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miércoles, 17 de mayo de 2017

El Sonido del Universo Parte 4: de la resonancia humana y el espíritu.


Comenzamos esta serie de artículos ofreciendo una descripción personal de la resonancia del universo, luego mencionando algunas regiones etéreas y pasando a los ámbitos inferiores hasta llegar a la resonancia de la materia. Ahora continuaremos nuestro “descenso” en el mundo material denso y llegamos específicamente a nuestra entidad humana, que es el vehículo de experiencia y expresión.

Respecto a la experiencia, tiene que ver con nuestra recepción de información externa y el proceso que le damos. Esta información, que no es más que alguna forma de energía resonante, siempre nos llega de forma natural.

Podríamos pensar que nuestras experiencias vienen mediante meras “casualidades”, mediante un proceso que nos aparenta funcionar al azar, mediante el también aparente ejercicio de nuestra voluntad o de la voluntad de otras personas, pero visto más profundamente notaremos que siempre, sin excepción, nos suceden de forma natural.

Por otro lado, la expresión se relaciona con lo que sucede después de la primera: nuestra reacción (tanto inmediata como a largo plazo) basada en la evaluación de cada experiencia.

La reacción puede suceder de tres maneras: a favor, en contra o simplemente neutral (apática, o no reacción). Esto significa que la primera nos lleva a usar (consciente o inconscientemente) la información recibida mediante la experiencia, la segunda implica el rechazo inmediato de la información (en muchos casos sin haberla evaluado) y la tercera simplemente no produce efecto alguno en nosotros.

Si continuamos la línea de observación y análisis que en los sucesivos artículos nos ha traído hasta este punto, nos damos cuenta entonces que todo el mundo material es energía resonante manifestada y que las características de cada cosa (como la solidez) reflejan el grado de densificación de esta. Por supuesto, hoy sabemos que tal densificación de la materia se debe a la composición atómica de cada cosa, que en diferentes combinaciones produce objetos sólidos, líquidos, gaseosos y algunos estados intermedios entre estos.

Esto significa entonces que nosotros, como seres humanos y como parte de El Todo, somos también algún tipo de energía. Pero sería demasiado simplista intentar vernos como una mera unidad homogénea con funcionamiento básico. Solamente considerando la complejidad de nuestro cuerpo físico notamos que esa parte de El Todo que somos es sumamente complicada, interconectando armónicamente órganos, materiales y sustancias que aportan una extensa variedad de funciones. Si a esta parte añadimos las otras que son invisibles (internas y externas), comenzamos a tener una idea de que somos en realidad un conjunto de sistemas energéticos.

Según ha ido notando y comprobando la ciencia cada día más, el ser humano es un compuesto complejo de varios sistemas energéticos que operan un mismo espacio. O sea, somos anatomía multidimensional cuyas partes (cada una) son formadas por vibración de diversas frecuencias que están en interacción continua las unas con las otras.

Estas partes incluyen los órganos individuales, cuya tasa energética define no sólo sus cualidades físicas (por ejemplo, un hígado gelatinoso), sino también sus funcionamientos individuales. Su tasa vibratoria (y por ende su funcionamiento) está ligada directamente a la variable tasa del planeta de acuerdo con los ciclos diarios, mensuales, anuales, etc., y hasta, más específicamente, a la tasa vibratoria del ambiente (localidad) en que vivimos. La milenaria acupuntura china nos dice, por ejemplo que el funcionamiento más activo del hígado sucede entre la 1 y las 3 a.m. y que por tal razón cualquier tratamiento médico o energético a un paciente que padezca de este órgano debe ser suministrado durante ese periodo.




Entre los sistemas energéticos sutiles mayores del ser humano, aclarando que entre cada uno existe una gran variedad de sistemas secundarios, se encuentran los siguientes:

A. Cuerpos energéticos: Al decir “cuerpos energéticos” nos referimos a varios campos energéticos de diferente sutileza, propiedad y frecuencia vibratoria, todos interrelacionados entre sí. Se les llama “cuerpos” porque existen como parte invisible del físico, no separados los unos de los otros, sino integrados. La medicina espiritual moderna ha tomado los nombres antiguos de estos sistemas energéticos, que se conocen como etéreo, astral, mental y causal que en este orden tienen tasas ascendentes de vibración.

Para tener una idea de cuán complejos energéticamente somos los seres humanos, veamos que, solamente considerando el cuerpo físico, cada órgano, cada material (hueso, piel, etc.), cada líquido, cada tipo de célula, en fin, absolutamente todo componente, tiene sus propias cualidades, patrones y ciclos vibratorios y por lo tanto son resonantes. Cada uno de estos campos tiene una función y un conjunto de características individuales, básicamente “filtrando” energía de, estando en sintonía con, o funcionando en las diferentes franjas vibratorias de, El Todo universal.

