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domingo, 19 de abril de 2015

En busca del referente perdido. Irene Orce. Metamorfosis.


“Tu verdad aumentará en la medida que sepas escuchar la verdad de otros”, Martin Luther King

Vivimos en un mundo en el que los auténticos referentes brillan por su ausencia. Para verificarlo, no tenemos más que echar un vistazo a las personas que nuestra sociedad actual eleva a los altares de la popularidad. Ante este escenario, cabe preguntarnos: ¿Realmente encarnan lo que es importante para nosotros? ¿Nos despiertan verdadera admiración? ¿Nos inspiran a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos? Tal vez sea el momento de plantearnos por qué los referentes sociales y culturales contemporáneos a menudo no cumplen con estas características.

En última instancia, nuestros referentes son un reflejo de los valores, aspiraciones y prioridades que nos guían a la hora de tomar decisiones para construir nuestra vida. Son una proyección de nosotros mismos, de cómo vivimos y de cómo queremos vivir. Y como no solemos darnos el tiempo y el espacio necesario para definir cuáles son los nuestros, terminamos por asumir los que nos propone la sociedad. De ahí el auge de personajes y personajillos televisivos, a menudo erigidos en referentes nacionales. Esta realidad nos da información de hacia dónde nos dirigimos.

Si aspiramos a romper este círculo vicioso, tenemos que asumir el compromiso de mirarnos al espejo. La única manera de cambiar nuestros referentes es cambiándonos a nosotros mismos, y para ello tenemos que atrevernos a conocernos primero. Sólo así podremos redefinir nuestras prioridades y aspiraciones, conectando con nuestros auténticos valores humanos.

Valores y prioridades

“Casi todo lo que realice será insignificante, pero es muy importante que lo haga”,
 Mahatma Gandhi

Estamos inmersos en un momento histórico de cambio. Nuestro sistema económico está en crisis y la incertidumbre se impone como visión de futuro. La epidemia de especulación desatada ha desembocado en la pérdida del sentido común y de la noción de aquello que verdaderamente necesitamos. De ahí que cada vez más expertos afirmen que este contexto económico es el reflejo de la profunda crisis de consciencia y de valores que padece nuestra sociedad.

Si seguimos bailando al son de la filosofía del materialismo, gran aliada de todo aquello tangible y cuantificable, terminaremos por perdernos a nosotros mismos en el proceso. El escenario actual es una invitación a la búsqueda de respuestas y de nuevos modelos de pensamiento. Probablemente, un buen comienzo sería recuperar la esencia del mensaje de seres humanos verdaderamente inspiradores, que revolucionaron al mundo con sus ideas y cuya existencia ha dejado una huella imborrable en las páginas de la historia.

El término ‘referente’, del latín referens, suele utilizarse para nombrar a quien es un exponente o un símbolo en un ámbito determinado. Buen ejemplo de ello son los filósofos Sócrates ySéneca, los líderes Mahatma Gandhi y Martin Luther King y el psiquiatra Viktor Frankl, entre otros. La autenticidad de estos testimonios es capaz de conmovernos, porque el ejemplo de estos seres humanos nos recuerda la existencia de un ideal y la posibilidad de hacerlo realidad. Eso es lo que les distingue como verdaderos referentes. Si observamos sus vidas con detalle, encontramos un sinfín de similitudes. Todos ellos nos invitan a ir más allá de los dogmas y las creencias limitadoras que conforman nuestro paradigma, es decir, nuestra manera de ver y comprender la realidad, para comenzar a experimentar por nosotros mismos. Para lograrlo, proponen que utilicemos la filosofía como herramienta para cuestionar y cuestionarnos, lo que nos lleva a desarrollar nuestro auténtico potencial.

