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miércoles, 6 de mayo de 2015

“Es el ego el que sufre”


De un Diálogo con Jean Klein – Extraído de: ¿Quién soy yo?

– Si el ego no es real… es decir, autónomo y continuo, ¿qué es lo que funciona en la vida de cada día?

El ego carece de toda concretitud, sustancia o continuidad. Es una colección de pensamientos unidos por la memoria. La persona aparece cuando piensas en él. Cuando el cuerpo se despierta por la mañana, ya está ahí la conciencia. Puede que no la hayas notado, pero así es. Esta conciencia no es un pensamiento, ni un sujeto ni una sensación. No encuentra concretización. Momentos más tarde, el hábito asocia a la conciencia con un cuerpo y una personalidad. Y entonces dices: “Soy esto. Soy aquello.”

Podemos llamar a esto conciencia sin objeto, consciencia, el sujeto esencial o el “yo” incondicional. Este “yo” incondicional es el observador que acoge a todos los parásitos de “esto y aquello”. El pensamiento de ser una persona determinada limita la inteligencia innata de la mente y el cuerpo. Cuando estás simplemente alerta y disociado de tus hábitos de creer que eres una personalidad, entonces, todas tus capacidades pueden entrar en juego estimuladas por una situación. Sólo hay acción, sin que actúe ningún actor. Entonces, funcionas mucho más imaginativa, amplia y eficazmente con toda tu inteligencia y talento.

– ¿Dónde se origina el ego?

El ego, consciencia de uno mismo como individuo, es simplemente un concepto entre muchos. Creado por la sociedad, los padres y la educación, cristaliza como un complejo de datos y experiencias. No existe ningún ego concreto que podamos describir sino, más bien, dos, tres mil “yos”. Es posible que tengas un conjunto de características diferente del de tu vecino, pero esta colección de características no eres tú. Cada “yo” corresponde a una situación distinta pero, puesto que la memoria retiene al “yo” largo tiempo después de que la situación haya pasado, los diversos egos se hallan frecuentemente en conflicto en esa colección que llamamos personalidad. No hay posibilidad de circunscribir el conjunto de “yos” memorizados y, cuando veas que éste no es un objeto, perceptible como otros, encontrarás que no es una constante. La idea de un ego que ocupa un centro psíquico es una presunción. Quítale todas las características, todo lo que tú mismo crees que eres, todo lo que es fenoménico, y ¿qué es lo que queda? Nada, simplemente ser, quietud, presencia. ¿Por qué emplear entonces toda una vida explorando el reino del ilusorio ego y sus proyecciones? ¿Por qué no ir directamente a lo que eres?

– ¿Cómo, entonces, puedo liberarme de esta limitación, de la sensación de ser una entidad individual?

Primero da la bienvenida a todo lo que piensas que eres. Cuando aceptes plenamente todo lo que consideras como tú mismo, te encontrarás de pronto en apertura y verás que ésta, y no tus conceptos acerca de tu carácter y todo eso, es tu verdadera naturaleza. En la apertura, eres consciente de que todo lo que piensas, todo lo que aparece, no eres tú. Cuando das la bienvenida a tu cuerpo, sentidos y mente, y encuentras que éstos no son más que objetos de tu percepción, que aparecen en ti, descubres una nueva dimensión detrás de tus creencias. Serás absorbido por esta nueva dimensión y verás que lo que tomabas por ser tú mismo no es más que una expresión de lo que eres. Entonces vives completamente integrado, consciente en tu totalidad.

Este llegar a conocer lo que eres no es una maduración orgánica sino que puede ocurrir en cualquier momento dado. Hay gran belleza en ello.

– ¿Qué quieres decir con “…maduración orgánica sino que puede ocurrir en cualquier momento dado”?

La maduración no está sujeta al tiempo en el sentido de devenir. Puede tener lugar en el tiempo que dura un pensamiento. Cuando conoces todo lo que no eres, lo que eres aparece instantáneamente y no es un pensamiento.

– ¿Por qué es tan difícil tomar conciencia de nuestro ser interior?


No hay nada de lo que tomar conciencia. Cuando piensas en tomar conciencia, proyectas el no tomar conciencia. Cuando dices difícil, proyectas su opuesto, fácil. No hay destino, no hay interiorización. Porque tú ves los pensamientos, sentimientos y sensaciones como algo que están dentro de ti, te identificas con ellos. Debes llegar a ver que el cuerpo es un objeto de observación exactamente igual que un árbol. Entonces no habrá dentro y fuera ni preferencia para la identificación. En el estado natural no existe lo interior o exterior. Todo esto son conceptos. Simplemente permanece abierto a toda percepción. Las cosas aparecen en la apertura, apuntan hacia la apertura y se desvanecen en la apertura. No hay captación ni identificación. Sólo hay acontecimiento. Todo cuanto aparece apunta a tu verdadera naturaleza.

Es cierto que el pensamiento, el lenguaje, es dualista, pero debes aprender a utilizarlo correctamente y ello te traerá claridad.

– ¿Es posible hallarse completamente libre de toda tensión?

