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lunes, 30 de enero de 2017

TU YO SAGRADO capitulo 6


Acallar el diálogo interior
Vacíate de todo.
Deja que la mente descanse en paz.
Diez mil cosas suben y caen mientras
El Yo las observa regresar.
Crecen y florecen y luego regresan a su origen.
Regresar al origen es inmovilidad, que es el camino de la naturaleza.
El camino de la naturaleza es inmutable.
Conocer la constancia es sabiduría.
No conocer la constancia conduce al desastre.
Conociendo la constancia, la mente está abierta.
Con una mente abierta, tendrás abierto el corazón.
Al tener abierto el corazón actuarás admirablemente.
Al actuar admirablemente alcanzarás lo divino.
Al ser divino serás uno con Tao.
Ser uno con Tao es eterno.
Y aunque el cuerpo muerte, el Tao nunca desaparecerá.
Lao-Tzu

Cuando más escucho, más profundo se hace el silencio
Los especialistas estiman que nuestra mente tiene sesenta mil pensamientos
cada día durante las horas de vigilia. Sesenta mil veces cada día, algo hace
que un nuevo pensamiento penetre en nuestra conciencia y luego salga para
dejar paso a otro.

El problema de esto no radica en la enormidad del número, sino en que hoy
tendremos esencialmente los mismos sesenta mil pensamientos que tuvimos
ayer y antes de ayer. Nuestro mundo interior es una frenética colmena de
actividad con los mismos pensamientos que se repiten interminablemente.
A este frenesí interno yo lo llamo diálogo interior. Es un zumbar omnipresente.
La mayor parte de dicho diálogo interior es una suma de creencias que otras
personas nos han transmitido. Esos pensamientos incluyen todas sus
creencias sobre todo lo imaginable. No hay límites: la familia, las relaciones, el
sexo, la política, la historia, el entorno, los delincuentes, Dios, todo. Los
pensamientos llegan y se marchan un día sí y otro también, en una repetitiva
interacción de creencias.

Puede que recuerde lo que antes escribí acerca de las creencias. Expliqué que
llevan en sí la duda porque las obtuvo de otras personas. Pro lo tanto, su
diálogo interior refuerza la duda. Duda respecto de uno mismo, de su
capacidad para crear milagros, de su capacidad para las relaciones divinas,
para curarse, para alcanzar prosperidad, y finalmente, duda sobre la capacidad
para conocer el júbilo de la paz interior.
La forma de llegar a este lugar de paz interior, y en consecuencia lograr la
conciencia superior, es acallar el frenesí interno.



LA PAZ Y EL DIÁLOGO INTERIOR

El sabio chino Seng T’san nos legó la siguiente muestra de sabiduría: “Deja e
hablar, deja de pensar y no habrá nada que no puedas entender. Mira al
interior, y en un destello conquistarás lo aparente y la nada”.
Sólo nos aconseja que dejemos de hablar y dejemos de pensar. Ésta es la
tercera clave para obtener la sensación de paz que forma parte de la búsqueda
espiritual.

Quiero dejar claro que la paz no es la ausencia de conflictos. Siempre habrá
conflictos porque siempre habrá otras personas que querrán que se comporte
según sus dictados. Si tiene una arraigada percepción de usted mismo como
un individuo único, siempre se le presentarán oportunidades para reforzar esa
creencia. Los conflictos también se presentarán cuando consiga acallar su
diálogo interno y aquietar su mente.

La paz no es la ausencia de conflicto. Paz es vivir la presencia de Dios. A
medida que aprenda a acallar su diálogo interior y sentirse más en paz,
comenzará a percibir la presencia de Dios en su vida. Esa paz la sentirá tanto
en su cuerpo como en su mundo interior. Las creencias desaparecerán. Y su
lugar lo ocupará el conocimiento.

Mientras me preparaba para escribir este libro, leí el Nuevo Testamento y me
encontré con algo escrito por san Pablo, y que para mí resultó de una suprema
importancia. En la epístola a los Filipenses 2, 5:6, escribió:

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo en Cristo Jesús, quien siendo en
forma de Dios o tuvo por usurpación ser igual a Dios.
La razón por la que esto tuvo tanto valor para mí es que el primer discípulo de
Jesús, San Pablo, acaba con la noción de Dios como ente separado del
hombre. Me parece que rechaza la acusación de aquellos que creen que es
blasfemia el hablar de Dios como parte de nosotros. Cuando usted acalla el
diálogo interno, se encuentra en contacto directo con la amante presencia de
Dios. “Dejad que esta mente esté dentro de vosotros.... Dios reside dentro de
vosotros”.

