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jueves, 1 de junio de 2017

La Conciencia brilla en cada experiencia


La meditación no es una actividad. Es el cese de una actividad.

En el análisis final, nada que no sea absolutamente cierto puede decirse de la meditación, ni siquiera que es el cese de una actividad, porque la meditación tiene lugar o, más exactamente, está presente más allá de la mente y la mente por consiguiente, por definición, no tiene acceso a ella.

Sin embargo, para comprender que la meditación no es una actividad, lo primero que tenemos que comprender es que es el cese de una actividad. Esta comprensión es una herramienta muy eficiente para socavar la creencia de que la meditación es algo que hacemos.

Una vez que hemos comprendido plenamente que la meditación no es una actividad, la actividad que previamente habíamos considerado que era la meditación, naturalmente, llegar a su fin. En ese momento, el entendimiento de que la meditación no es una actividad ha cumplido su propósito y también puede ser abandonado. Una vez que una espina ha sacado a otra espina, ambas se tiran.

Para comprender que la meditación no es una actividad podemos usar el ejemplo de un puño cerrado. Si tomamos nuestra mano abierta y poco a poco la cerramos con fuerza, se requiere un esfuerzo tanto para apretar la mano como para mantenerla cerrada.

Si mantenemos la mano cerrada por algún tiempo, los músculos se acostumbrarán a esta nueva posición, y pronto dejaremos de ser conscientes de que estamos aplicando continuamente un esfuerzo sutil con el fin de mantenerla cerrada.

Si alguien ahora nos pidiera abrir nuestra mano, sentiríamos que la apertura de la mano requiere un poco de esfuerzo. En algún momento, mientras abrimos nuestra mano, tomaremos conciencia del hecho de que no estamos aplicando un nuevo esfuerzo para abrir la mano, sino que estamos relajando un esfuerzo anterior, del que ya no éramos siquiera conscientes.

El esfuerzo aparente de abrir la mano resulta ser la relajación del esfuerzo original de contraer la mano. Lo que parecía ser el inicio de un esfuerzo resulta ser el cese de un esfuerzo.

La meditación funciona de una manera similar. Nuestra verdadera naturaleza es abierta, ilimitada, libre, consciente, auto-luminosa y auto-evidente. Esta es nuestra experiencia momento a momento, aunque no seamos conscientes de ello.

Esta Consciencia ilimitada, abierta y libre, se ha contraído sobre sí misma. Aparentemente se ha encogido a sí misma en el marco estrecho de un cuerpo y una mente, y se ha limitado a sí misma a una pequeña ubicación en un vasto espacio y a un breve momento en una interminable extensión de tiempo.

Esta es la auto-contracción primaria que la Consciencia ilimitada, abierta y libre, elige momento a momento por su propia voluntad. Dibuja una línea dentro de la totalidad sin fisuras de su experiencia y se dice a sí misma: "Yo soy esto y no aquello", "yo estoy aquí y no allí", "yo soy yo y no otro".

Sintiéndose por lo tanto aislada, vulnerable y con miedo, esta Consciencia ilimitada, abierta y libre, ahora se dispone a apoyar y proteger a su nueva identidad auto-impuesta como un fragmento. Para efectuar esto refuerza sus fronteras con capas y capas de contracción. En el plano de la mente estas contracciones están hechas de deseos y adicciones, por un lado, y resistencias, miedos y rechazos por otro. Estas son las muchas caras de nuestros gustos y aversiones, el "yo quiero" y el "yo no quiero". A nivel del cuerpo estas contracciones están hechas de sensaciones corporales con las que se identifica la Consciencia. Son la aparente ubicación del "yo" en el interior del cuerpo.

Con cada nueva capa de la contracción esta Consciencia ilimitada, abierta y libre, olvida su propia naturaleza ilimitada cada vez más profundamente, y al hacerlo, arroja un velo sobre sí misma. Se esconde de sí misma.

A pesar de esto, hay frecuentes intrusiones en su propio aislamiento auto-generado que le recuerdan su verdadera naturaleza ... la sonrisa de un extraño, el llanto de un bebé, un dolor insoportable, un breve momento sin deseos sobre el cumplimiento de un deseo, un momento de humor, la paz de un sueño profundo, una pausa en el proceso de pensamiento, un recuerdo de la infancia, la transición entre el sueño y la vigilia, el reconocimiento de la belleza, el amor de un amigo, un atisbo de comprensión.

