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miércoles, 14 de marzo de 2018

Absolutamente todo


Mira a tu alrededor; sólo hay una realidad. La razón por la que estás aquí, dondequiera que aquí estés, es porque es el único lugar que puedes estar en este momento. Pero aunque la realidad está aquí, y aunque no hay literalmente nada más que la realidad, es muy posible que la pases por alto por completo. 

Por pasar por alto me refiero a imaginar que la realidad es algo o algún lugar que no sea aquí. Por extraño que pueda parecer, es muy posible, incluso probable, que a pesar de que tienes ojos para ver, no veas. Y a pesar de que tiene oídos para oír, no oigas. Lo que ves y oyes no es exactamente lo que hay realmente aquí, sino lo que te imaginas que hay aquí.

Nuestra imaginación es una fuerza muy poderosa en determinar lo que percibimos. Si imaginamos que el mundo está lleno de las fuerzas del mal, seguramente vamos a percibir el mundo como malo. Pero si imaginamos que el mundo es esencialmente bueno, vamos a percibirlo como bueno. De cualquier manera el mundo es el mismo que estamos viendo. 

Pero el mundo no es ni bueno ni malo en sí mismo, sino que es simplemente lo que es. Y si vemos el mundo ya sea como bueno o malo, no podremos verlo como lo que realmente es. Sólo podremos verlo como nos imaginamos que es.

Ahora toma esta idea y aplícala a todo y a todos en tu vida. Pruébala por un momento, o una hora, o un día. Y si lo haces, comenzarás a darte cuenta de que el mundo que imaginas que existe no existe en absoluto. Esto puede causarte algún temor, o posiblemente un estremecimiento al descubrirlo, pero de cualquier manera lo importante es conseguir una cierta distancia de la forma habitual que la mente contorsiona y crea la percepción.

Pero a pesar de que nuestra mente imagina el mundo y todo lo que hay en él de forma distinta a lo que realmente es, la realidad de la existencia permanece eternamente no afectada por nuestra percepción errónea de ella. Esto es a la vez relativamente bueno y malo. 

Es bueno en que la existencia es eternamente lo que es. No tenemos que preocuparnos acerca de que la realidad se convierta en algo que no sea la realidad. Pero es malo en el sentido de que el mundo que imaginamos que existe está siempre en colisión con el mundo tal como es en realidad. Esta colisión es la causa del inmenso sufrimiento y conflictos humanos.

Así que estamos atrapados dentro de nuestras ilusiones y percepciones erróneas. Y la ilusión más grande de todas es la de creer que no estamos atrapados. Pero incluso cuando nos damos cuenta de que estamos confinados dentro una prisión de nuestra propia creación, estamos atrapados porque todas las formas con las que luchamos para salir de nuestras propias ilusiones son también ilusiones. Así que, sí, estamos atrapados, e impotentes además.

Pero hay una cosa muy extraña que puede ocurrir exactamente en el momento en que te das cuenta de que no se puede escapar del mundo imaginario de tus ilusiones. Abres tu corazón a la ilusión, te rindes a tu eterna lucha contra ella, y admites que estás limitado por su astuta imaginación. No me refiero a que te desanimes o te resignes a tu destino. Quiero decir que realmente te rindas ante tu derrota total y dejes de luchar.


Y cuando toda la lucha ha cesado, nos damos cuenta de que la prisión de nuestra mente no nos puede retener más, porque la prisión fue todo el tiempo algo que imaginamos dentro de la existencia. Y las cosas imaginadas no son reales, no existen.

 Pero nunca podríamos ver esto realmente mientras luchábamos contra los fantasmas de nuestra mente. Necesitábamos la única cosa que nuestras mentes imaginarias no podían llevar a cabo, no podían falsear o crear: la genuina rendición de toda lucha.

En un abrir y cerrar de ojos, ya no estamos confinados dentro de la ilusión ni de nuestro intento de evitar la ilusión. Cuando toda la lucha cesa, no hay nada que nos limite a una percepción distorsionada de la existencia y por fin podemos ver. 

Lo que vemos es que no sólo existimos dentro de la existencia, sino que toda la existencia existe dentro de nosotros también. Y aunque allí donde miremos vemos la infinita diversidad de la vida, ahora también vemos nuestro verdadero rostro en absolutamente todo.



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