Cuando dejes de conceptualizar tus sensaciones, te volverás más sensible a las contracciones en el momento en que se produzcan, antes de que se les dé ningún nombre. Cuando estés familiarizado con un vivir libre de tensión, sentirás la contracción en su movimiento más sutil. Lo mismo ocurre con los pensamientos. Antes del pensamiento, hay una pulsación. Si estás muy alerta y sensible sentirás la pulsación en el momento antes de que alcance el cerebro y se concretice.

Cuando vives en libertad, la tensión todavía sigue surgiendo allí donde pertenece a la supervivencia biológica, pero no crea compensación. No se convierte en una parte de la cadena de reacción. La tensión se siente pero no se fija. La tensión tiene una forma distinta cuando es parte de la totalidad de uno.

– Me siento increíblemente solo todo el tiempo y me agarro a ciertas relaciones simplemente porque son mejor que nada.

¿Quién está sólo? No tengas prisa por responder. ¿Quién está sólo?

– Yo mismo.

¿Está este “yo mismo” ahí cuando tú no estás pensando en él? En tanto sigas pensando que eres alguien, sentirás aislamiento. La única diferencia entre tú y los demás es que ellos son tomados por su actividad y su entorno, y tú lo eres por tu carencia de entorno. En ambos casos hay identificación con el objeto. Es exactamente lo mismo.

La próxima vez que te sientas solo, pregúntate: “¿Quién está solo?” Busca este “quien”. Nunca lo encontrarás. Cuando sientes carencia, es un don de Dios. Es la mayor oportunidad que puedas tener en tu vida. Puede que no lo sientas así pero, si nunca sintieras carencia, jamás te sentirías empujado a investigar.

– Me siento agobiado por un sentido de culpa que pesa sobre mí.

Mientras sigas creyendo en la imagen que tienes de ti mismo, habrá culpa. Has de ver que esta imagen no es más que una proyección en el espacio y el tiempo. Tú no eres la película, tú eres la luz que te permite ver la película. Libérate de pensar que tú eres la película. La película es fracción y la fracción sólo puede ver fracción. Por consiguiente, una fracción es conflicto. En tanto no vivas el todo, habrá conflicto. Vive en vacuidad, libre de imágenes, y llegarás a sentir plenitud. Mientras haya objetivación no podrás vivir en plenitud. Es hermoso vivir en la nada, ser nada. Vivir en vacuidad significa vivir libre de toda imagen, libre de todo punto de vista, libre incluso de la idea de la nada. Yo te sugiero que leas el sermón de Meister Eckhardt “Benditos sean los pobres”, que dice, de forma más hermosa de cuanto pudiera jamás decir yo, lo que es la verdadera vacuidad, la verdadera pobreza.

– Las emociones y sentimientos, ¿siguen surgiendo cuando vives en vacuidad?

La emoción, tal como tú la entiendes, es un estado emocional, lo que yo llamo emotividad. Es reacción; te ata a la imagen de “yo” a través de la memoria y el hábito. La emotividad es repetición, como cuando sientes que ya te has sentido así de un cierto modo con anterioridad. Mana del deseo de seguridad. Es un movimiento de tomar. Muchas personas viven en continua emotividad sin haberlo cuestionado jamás.

Las emociones, por otra parte, son siempre nuevas. Son flexibles. La emoción pertenece a la vacuidad. Disuelve el ego. En la emoción, la dualidad sujeto-objeto se elimina. Es belleza. Cuando te encuentras libre de estados e imágenes y ves una obra de escultura, una pintura, u oyes música, o lees un poema, o contemplas el sol poniente, o acaricias a tu amada, no hay sujeto ninguno. Sólo está la acción de ver, oír, tocar. En esta acción libre de sujeto surge la emoción. La emoción integra mientras que la emotividad aísla. Así pues, libérate de la afectividad. En esta ausencia de emotividad, tal vez tengas la impresión, al principio, de que te estás volviendo indiferente. Pero muy pronto verás que realmente hay afecto por todo lo que te rodea. La emoción, el afecto, es dar.

– ¿Estás de acuerdo en que la vida es sufrimiento?

Cuando estás identificado con la existencia y vives en la cadena de la reacción, causa y efecto, entonces la vida sí es sufrimiento. Pero, cuando por un momento estás completamente fuera de esta identificación, entonces el sufrimiento aparece en forma distinta. En este caso aparece porque has probado la libertad pero aún no estás completamente armonizado con ella. En este sufrimiento hay vida. Es la gran duda que te hace estar insatisfecho con cuanto sea menos que el todo. Te trae confirmación de lo que tú eres. ¡Otro sufrimiento únicamente conduce a la quiebra!

– ¿Cómo puedo ir más allá del sufrimiento diario?

La causa original del sufrimiento es un sentimiento de aislamiento, de no estar relacionado con el todo. Esto trae conflicto a tu vida. Generalmente tú sólo ves el conflicto, el sufrimiento superficial; pero, cuando el sufrimiento se contempla profundamente más allá del nivel del conflicto, la causa original aflora. Debes afrontar los orígenes del sufrimiento y no dejarte distraer por los efectos secundarios. Es el ego el que sufre. Cuando el sufridor fraccionario desaparece, el sufrimiento entonces apunta a la unidad.

Fuente: Jean Klein. ¿Quién soy yo? La búsqueda sagrada
http://www.advaitainfo.com/dialogos/es-ego-que-sufre.html

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