En la parte invisible del ser humano, aunque en diferentes sistemas espirituales los diferentes procesos energéticos humanos han sido llamados de diversas maneras:

1. Cuerpo etéreo,
que es el llamado “cuerpo vital”, vinculado directamente con todo el funcionamiento autónomo de los órganos físicos mediante los centros energéticos.

2. Cuerpo astral,
que es considerado el “asentamiento”de las emociones, los deseos, los temores y todo lo relacionado con estos aspectos.

3. Cuerpo mental,
que está subdividido en tres grados ascendentes, es el sistema energético que nos distingue como seres humanos, lo que nos separa definitivamente de los animales. Su parte inferior sirve como vehículo de expresión de los instintos, la intermedia maneja el intelecto (la porción cognoscitiva) y la superior destaca la esencia espiritual de los seres humanos. Nuestra existencia como seres “mentales” es definida por la franja vibratoria en que nuestros procesos mentales predominantes estén centrados. O sea, nuestro grado evolutivo individual depende del nivel energético en que estemos operando normalmente.

Los seres humanos considerados “básicos” (prácticamente animales pensantes) funcionan a base de sus instintos, usando de manera casi exclusiva su mente inferior. Al evolucionar nos convertimos en seres humanos más sofisticados, adquirimos el intelecto que nos facilita razonar, aprender, etc. y llevamos una vida diferente a la anterior. En algún momento durante nuestra existencia despertamos a nuestra realidad espiritual, nuestra vida toma un giro y se centra en una percepción más sublime. Nuestros pensamientos, palabras, acciones, gustos, deseos, aspiraciones, metas, etc., revelan dónde está centrada nuestra existencia. Paralelamente revelan cuál es nuestra frecuencia de vibración resonante y cuál de nuestros cuerpos energéticos está dominando nuestra existencia. Eso no significa que un ser humano sea mejor que otro, sino que simplemente cada uno está en diferentes estados evolutivos. Estas etapas se refieren al desarrollo total del ser humano, tanto como especie que como individuo.


4. Cuerpo causal:
La franja energética causal trabaja con ideas y conceptos abstractos, con la verdadera esencia y causa de las ilusiones, de las apariencias, etc., del mundo fenoménico (físico). En este nivel ya no se trata lo material, lo emocional, las opiniones ni las concepciones, sino la verdadera naturaleza interna (los llamados “arquetipos”) de todo lo existente en el universo físico. En esta franja de vibración se encuentra el origen de todos los procesos que rigen el mundo fenoménico, o sea, de todo lo manifestado en el mundo material.

Tomemos, por ejemplo, cómo el ser humano crea, bien sea objetos materiales o situaciones en el ambiente en que vive. Este es el verdadero mecanismo natural que en tiempos recientes ha sido empacado glamorosamente, mercadeado exitosamente y vendido bajo el nuevo nombre de “El Secreto”. En el mundo causal existen ideas abstractas que al ser impulsadas por la energía de alguna mente pasan por ciertas transformaciones hasta que se hacen “realidad”.

En un primer caso veamos como muestra el concepto de un artefacto pequeño que emitiera luz, que hasta el siglo XIX no existía. En 1799 el químico-inventor Humphrey Davy accesa la franja resonante causal y percibe el concepto. Al enfocar su atención en éste, la idea comienza a tomar “movimiento” y su resonancia comienza a reducir su frecuencia pasando al mundo mental. Continuado el enfoque de Davy en esta idea, aumentan sus emociones (anticipación, ansiedad, ímpetu, etc.) y el concepto se fortalece pasando por la franja astral. Es aquí donde se han dado los muchos casos en que los inventores dicen “ver” el aparato terminado. Continuada la reducción de la resonancia, en un momento dado del año 1802 queda completamente densificado en el aparato. El resultado: la primera bombilla.

En un segundo caso podemos aplicar la misma secuencia a cualquier temor que tengamos (incluyendo todos sus derivados). La frase “creamos nuestra realidad” es muy válida para aquellos que entienden este proceso de creación. Somos “víctimas” de la vida cuando ésta simplemente “nos sucede”, pero nuestra existencia no tiene que ser así. El Secreto no hace otra cosa que aclararnos que sí es posible tomar el control de nuestra realidad usando nuestra mente. Lo que no nos dice es que primero tenemos que estar preparados espiritualmente para tener esta opción.

Los primeros dos sistemas energéticos (etéreo y corporal) están vinculados primordialmente con las funciones físicas del ser humano. Los demás mencionados hasta aquí están vinculados con los aspectos sutiles del ser humano. Sin embargo esos vínculos no son exclusivos, queriendo decir que todos los cuerpos energéticos están vinculados en diferentes gradaciones entre sí de acuerdo con la composición humana definida por el estado de desarrollo de cada persona. Por ejemplo, nuestro estado físico (el cuerpo energético primario) afecta nuestras emociones (cuerpo astral) y hasta algunas partes de nuestros pensamientos (cuerpo mental).