Para sabe dar este primer paso, la frase de Melville citada anteriormente resulta
tan apropiada que la repetiré: “El silencio es la única voz de nuestro Dios”.
Pero este silencio sólo vale lo que traigamos al regresar de él. La capacidad
para penetrar en el interior, conocer a Dios y traer de vuelta algo de valor en
forma de conciencia superior es alcanzable sólo cuando uno acalla el diálogo
interno. Lo que se trae de vuelta es la paz.

En diferentes momentos de mi vida, tanto el alcohol como otras sustancias
fueron parte de mi sendero vital.

Mediante la meditación conseguí dejar el alcohol, y desde entonces no he
vuelto a tocarlo. Pero con otras sustancias, creía que podía usarlas cuando
quisiera para conseguir un efecto de recarga energética superior. Que tenía la
capacidad de utilizarlas, disfrutar del incremento energético, y luego dejarlas
durante largos períodos. Pero llegó un momento en el que me encontré
recurriendo con mayor frecuencia a estas fuentes externas de energía. Llegó el
día en el que supe que estaba tomando decisiones estúpidas y vacías de todo
contenido espiritual, y que ello se relacionaba con el hecho de que buscara la
ayuda de esas sustancias adictivas.

Mi reto se convirtió en librarme de esa adicción. Intenté librarme de ellas
mediante la lectura, pero volví. Probé la acupuntura, los tratamientos con
especialistas y la curas con hierbas. Pero volvía a caer. Estaba decidido a no
continuar jugando con esas sustancias. Pero caía una y otra vez. Entonces
tuve mi momento de iluminación.

A las 4,50 de una madrugada de un enero estaba meditando. En la quietud, en
el silencio de esa meditación, el pensamiento de que nunca más recurriría a
esa sustancia se hizo real. Fue mi primera vivencia de Dios. Se me “abrió el
corazón”, como dice Lao-tzu en la cita que da comienzo a este capítulo.
Toda la pantalla interna de mi conciencia se transformó en una brillante
luminiscencia mi entras oía una voz que decía: “Has intentado todo lo demás
¿por qué no intentarlo conmigo?”.
Nunca en mi vida he conocido una paz
semejante, ni tal certidumbre de que Dios estaba dentro de mí y a mi alrededor.
Me sentí abrumado por el júbilo.

Pensé que tal vez estaba muriéndome en ese momento, y no me importó
porque el gozo lo abarcaba todo de modo absoluto. Podía ver mi cuerpo desde
la distancia, como las personas que han descrito sus muertes. Luego vi una
ventana que era lo más transparente que haya tenido delante de los ojos. Era
como si alguien hubiese limpiado el cristal con una milagrosa disolución que
me permitía ver la eternidad.

Nunca había estado tan seguro de nada en toda mi existencia. Sentí que
comprendía de verdad el significado de “Al tener abierto el corazón actuarás
admirablemente. Al actuar admirablemente, alcanzarás lo divino”. Supe que el
deseo de buscar algo exterior a mi propia persona desaparecería de mi vida.
Ninguna sustancia me había provocado jamás este tipo de éxtasis.
Escuché esa voz, sentí la presencia de Dios, y desde entonces no he
experimentado el más leve deseo de volver a consumir ninguna sustancia
análoga.

Esto es lo que yo traje al regresar de mi silencio interior: la capacidad para
librarme de una malsana adicción y el absoluto conocimiento de que “en
vosotros este sentir que hubo en Cristo Jesús, quien siendo en forma de Dios,
no tuvo por usurpación ser igual a Dios”. Yo había alcanzado a sentir.
Llegó a mí cuando hube acallado todo diálogo y renunciado a todos los otros
métodos para expulsar a aquel monstruo malvado de mi vida. Por eso puedo
escribir con convicción que la paz interior no es lo único que usted obtendrá al
acallar el diálogo interior. Tal vez lo más valioso es lo que traerá de vuelta de
esa experiencia.

Lato-tzu continúa diciéndonos que “al ser divino, serás uno con Tao”. Tao es
el nombre que él le da a Dios. Así pues, nos convertimos en uno con Dios al
alcanzar la conciencia superior.

