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viernes, 2 de junio de 2017

Tu Naturaleza Esencial


Por cada persona que despierta, hay una imagen diferente. A menudo nos fijamos en los maestros espirituales, maestros iluminados, místicos y santos, y tratamos de modelar nuestra iluminación en lo que vemos. Decimos: "¡Ah, así es como es!" Y el ego intenta darle sentido según sus propias predisposiciones. Inevitablemente, la expresión externa de la iluminación es coloreada por la historia, la geografía y biografía.

El silencio de Ramana Maharshi se ve muy diferente de la loca sabiduría de Chögyam Trungpa, y la vida secular de uno de los maestros de la no-dualidad de hoy día se ve muy diferente de la vida mística de Jesús. Pero sin embargo somos a menudo engañados por el envoltorio de lo que llamamos "la verdad", y luego creemos que este envoltorio es algo que podemos reclamar para nosotros mismos. Es una especie de sistema de recompensa espiritual que nos mantiene en la rueda de la búsqueda. Pero la verdad, como el amor, es incontenible. Es indomable, incondicional y universal. El verdadero despertar no puede ser comprado o copiado o fabricado; sólo puede descubrirse como eso que se reconoce a sí mismo en todo.

Tal vez debido a mis circunstancias de vida, mi personalidad, o mis predisposiciones kármicas ―no puedo saber por qué y en realidad no importa el por qué― lo que fue descubierto a través de mí se reveló en medio de una prolongada "noche oscura del alma". Fue totalmente inesperado y cambió radicalmente el paisaje de mi vida interior. Con el tiempo, también alteró el paisaje de mi vida externa de una manera que no podría haber imaginado. En el centro de todo estaba la muerte del "yo" como creador de historias.

Mi historia tiene muchos recovecos, al igual que la mayoría de las historias de redención. Las circunstancias que rodearon mi nacimiento fueron traumáticas y envueltas en el secreto y la vergüenza, como lo fueron mis primeros años. Nunca conocí a mi verdadero padre y mi madre y su familia encubrieron el hecho de que se fue cuando yo nací. La desgracia social y cultural fue una pesada carga para mi madre, como lo fue su historia de abuso y abandono, y ella creó una historia alrededor de ello que estaba lejos de la verdad. Cuando yo nací, ella fue enviada a un país diferente para casarse con un hombre al que no conocía. Yo creía que era mi padre y cuando, a la edad de 13 años, me enteré de que él no lo era, todo mi mundo se vino abajo.

La vida continuó para traerme muchos cambios inesperados que me hicieron cuestionar quién era y de dónde venía. Mucho más tarde, en la edad adulta, esta incertidumbre acerca de mis raíces ancestrales formaría la base de un camino de auto-indagación; pero como niña y adolescente, experimenté estos acontecimientos no deseados como traumas en mi delicado sistema nervioso. Algunos de estos traumas fueron tan dramáticos que me quedaba muda durante períodos de tiempo e incluían violencia física y emocional, abuso sexual, cambios abruptos en la escolarización, la aparición repentina de la guerra en Oriente Medio, donde vivimos por un tiempo, una evacuación dramática por los militares, la pérdida de todos los bienes, el divorcio de los padres, las mentiras de la familia, y probablemente algunas otras cosas más. Todos estos acontecimientos contribuyeron a un profundo sentido de vergüenza y confusión, pero que con el tiempo se convertirían en los catalizadores para mi búsqueda espiritual.


La comunicación fue siempre un problema en mi casa, ya que ninguno de mis padres hablaba con fluidez el inglés, ni hablaban el idioma del otro. Por otro lado, pude leer y escribir solamente en inglés y lo hablo perfectamente. Debo haber estado confundida, pero esta extraña situación era mi normalidad. Lo que no era tan normal era el rigor de mi educación: Nunca pude entender por qué los adultos en mi vida eran tan estrictos; simplemente era así. Jugar con otros niños fuera del horario escolar estaba prohibido, como era jugar con muñecas y juguetes de peluche. Los cumpleaños y la Navidad eran eventos solemnes en los que los regalos más interesantes, aparte de pijamas, calcetines y uniformes escolares, eran un conjunto de lápices de colores y un cuaderno de dibujo.


