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miércoles, 15 de febrero de 2017

TU YO SAGRADO capitulo Final


Crear un espíritu colectivo de yos espirituales

Pero si por el contrario el Hombre ve una puerta que se abre en lo alto, es un
nuevo escenario para su desarrollo; si cada uno de nosotros puede creer que
está trabajando con el fin de que el Universo pueda alzarse, en él y a través de
él, hasta un nivel más alto, entonces una nueva fuente de energía manará
desde el corazón de os trabajadores de la Tierra. La totalidad del gran
organismo humano, superando la vacilación de un momento, inspirará
profundamente y continuará con renovada fuerza
PIERRE TEILHARD DE CHARDIN

Transmitiré mi yo espiritual al exterior, para bien de todos
Este capítulo final será una odisea al interior de todos los males de nuestra
sociedad. No tengo intención de acabar este libro catalogando todos los
problemas que hemos creado como resultado de permitir que nuestros egos
sean la fuerza dominante del mundo.

Eso no quiere decir que no reconozca que tenemos muchos problemas que
han surgido de nuestra preocupación por satisfacer a nuestro ego. Tampoco
soy ciego ante el hecho de que nuestros egos individuales han interactuado de
formas que han producido guerra, delincuencia, adicción, pobreza, injusticias
sociales y tiranías.

Hemos creado un ego mundial que refleja, a nivel global, la misma carencia de
profundidad y riqueza que existe en nuestras vidas. A lo largo de todo este
libro he expuesto razones para dominar el ego personal y sugerencias de cómo
hacerlo. Exactamente lo mismo puede hacerse con respecto al mundo. Abrigo
la esperanza de que a usted le resulte tan obvio como a mí que el ego
colectivos e beneficiará cuando dejemos atrás nuestros egos individuales.
Usted, como ser individual, tiene una búsqueda espiritual que emprender. Esa
búsqueda implica llegar a conocer su naturaleza superior e invitarla a que le
muestre el camino de su yo espiritual en al vida cotidiana. Esto significa negar
las exigencias de su ego si esas exigencias entran en contradicción con su yo
superior.

Nuestro mundo es un colectivo de seres individuales a los que su amorosa
esencia divina insta a seguir la búsqueda espiritual individual y colectivamente.
El mundo se convertirá en un entorno pacífico, satisfecho, cooperador,
amoroso, sincero, tolerante y puro, cuando los seres individuales que
componen la conciencia colectiva dominen su ego. Lo mismo que ocurre en el
microcosmos, ocurre en el macrocosmos. El todo se comporta de la misma
forma que las partes individuales.

Muchas personas con las que hablo me dicen que se sienten importantes para
modificar el mundo. Creen que, dada la envergadura de los problemas
globales, sus esfuerzos serán insignificantes.

Lo que no ven es que ese mundo se transformará precisamente mediante un
cambio en la conciencia individual. Todos los problemas con que nos
enfrentamos dentro de un grupo reflejan los que tenemos a escala individual.
El mundo se encuentra con un déficit espiritual que refleja nuestra necesidad
de emprender de modo consciente la senda de la búsqueda espiritual. La
solución de los problemas individuales y mundiales es la superación del déficit
espiritual. Cuando usted realiza el cambio de conciencia y se permite ser un
agente de la conciencia superior, está contribuyendo a la transformación del
mundo.

Usted no está separado de las otras almas que habitan el planeta. Comparte la
misma energía que fluye por las almas de Ruanda y Pakistán, por ejemplo.
Usted es la bombilla y Dios la electricidad. Fluye a través de usted con tanta
seguridad como lo hace a través de todos lo seres vivos. Cuando usted toma
la decisión de escoger la guía de su yo superior antes que la que le ofrece su
falso yo, se ha conectado con su energía divina interior. Cuando rige su vida
según los principios del yo superior, está contribuyendo a la transformación
del mundo entero.