He discutido conmigo mismo sobre si incluir una historia tan personal como
ésta en el presente libro. Es decir, mi ego discutió con mi yo. Gracias a mi yo
espiritual supe que mi experiencia con la sustancias químicas implicaba
también ayudar a otros a mirar a su interior, ayudarle a buscar la paz que yo
experimenté.

Millones de personas están jugando con fuego cuando andan con esas
sustancias, que amenazan a nuestros hijos y la estructura de la vida. Eso está
robándonos nuestra esencia espiritual y carcomiéndonos los huesos. Si al
relatar mi historia, una sola persona adicta a cualquier sustancia y que sabe
que ha perdido el control sobre ella decide acallar el torbellino interior y buscar
ayuda en su amante presencia interior, habrá valido la pena.
No es necesario que cuente con el reto de abandonar alguna droga para
encontrarle valor a la conciencia superior. Funciona del mismo modo para
todo aquello que desee superar. Consiste en llegar al silencio y dejar que Dios
se haga presente en usted. Llegar al silencio requiere un esfuerzo consciente.
Puede resultar útil saber cómo funciona su mente.



LOS PASOS PARA ACALLAR EL DIÁLOGO INTERIOR

Como He comentado en el capítulo anterior, los pensamientos entran y salen
de su mente durante todo el día y usted puede observar esos pensamientos en
lugar de identificarse con ellos. No obstante, ha de recordad que los
pensamientos se originan en usted.
Con el fin de entender mi mente, me sirvo de la metáfora de un estanque de
profundidad ilimitada.
No llamo “meditación” a esta metáfora ni al ejercicio derivado de la misma,
porque hay incontables métodos de meditación. Prefiero pensar en ello como
en una sencilla y eficaz manera de acallar el diálogo interior. En ese estanque
hay cinco niveles.


Primer nivel: la superficie

En la superficie del estanque se encuentra toda la agitación. Es en la superficie
donde el viento agitará el agua, caerá la lluvia y la henderá, las temperaturas
frías helarán la superficie, y las temperaturas altas la devolverán a su estado
líquido. Las tormentas harán que la superficie se muestre violenta. El tiempo
plácido devolverá a la superficie a una clama lisa y cristalina. Las horas y el
polvo ensucian la superficie, la gente arroja piedras que perturban su calma, y
todas las agitaciones son visibles.
La superficie de su mente es también el lugar en el que usted advierte todas las
agitaciones. Éste es el que yo llamo nivel “de charla”. Es aquí donde
multitudes de pensamientos se abaten de forma constante sobre la superficie
de su mente.

La charla va de economía, fechas límite, salud, hijos, citas, listas de compra,
jubilación, vacaciones, violencia en el Próximo Oriente, conflictos en el trabajo,
relaciones sexuales, el libro que está leyendo, el tráfico, las reparaciones del
coche, su jaqueca, la gripe de su madre, lo que tiene miedo de decirle a su jefe,
la esposa o el marido del que usted es víctima... Podría llenar un millar de
páginas con estos pensamientos fugaces. Ésta es la realidad de su vida
mental. Muchas agitaciones zumban en la superficie de su mente, todas
relacionadas con la vida cotidiana.

Las tormentas de su vida se convierten en violencia en su mente. Los vientos
de su existencia crean agitaciones. Todo ello adopta la forma de pensamientos.
La mente queda así por entero poblada de pensamientos relativos a su vida
externa.

Este tipo de existencia resulta extenuante. Pero más que cansarle, este nivel le
impide experimental la conciencia superior. Por desgracia, resulta probable
que sea ésta la forma como se ha acostumbrado a utilizar su mente. Puede que
incluso crea que la mente no es más que el receptáculo de todos estos
pensamientos.

Y podría creer que no hay nada que hacer, que está condicionado para utilizar
la mente así tanto por educación como por genética. Hasta que explore otras
posibilidades, podría creer que los pensamientos vienen y se van según su
propia voluntad, y que en realidad no hay mucho que pueda hacer al respecto.
Si su mente está así ocupada, pues que así sea.

Le insto a reconsiderar esa postura. Préstele atención tanto al cuidado del
nivel de superficie de su mente, como a la profundidad y anchura de tu mente,
igual que si fuera el responsable de mantener limpio un estanque. La imagen
de la superficie de un estanque azotada con violencia por una tormenta no
recoge todo lo que sucede en el estanque. Algunos desperdicios que flotan en
la superficie no lo degradan por completo.