Estos son momentos que se ofrecen a esta presencia ahora velada de la Consciencia, innumerables muestras de su propia Libertad y Felicidad, que le recuerdan brevemente a sí misma, antes de ser eclipsada de nuevo por la eficiencia de las defensas dentro de las que aparentemente se ha confinado.

De esta manera, con capas y capas de auto-contracción, la Consciencia se ha reducido a sí misma a una vulnerable entidad separada bien fortificada. Esta no es una actividad que haya tenido lugar en algún momento en el pasado y que ahora es irrevocablemente inamovible. Es una actividad que está teniendo lugar ahora, en este momento.

Esta Consciencia ilimitada, abierta y libre, está haciendo, sin saberlo, esta misma actividad de separación. Esta actividad define a la "persona", la "entidad separada". La entidad separada es algo que nosotros, como Consciencia, hacemos. No es algo que somos.


Como resultado de la contracción de la Consciencia sobre sí misma y de esta manera imaginándose como un fragmento, proyecta fuera de sí misma todo lo que no está contenido dentro de los límites de su propia identidad limitada auto-impuesta. El mundo aparece ahora como "fuera" y "otros". Se convierte en todo lo que la "Consciencia-como-fragmento" no es.

Y este mundo que ahora aparece separado y fuera de la Consciencia, parece confirmar perfectamente la nueva visión de sí misma de la Consciencia como un fragmento limitado. El mundo se convierte en el vasto y potencialmente amenazante contenedor de esta "Consciencia-como-fragmento".

Irónicamente, es precisamente porque el mundo es, en Realidad, una apariencia en la Consciencia y una expresión de ella, que refleja de manera precisa las ideas que la Consciencia alberga sobre ella. Si la Consciencia se considera a sí misma como un fragmento, limitada, confinada y que aparece en el tiempo y el espacio, entonces el mundo aparece como la contrapartida de ese fragmento.

Después de haberse negado a sí misma su propio derecho de nacimiento, su propio estatus eterno, omnipresente, la Consciencia confiere este mismo estado al mundo de las apariencias. Otorga su propia Realidad al mundo de las apariencias y a cambio se apropia para sí la fugaz y fragilidad de ese mundo.

Renuncia a su propia Realidad como el campo y naturaleza de toda experiencia, y en su lugar la proyecta sobre su propia creación, sobre el mundo de las apariencias. La Consciencia intercambia su naturaleza con el mundo de las apariencias. No tiene más remedio que hacerlo. De hecho la Consciencia nunca deja de experimentarse a sí misma. Incorporado dentro de cada experiencia está el sabor de su propia eternidad.

Sin embargo, después de haberse conceptualizado a sí misma como una entidad limitada y separada, tiene que dar cuenta de su propia experiencia íntima de la Presencia, del Ser, en otro lugar y por lo tanto lo confiere al "mundo" al "otro".

De esta forma, el tiempo y el espacio parecen convertirse en el campo y la sustancia de la realidad, el "sine qua non" de nuestra experiencia, y la Consciencia a su vez parece mostrar las cualidades limitadas, cambiantes, intermitentes que realmente pertenecen al mundo de las apariencias.

La Consciencia olvida que ha hecho esto, que está haciendo esto, y como resultado, el mundo parece heredar las características de la Consciencia. El mundo parece ser como la Consciencia, sólido, real, permanente y sustancial.

Y a su vez la Consciencia parece renunciar a sus propias cualidades innatas y asumir las que por derecho pertenecen al mundo de las apariencias, es decir, que parece ser fugaz, momentánea, frágil e insustancial. En pocas palabras, la Consciencia crea una apariencia que es consistente con sus propias creencias. De hecho, la "creencia de sí misma como un fragmento limitado" y la "apariencia del mundo como una entidad sólida y separada" son co-creadas como un todo sin fisuras mutuamente validado.

William Blake expresó el mismo entendimiento, "Tal como un hombre es, así es como ve". Esto podría ser expresado, "Tal como la Consciencia se ve a sí misma, así aparece el mundo". Es una conspiración casi hermética, forjada de la libertad y la creatividad de la Consciencia misma.

Sin embargo, es el mismo poder que permite al mundo aparecer según la visión de la Consciencia de sí misma como un fragmento, que a su vez permite al mundo aparecer según la nueva visión de la Consciencia de sí misma, cuando comienza a despertar a su propia Realidad, cuando comienza a recordarse a sí misma.