Los cambios físicos que tendrán lugar en el mundo sucederán de forma
automática, del mismo modo que tendrán lugar en su cuerpo cuando se vuelva
hacia su yo espiritual. Esto resulta inevitable. El ego se desvanece ante la
brillante luz divina. Usted se encuentra con que está comportándose más
pacífica y amorosamente. Lo mismo sucederá a escala mundial.
Usted tiene que fortalecer su voluntad de seguir su senda espiritual cuando el
ego le llame estúpido por creer que podría llegar a existir un mundo sin guerra.
Si el ego puede convencerle, se convertirá en parte del conjunto de falsedades
del ego. Las personas que elijan hacer caso a la propaganda del ego
construirán más bombas y fabricarán más armas.

En la actualidad hay unos seis mil millones de personas en el planeta.
Alrededor de unos tres millones están en guerra o conflictos que los hacen
matarse y torturarse los unos a los otros. ¡Pero eso significa que existen cinco
mil novecientos noventa y siete millones que no están en guerra! Esto es una
estadística esperanzadora que nuestros egos no quieren que consideremos.
Por el contrario, el ego colectivo lucha para mantener a la población con los
nervios de punta mediante recordatorios destinados a hacer que consideren al
mundo en términos de “nosotros contra ellos”.

Este punto de vista del ego no sólo refuerza la demente escalada de las formas
de matarnos los unos a los otros, sino que además es responsable de la
mayoría de nuestros problemas sociales.

No estoy sugiriendo que hagamos caso omiso de los problemas de las
personas sin techo, hambrientas, enfermas y demás. Lo que sí sugiero es que
nuestro ego colectivo nos ha convencido de que estos problemas no tienen
solución. La verdad es que hemos avanzado de manera notable a pesar del
ego, merced a la consideración y el amor de los que están motivados por su yo
espiritual.

De todas las persona del planeta, el 99,9 por 100 tiene un lugar al que acudir
cada noche. Puede que no todos tengan una casa lujosa, pero en general
hemos ingeniado una manera de alojar a todas las personas del planetas,
menos un pequeño porcentaje. Muchos de nosotros trabajamos cada día para
conseguir que el ciento por ciento tenga techo. No obstante, el cuadro que nos
presenta el ego es de unas condiciones rampantes de desesperación, y una
conciencia colectiva basada en el miedo. También esto es verdad por lo que
respecta al hambre.

Estamos dando pasos de gigante en la ayuda de aquellos que viven al borde de
la inanición. Eso sucede debido al esfuerzo de personas inspiradas por su yo
espiritual, no por el pesimismo del ego. Es obvio que una sola persona que
muera de malnutrición es una cantidad excesiva, y nosotros podemos hacer
algo que garantice que vivamos en un mundo donde ese tipo de realidades no
se den, y lo haremos. Pero esto no se logrará mediante la visión pesimista del
ego, que nos sugiere que somos mejores que esas personas que viven en la
pobreza. Si la totalidad del mundo se apartara de pronto de la idea de que
somos sers aislados y escuchara la vedad de nuestro yo espiritual, no cabría
posibilidad ninguna de que alguien muriera de hambre.

Decir que un mundo semejante es imposible es escuchar al ego, que trabaja
colectiva así como individualmente, para convencernos de que estamos
separados los unos de los otros.



COMPRENSIÓN DEL EGO MUNDIAL


El ego mundial es una extensión del ego personal. Nos conducirá como grupo
al mismo pantano de nuestros egos personales, sólo que en escala mucho más
grande y observable.

El ego mundial no existe en el sentido físico porque se trata de una idea. NO es
lo que somos como pueblo sino lo que creemos que somos como colectivo.
Vuelva a repasar las características del ego que he expuesto en el capítulo
séptimo, y sencillamente aplique esas cualidades a la totalidad del mundo.
El ego del mundo es nuestro falso yo, y ésta constituye la principal
característica que necesitamos reconocer. Queremos creer que somos
nuestros cuerpos físicos y que los territorios que ocupamos son tan
importantes que estamos dispuestos a matarnos los unos a los otros con el fin
de mantener esas líneas fronterizas.