La negación de estos derechos básicos de la infancia me afectaron profundamente, y llegué a la conclusión de que yo era defectuosa y que merecía ser castigada no consiguiendo lo que quería. Me sentía impura e indigna, por lo que muchas noches le pedía a Jesús que limpiara mis pecados, y le pedía a la Santa Madre que cuidara de mí. Como era de esperar, como hija única, sin amigos, me volví solitaria, introvertida, y me retiraba a un mundo de fantasía que era mi único consuelo. Me pasaba horas y horas creando una vida secreta de fantasía en la que cada detalle era diseñado con una
complejidad increíble, donde no sólo tenía unos padres que me adoraban y me entendían completamente, sino también tenía todos los juguetes y los vestidos que siempre quise, una lista de amigos que me daban fiestas, una fascinante vida de aventura, y una sensación de magia que me llevaba a tierras lejanas e incluso al espacio exterior. Pero el imaginado mundo perfecto en el que yo estaba perfectamente a salvo, perfectamente amada, y perfectamente feliz nunca era ahora, era siempre en el futuro... y el futuro nunca llegó.

Con el tiempo, mi escapada hacia la utopía se convirtió en una prisión. Cuando fui una adolescente, me había realmente desconectado de sentir la total vitalidad de la vida. De hecho, me había desconectado de sentir, y punto. Cuando me fui de casa a los 17 años para ir a la Universidad, en lugar de sentirme libre y feliz como esperaba, me deprimí y me sentía socialmente inadecuada, y mis frecuentes intentos de suicidio me llevaron a creer que iba a terminar en un asilo mental . Me enviaron a varios psicoterapeutas y psiquiatras, pero ninguno de ellos me podía ayudar. Me quedaba sentada mirando al suelo incapaz de pronunciar una palabra. Mi novio en aquel entonces lo llamó "la campana de cristal", como en el título de la famosa novela autobiográfica de Sylvia Plath de finales de los años 60. Sylvia Plath se suicidó poco después de su publicación. Entendía intelectualmente a lo que "la campana de cristal" se refería, pero negaba que tuviera algo que ver con lo que me estaba pasando a mí.

Sorprendentemente, a pesar de este paisaje interno de oscuridad, me lancé con gran vigor a mis estudios académicos. Dejé de creer en Jesús o la Santa Madre como mis salvadores, e invertí mi esperanza de salvación en la consecución de un Doctorado en Psicología. El mecanismo de búsqueda que había alimentado mi anterior mundo de fantasía de la perfección seguía siendo la fuerza impulsora de mi vida, sólo que esta vez me impulsaba a trabajar increíblemente largas horas casi con exclusión de cualquier otra cosa. Luché durante 12 años contra muchos obstáculos, y luego en un período de tan sólo unos meses, de forma inesperada y dramática ―como ha sido el tema de mi historia― todo el edificio de mi vida se derrumbó. A la edad de 28, me encontré sin hogar y sin dinero.

No sólo mi carrera académica tuvo un final abrupto, sino que mi novio de mucho tiempo me dejó, mi casa fue embargada, me volví financieramente insolvente y sin ningún tipo de ingreso, y casi todas mis posesiones materiales me fueron arrebatadas. Como resultado de todas estas pérdidas en rápida sucesión, yo también perdí mi orgullo, mi confianza, y mi sueño de una utopía personal. Cada vestigio de identidad invertido en ser una gran estudiante, una super-mujer urbana, una novia ideal, o cualquier otra imagen de la perfección, se vino abajo. Fue al mismo tiempo devastador y un gran alivio. Sin los accesorios habituales de la vida de hoy en día, y sin la carga de tratar de "ser alguien", me encontraba totalmente abierta a vivir en el presente. También me encontraba naturalmente atraída por la pregunta que había sido sembrada en mi primera infancia: "¿Quién soy yo?"


