martes, 9 de mayo de 2017

5 claves del Mindfulness para cambiar tu vida en 15 días


Los grandes cambios vienen precedidos de pequeñas sacudidas, de tímidas variaciones diarias que tienen el poder de cambiar nuestra vida en la dirección correcta. El Mindfulness puede ayudarnos a ello, y estas cinco claves nos permitirán aprender a ser más conscientes del momento presente para dar paso a cambios reales en poco tiempo.

Todos tenemos claro que cuando hablamos de felicidad los milagros no existen. Lo que sí existe es esa fuerza de voluntad y esa mente abierta que día a día y poco a poco, va siendo más perceptiva a todo lo que acontece a su alrededor para intuir oportunidades. Para cruzar la puerta correcta en el momento preciso.


Alégrate, porque todo lugar es AQUÍ Y AHORA, y porque todo momento es AHORA


Uno de los mayores enemigos que nos separa de estos umbrales de oportunidad, es sin duda “la mente errante”. Tanto es así, que según nos revelan varios estudios, nos pasamos entre un 30 y 40% de nuestro tiempo con “el piloto automático” puesto. Vivir una vida rutinaria donde convertirnos en simples pasajeros y no en comandantes, supone dejar en manos del destino nuestra propia felicidad.

No es lo adecuado. Por ello, te proponemos hacer cambios. Te invitamos a incluir en tu día a día estas 5 claves para ver resultados directos en 15 días.

1. Sé receptivo a tus emociones, el mejor momento para hacerles caso es AHORA

El Mindfulness es ante todo una filosofía de vida, una herramienta para desarrollar una conciencia más plena con nuestro momento presente y en lo que acontece en él.

Nada de esto tendría sentido si no atendiéramos nuestras emociones. Aspectos como la decepción, el enojo, la contradicción o a la rabia no pueden llevarse a una carpeta del disco duro de nuestro cerebro.
Debemos gestionarlas, entender esas emociones, tomar el control de ese mundo interior sin postergarlo.

2. El Mindfulness te enseña a dejar de juzgar

Aprende a vivir tu propia realidad sin juzgar. Los demás tienen pleno derecho a hacer, entender y a vivir su vida como deseen.

Tu vida es tuya, sé responsable de ella y evita emitir juicios sobre universos ajenos al tuyo. Algo tan sencillo te permitirá disponer de un adecuado estado de calma y equilibrio desde hoy mismo.

3. Sé receptivo, escucha, aprende a estar presente



Hazlo, apaga en este mismo momento el sonido incesante y repetitivo de tus pensamientos.

Ahora abre los ojos, pero no solo para mirar, sino para “ver” con mayor calma todo aquello que te rodea.
Baja el ritmo de tu vida, detente y respira.
Ahora, aprende a escuchar, has estado “oyendo” sonidos durante mucho tiempo, pero es el momento de sentir, de ver y escuchar desde el corazón, desde el centro de tu mente.

“En un corazón libre de tensiones, el amor fluye en todas direcciones”
-Maharishi-


Asimismo, otra herramienta excepcional para aprender a estar más presentes es gestionando mejor nuestro tiempo. Si deseas tener una vida más plena es necesario que aprendas a aplicar adecuados filtros mentales y a concentrar todas tus energías y recursos personales en ese propósito vital que tienes en mente.

4. Deja a un lado el “DEBO SER” para practicar el “YO SOY”

Haz caso a los girasoles, que siempre buscan la luz


Haz caso a los girasoles e imita su naturaleza vital, esa que les obliga a buscar siempre la luz del sol para nutrirse, para crecer en belleza y fortaleza. No obstante, recuerda también que tu auténtica luz no se halla en una estrella sobre la que todos damos vueltas. Tu auténtico sol está en tu interior, así que búscalo, atiéndelo y sigue su instinto.