Segundo nivel: justo por debajo de la superficie

Las agitaciones de la superficie tienen muy poco impacto por debajo de ésta.
Se puede continuar observando una tormenta desde debajo de la superficie,
pero su presencia no se siente de la misma forma que cuando uno se
encuentra en medio de ella.

Del mismo modo, cuando usted puede descender por debajo de su mente, deja
tras de sí el bullicio de la charla. Aquí, la constante entrada y salida de
pensamientos la reemplaza una forma de pensamiento diferente. Usted tiene
un mayor control sobre el proceso de sus pensamientos, aunque todavía se
encuentra muy lejos del silencio.

No obstante la actividad se encuentra ahora más concentrada. Si se queda
quieto, descubre que sus pensamientos están ahora analizando. Es aquí
donde busca razones para todo. Desmenuza cada pensamiento e intenta
descubrir por qué sucedió esto o falló aquello. Se establecen diálogos
burlones con las personas de su vida que no le apoyan como usted juzga que
deberían.

Justo por debajo de la superficie tiene lugar el análisis. Puede sorprenderse
analizando algo y realizar un esfuerzo para dejar de hacerlo, pero en este nivel
existe un análisis constante.

Piense en una piedrecilla arrojada a la superficie del estanque. Llega un
momento en que empieza a hundirse camino del fondo. Ha atravesado el nivel
de la charla y está pasando a través de la parte analítica que se encuentra justo
debajo de la superficie. Adopte la postura del espectador que aprendió en el
capítulo precedente. Contemple cómo cae la piedrecilla y observe los
pensamientos analíticos.

El análisis es la actividad mental a la que estamos dedicados cuando, de modo
automático, nos hacemos silenciosos comentarios sobre todas las personas y
cosas. Esos comentarios silenciosos insisten en analizar su progreso o
ausencia del mismo.

La dificultad reside en pensar que existe algo más aparte de este comento y
encontrar cómo llega a la paz y el éxtasis. Ha de saber esperar. Llegarán por sí
mismas. No juzgue ni se sienta frustrado. Deje que su mente analice, y tenga
la seguridad de que antes o después la piedrecilla continuará camino hacia el
júbilo. A medida que vaya cayendo, dejará tras de usted el análisis y llegará al
tercer nivel.


Tercer nivel: muy por debajo de la superficie

La piedrecilla está ahora muy por debajo de la superficie de su mente. La
charla disminuye y también lo hace la necesidad de analizar. Su mente ve el
flujo de las cosas y cómo están todas conectadas entre sí. Sintetizar equivale a
reunir; analizar a separar.

A este nivel se acerca más a su naturaleza espiritual. Usted puede sentir el
flujo de la gratitud, el júbilo y la aceptación. Sabe que está conectado con toda
la vida y se sirve de la mente para comprender su lugar en el estanque.
Cuando la “piedrecilla” llega a la síntesis, todavía se está usando la mente. Sin
embargo, aquí uno ya no es víctima. Se ha aprendido a controlar los
pensamientos que entran y salen.

En este nivel usted acepta que las personas son únicas y que no puede
entender cómo ni por qué todos actúan de la forma en que lo hacen, incluido
usted mismo. Uno se encuentra flotando en un nivel más profundo de la
conciencia. Sentirá el fluir divino a través de todo y todos. Uno se siente más
en paz.

La piedrecilla cae cada vez más lentamente hacia el fondo. Usted comienza a
conocer en profundidad quién es sin que la mente tenga que entenderlo. Hasta
ahora, usted ha estado convencido de que la iluminación implicaba ser un
explorador a la búsqueda de algo en concreto. Ahora se da cuenta que no es
así.

Se entrega al hecho de no entender y comienza a experimentar la iluminación.
Sabe que dios está dentro y fuera de usted. La piedrecilla cae más al fondo, en
el centro de su ser, deja atrás la fastidiosa charla, el análisis y la síntesis y llega
al cuarto nivel.


Cuarto nivel: quietud y éxtasis

Ahora está llegando al lugar en el que le embargará el júbilo de acallar el
diálogo interior. En este lugar, uno empieza a bloquear los pensamientos y es
uno con la conciencia. Repara en el silencio de ésta.

Al aquietarse su mente, el júbilo comienza a destellar en las profundidades del
cuarto nivel. El júbilo es una señal de la presencia de Dios. El júbilo es un
rasgo de la búsqueda espiritual particularmente digno de mención, porque su
presencia confirma que ha encontrado su sendero.

