cayeron durante 100 millones de años sobre nuestro planeta hasta enfriarlo (era hadeana), de la exuberancia de las selvas ancestrales, reminiscencias de la voracidad de los dinosaurios que reinaron, soberanos, durante 135 millones de años, de la agresividad de nuestros antepasados en su afán por sobrevivir, del entusiasmo por el fuego que ilumina y cocina, de la alegría por el primer símbolo creado y por la primera palabra pronunciada, reminiscencias de la suavidad de las brisas leves, de las mañanas diáfanas, del precipicio de las montañas cubiertas de nieve, y por fin, recuerdos de las interdependencias entre todos los seres, creando la comunidad de los vivientes, del encuentro con el otro, capaz de ternura, entrega y amor y, finalmente, del éxtasis del descubrimiento del misterio del mundo que todos llaman por mil nombres y nosotros llamamos Dios. 



Todo eso está sepultado en algún rincón de nuestra psique y en el código genético de cada célula de nuestro cuerpo, porque somos tan antiguos como el universo. 

 No vivimos en este universo ni sobre nuestra Tierra como seres erráticos. Venimos del útero común de donde vienen todas las cosas, de la Energía de Fondo o Abismo Alimentador de todos los seres, del hadrón primordial, del top-quark, uno de los ladrillitos más ancestrales del edificio cósmico, hasta el computador actual. Y somos hijos e hijas de la Tierra. Más aún, somos aquella parte de la Tierra que anda y danza, que tiembla de emoción y piensa, que quiere y ama, que se extasía y venera el Misterio. Todas estas cosas estuvieron virtualmente en el universo, se condensaron en nuestro sistema solar y sólo después irrumpieron concretas en nuestra Tierra. Porque todo eso estaba virtualmente allí, ahora puede estar aquí en nuestras vidas. 


 El principio cosmogénico, es decir, aquellas energías directoras que comandan, llenas de propósito, todo el proceso evolutivo obedecen a la lógica siguiente, tan bien expuesta por E. Morin: orden, desorden, interacción, nuevo orden, nuevo desorden, nuevamente interacción y así siempre. Con esa lógica se crean siempre más complejidades y diferenciaciones; y en la misma proporción se van creando interioridad y subjetividad hasta su expresión lúcida y consciente que es la mente humana. Y simultáneamente y también en la misma proporción se va gestando la capacidad de reciprocidad de todos con todos, en todos los momentos y en todas las situaciones. Diferenciación /interioridad/ comunión: la trinidad cósmica que preside el organismo del universo. 

 Todo va sucediendo procesualmente y evolutivamente sometido al no-equilibrio dinámico (caos) que busca siempre un nuevo equilibrio, a través de adaptaciones e interdependencias. 

 La existencia humana no está fuera de esta dinámica. Tiene dentro de sí estas constantes cósmicas de caos y de cosmos, de no-equilibrio en busca de un nuevo equilibrio. Mientras estamos vivos nos encontramos siempre enredados en esta condición. Cuanto más próximos al equilibrio total más próximos a la muerte. La muerte es la fijación del equilibrio y del proceso cosmogénico. O su paso a un nivel que demanda otra forma de acceso y de conocimiento.

 ¿Cómo se da esta estructura concretamente en nosotros? En primer lugar por la cotidianeidad. Cada cual vive su cotidiano que comienza con el aseo personal, la manera como vive, lo que come, el trabajo, las relaciones familiares, los amigos, el amor. Lo cotidiano es prosaico y frecuentemente cargado de desencanto. La mayoría de la humanidad vive restringida a lo cotidiano con el anonimato que él implica. 

Es una parte del orden universal que emerge en la vida de las personas. 

 Pero los seres humanos también estamos habitados por la imaginación. Esta rompe las barreras de lo cotidiano y busca lo nuevo. La imaginación es, por esencia, fecunda; es el reino de lo poético, de las probabilidades de sí infinitas (de naturaleza cuántica). Imaginamos nueva vida, nueva casa, nuevo trabajo, nuevos placeres, nuevas relaciones, nuevo amor. La imaginación produce la crisis existencial y el caos en el orden cotidiano.

 Pertenece a la sabiduría de cada uno articular lo cotidiano con lo imaginario, lo prosaico con lo poético y retrabajar el desorden y el orden. Si alguien se entrega sólo a lo imaginario, puede estar haciendo un viaje, vuela por las nubes olvidado de la Tierra y puede acabar en una clínica psiquiátrica. Puede también negar la fuerza seductora del imaginario, sacralizar lo cotidiano y sepultarse vivo dentro de él. 

Entonces se muestra pesado, poco interesante y frustrado. Rompe con la lógica del movimiento universal. Sin embargo, cuando una persona asume su cotidiano y lo vivifica con inyecciones de creación, entonces comienza a irradiar una rara energía percibida por quienes conviven con ella.

fuente:http://leonardoboff.wordpress.com/2014/09/09/en-nosotros-estan-todas-las-memorias-del-universo-2/?blogsub=confirming#subscribe-blog
Leonardo Boff

(Genesio Darcí; Concordia, 1938) Teólogo brasileño. Fraile franciscano, estudió teología en el instituto de su orden en Petrópolis y en varias universidades, doctorándose en Munich (1972) bajo dirección de K. Rahner. Profesor de teología en el Instituto de Teología Franciscano de Petrópolis, dirigió la Revista eclesiástica brasileira.


Boff es considerado uno de los mayores renovadores de la teología de la liberación latinoamericana, cuyo referente principal es la figura de Cristo como defensor de los pobres. Su doctrina quedó expuesta principalmente en obras como Pasión de Cristo, pasión del mundo (1977), Las comunidades de base reinventan la Iglesia (1979) o La vida religiosa en el proceso de liberación (1979). Volvió a replantear sus tesis en 1987 con la publicación de Y la Iglesia se hizo pueblo.


Sus problemas con la ortodoxia de la Iglesia católica fueron constantes y en 1991 abandonó la cátedra de teología de Petrópolis por discrepancias con el entonces cardenal Joseph Ratzinger (designado Papa en 2005 con el nombre de Benedicto XVI). También fue sustituido al frente de la revista Voces y en Roma se impuso censura previa a todos sus escritos.

En mayo de 1992 volvió a tener dificultades con la publicación de su libro América latina: de la conquista a la nueva evangelización y, finalmente, abandonó la editorial franciscana Voces. Un mes después, renunció al sacerdocio para luchar libremente por sus ideas. Con llegada del nuevo siglo, se convirtió en el máximo representante de la llamada "teología de la ecología", una ampliación, a su juicio, de la "teología de la liberación". En 2001 recibió el Premio Correcto Modo de Vida, galardón conocido como el Nobel Alternativo instituido en 1980 para premiar las tareas en beneficio de la humanidad que quedan fuera de los tradicionales premios de la Academia sueca.

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