Nos hemos convencido de que nuestras verdaderas identidades provienen de
nuestros antepasados, tradiciones, historias, así como del color y forma de
nuestros cuerpos. Hemos perdido de vista nuestras verdaderas identidades
debido a las etiquetas que nuestros egos nos han asignado.

Nuestros egos se han combinado en una falsa percepción mundial de nosotros
mismos, basada en una incapacidad para conocer nuestra verdadera
naturaleza espiritual. A pesar de que todos nuestros dirigentes espirituales
nos han recordado nuestra naturaleza espiritual y nos imploraron e incluso
ordenaron amarnos los unos a los otros, el ego del mundo ha ganado esta
batalla y producido enemistades ancestrales e incontables horrores en la larga
historia de la humanidad.

Como consecuencia de escuchar al falso yo y hacer caso omiso del espíritu, la
humanidad ha vivido en un perpetuo conflicto que ha creado sociedades
regidas por la conciencia primitiva. Como pueblo, somos capaces de crear
sociedades gobernadas por la conciencia divina que todos compartimos.
Todos somos criaturas del mismo dios ,que se manifiestan en una forma física
con atributos identificables.

Podemos trabajar individualmente en nuestros egos y hallar la verdad de
nuestro yo superior. Luego ampliaremos ese yo espiritual al exterior, y la
humanidad ya no será gobernada por los bajos instintos y la inteligencia
primitiva, seremos regidos por el sagrado espíritu que se encuentra dentro de
todos nosotros. Si eso le parece una tarea imposible, es porque ha vuelto a
caer en la trampa del ego. El ego no quiere que crea en una posibilidad
semejante, porque significaría su abolición.

La solución espiritual para los principales problemas con que se enfrenta el
mundo es llevar a posiciones de poder a esas personas que no están
motivadas e impulsadas por su ego, sino que ven el bien colectivo como
objetivo principal.

Necesitamos dirigentes que no manifiesten tendencias dictadas por la
conciencia primitiva como el odio, la envidia, la codicia, la sed de sangre y la
intolerancia, sino que estén basadas en el amor, la tolerancia, la veracidad y la
pureza. Dichos dirigentes están emergiendo y continuarán emergiendo a
medida que consigamos superar nuestros egos personales y conocer el
verdadero espíritu de dios. El ego del mundo quedará obsoleto al hacernos
nosotros conscientes de nuestro yo espiritual.

Su yo espiritual está esperando compartir con usted y con el resto del mundo
el conocimiento de que somos todos de la misma esencia eterna, una
extensión de Dios. En ese conocimiento está ausente la creencia de que
somos miembros de una tribu dispuestos a matar por las diferencias físicas.
La noción de que estamos aislados los unos de los otros es de la que se
alimenta el ego mundial. Es una extensión de todos los egos individuales que
están en conflicto los unos con los otros, que libran batallas para demostrar lo
separados que están unos de otros.

En verdad, ninguno de nosotros está separado de Dios.
Ninguno de nosotros está separado de los demás.

El hechode vivir en un planeta redondo simboliza la imposibilidad de tomar la
decisión de estar a un lado u otro. Todos compartimos el mismo oxígeno,
bebemos de la misma agua, caminamos y vivimos sobre el mismo suelo.
Y tanto si nos gusta admitirlo como si no, todos compartimos íntimamente
el continuo cambio de átomos y moléculas de los demás. La única constante
del mundo físico es el cambio. Todo lo que se manifiesta en forma materia está
cambiando en todo momento. Esta constante mutación de los átomos significa
que no existe separación en el sentido científico quántico ni en ningún otro. Su
yo espiritual está aguardando a que tome la decisión de hacerle conocer esta
verdad a su ego.