La verdadera revolución reside en nuestra propia transformación. Y quienes siguen este camino terminan por cosechar resultados extraordinarios. Basta con repasar las vidas de estos personajes que se convirtieron en verdaderos referentes. Todos ellos aportaron algo nuevo a la sociedad, innovaron y confrontaron al ‘statu quo’ de la época. Una de las características que definen a la mayoría de estos personajes es su función como agentes de cambio. Y el cambio, en cualquier período histórico, genera grandes resistencias. Especialmente por parte del poder establecido, que se siente amenazado cuando alguien cuestiona su manera de hacer las cosas y propone alternativas diferentes. Así, utiliza las herramientas que tiene a su alcance -como el descrédito, la humillación pública e incluso la represión- para mantener su posición de seguridad.

Sin embargo, aunque el mensajero muera, el mensaje perdura. Y años después, sigue inspirando a miles de personas con su genialidad, su valor, su compromiso y su fortaleza. Dado el contexto actual, resultaría provechoso poner en práctica sus sugerencias. Todos ellos proponían cambios novedosos desde un cómo diferente. Y su propia transformación terminó por transformar el mundo. Pero para lograrlo,tenemos que cambiar nuestra manera de pensar. La búsqueda de auténticos referentes nos acompaña en este proceso, ayudándonos a desarrollar nuestro verdadero potencial y a trascender nuestras limitaciones. Así es como podemos ir más allá de nuestro condicionamiento y aprender a pensar de manera extraordinaria, tal como hicieron Sócrates o Gandhi.

Donde reside la inspiración


“Quien tiene un porqué para vivir terminará por encontrar el cómo”, Viktor Frankl

Los expertos sostienen que para poder desarrollar nuestras capacidades, desde pequeños necesitamos disponer de ejemplos y modelos humanos, filosóficos y prácticos, que nos sirvan de referencia para construir nuestros valores, objetivos e ideales. Padres, hermanos, amigos e incluso compañeros de trabajo nos inspiran en un momento u otro de nuestra vida, nos ayudan a crecer, a aprender, a evolucionar. Es una función tan valiosa como necesaria. De hecho, todos los seres humanos tienen el potencial necesario para convertirse en referentes.

Buen ejemplo de ello es el catedrático de Neurología y Psiquiatría de la Universidad de Viena,Viktor Frankl (1905 – 1997). En el año 1942, durante la invasión nazi liderada por Adolf Hitler, Frankl decidió quedarse en Viena para no dejar a sus ancianos padres, a pesar de que tenía la posibilidad de emigrar a Estados Unidos con su mujer. Pocas semanas después, fue deportado junto al resto de su familia a un campo de concentración.

Tras meses de impronunciables vejaciones presenció la muerte de su padre, y también tuvo que renunciar a su único consuelo: una libreta que contenía su exhaustiva investigación profesional, que fue requisada y destruida por los soldados nazis. Dado que no tenía medios para seguir escribiendo su obra, Frankl decidió ponerla en práctica. Las extremas situaciones que estaba soportando le llevaron a ahondar en la condición humana y en su eterna búsqueda de sentido. Su brillante capacidad de observación y análisis le condujeron a una revolucionaria conclusión: los seres humanos son capaces de conquistar su propia felicidad mediante la conquista de la mente, es decir, de la actitud que toman frente a sus circunstancias.

Él mismo puso en práctica esta premisa al enfrentarse a la soledad y las privaciones del campo de concentración, y sobrevivió. Finalmente, fue liberado el 27 de abril de 1945 por el ejército norteamericano. Había perdido a sus padres, a su hermano y a su mujer, además de incontables amigos y compañeros. Al regresar a Viena, escribió ‘El hombre en busca de sentido’.

En esta obra autobiográfica, Frankl afirma que “al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades humanas, -la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino- para decidir su propio camino”. Y añade: “Es precisamente esta libertad interior y espiritual la que nadie nos puede arrebatar, la que confiere a la existencia una intención y un sentido”.

De ahí brota la verdadera libertad: la capacidad de elegir quién queremos ser en cada momento, por adversas que resulten nuestras circunstancias. Para conseguirlo tan sólo necesitamos compromiso, coraje y entrenamiento. Y recordar que los referentes que escogemos, las personas a las que admiramos y que nos inspiran… son un reflejo de quienes podemos llegar a ser.

fuente http://blocjoanpi.blogspot.com.es/2015/04/en-busca-del-referente-perdido-irene.html

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