La sustancia básica de la vida es el júbilo que surge del movimiento
espontáneo del momento presente. Con esta espontaneidad llega el verse libre
del egocentrismo y del enjuiciamiento de uno mismo y de los otros. Esta
mente en calma flota en el mar del júbilo. Me encanta el siguiente pasaje del
libro A Gift for Alla Mankind (Un regalo para toda la humanidad) de Tara Singh:
“Creo que lo más esencial en la vida de uno es el silencio, ¿Qué es el silencio?
Pensamos que si estamos callados, estamos en silencio. Peor tenemos que
llegar al silencio sin deseo ni necesidad; en caso contrario no estamos en
silencio... Avance hacia el discernimiento y el no querer nada. Inhiba todo
estímulo. Es lo más beneficioso”

Este aquietamiento de la mente es una experiencia trascendental. Uno conoce
el júbilo den o oír la interminable charla y de no necesitar a nadie para que
confirme que uno está o no en la senda correcta. La quietud es una
confirmación interior de que está experimentando una parte superior de sí
mismo.

A medida que se acostumbre a la quietud, se encontrará con que la busca de
forma regular. Sabrá que hay una presencia dentro de usted. Pasado un corto
período de tiempo, la piedrecilla alcanzará ese lugar de quietud.
Un antiguo proverbio afirma: Cuando el zapato te queda bien, te olvidas del
pie”. Éste es el estado mental al que le transporta el cuarto nivel: un gozoso
olvido de lo que no encaja, porque la mente está en paz.


Quinto nivel: un espacio abierto a todas las posibilidades

Éste e el lugar definitivo del descanso. Está más allá del aquietamiento de la
mente. Es el lugar interior en el que la mente se vacía de todo pensamiento y a
uno le embarga la quietud. La mejor descripción que jamás haya leído de este
nivel es del indio americano Alce Negro.

Lo expresa de la forma siguiente: “La primera paz, que es la más importante, es
la que proviene del interior del alma de las personas cuando se dan cuenta de
su relación, su identificación, con el universo y todas las fuerzas; y cuando se
dan cuenta de que en el centro del universo mora el Gran Espíritu, y que este
centro está realmente en todas partes, dentro de cada uno de nosotros”.
Ésta es la esencia del espacio abierto a todas las posibilidades, al que se ha
denominado con muchos nombres, incluidos los de espacio unificado, espacio
de mayor infinito y el lugar en el que todo es posible.

Imagine que dentro de usted hay un espacio, en lo profundo del estanque.
Cuando uno es capaz de llegar a este lugar, mediante el poder que confiere la
condición de espectador, se descubre que uno no es la ola sino el mar. Y
recuerde que aquello que traiga al regresar de este ámbito es lo que resultará
más significativo para su búsqueda espiritual.

El Gran Espíritu del que habla Alce Negro está en el interior de cada uno de
nosotros. Es el espacio unificado. En el espacio unificado en el que la
piedrecilla alcanza su estado de reposo, usted es uno con la vida. Usted es
uno con Dios y con la energía de amor que se encuentra en el centro de todo.
No logrará penetrarse de esta verdad mediante la lectura de estas palabras Ha
de vivirlo. Ha de conocerlo.

Yo conozco el espacio unificado. Si algo sé de la mecánica cuántica es que
todas las osas, cuando se las divide en sus más diminutos elementos, no son
partículas sino espacio. Todos nosotros compartimos ese espacio unificado y
esa experiencia es lo que hallará en el núcleo de su ser.

En lugar de concentrarme en un solo pensamiento, soy capaz de fijar mi
conciencia entre pensamiento y pensamiento. Este espacio es mental, carece
de forma. Sólo su conciencia puede apartarse de un pensamiento concreto y
centrarse en ese espacio.

Cuando comience a verse a sí mismo observando el espacio de los
pensamientos en vez de los pensamientos mismos tendrá la sensación de
conocer a Dios. Al alcanzar el espacio unificado en su vida diría, ésta se
orientará según un propósito que ya no le será desconocido.

El espacio abierto a todas las posibilidades es a lo que se refería san Mateo al
decir “...con Dios, todo es posible”. Es un lugar mágico al que usted ha de
acceder, y sólo lo hará si viaja por su interior. La frase “todas las cosas son
posibles” o es una exageración. Dentro de este reino, uno puede lograr lo que
antes creía imposible.