El folclore construido en muchas de nuestras culturas alrededor de los girasoles está formado por componentes tan interesantes como mágicos. Se asocian a menudo con la verdad, con la honestidad y la lealtad. Se dice también que si en algún momento tenemos dudas sobre algo, es suficiente con coger un girasol del campo justo cuando caiga el atardecer, para después colocarlo bajo nuestra almohada. Así cuando despertemos por la mañana tendremos claro aquello que debemos hacer.


“Todos somos como los girasoles: hay días grises en que llevamos nuestra cabeza gacha y días en que la alzamos felices por los rayos del sol”


Ahora bien, este matiz tan positivo pierde un poco su intensidad cuando nos vamos a la mitología griega. Según la leyenda clásica, una joven ninfa del agua -llamada Clytie- se enamoró perdidamente del dios Apolo y de la luz que este desprendía cada vez que pasaba sobre ella con su carro de fuego por el cielo. Admiraba su fuerza y su belleza. Sin embargo, el dios jamás se fijó en ella. Jamás le prestó atención.

Los días pasaron, y a los días le sucedieron los meses, y a los meses los años… Hasta que Clytie perdió su apariencia de ninfa para empezar a echar raíces, para enclavarse en el suelo y dejar que de su hermoso rostro salieran pétalos del color del oro. El tiempo y la leatad de su amor infructuoso la convirtió en girasol, en una bella criatura dedicada solo a seguir con la mirada el objeto de su amor imposible: Apolo.

En ocasiones, tal y como nos da a entender esta leyenda, focalizamos nuestros objetivos y deseos en metas imposibles. De ahí que debamos ser capaces de atender y encender esa otra luz capaz de guiarnos mucho mejor: la que hunde sus raíces en nuestro interior.




Ser como los girasoles: la búsqueda de las mejores oportunidades

La vida da muchas vueltas, las mismas que dan los girasoles sobre sí mismos siguiendo la luz del sol, cumpliendo su mágica naturaleza basada en el fototropismo. Ahora bien, queda claro que las personas no disponemos de ese instinto natural inscrito en nuestro ADN capaz de impulsarnos hacia ese positivismo, hacia ese horizonte donde se abren las nuevas oportunidades, los cambios que nos harán crecer o las propuestas que es conveniente iniciar para mejorar, para ser más felices.

El ser humano, por así decirlo, debe moverse cada día en medio de un campo abonado por las semillas de la incertidumbre y la mala hierba del miedo. Ningún astro externo nos orienta, por tanto, estamos casi obligados a encender una luz interna con la que dejarnos guiar por unos senderos donde nada está garantizado, donde nada es seguro ni factible. Sin embargo, con la fuerza de la ilusión y la perseverancia logramos arrancar nuestras raíces de la zona de confort para iniciar nuevos caminos y esperanzadores proyectos.

Por otro lado, Richard Wiseman, psicólogo de la Universidad de Hertfordshire y autor de libros tan interesantes como “59 segundos (piensa un poco para cambiar mucho)” o “El factor suerte” nos explica precisamente en este último libro, la importancia que tiene el estado emocional interno a la hora de “atraer” o de evitar suerte. Más allá de existir un componente mágico, lo que hay en realidad es un tipo de actitud y de apertura mental hacia las oportunidades, hacia esos focos donde la casualidad e incluso la serendipia orquestan a nuestro favor. Veámoslo con detalle a continuación.



Eres tu propia suerte: enciende tu luz

lunes, 8 de mayo de 2017

"Sobre ser consciente"


Conciencia es lo que la vida es por todas partes. Al menos, es lo que me gustaría que fuera mi vida. Y, al final de la misma, quiero ser capaz de decir, honestamente, que fui consciente —es decir, que estuve despierto y atento a lo que ocurre, no soñando o con el cartel de "cerrado para comer".

No quiero decir consciente todo el tiempo por supuesto, sino a menudo; cada vez más, y con lo mejor de mi capacidad. Naturalmente me gusta tener sensaciones agradables, gozar de las experiencias cumbre cuando vienen, quizás incluso elevarme dentro de los reinos místicos. Pero cuando estas experiencias no incluyen experimentar quién está recibiendo tales bondades, entonces son una suerte de lapso dentro de la inconsciencia y (en el mejor de los casos) unas agradables vacaciones del asunto principal de mi vida —a saber, ser realmente consciente. Lo cual significa auto-consciente, y finalmente Auto-consciente.