Su ego quiere separarle, y lo mismo quiere el ego del mundo. Mientras el ego
mundial crea de una forma tan terminante en la separación, habrá conflictos
para mitigar esa presión que ejerce el ego. Las naciones estado continuará
bajo la dominación del ego del mundo. El nacionalismo representa el egoísmo
o egocentrismo de una nación, y prevalecerá mientras se tome al ego como
verdad.

Cuando avancemos hacia la unidad crearemos un mundo regido por el yo
superior, que nos ve a todos como habitantes del mismo reino. Entonces no se
servirá a ningún interés en especial; no se construirán fortalezas en las
fronteras; no se creará ninguna arma nuclear, y nohabrá ni pasaportes ni
aduanas, ni siquiera cambio de divisas.

Sabremos que no somos esas fronteras a las que nos aferramos para mimar al
ego mundial y fomentar las ideas por las que miles de millones de personas
han muerto innecesariamente.

Al sustituir el miedo por el amor y permitir que aparezca nuestro yo espiritual,
la necesidad de separación desaparecerá de manera gradual. Está sucediendo
ahora mismo, a pesar de los esfuerzos que realizan muchas personas movidas
por su ego para mantener los símbolos de la separación, los cuales están
desvaneciéndose de forma gradual. El trabajo del espíritu es sutil y paciente.
No existe nada más poderoso que una idea cuya hora ha llegado, y la muerte
del ego del mundo hace mucho que tendría que haberse hecho realidad. Ya
basta de enviar a los jóvenes a morir para conservar antiguas fronteras. Ya
basta de asesinar a nuestros hermanos cuyas costumbres son diferentes, pero
que están conectados con nosotros en el mundo del yo espiritual. El
movimiento hacia el yo espiritual hará que la seductora voz del ego mundial
resulte menos atractiva.

Ya no podemos permitirnos esa separación que el ego del mundo nos implora
que aceptemos. Las armas que existen hoy en día, se las usa, matarán incluso
a aquellos que las usen. Todos compartimos el mismo entorno, respiramos el
mismo aire. Contaminarlo con radiactividad equivale a disparar armas contra
nosotros mismos, que es precisamente lo que hacemos cuando disparamos un
arma contra cualquier otra persona. Cuando Jesús dijo: “Padre, perdónales,
porque no saben lo que hacen”, estaba implorándonos que nos diéramos
cuenta de que todos somos uno. Su yo espiritual lo sabe... y también lo sabe el
alma del colectivo mundial.

La parte falsa, el ego, insiste en que no sólo estamos separados sin en que
somos especiales. Con este credo de lo especial, el ego intenta convencernos
de que estamos más favorecidos que otros, y de que esta condición de
especiales se alimenta si seguimos a un maestro espiritual nuestro pasaje
hacia el paraíso. Este dios de lo especial odia a determinadas personas y ama
a otras, dependiendo de sus sistemas de creencias. El ego usa este tipo de
pensamiento para controlarnos.

Cuando usted se centra y encuentra su propio espacio silencioso, interior,
espiritual, conoce la amorosa esencia divina que no hace discriminaciones.
Usted sabe que la condición de especial no es algo conferido a unos y no a
otros. Sabe que es absurdo creer que un bebé musulmán se quemará en el
infierno por no tener creencias budistas o cristianas.

Sabe que los aborígenes australianos son iguales a los reyes. Su yo espiritual
se lo dice, y lo mismo hace toda nuestra literatura espiritual.

El mensaje que su ego le transmite de que es especial, resuena y se intensifica
en el mundo colectivo. El ego mundial quiere que resulte fácil hacer caso
omiso de los que tienen menos. De este modo, las sociedades menos
industrializadas que no están tan alfabetizadas pueden ser vistas como “ellos”,
lo cual el ego interpreta como menos favorecidos. Puede considerárselos
como no elegidos de Dios. Eso hace posible pasarlos por alto o usar nuestras
armas superiores para eliminarlos. Así se hace posible que la gente contemple
en la televisión los bombardeos y se diga a sí misma que las víctimas están
recibiendo lo que se merecen.