Ahora ya conoce mi metáfora de cómo funciona la mente y de lo que puede
alcanzar cuando acalle el incesante, monótono diálogo interior. Las
inclemencias continuará en su vida, como lo hacen sobre el estanque. La
serenidad ya no será definida como la ausencia de tormentas, sino como la paz
que vivirá a pesar de la existencia de tales inclemencias.

Si le apetece, puede llamar a esto meditación. Puede llamarlo conciencia, o
simplemente momento de quietud. Algunos prefieren llamarlo “plegaria de la
serena experiencia interior”. Cualquiera que sea el nombre que escoja, le
recomiendo que, seriamente, se tome un ti tiempo cada día para dejar que esa
piedrecilla llegue a descansar en el espacio unificado, el espacio abierto a
todas las posibilidades.



LA PLEGARIA Y SU DIÁLOGO INTERIOR

Hace poco acabé de leer uno de los libros más notables con que me he
encontrado. Healing Words: The Power of Prayer and the Practice of medicine
(Palabras curativas: el poder de la plegaria y la práctica de le medicina) está
escrito por un hombre por el que siento un inmenso respeto. Se llama Larry
Dossey.

El doctor Dossey e un médico en ejercicio que ha descubierto el poder curativo
de la plegaria. Ha llevado a cabo una asombrosa cantidad de investigaciones
y, tras éstas, defiende el valor científico de la plegaria. Las plegarias parecen
ser una variable decisiva en los casos de enfermos que logran la curación. El
tema de este magnífico y ameno libro es que, en el futuro, la ciencia y la
religión puede encontrar en la plegaria un terreno común para la exploración y
el diálogo.

Cuando pensamos en la plegaria por lo general suponemos que es una
actividad que tiene lugar entre la persona que reza y Dios. Y por lo común
ubicamos a Dios fuera de quien reza, no o identificamos con él. Pero resulta
que no es así.

Como remarca Larry Dossey: “No existe ninguna prueba avalada por ningún
experimento de que al rezar se “envíe” algo, ni de que esté presente ninguna
clase de energía... Lo que a todas luces sugiere que la plegaria no tiene que ver
con ningún tipo convencional de energía, que no viaja desde aquí hasta allá, y
que podría no ir a ninguna parte”. Por supuesto que esto nos resulta muy
difícil de entender si nos encontramos atrapados por nuestras viejas creencias.
Para entender el poder y valor de la plegaria tenemos que despojarnos de las
viejas ideas, y mirar más allá de la causa y el efecto, así como del tiempo y el
espacio. El reino de Dios no tiene ni principio ni fin. El reino del espíritu tiene
que ver con al totalidad, donde todo existe en todo momento, en todas partes.
La cita que más me gusta respecto de este fenómeno es del legendario escritor
Hermes Trimesgisto: “Dios es una esfera cuyo centro está en todas partes y
cuya circunstancia no se encuentra en ningún sitio”. Intente hacer encajar esta
definición según sus patrones intelectuales y se encontrará confuso.
El centro de dios (y también el de usted) está en todas partes, no conoce
límites. Así pues, la plegaria le pone en contacto con su núcleo. Pero no se
trata de algo que envíe fuera de su cuerpo, al interior de otro.

La conclusión de Dossey es: “Si la plegaria no va a ninguna parte, entonces
podría estar presente simultáneamente en todas partes, envolviendo al que
reza y al Todopoderoso a la vez. Es de una extrema importancia que entienda
esto, porque le ayudará a acallar el diálogo, interior mediante el uso de la
plegaria.

La práctica de la plegaria le pone en contacto con la verdad que hay dentro de
usted. Ese centro más interior es el campo unificado que antes mencioné. Es
allí donde la verdad mora en su plenitud, y es el ámbito donde se halla al rezar.
Se halla en la eternidad, que es un espacio mágico invisible dentro el cual
puede tener lugar la curación y donde uno conoce la divinidad. La plegaria es
un método fabuloso para acallar el diálogo interno. Proporciona un espacio
para aquietar la mente y para comunicarse con Dios.

La esencia de la tercera clave de acceso a la conciencia superior es
sencillamente alcanzar el silencio interno. Si quiere llamar meditación a esto,
hágalo, pero llévelo a la práctica, conocerá un gozoso júbilo. Si prefiere
llamarlo plegaria y la ve como un diálogo con Dios que excluye los ruidos
ajenos a su ser interior, hágalo, pero rece.