Tales fueron mis primeras reflexiones al oír hablar de AWARE (conciencia) [el nombre de la revista en la que se publicó originalmente este artículo]. Me recordaba a aquellos pájaros parlanchines en la novela La Isla de Aldous Huxley, que sorprendían a las personas que paseaban por el bosque gritando constantemente la palabra "¡Atención!", influidos seguramente por el budismo. Y en verdad el mensaje que lanzaban es un elemento esencial de dicha religión.

La atención plena, vigilancia, o conciencia constituye el corazón del budismo. No sólo es el sendero que conduce a la iluminación, sino que es la iluminación misma —ese estado que podría ser descrito como plena conciencia.

¿Pero conciencia de qué exactamente?

Obviamente no de cualquier cosa. El objeto o contenido de la conciencia es tan importante como su intensidad o permanencia. ¿Qué monje de túnica amarilla podría estar más atento (o menos distraído) que el tordo que, en este momento, intenta extraer un gusano del césped? ¿Qué hombre santo podría estar tan concentrado como el niño pequeño jugando con su pelota en el jardín? La concentración que evidencian el pájaro y el niño sobre lo que está sucediendo es casi total —al menor mientras dura.

Sin embargo, si bien es cierto que ninguno de ambos está iluminado, no lo es menos que también son muy diferentes de las personas adultas, en el sentido de que nosotros pasamos la mayor parte del tiempo sumidos en la distracción. Por otra parte, ni el pájaro ni el niño son conscientes de sí mismos, ni siquiera de la manera limitada en que solemos ser conscientes de nosotros mismos (El pájaro pasa por alto su presencia, mientras que el sabio percibe su ausencia y, tal como explicamos a continuación, no cabe duda de que sus vidas son muy distintas). Ciertamente, ni el pájaro ni el niño son dignos de ser imitados, aunque sepamos cómo hacerlo.

Pero eso es anticiparse. Procedamos pues, paso a paso definiendo con mayor precisión las tres etapas en el desarrollo de la conciencia, etapas que son tan aplicables a la evolución del conjunto de la humanidad como a la de cada individuo concreto y que, sólo por mera conveniencia, denominarnos: (1) la conciencia primitiva (infrahumana), (2) la (falta de) conciencia humana y (3) la conciencia iluminada (sobrehumana).



La conciencia primitiva (infrahumana)

A los ejemplos del tordo con el gusano y del bebé con la pelota, podemos añadir al gusano mismo (antes de su encuentro fatal con el tordo), olfateando y arrastrando de manera persistente una hoja caída hacia su agujero. (Sin embargo, conseguir lo que pretende con un cuerpo como el suyo es todo un milagro de habilidad y atención. ¡Cualquiera de nosotros tendría que utilizar para ello ambas manos!) ¿Y qué decir de las células del sistema nervioso de esa hábil criatura (todas ellas colaborando inconscientemente con el gusano en la misma delicada tarea de cosechar hojas) y que deben atender además, a su propio trabajo celular de vigilar los mensajes neuronales entrantes y de transmitirlos a la instancia correcta?

De hecho, podemos ir más allá incluso y sugerir que la historia interna de cada una de las células del gusano y, de cada molécula de que constan dichas células — y así sucesivamente hasta arribar a las últimas unidades o bloques constitutivos del mundo "físico"— no son sino conciencia, esto es, conciencia de sus semejantes y de su mundo. ¿Cómo explicar, si no, la precisión, la oportunidad y la adecuación de sus respuestas? Cada "partícula" conoce cuál es su trabajo a la perfección y lo lleva a cabo de manera magistral, es decir, acoge (adviértase la expresión) y se ajusta de manera precisa a la masa, la posición y el movimiento del resto de las partículas en toda circunstancia.