Esta es la naturaleza mágica del mundo: que el mismo mundo puede ser visto para validar tanto la ignorancia como la comprensión. ¡De hecho, es la naturaleza mágica de la Consciencia, su creatividad, su omnipotencia, lo que lo hace posible!


Lo sepamos o no, siempre somos esta Consciencia abierta, libre, ilimitada y sin embargo, a veces nos olvidamos de esto. Es nuestra libertad de olvidar. Una vez que hemos olvidado, ninguna otra libertad está disponible para nosotros, salvo la libertad de recordar de nuevo.

Aunque siempre somos esta Consciencia abierta, libre, imitada, a veces parece que estamos limitados. Nos sentimos limitados. La Consciencia se experimenta a sí misma como estando limitada por su propia proyección.

Después de haber proyectado una limitación dentro de su propia inmensidad, la Consciencia entonces se identifica con esa limitación. Se olvida de su verdadera naturaleza. "Cae" en la ignorancia.

Como resultado, la Consciencia entonces siente que su verdadera naturaleza es de alguna manera extraña, desconocida y poco familiar, que se ha perdido y tiene que ser encontrada, que ha sido olvidada y necesita ser recordada, que está en otra parte, separada.

La Consciencia no se da cuenta de que ya es precisamente lo que está buscando, que ya es ella misma. No ve claramente que el mismísimo Conocimiento de lo que sea que es conocido en todo momento, es el conocimiento de sí misma.

Sin embargo, no importa cuán profundamente la Consciencia se identifica con un fragmento de su propia creación, no importa cuán profunda es la ignorancia y los subsecuentes pensamientos, sentimientos y actividades generados por esta ignorancia, no importa cuán exitosamente la Consciencia oculta su propia naturaleza de sí misma, su memoria de sí misma es siempre más profunda que su olvido.

Esto es así siempre, simplemente en virtud del hecho de que antes de que la Consciencia pareciera convertirse en algo distinto de sí misma, sigue siendo siempre sólo ella misma.

La Consciencia es la experiencia primaria en toda experiencia, cualquiera que sea el carácter particular de esa experiencia. Y por esta razón, la búsqueda de sí misma, el deseo de volver a sí misma, de morar en sí misma, nunca puede ser extinguido.

E irónicamente, es por la misma razón que la búsqueda será continuamente socavada, porque cuando se comprende que la Consciencia siempre se experimenta sólo a sí misma, se comprende al mismo tiempo que la Consciencia no tiene a dónde ir y nada que llegar a ser.

Por lo tanto, desde el punto de vista de la ignorancia, la búsqueda es el primer paso que da la Consciencia hacia el retorno de sí misma. Desde el punto de vista de la Comprensión, la búsqueda es el primer paso que da la Consciencia para alejarse de sí misma. En ninguno de los dos casos la Consciencia nunca va a ninguna parte.


Incluso cuando la Consciencia se ha ocultado a sí misma con un manto de creencias, dudas, miedos y sentimientos, el sabor de su propia naturaleza ilimitada, libre y sin miedo está incrustado dentro de cada experiencia y este sabor se experimenta a menudo como una especie de nostalgia o añoranza.

Este anhelo es a menudo erróneamente asociado con un acontecimiento o un momento en nuestras vidas, a menudo en la infancia, cuando las cosas parecían ser mejor, cuando la vida parecía ser más feliz. Sin embargo, este anhelo no es por un estado que existió en el pasado, es por la paz y la libertad de la Consciencia que se halla detrás y enterrada dentro de cada experiencia actual.

Lo que estaba presente "entonces" como "Felicidad" era simplemente la presencia no velada de esta misma Consciencia que está viendo y entendiendo estas palabras.

La Consciencia proyecta esta experiencia actual fuera de sí misma. Luego ella misma se pierde en esta proyección, en la mente/cuerpo/mundo que ha proyectado desde su interior, y se identifica con una parte de ello. Es como si se dijera a sí misma: "Yo ya no soy esta Consciencia abierta, libre, ilimitada. Más bien soy este limitado fragmento que he creado en mi interior. Yo soy un cuerpo".

Al hacer esto la Consciencia se olvida de sí misma. Se olvida de su propia naturaleza ilimitada. Este olvido es conocido como "ignorancia". Es la Consciencia ignorándose a sí misma. Como resultado de este auto-olvido, aparece la nostalgia y la Consciencia anhela regresar a sí misma, para ser libre. No se da cuenta, por ahora, de que en todo momento de este viaje pródigo siempre es sólo ella misma.