La clave no se encuentra ni en el método ni en la etiqueta que le ponga. La
clave está en la práctica de dejar que la piedrecilla caiga desde la superficie de
us mente hasta el espacio abierto a todas las posibilidades. Ahí es donde
somos todos uno, y donde conocerá a Dios.

Sugerencias para acallar el diálogo interior.
Cuando se dirija a su interior, recurra a la metáfora de la piedrecilla que
desciende por los varios niveles de su mente.
Mientras la piedrecilla cae, adopte la condición de espectador. Observe con
actitud benevolente todos sus pensamientos mientras desciende hasta el
espacio unificado.

Cuando advierta que tiene la mente demasiado llena de pensamientos, intente
no concentrarse en nada durante unos minutos. Necesita detenerse y llevar un
poco de quietud a su charla interior. Diga para sí: “Tengo la mente llena de los
pensamientos. Voy a intentar pasar cinco minutos sin que me bombardee
ningún pensamiento. Apartaré de mí cualquier pensamiento durante unos
minutos”.

Use la respiración como medio para evitar que su mente parlotee de forma
incesante. Puede hacerlo concentrándose en la respiración. Inspire
profundamente al tiempo que excluye todo pensamiento. Luego exhale el aire
con lentitud y del todo con la misma concentración. Cuando aparezcan los
pensamientos, que lo harán, tenga presente que son avisos de que debe volver
a concentrarse en su respiración.

También puede usar los latidos del corazón como punto de concentración.
Vuelva a concentrarse en los latidos regulares de su corazón cuando advierta
que los pensamientos se entrometen.

Cuando encuentre que sus pensamientos están justo por debajo del nivel
analítico, piense en una rosa. Al reemplazar el análisis por la belleza de una
rosa, podría recordar estos versos de Rabindranath Tagore:

No le llevemos una rosa a nuestra amada
Porque en ella ya hay encarnado un mensaje que
A diferencia de las palabras de nuestro idioma, no puede ser analizado.
Esto s un recordatorio de que el hábito de analizar puede impedirle conocer la
verdad que es el centro de su ser. La rosa no necesita ser analizada.
Simplemente es. Lo mismo es aplicable en su caso.

En el nivel en que se produce la síntesis, cuando esté sintiendo la belleza y
unidad de la vida, podría descubrir que está dejándose llevar por pensamientos
relativos al placer de esa paz espiritual. Abandone también esos
pensamientos. Necesita acallar todo diálogo interior que enturbie el camino
que conduce al espacio abierto a todas las posibilidades.

A su ego le gusta decirle que es mejor que otros, porque es más espiritual y
tiene un entendimiento más profundo.

Él recorre su conciencia con tales pensamientos. Cuando lo haga, líbrese de
él; ahora es un momento de meditación o plegaria.

Intente fijar su conciencia en el espacio de los pensamientos, en su entorno, no
en ellos. Puede que esto le parezca imposible, pero le aseguro que usted es
capaz de haberlo.

Cuando se encuentre en un pensamiento, deslícese por el intervalo que
precedió a ese pensamiento y fije su conciencia justo en ese vacío. En su obra
Quantum Consciousness, Stephen Wolinsky dice lo siguiente sobre el espacio
de los pensamientos: “Experimentar el espacio que hay entre nuestros
pensamientos acaba por conducir a la relajación de los límites que colocamos
en torno a las cosas, ideas, personas y demás. Y a medida que estos límites se
relajan, nuestro contento aumenta”.

Ese espacio sin límites que existe entre sus pensamientos es un hueco que se
encuentra más allá de sus percepciones físicas y mentales, es allí donde
experimenta el éxtasis de la espiritualidad. Cuando, a propósito, fije allí su
conciencia, le embargará una abrumadora sensación de contento. Cuando
regrese a un pensamiento, lo cual resulta inevitable, no se juzgue. Con
suavidad pero firmeza intente volver a deslizarse en el hueco que haya entre
ese pensamiento y el siguiente.

Matricúlese en un curso de artes marciales que enseñe el arte de la
concentración. Hay muchas actividades de este tipo a su disposición. El taichi
y el taekwondo no son más que dos de las muchas que disfrutan de
popularidad debido a su eficaz combinación de disciplina física y espiritual. Le
hacen conocer la concentración, que es otro término para definir el proceso de
acallar el diálogo interior y ser uno con la presencia divina.