¡Ahora bien, nosotros somos conscientes! Ningún electrón, átomo molécula, célula, pájaro, animal puede colgar el cartel de "cerrado para almorzar" o es acusado de conducir (volar, nadar, reptar o cualquiera sea su medio favorito de locomoción) sin el debido "cuidado y atención". Pero mi mensaje no se dirige a esa abrumadora mayoría de pobladores del universo —seres meticulosos y eficaces que no lo necesitan—, sino que somos nosotros, los delincuentes cósmicos y los cerebros dispersos, quienes más desesperadamente necesitamos esa clase de mensaje. Somos las únicas criaturas distraídas que existen en el universo conocido.



La (falta de) conciencia humana

El desenredo del Ser


Es común que las personas que se encuentran con esta enseñanza tengan miedo de que se produzca una disolución de su identidad. ¿Qué es lo que tememos perder con el reconocimiento de nuestra verdadera naturaleza? Es cierto que lo que parece definirnos como una persona ―nuestros pensamientos, sentimientos, ideas, nombre y forma― va a desaparecer.

Si realmente tuviéramos miedo de desprendernos de las características individuales de nuestro cuerpo y mente particulares, tendríamos miedo de quedarnos dormidos por la noche. Pero lo hacemos con alegría; ¡incluso lo deseamos! Sin pensarlo ni un momento renunciamos a nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro mundo cuando nos dormimos, y permanecemos sólo como el Ser pacífico ―pura Conciencia― que en esencia somos.

No perdemos nuestro cuerpo y nuestra mente cuando estamos dormidos. Estamos muy felices allí sin ellos. Luego, por la mañana, estamos contentos de "vestirnos" de nuevo con nuestro cuerpo y mente. Primero nos ponemos la mente, luego nos ponemos el cuerpo, y luego el mundo.

Todo el tiempo, debajo del cuerpo/mente/mundo que asumimos, somos siempre este Ser pacífico que está inherentemente desapegado del cuerpo, la mente y el mundo. Lo que en esencia somos no está más apegado a ellos de lo que está la ropa que llevamos. No tenemos que trabajar duro para desprendernos de los pensamientos, sensaciones y percepciones. Acabamos de ver que lo que esencialmente somos ya está desapegado de cualquier objeto en particular.

Así que, ¿por qué tenemos miedo de dejar que una colección de pensamientos, sensaciones y percepciones desaparezcan? ¿Qué pensamos que vamos a perder? La razón por la que tenemos miedo es que hemos depositado nuestra identidad en una colección de objetos ―ideas, conocimiento, la historia y las sensaciones que conocemos como el cuerpo― en algo que va y viene.

Cuando se dice que "hemos depositado nuestra identidad", significa que nuestro Ser esencial de pura Conciencia, o la simple experiencia de ser consciente, se ha mezclado con una colección de pensamientos y sentimientos a tal punto que ya no puede distinguirse de ellos. Al permitir que nuestro Ser se quede enredado con un objeto o una colección de objetos, hemos permitido que nuestra verdadera naturaleza sea encubierta.

Una vez que hemos consentido en limitarnos en el tiempo y el espacio y parecer que nos hemos convertido, como consecuencia, en una entidad temporal y finita, que vive en y como el cuerpo, estamos destinados a experimentar de una manera que es consistente con ese consentimiento, y por tanto estamos destinados a sufrir. La experiencia del sufrimiento es como una bandera roja que nos indica, "Detente, te has confundido a ti mismo con un objeto. Has consentido en limitarte a una mente y un cuerpo".

Desde el punto de vista de la Conciencia, que es el único punto de vista real, no hay encubrimiento de sí misma. Decir que nos hemos dejado enredar con el cuerpo y la mente es una concesión al yo aparentemente separado que cree y siente que es temporal y finito. Así que la declaración es para ese aparente yo que creemos y sentimos que somos.