Los siguientes siete años los pasé en una exploración interior profunda. Una serie de experiencias místicas y visionarias llegaron sin previo aviso y fueron los catalizadores para mi posterior inmersión en la meditación, la terapia primal, el renacimiento (rebirthing), la metafísica, la psicodelia, y una miríada de métodos psico-espirituales. Me atraían especialmente las prácticas de meditación budista y Zen y a ellas dediqué mi atención. El santuario de silencio interior me parecía muy familiar y, a diferencia de mi breve encuentro con la TM (mediación trascendental) durante mis días universitarios, que me había dejado horrorizada ante la intensidad de las voces en mi cabeza, caí en este espacio sin esfuerzo. También me encantaba la lectura, por lo que devoré todos los libros espirituales tradicionales y contemporáneos que pude, y por el camino visité varios maestros espirituales. Pero rápidamente descubrí que la verdad es un descubrimiento nuevo (fresco) no una sabiduría aprendida, así que no me aferraba a nada ni a nadie por mucho tiempo. En cualquier caso, yo no estaba buscando la iluminación; estaba buscando la felicidad.


Mi búsqueda de la felicidad finalmente me llevó a la India y al ashram del místico revolucionario, Osho. Aunque Osho había dejado su cuerpo apenas unos años antes, algo dentro de mí se despertó, y me abrió al amor incondicional en su presencia invisible. Me enamoré de su espíritu rebelde, absorbí sus palabras, me entregue totalmente a sus técnicas meditativas poco ortodoxas, y me bañé en el silencio de la soledad durante varios meses. Yo estaba consumida por un fuego interior que abrió mi corazón de par en par, y me entregué voluntariamente al misterio tántrico de la existencia. Al dejar atrás la relativa seguridad de mi hogar y mi relación, me enfrenté a mi miedo a la soledad y descubrí que el amor está en el centro de todo. De alguna manera, esta toma de conciencia me permitió ver a través de la identificación con la forma, y dejé de buscar un maestro o una enseñanza; en su lugar, la vida misma se convirtió en el gurú. Por primera vez en mi vida, sentí una cierta libertad y alegría. Tal vez las muchas horas pasadas llorando, gritando y abrirme paso a través de diferentes formas de psicoterapia habían ayudado a soltar una parte de mi bagaje emocional. Tal vez había probado la verdad de la vacuidad. Cualquiera que fuera la razón, dejé la India sintiendo un renacer y con un nuevo nombre, Amoda Maa Jeevan, que significa "vivir una vida feliz".

De regreso en Inglaterra, empecé a enseñar talleres transformacionales y desarrollé mi propio método único de "meditación extática", que incluía respiración, movimiento y música. Yo estaba creciendo más allá de mis limitaciones y la vida era agradable. Ya no estaba buscando una altura espiritual, pero todavía continuaba una búsqueda sutil que tenía que ver con la relación. Todavía mantenía la profunda creencia de que necesitaba la relación para darme algo que aún no había encontrado en mí misma. Necesitaba a otro para hacerme sentir completa, para confirmar mi mérito y darme amor en la forma de una relación perfecta.

Me aferré a la idea de que un alma gemela cumpliría todos mis sueños interiores y exteriores. Por desgracia, el hombre que había decidido que era mi alma gemela no estaba de acuerdo con mis ideas de una vida perfecta, por lo que nos enfadábamos, peleábamos, y nos hacíamos daño uno al otro, mientras que nos amábamos apasionadamente, durante 10 años. Un día, aparentemente de la nada, nuestra relación explotó y no tenía arreglo. Reuní el valor suficiente para marcharme. Durante un período de tres años, estuve intensamente afligida, y sané mi corazón roto con todo tipo de terapias y trabajo corporal, y con el tiempo aprendí a disfrutar de mi propia compañía y la libertad de vivir sola.