Pero el yo espiritual sabe que “no matarás” no tiene ninguna cláusula
excluyente. Cuando matamos campesinos al derrocar a un dictador, el yo
espiritual sabe que estamos violando nuestros más elevados mandamientos al
convertir a algunas personas en prescindibles.

En verdad, nadie es especial. Todos somos iguales y todos compartimos el
mismo espíritu. Si creemos que alguien es especial, significa que alguna otra
persona no lo es. El ego del mundo trabajará con gran ahínco para mantener
con vida esta idea de lo especial, porque le permite llevar a cabo el tipo de
acción que perpetúa su propia existencia.

Nos apartaremos de esa posición al seguir el camino de nuestra búsqueda
espiritual. Cuando conozcamos la amorosa esencia divina, seremos incapaces
de ver a los otros como no especiales o a nosotros mismos como especiales.
Esto representará una victoria del altruismo sobre el egoísmo en todas sus
formas y en la totalidad del mundo.

Tom Brown describe esta actitud en un maravilloso texto extraído de su
estimulante libro The Quest (La búsqueda)
El hombre que vive en la pequeña isla del yo, no vive más que una pequeña
parte de lo que constituye la existencia. El hombre debe dejar atrás las
barreras, las prisiones del ego y el pensamiento, y alcanzar al Creador. Debe
construirse un puente sobre todas las islas, todos los círculos. Cada mundo
debe ser comprendido, y por último fundido en una unicidad absoluta y pura.
Entonces podrá no haber ni dimensiones interiores ni exteriores, ninguna
separación del yo, sólo una pura unidad en la que el hombre sea todas las
cosas a la vez. En esta fusión de mundos el hombre conocerá todas las cosas
y vivirá los más profundos significados de la vida.... Entonces, y sólo entonces
podrá el hombre aspirar al contacto con Dios.

A medida que viaje por la senda de la búsqueda espiritual, podrá ayudar a
disipar el absurdo de lo especial que con tanta asiduidad fomenta el ego. Verá
el final de este tipo de pensamiento en su vida, y también a escala mundial.
En la escena del mundo, en el momento presente de la historia, vemos que se
desarrollan enormes conflictos sólo para aplacar a la parte del ego que se
sintió ofendida. Cuando usted se ofende, es el egocéntrico ego quien se siente
herido e insiste en demostrar lo especial e importante que usted es. Lo mismo
sucede a nivel colectivo. Este ego colectivo trabaja a escala mundial y también
en nuestras ciudades.

El ego del mundo se ofende con facilidad. Cuando el ego se ofende, necesita
tomar venganza. Necesita tomar represalias para demostrar su importancia y
calidad de especial ante cualquier cosa que perciba como causa de la ofensa.
Así pues, cuando su nación, dominada por el ego, se siente ofendida por las
palabras de un intolerante tirano, zanja el agravio mediante la agresión y el
asesinato.

Así también están nuestras ciudades llenas de jóvenes que confían tanto en su
ego que están dispuestos a matar de forma arbitraria a aquellos que no obran
de acuerdo con sus criterios. Están convencidos de que son especiales y
tienen derecho a cualquier cosa que demuestre que son especiales. Si no lo
obtienen, se ofenden y causan alborotos, mutilan, matan y saquean.
Esto representa una gigantesca carencia de conciencia espiritual.

Necesitamos volver a colocar a dios en la conciencia de estos jóvenes,
reemplazar el déficit por la conciencia superior. Entonces estos problemas
comenzarán a disiparse. Cuando las personas descubren su búsqueda
espiritual, ya no se sienten ofendidas por lo que no tienen. Entonces se
muestran deseosas de dar algo de sí mismas y s ven libres de la necesidad de
compararse con otros. Este cambio hacia el yo sagrado acabará por eliminar
los problemas del bienestar social y la guerra.

