miércoles, 6 de septiembre de 2017

En un mundo donde todos usan máscaras, resulta un privilegio poder ver un alma


Ciertamente ni nosotros mismos podemos reconocer lo que realmente somos, se nos puede ir la vida detrás de lo que creemos ser, que no corresponde a otra cosa que a nuestro ego asumiendo control y apariencia en nuestras vidas.

El ego no es más que esa parte de nuestra mente que intenta fervientemente hacernos creer que es quien tiene el dominio, el control, sin dar espacio a nada más que a los pensamientos, a las creencias e ilusiones.

El alma siempre está allí, intentando hacerse notar, intentando guiar nuestros pasos, solo que la mente no se lo permite, ella toma un papel protagónico y nos invade de pensamientos, por lo general asociados a cualquier otro momento que no coincide con el que vivimos, haciéndonos perder nuestro presente.

Si pudiésemos apaciguar la mente, si lográramos pausar sus pensamientos, podríamos sentir lo que en realidad somos, seres que tienen un propósito diferente, que entienden el porqué de su existencia, que no comulgan con las apariencias o el “qué dirán”, seres evolucionando y dando a los demás lo que quieren en sus vidas.


Las máscaras que solemos utilizar no hacen más que esconder la verdadera esencia, nos disfrazamos y cubrimos a través de la interpretación de un rol que adoptamos de tal manera que terminamos creyéndonos ese personaje.

Dejemos caer las caretas y aprendamos a reconocernos a nosotros mismos, dándole valor a lo importante, descubrámonos y una vez que sepamos lo que somos en realidad, no dudemos en mostrarnos tal y como somos a los demás.

No tengamos miedo, de seguro lo que en realidad somos, es mucho mejor de lo que aparentamos ser y no debemos preocuparnos por ser aceptados, a la única persona que debemos agradar es a nosotros mismos, aunque de seguro siendo nosotros mismos, atraeremos a las personas más adecuadas a nuestras vidas, que sintonicen con nuestra energía y nos colaboren en nuestro crecimiento.



Ver los ojos de alguien y sentir que vemos más allá de lo evidente es la clásica sensación que arroja un contacto entre almas, donde lo que vemos no son los ojos y con lo que vemos tampoco lo son.

Aprendamos de los niños, que no guardan posturas, que no se pierden en fachadas, que se muestran como son, que se expresan como creen que es mejor, que se hacen sentir, que se hacen notar. Evidentemente podremos hacer uso de una que otra herramienta que nos ayude a canalizar nuestras emociones, sin embargo, lo importante será desligarnos de lo que nos aleja de nosotros mismos, soltar prejuicios y creencias y dedicarnos a ser quienes en realidad somos.


Sara Espejo
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