La meditación es simplemente la liberación de esta proyección de la carga de la separación. Se trata de la anulación de la auto-contracción, del desenredado de esta red de confusión.

En lugar de centrar su atención en el fragmento limitado, en la entidad separada con la que se ha identificado a sí misma, la Consciencia presta de nuevo atención a sí misma como realmente es. Retorna a sí misma. Se recuerda a sí misma. Y en lugar de proyectar el mundo fuera de sí, la Consciencia lo reclama, lo lleva de nuevo dentro de sí misma.

La actividad de identificarse con un fragmento y la actividad de proyectar el mundo exterior, son una y la misma actividad. Y por la misma razón, cuando una actividad cesa, la otra colapsa.

La Consciencia está tan acostumbrada a pensar de sí misma como una entidad limitada y a la concomitante proyección del mundo fuera de sí misma, que en principio parece que el recordarse a sí misma, el retornar a sí misma, es una actividad contraria, algo que la Consciencia tiene que hacer para encontrarse a sí misma.

Al igual que abrir una mano, la anulación de la auto-contracción parece al principio que es una actividad. Sin embargo, cada vez que la Consciencia retorna a sí misma, cada vez que relaja su fijación en una entidad separada, cada vez que se abre sin elección o preferencia a todo el espectro de cualquier experiencia que esté apareciendo dentro de sí misma, está, sin saberlo, socavando el hábito de la auto-evitación, el hábito de evitar su propia Realidad.

De esta manera, la Consciencia se acostumbra cada vez más a permanecer en sí misma, como sí misma, sin pretender ser otra cosa, algo distinto de sí misma.

El impulso para contraerse en la entidad separada se ve socavado progresivamente. La Consciencia se queda en casa. Los impulsos de buscar, evitar, fingir, contraer, siguen apareciendo, pero la Consciencia ya no está obligada por ellos. Reconoce los impulsos, pero ya no actúa de acuerdo con ellos. Y, como resultado, la frecuencia y ferocidad de estos impulsos comienzan a disminuir.

La Consciencia ya no sale de sí misma hacia las cosas. Se queda en casa dentro de sí misma y las cosas vienen a ella. Las cosas, es decir pensamientos, sentimientos y percepciones, van a ella, aparecen en ella, surgen dentro de ella, pero la Consciencia ya no tiene que olvidarse a sí misma para experimentar el cuerpo, la mente y el mundo.

La Consciencia brilla en cada experiencia.

Llega un momento en el que todo vuelve a su lugar. Esta Consciencia abierta, libre, ilimitada que es nuestro propio Ser íntimo, se da cuenta de que siempre ha sido y siempre será sólo ella misma, que nunca ha dejado de ser ella misma ni por un momento, que lo que parecía ser el retorno a sí misma, el recuerdo de sí misma, era simplemente el reconocimiento de sí misma, el reconocimiento de que siempre ha permanecido sólo en y como ella misma.

La Consciencia se da cuenta de que la entidad separada con la que previamente se había identificado, es en realidad simplemente una actividad que ella hace, de vez en cuando. Y por la misma razón, se da cuenta de que la actividad que parecía hacer de vez en cuando, la actividad que llamamos meditación, es en realidad lo que ella siempre es.

Se da cuenta de que la meditación no es un estado que va y viene, sino que es eso en el que todos los estados van y vienen. La meditación es simplemente la presencia natural de la Consciencia, siempre presente, omnímoda, inmutable, perenne, ilimitada, auto-luminosa, auto-consciente, auto-evidente.

Desde el punto de vista de la entidad separada limitada, todas las descripciones de la meditación aparecen como algo que debe ser realizado por esa entidad separada. Tan pronto como se ve claramente que la entidad separada no es más que una creencia y una sensación que la Consciencia recrea sobre sí misma, entonces las mismas palabras que antes parecían describir un proceso o una actividad llamada "meditación", que parecían ser un requerimiento para hacer algo, ahora se entiende que es simplemente una descripción de cómo son las cosas.

Desde el punto de vista de la ignorancia, la "persona" es lo que somos y la "meditación" es algo que hacemos de vez en cuando. Desde el punto de vista de la comprensión, la "meditación" es lo que somos y la "persona" es algo que hacemos de vez en cuando.

La meditación no es algo que hacemos. Lo sepamos o no, es lo que somos.



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