Póngase en contacto con un centro de meditación trascendental y matricúlese
en un curso de introducción. Resulta un magnífico primer paso para hallar la
paz interior y acallar el diálogo interno.

El propósito de la meditación trascendental es el de enseñarle cómo llegar a
ese espacio unificado y aprender a superar su resistencia. Se lo recomiendo
vivamente. He practicado meditación trascendental durante muchos años.
En cualquier momento de estrés, diríjase hacia su interior y deje que la
piedrecilla caiga, aunque sea sólo durante unos segundos.

Usted puede acallar el diálogo interior en cualquier parte. Esta técnica me ha
resultado útil incluso en medio de un partido de tenis. Cuando he hecho esto
he descubierto que algunos de los momentos más importantes de la
competición atlética están entre punto y punto.

Ese espacio es como el espacio entre los pensamientos. En situaciones como
un partido de tenis, usted puede concentrarse merced a la respiración entre
golpe y golpe. De esta forma será inmune a las distracciones. Intente convertir
sus actividades en meditaciones.

Acallar su diálogo interior no tiene por qué ser algo que practique en solitario,
en un lugar silencioso. Puede hacerlo en cualquier parte, con independencia
de las circunstancias externas.

Póngase delante de un espejo, mírese directamente a los ojos y diga en voz
alta: “Te quiero, te valoro y sé que hay mucho más en ti que aquello que me
devuelve la mirada”. Luego cierre los ojos y repítalo otra vez. Se encontrará
con que va más allá de su yo físico y se libera de muchos de sus pensamientos
relacionados con demostrar su valor.

Usted es un ser precioso en al medida en que es una criatura divina. Punto.
No necesita demostrar nada. Así que cualquier pensamiento que sea contrario
a esto está impidiéndole llegar a conocer su yo espiritual conectado con la
divinidad.
Cuando tome la decisión de rezar; en lugar de dirigir la oración al exterior y
buscar una consideración especial por parte de Dios, realiza un intento de estar
en la mente de Dios sobre la que escribió san Pablo en su carta a los
Filipenses. En lugar de hacer solicitudes, escuche la voz de Dios que está
presente en el centro de su ser.

Si está orando por otra apersona, haga que su observador se concentre en la
energía divina que rodea a esa persona. No permita que sus pensamientos se
aparten de esa divina luz curativa. Vea a Dios como su eterna guía divina,
siempre a su disposición. Vívalo.

Imagine un gran reloj cuyo segundero haga una pausa muy leve cada vez que
avanza un segundo. Yo pienso en un viejo reloj Seth Thomas que había en el
aula de mi colegio. Parecía detenerse cada vez que pasaba un segundo.
Primero, concentre su atención en cada segundo, luego desvíe la atención al
espacio existente entre los segundos.

O imagínese corriendo entre una gran multitud sin tocar a nadie. Imagine que
está corriendo por los huecos que hay entre las personas
Los huecos representan ese espacio existente entre sus pensamientos,
espacio que simboliza el Tao. El silencioso e ilimitado vacío interior.
Marsha Sinetar, al escribir su obra Ordinary People as Monks and Mystics
(Personas corrientes como monjes y místicos) resumió este proceso de la
manera siguiente:

Si las personas corrientes se tomaran el tiempo necesario para volverse hacia
su interior, para desarrollarse a sí mismas tal como estamos comentando, su
comportamiento, elecciones, actividades, también vendrían motivadas por su
interior. Cada acto y elección tendría más significado. Dichos actos auténticos
son el resultado de un proceso de conversión que todos podemos
experimentar, seamos o no dependientes de una tienda de comestibles, un
fracasado escolar, un científico nuclear o un vago. Este proceso, por fortuna,
es el gran igualador, tiene poco que ver con dónde o cómo viva una persona.
Todos somos personas corrientes, y todos somos también místicos.

Tómese un poco de tiempo cada día para volverse hacia su interior y dejar que
esa piedrecilla caiga a través de los niveles de su mente hasta que se pose en
el espacio abierto a todas las posibilidades. El ruido interior le impide conocer
el silencio que es la voz de Dios.

Usted puede conocer esta tercera clave de acceso a la conciencia superior si
está dispuesto a reconocerse como una criatura divina. Su búsqueda
espiritual se inicia en los momentos de silencio celestial.

Al reunir la energía espiritual que tiene en los jubilosos momentos de silencio,
usted hará que su ego quede relegado. Esta última clave de acceso a la
conciencia superior le está aguardando.


WAINE W. DYER

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