En la implicación de la frase: "Nos hemos dejado enredar" está la posibilidad de que podríamos no dejarnos, y que podríamos optar por no enredarnos. Se plantea la pregunta: ¿Tiene el "yo" (el yo separado) libre albedrío para elegir si desea o no enredarse con el cuerpo-mente?

sábado, 6 de mayo de 2017

Yo Soy, el Yo Soy (DETERMINACIÓN DIVINA)


ULTIMO VÍDEO QUE HEMOS CREADO, ESPERO QUE OS GUSTE Y OS AYUDE.

DETERMINACIÓN DIVINA.
Una de las mayores y más poderosas Verdades sencillas consiste en saber que una determinación inexorable por cualquier logro específico es la Puerta Abierta a través de la cual fluye la Fortaleza Interna hacia su logro.

En nuestra actual era de actividad, creo que está muy bien que los estudiantes entiendan que lo que siempre los Instructores han denominado “voluntad” no es más que la determinación de aferrarse a la Luz y a la “Presencia Siempre-Sostenedora.




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viernes, 5 de mayo de 2017

¡Ya eres lo que buscas!

Gangaji

Eso que anhelas, eso que añoras, es eso que está siempre presente. Eso es quien tú realmente eres.

Cuando digo tú no me estoy refiriendo a tu cuerpo. Tu cuerpo está dentro de eso. No me estoy refiriendo a tus pensamientos. Tus pensamientos están dentro de eso. No me estoy refiriendo a tus emociones. Tus emociones aparecen y desaparecen dentro de eso. No estoy hablando de tus circunstancias. Las circunstancias también aparecen y desaparecen dentro de eso.

Los cuerpos, los pensamientos, las emociones y las circunstancias cambian. Aparecen y desaparecen. Pueden ser buenos o malos. Pueden ser agradables o desagradables. La verdad de quien tú eres es permanente e inamovible. La gran buena nueva es que, sea como sea que te imagines a ti mismo, puedes reconocer quien verdaderamente eres. Independientemente de la experiencia de ti mismo como un cuerpo o como el pensamiento "yo soy este cuerpo", tú puedes recibir de tu propio ser la transmisión directa de la verdad. Esa transmisión es satsang. El satsang confirma tu verdadera identidad como conciencia pura, libre de todo aquello que es percibido como una limitación.

Cuando se escucha esta buena nueva, cuando realmente se la escucha, se produce una apertura sin medidas. Nadie ha descrito jamás una finalización de la autorrealización. Lo que sí tiene un fin es la preocupación de imaginarte que eres una entidad separada de la conciencia sin límites.

La autorrealización no es algo que pueda ser capturado en palabras. Aunque usaremos palabras, ninguna ha sido capaz de expresar o tocar la gloria del verdadero ser. Yo estoy aquí para indicarte eso, para celebrarlo y para reírme de la endeble excusa de que eso podría realmente ser obstruido por cualquier cosa.

Yo no tengo nada que enseñarles. La autorrealización no tiene nada que ver con aprender. No te estoy pidiendo que recuerdes nada. No te estoy pidiendo que hagas nada o que obtengas nada nuevo. No se necesita nada nuevo. Te estoy pidiendo que te des cuenta de que ya eres eso que quieres. Y estoy simplemente sugiriendo, como mi maestro lo sugirió a mí, y como su maestro se le sugirió a él, que te tomes un instante, una milésima de segundo, para permitir que la actividad de la mente se detenga. En esa milésima de segundo, ¡qué descubrimiento se produce! En esa milésima de segundo recibes la invitación a entregarte a lo que se revela cuando la atención no está centrada en el cuerpo, el pensamiento, la emoción o la circunstancia. ¡Este es un instante de suma importancia! En este instante, el cuerpo desaparece. En este instante de silencio perfecto descubres lo que está permanentemente presente, lo que siempre estuvo aquí, lo que tú eres permanentemente. Este instante de silencio es la invitación al verdadero refugio, al verdadero retiro, a la verdadera paz, independientemente de todo lo que va y viene.

¡Qué instante es este!