Cuando el ego colectivo se ofende, el mundo se enzarza en la destrucción.
¡Cuando se consulta al yo superior, no hay nada por lo que ofenderse! Uno
sólo ve lo que hay que hacer y comienza a vivir según el amor que el silencio
interno proclama. Considere esta declaración de Söresn Kierkegaard:

El presente estado del mundo y de la totalidad de la vida es la enfermedad. Si
yo fuera un médico y me pidieron consejo, contestarí: “Cread Silencio”.
En efecto, si acudimos a nuestro interior y les enseñamos a hacer lo mismo a
todos aquellos que estén deseosos de enmendar sus agravios, presenciaremos
un importante cambio de conciencia y muchísima más comprensión y
tolerancia. Por último, veremos la paz que todos los habitantes de este plantea
deseamos con tanta desesperación.

La faceta superior de nosotros mismos sobre la que he escrito a lo largo de
todo este libro, refleja una visión infinita. Éste, sin duda, no es la visión del
ego. El ego es igual de cobarde a escala colectiva como lo es a escala
individual. El ego mundial tiene miedo de un llamamiento masivo a la
superación de nuestro déficit espiritual.

Cuando las personas dirijan su mirada al interior y abracen una perspectiva
más amorosa, el poder del yo espiritual producirá un cambio no sólo en las
comunidades sino también en todo el mundo. El ego del mundo hará todo lo
que pueda para evitar este tipo de camino interior. Ridiculizará a quienes
fomenten la meditación, las manifestaciones pacifistas y el amor de Dios como
salida del pantano de males sociales en que nos hallamos. El ego quiere
conflicto.

La visión del ego está cómodamente instalada en el mundo material y aprueba
una especie de levantamiento en armas contra aquellos que propongan mejorar
la vida oponiéndose al ego. El ego es cobarde en el sentido de que teme a la
luz celestial de Dios. Este sistema se mantiene de manera exclusiva por el
hábito, y por el miedo al yo superior. Que alguien sugiera que existe un déficit
espiritual y que necesita que se incorporen a nuestra vida el amor, la paz, la
bondad y la compasión y será objeto de burlas y calificado como utópico o
ingenio. Lo que el sistema basado en el ego fomenta es más gastos y más
separación.

Un cambio en la conciencia desvanecerá sin duda el viejo sistema en el que
existe una atroz alianza entre unos poderosos burócratas, bien atrincherados y
las masas. En el viejo sistema, los burócratas se otorgan a sí mismos
beneficios que les son negados a aquellos que pagan a los burócratas, y luego
se ocultan tras el disfraz de los privilegios cuando se los enfrenta a su
cobardía. Es aquí donde la cobardía del ego del mundo muestra su
desvergonzado rostro una y otra vez.

El ego colectivo insiste en que no podemos permitirnos realizar demasiados
cambios; que no podemos permitirnos proporcionarle a todo el mundo los
mismos privilegios que tienen los que están en el poder; que quienes se
enfrentan con el sistema son unos buscarruidos y es necesarios silenciarlos.
La conciencia colectiva superior sabe que no es así. Sabe que no tenemos
nada que temer siempre y cuando actuemos desde el amor y no por el deseo
de servir al ego. El yo espiritual sabe que el verdadero poder está dentro del
yo, no en las instituciones que hemos creado y distancian a las masas de
aquellos que han acumulado poder. El ego colectivo es cobarde, pero sin
embargo luchará para mantener la influencia que tiene sobre los tantísimos que
son víctimas de ese arraigado sistema.

Cuando comience a consultar con su yo superior, modificará la conciencia
colectiva y obligará a aflojar la presa a aquellos que se aferran al sistema
basado en el ego. El ego teme siempre a la luz, y por lo tanto opera siempre en
secreto. Cuando la motivación de todos los que se encuentran al mando se
base de modo exclusivo en la conciencia superior, el ego colectivo se
marchitará.

