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lunes, 29 de febrero de 2016

Cuando dejas de pensar en lo que puede pasar, empiezas a disfrutar lo que está pasando



Cuando somos pequeños vivimos en el aquí y ahora. Sin embargo, a medida que vamos creciendo nos empezamos a preocupar por el futuro.

Y poco a poco, casi sin darnos cuenta, esas preocupaciones se adueñan de nuestra mente, hasta tal punto que nos impiden vivir el momento presente.

De hecho, la sociedad impulsa y recompensa ese tipo de pensamiento. Y las personas que nos rodean nos animan a desarrollarlo con frases como “debes pensar en tu futuro” o “ahorra para el mañana”.

Obviamente, no tiene nada de malo ser previsores y mirar al futuro antes de tomar una decisión importante. De hecho, es imprescindible hacerlo, pero en su justa medida. El problema comienza cuando el miedo al futuro maniata el presente, cuando los temores y las preocupaciones nos impiden vivir.

¿Cómo saber si estás viviendo en el futuro?

Existen algunas señales que indican que no estás viviendo en el presente, que tu mente está viajando por el futuro, probablemente inventando problemas que no existen:
– Te preocupas constantemente por problemas que aún no han ocurrido.
– Exageras las consecuencias de tus actos, hasta tal punto que estas se convierten en un auténtico drama.
– Te agobias por situaciones que probablemente nunca ocurrirán y las revives una y otra vez en tu mente.
– Vives en un estado de expectación constante, a la espera de que ocurra algo negativo.
– No tomas decisiones porque esperas una “señal del futuro”, lo cual genera una gran tensión y estrés ya que vives en la incertidumbre.
– Crees que solo serás feliz cuando se cumpla esa meta que te has propuesto.
– Te sientes desdichado pero no haces nada para solucionarlo pues tienes la secreta esperanza de que en el futuro todo se arreglará como por arte de magia.

El futuro es incierto, acéptalo

Las personas que viven en el futuro tienen un grave problema: no son capaces de aceptar la incertidumbre. La imposibilidad de saber a ciencia cierta qué puede pasar les atormenta, por eso intentan perfilar todo tipo de hipótesis que les ayude a estar preparadas para lo que puede ocurrir.
Sin embargo, lo cierto es que el futuro tiene un gran componente de incertidumbre. Y cuanto antes lo aceptemos, mejor. Cada pequeña decisión que tomamos puede conducirnos en una dirección o en otra. Y no siempre depende de nosotros.

Abrazar la incertidumbre, asumirla como una sorpresa o un desafío, nos permitirá liberarnos de esa ansiedad que suele generar lo desconocido, y nos ayudará a vivir plenamente el aquí y ahora.
Por supuesto, no se trata de dejar de pensar en el futuro porque siempre tendremos que hacer planes y pensar en las posibles consecuencias de nuestras decisiones, sino de aprender a lidiar con esta perspectiva asumiendo una actitud más relajada. Se trata de aprender a fluir y confiar más en el curso de la vida.

La mayor recompensa: El presente


Cuando nos desatamos de las ataduras del futuro obtenemos una gran recompensa: el presente. Nos sentimos libres para disfrutar plenamente el aquí y ahora. Entonces podemos mirar a nuestro alrededor y ver esas cosas que la angustia, el miedo y la ansiedad nos impedían notar.

Ten en cuenta que el presente es lo único que tenemos para cambiar el futuro, por tanto, es nuestra posesión más preciada. Nuestro deber es aprovechar cada minuto, porque no tendremos una segunda oportunidad para hacerlo.

Vive hoy con la esperanza de que habrá un mañana pero sin olvidar que ese momento no se volverá a repetir.


fuente:Rincón de la Psicología

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