Sin embargo, en el espacio silencioso de la soledad, una herida más profunda se reveló: un profundo miedo existencial de que había sido abandonada por Dios. Me sentía vacía e increíblemente sola. Como ya había ocurrido muchos años antes, empecé a hundirme en un agujero negro, excepto que esta vez tuve suficiente discernimiento como para reconocer la llamada a la verdadera libertad. Me di cuenta de que quería ser libre de la historia del "yo" y que estaba dispuesta a renunciar a mi necesidad de amor, de relaciones, de felicidad, de iluminación ―e incluso la necesidad de certeza― por esto que no podía nombrar. No tenía ni idea de cómo hacer esto.

No había ningún maestro, ninguna hoja de ruta, ningún manual de instrucciones, ni imaginación de adónde estaba cayendo. Pero yo confiaba en el impulso suave pero insistente de quedarme quieta y dejar de escapar, de no seguir ―como lo había hecho un millón de veces antes― las contorsiones familiares de mi mente, y conocer directamente en la conciencia desnuda el más primitivo de los miedos: la aniquilación. Me abrí al no-saber interior y me abandoné a esta muerte. Y en este morir, todas las nociones del yo se disolvieron en el vacío. Supongo que esperaba una especie de fría nadedad, pero sin embargo un gozo increíble emergió. Sin etiquetarlo ni envasarlo ni volverlo a investir de identidad alguna, el vacío reveló una luminosidad de ser. Siempre había estado allí, y, contrariamente a las apariencias, nunca me había separado de ella.

A partir de ese momento, me convertí en un amante de lo que es, sin miedo a acercarme e intimar con lo que aparece en mi experiencia. Mi sufrimiento se convirtió en mi puerta a la libertad. Esta libertad ahora no se parece a nada de lo que había imaginado que fuera. A menudo me preguntan: "¿Cómo ha cambiado tu vida después de despertar?" Sólo puedo decir que la vida sigue como siempre lo ha hecho. No ha cambiado nada, y sin embargo, al conocer todo como es, todo ha cambiado.

Hoy, 10 años después, las olas de la existencia fenoménica llamada "mi historia" continúan. A veces, el mar es tormentoso; a veces es tan tranquilo como una balsa de aceite. A veces hay dolor, dificultad, y emociones desagradables. Hay una exquisita sensibilidad para todos los matices de movimiento, y sin embargo, nada toca el silencio prístino en el centro de todo. La joya radiante que es este silencio continúa iluminando esos lugares en mi vehículo cuerpo-mente que todavía mantienen patrones antiguos que no sirven al escenario más grande del amor. Se trata de un proyecto en curso de demolición en el que todo lo que no es verdad es destruido. Sucede sin esfuerzo y no hay nada que tenga que hacer para que esto ocurra. Es ordinario y es gracioso.

No sé cómo será el despertar para ti. Todo lo que sé es que este despertar depende de tu deseo genuino para despertar. Si va a florecer en ti, debes realmente querer liberarte de todo lo que es falso en ti, debes querer entregarte totalmente a ti mismo a la indagación de lo que es verdadero más allá de todos los conceptos, ideas y creencias heredados. Cuando la llama de este deseo se convierta en un fuego indomable, se acciona un interruptor dentro de ti y la dirección de tu destino se ve alterada irrevocablemente. Es como encender la luz sólo para descubrir que tú eres esta luz.

Esto en sí mismo es extraordinario. A pesar de que puedas haber oído las palabras un millar de veces, nada puede prepararte para la realidad desnuda que se revela. Y sin embargo, la experiencia viva de esta revelación es muy ordinaria: simplemente has re-descubierto la totalidad inocente de tu naturaleza esencial. Es el tú que nunca estuvo y nunca estará separado de nada en absoluto. Este descubrimiento es el fin del sufrimiento y el principio de la libertad.



por Amoda Maa Jeevan

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