La principal prioridad para el ego colectivo es el poder. Este poder suele
medirse en términos monetarios. Cuanto más dinero tiene uno, un mayor
grado de calidad de especial se le confiere, y más tiempo consigue estar al
mando.

Así pues, al ego del mundo le encanta gastar dinero, en particular el de usted.
Se le contará lo importante que es que gastemos miles de millones de sus
ingresos en un sistema impracticable que nos protegerá de los misiles del
espacio exterior, y puede estar seguro de que se harán con ese dinero. El ego
del sistema le dirá que necesitamos armas más complejas con el fin de poder
dirigir la guerra desde el interior de fortalezas con aire acondicionado donde
podamos pulsar un botón y borrar del mapa a miles de personas y todas sus
posesiones sin siquiera tener que presenciar el sufrimiento que estemos
creando.

El hecho de que se haya violado un mandamiento y de que estemos
participando en el asesinato en masa de nuestros hermanos no es algo que el
ego considere. Éstos son enemigos, nos recuerda el ego. Son malos, y
necesitamos más y más dinero para ser capaces de matarlos con unos medios
de destrucción más tecnificados.

El ego colectivo se convence a sí mismo de que el dinero lo hace especial, así
que arrojará dólares a cualquier problema y se enorgullecerá del acto.
Consumid, consumid, consumid. Más es mejor. Cuanto más acumuléis,
cuanto más lujosos sean vuestros juguetes, cuanto más grandes vuestros
centros comerciales, cuanto más gasolina gastéis en vuestros automóviles,
más éxito tendréis. Es un impulso que nos aparta de la paz y nos acerca al
consumismo y el capitalismo.

Sin embargo, su yo superior sabe que no hay paz en “cuanto-más-mejor”.
Esto es tan cierto en el plano colectivo como en el individual. El yo superior le
insta a simplificar y evitar contribuir a cualquier cosa que perjudique a otros o
incremente su separación de la fuente espiritual.

A medida que escuche con mayor atención a su yo espiritual y deje atrás su
ego, también el ego del mundo será apartado del poder, el control y el dinero, y
volveremos a las virtudes básicas de la conciencia superior, la paz, la belleza,
el amor, la pureza, la tolerancia, la paciencia y la comprensión. Esto no
significa que no pueda disfrutarse de los beneficios de la tecnología. Quiere
decir que el ego no será la fuerza motivadora de nuestras vidas. Lo que en
verdad somos como pueblo es una fuerza que anhela paz y sencillez.
Queremos la conciencia más profunda que acompaña a la cordura del yo
superior. Es descabellado continuar creyendo que somos una serie de tribus,
cada una con una identidad separada y una misión especial. Es descabellado
creer que cualquiera que no encaje en la mentalidad de nuestra tribu particular
es un enemigo en potencia.

Sabemos que no existe un Dios distinto para cada uno de nosotros., ni siquiera
para cada una de nuestras tribus. Sabemos que existe una inteligencia divina
universal que fluye a través de todos nosotros, y que en ese espacio sagrado
de nuestro interior somos todos uno y lo mismo. Sabemos que somos seres
espirituales que intentan ser humanos. Sabemos que lo mejor que tenemos
dentro es el amor, la bondad y la comprensión.

No obstante, nuestros egos, tanto individuales, como colectivos, han hecho
campaña durante mucho tiempo y con ahínco para fomentar una idea falsa.
¿Qué puede tener de cuerdo que la gente esté matándose entre sí por disputas
que crearon los antiguos egos muchísimo antes de que nosotros llegáramos?
¿Qué puede tener de cuerdo que creamos que algunos de nosotros mecen
comer los alimentos que Dios provee, y que otros no lo merecen en virtud de
su emplazamiento geográfico? ¿Qué puede tener de cuerdo que
ensoberbezcamos a nuestros jóvenes mediante la filosofía de que nada cuesta
nada, induciéndoles a creer que si quieren algo es porque lo merecen? ¿Qué
puede tener de cuerdo que les enseñemos a nuestros hijos imágenes de
violencia, y les permitamos adoptar la creencia del ego de que la naturaleza
humana es perjudicar a otros como forma de defender el derecho a ser especia
y distinto?

