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lunes, 6 de marzo de 2017

Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma


Muchas de las personas que acuden a consulta quieren cambiar su situación de malestar permanente, sin cambiarse a ellas mismas. Gran parte de la resistencia inicial a la psicoterapia que presentan estas personas tiene que ver con el miedo a aceptar lo que realmente les sucede. Algo curioso, porque lo mayoría de los cambios acertados pasan por reconocer con precisión el punto de partida.

Demasiadas personas sobrevaloran lo que no son e infravaloran lo que son. Parte de su dolor viene producido por la forma en la que se autoevalúan. A su vez, piensa que el dolor puede convertirnos en personas susceptibles y beligerantes.


Nuestras interpretaciones ligadas a nuestras reacciones emocionales son las que nos llevan a sufrir y a entrar en conflicto con nosotros mismos. En última instancia nosotros somos los causantes -o al menos los “cómplices”- de nuestro propio daño.



Elegir tomar una actitud de resistencia, impedirá que en muchas ocasiones comprendamos que la causa del sufrimiento no tiene que ver con el estímulo en cuestión, sino con la reacción que tenemos a ese estímulo. Las personas que se resisten al cambio, esperan que en un futuro los problemas mejoren por sí solos sin tomar una actitud proactiva. Esperan ser recompensados de alguna forma sin cambiar ninguno de los comportamientos que han generado el problema.

La felicidad solo puede existir en la aceptación. Cuando aceptas, te transformas.


La paz viene del interior, no la busques en el exterior

Muchos de los pacientes que llegan  consulta sitúan el foco de sus quejas en factores externos y poco controlables. Además, gran parte de esa desesperanza nace y se mantiene por una fijación excesiva en situaciones injustas sobre las que no se tiene ningún control.


Cuando no somos capaces de regular nuestros propios estados de ánimo, recurrimos con facilidad a culpar a los demás de nuestro malestar emocional. Al enfocarnos en los demás, estamos dejando en mano de otras personas nuestras emociones.



Nadie entregaría de manera consciente, por lo que tiene que ver con su esencia, el control de sus emociones a otra persona. Sin embargo, nos venimos abajo cada vez que alguien no cumple con las expectativas que teníamos sobre esa persona. Enseñar a manejar las presiones y frustraciones es un aspecto fundamental en la dinámica mental de la persona, y este trabajo comienza por conseguir que el paciente acepte su situación y, al mismo tiempo, su capacidad de intervenir en la misma.

Los cambios interiores preceden a los cambios exteriores

Cuando nuestras creencias se confrontan con las de otras personas o con circunstancias que se alejan de nuestra forma de ver las cosas solemos entrar en un recurrente malestar psicológico. Iniciar un proceso de cambio personal nos ayudará a centrarnos en nosotros mismos y nos alejará del victimismo, de la indignación y resignación.

La honestidad con nosotros mismos puede resultar muy dolorosa al principio, pero a medio plazo es muy liberadora. Nos permite afrontar la verdad acerca de quiénes somos y de cómo nos relacionamos con nuestro mundo interior. En realidad, nosotros somos los únicos capaces de perturbarnos a nosotros mismos.



Solo nosotros tenemos el poder de hacernos daño. A pesar de librarse en nuestra propia mente, esta guerra personal ilusoria nos provoca una serie de lastres emocionales como la culpabilidad, el rencor, el resentimiento, el odio, el castigo y el deseo de venganza. Todas están emociones son las que nos llegan a terapia, a veces disfrazadas de conflictos con los demás.

Estas emociones son el resultado de haber interpretado de forma excesiva y externa algunos hechos y emociones acontecidos en el pasado. El problema viene cuando estos hechos pasados nuestra condicionan red de relaciones en el presente, impidiéndonos avanzar. Piensa que solo cuando aceptas el pasado, podrás vivir el presente.

“No dejes que lo que no puedes hacer interfiera en lo que sí puedes hacer”
-John Wooden-





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