Carta a mi ego


Hola mi niño:

Es buen momento para hablar después de tanto tiempo compartiendo la misma casa, viviendo apretujados bajo la piel del mismo cuerpo, merodeando por los laberintos de neuronas y nadando en las arterias y las venas. Es hora de mirarnos a los ojos y llegar a un acuerdo.

Recuerdo que naciste cuando Yo seguramente andaba por los primeros años. Eras travieso y te gustaba hacer maldades, alegre y dicharachero como otros niños del pueblo, aprendiendo desde entonces las leyes de los ciegos: que allá afuera hay un mundo misterioso que nos amenaza y que dentro no hay nada. Tuviste los mejores maestros en los padres y todo el vecindario, el resto de la familia y la escuela donde tanto se desaprende y fuiste creciendo en un campo de temores y dudas que tan eficazmente te enseñó la madre, a las tormentas tropicales, los toros bravos que pastaban en el potrero y hasta meterte en la nariz una semilla de guayaba y que se fuera a los pulmones. Y la muerte desde siempre parapetada en la oscuridad, mostrando su poder, alardeando de que podía acabar en un santiamén con toda la ternura de los abuelos y podía llevarse a su reino de sombras uno por uno a los vecinos mayores.

Desde entonces viviste con esa espada de Damocles pendiendo sobre tu cabeza, luego el ejército y las armas de fuego, el pánico y la muerte rondando tu casa como buitres, expandiéndose lentamente como la noche sobre los tejados. Y el padre de todos los misterios multiplicándose como una criatura macabra: miedo a que tu niña se muriera de un simple resfriado, miedo a casarte y que no fuera con la mujer apropiada, miedo a divorciarte y quedarte solo para siempre sin una mano que te ayudara a atravesar esa frontera hacia donde parece que todos vamos. Miedo a quedarte sin trabajo, miedo a que se rompiera un álabe de la turbina de aquel avión que te ayudó a atravesar el Atlántico.

Tu historia mi niño, es la historia de tus miedos, la historia de tus batallas estériles, de los aparentes triunfos contra la suerte: aquel deseo  ardiente de colgarte un cartel que te diferenciara de otros como universitario, capitán o teniente, padre ejemplar y marido cariñoso. Es la historia de la inconformidad, de vivir atado a ese lastre de que algo no está bien, de que hay que batallar por una quimera que se llama felicidad en una pírrica batalla contra el tiempo, con los ojos perdidos en un espejismo que le llaman futuro, donde paradójicamente te espera esa señora vestida de negro para cortarte el cuello. Y los años pasando como esas personas que toman el metro a la hora pico, con la cabeza gacha y los ojos perdidos nadie sabe dónde, viajando como bólidos del pasado al futuro sin detenerse en la fugaz esperanza del presente.

Entonces te fuiste acostumbrando a que todos te hicieran la guerra, a que te mencionen con reservas, a que digan que eres el culpable de todas las desgracias y tragedias. Pero cómo va a acusarte nadie si te han adiestrado para vivir sufriendo, te han proporcionado todas las herramientas para consumirte en el hielo.

Por eso quería hablar contigo esta tarde, quería decirte que siento mucho haberte tenido olvidado, que siento más que nada el letargo en que los dos hemos estado: Tú pensando que eras Yo, y Yo sin saber que soy libre como un rayo de luz que viaja por El Universo, que vine a conocerte y compartir una experiencia simplemente, que vine como quien quiere estar en unas vacaciones con sus padres. Pero ni por un segundo pienses mi niño eterno que voy a marcharme con las manos vacías de tu casa: me iré con las lecciones aprendidas que me enseñaste, con el coraje que tuviste para amar aún sabiendo que podían hacerte daño, me iré con la dulzura que nunca perdieron tus ojos rodeados incluso de otros egos ignorantes, me iré con la sabiduría de tu paciencia forjada como el acero, con la vibración alta y llena de afectos de ese corazón que se atrevió a desafiar los retos.

Es hora de decirte que no has estado solo nunca, que hemos estado espirando el mismo aire, abrazados tan fuertemente que pensábamos que éramos uno, para poder vivir las mismas