Cuando nuestro yo superior comience a triunfar sobre nuestro ego en las
decisiones cotidianas de nuestra existencia, estaremos haciendo progresos en
el sendero de la búsqueda espiritual de toda la humanidad. Usted debe
desterrar toda duda sobre su capacidad para iniciar dicha búsqueda, y
comenzar a saber que usted es tanto el microcosmos como el macrocosmos.
Dentro de usted hay un universo: un espacio unificado abierto a todas las
posibilidades al que puede llegar al convertirse en el observador comprensivo.
Guarde silencio y acalle el diálogo interior. Más importante aún, deje atrás el
falso yo que llamamos ego. Entonces tendrá lugar la curación.

El ego mundial está destinado a ser reprimido a medid que más personas miren
dentro de sí y consulten con su faceta espiritual. Las dudas están
desvaneciéndose y la revolución del espíritu ya está comenzada. El avance
hacia un mundo sin ego no es una idea inverosímil, no más que la caída del
Telón de Acero. A aquellos que oyeron hablar de ello unos pocos años antes
de que sucediera, les pareció algo en verdad absurdo. Pero las ideas, los
pensamientos y conocimientos son poderosos instrumentos para la
desintegración del falso yo.

Una de las maneras más sencillas y poderosas de hacerlo es la que enseña
Eknath Easwaran; en su libro Meditation (Meditación), nos aconseja dedicar
treinta minutos cada mañana a la meditación, repitiendo la plegaria de San
Francisco. Al decir esta plegaria, dejamos atrás el ego a la vez que invitamos al
yo espiritual a guiarnos. Le invito a que se una a mí en esta plegaria cotidiana
mientras compartimos el sendero de la búsqueda espiritual.



LA PLEGARIA DE SAN FRANCISCO

Señor, hazme un instrumento de tu paz.
Donde haya odio, déjame sembrar amor;
donde haya perjuicio, perdón;
donde haya duda, paz;
donde haya desesperación, esperanza;
donde haya oscuridad, luz;
Donde haya tristeza, júbilo.
Oh, divino Maestro, concédeme que no busque tanto
ser consolado como consolar,
ser comprendido como comprender,
ser amado como amar. 


Porque es en el dar que recibimos;
Es en perdonar que somos perdonados;
Es en morirnos que nacemos a la vida eterna.
Si usted tiene la misma conciencia y determinación respecto de su mundo,
tendrán lugar cambios espectaculares cuando todos apliquemos la energía
más grande del universo; la energía del amor.

Ahora procede citar a mi maestro espiritual Nisargadatta Maharaj. Él nos
recuerda lo simple que es crear una sociedad que esté basada en principios
espirituales:

Mi postura es clara: produce para distribuir, alimenta antes de comer tú, da
antes de recibir, piensa en otros antes de pensar en ti mismo. Sólo una
sociedad altruista que se base en el compartir puede ser estable y feliz. Ésta
es la única solución práctica. Si no la quieres, entonces... lucha.

Yo la quiero. Le aliento a hacer lo mismo ¡que Dios le bendiga! 

WAINE W. DYER 

1 comentario:

  1. En el mundo espiritual No hay diferencia de razas ni color de piel. No miremos diferencias económicas y clases sociales todos somos iguales somos energías en un cuerpo que cada día debe crecer y mejorar su luz, limpiar los pensamientos, limpiar nuestra conciencia y tener buena voluntad, amar a tu prójimo como a ti mismo, no hagas a nadie lo que no desearías que te hicieran. Dad amor sin esperar nada a cambio; esto se llama AMOR incondicional. Perdona a quien te ofendió o te hizo daño. Cuando se trasciende, el perdón se dá un gran paso a la evolución, de otro modo no se puede trascender....Namaste !!

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Muchas gracias por tu comentario.