Aunque aparente que el cuerpo físico es el centro (la causa) de los cuerpos energéticos, investigaciones científicas recientes sugieren lo contrario, que los cuerpos energéticos preceden la organización física del cuerpo usando un mapa energético.

En realidad todo lo que podamos ver en esta dimensión física tiene una contraparte exacta (un doble) en la franja de vibración causal. Por ejemplo, muchas de las veces (no todas) que un planeta o hasta un sistema solar completo llega al término de uno de sus ciclos de existencia, o sea, que llega a una fase de aparente destrucción, lo que sucede es que simplemente desaparece su masa mediante una reducción en el enlace que mantiene sus átomos atados estrechamente. Sin embargo, su cuerpo causal, la energía que contiene todas sus cualidades (incluyendo las materiales) en muchos casos permanece invisible a la vista humana hasta que llegue el momento de su regeneración.

 La nueva fase de aparición utiliza esa energía como mapa o molde energético para densificar los componentes materiales hasta su solidez completa. Consideremos que, el bebé que se forma en el útero de la madre es precedido por un mapa energético similar que es llenado por las células que van dividiéndose hasta formar el cuerpo completo. Las características de ese molde son las causantes de la llamada “diferenciación” de las células madres para convertirse fijamente en los diversos materiales que componen el cuerpo humano (hueso, carne, cartílago, sangre, etc.)

Notemos también los muchos casos de personas que todavía sienten una extremidad que les ha sido amputada. Los anales de la medicina están repletos de amputados que se han quejado de malestar o dolor donde ya visualmente no existe la extremidad removida. No obstante, imágenes obtenidas mediante el uso de electrofotografía (la llamada cámara Kirlian), tanto en pacientes humanos como en experimentos de laboratorio con animales y plantas, han revelado la continuada existencia de tales piezas extirpadas.

Este hecho contribuye evidencia positiva al concepto del holograma mencionado anteriormente, en el cual cada componente contiene la información del todo que éste constituye.
Muchas filosofías espirituales, así como varios científicos que trabajan en este campo, han llamado el mapa energético el “doble astral”, debido a la percibida forma exacta etérea del ser humano. Sin embargo, esta denominación también se queda corta en su exactitud. Lo percibido en estos casos es la forma sutil del cuerpo físico, pero aun esa forma etérea tiene un componente interno, en este caso siendo la resonancia causal. Al nivel más profundo de toda existencia individualizada, tenga personalidad o no, está la franja resonante causal.

5. Cuerpo espiritual:
Más allá del cuerpo causal, una variedad de altas energías, ya llamadas “espirituales” por un creciente número de científicos, también tiene su impacto en el físico y en la expresión de la personalidad humana. De estos sistemas energéticos es poco lo conocido abiertamente porque los conceptos son, literalmente, inexpresables en palabras. La transmisión de información verdaderamente espiritual es imposible, por lo que cuando vivimos centrados en alguna de estas franjas no se encuentran (y no existen) “maestros” en el estricto sentido de la palabra. El verdadero conocimiento espiritual, que no debe ser confundido con mera “información”, no es enseñado porque no hay medios de hacerlo por ser éste totalmente experimental. Inclusive, dos personas hasta pueden aprender un mismo concepto espiritual de diferentes maneras, haciendo cada experiencia altamente personal y jamás estandarizada.

Todos los cuerpos energéticos ejercen influencia sobre el cuerpo físico, cada uno filtrando energía de variada frecuencia en torno al ser humano hasta manifestarse en el plano material. Cada uno le brinda al ser humano una percepción (realidad) diferente mediante distintos estados de conciencia. Por ejemplo, una persona consciente en el plano astral (sobrepasando el plano etéreo) no experimenta el tiempo ni el espacio, por ser estos percibidos solamente en la conciencia común físico-etérea.
Los cuerpos energéticos no son los únicos sistemas resonantes que están en funcionamiento durante nuestra existencia encarnada. Otros menos conocidos incluyen:

B. Meridianos de acupuntura: 
Aunque algunos tratados fijan la aparición de la acupuntura en el quinto milenio antes de la Era Común, la evidencia física más antigua encontrada en Mongolia (agujas de piedra) sugiere un comienzo hace 5,000 años. La acupuntura se basa en el sistema de meridianos, formado por cinco subsistemas de conductos localizados (etéreamente) en diferentes profundidades de los tejidos. Estos sistemas aparentan ser el vínculo entre los sistemas físico y etéreo, el “mapa” que usan como molde las células en su replicación desde el momento de la concepción para construir el cuerpo físico y son las redes que distribuyen la energía del cuerpo vital (“chi”) a través del mismo. La acupuntura reconoce que toda enfermedad o dolencia física es resultado de obstáculos en el flujo de energía por los meridianos, usando la inserción de agujas y la aplicación de calor a puntos particulares del sistema para restablecer el orden natural.

C. Chacras:
Este aparenta ser el sistema energético más conocido en la distribución de energía vital en el cuerpo humano. Por lo general se cree que los vórtices llamados “chacras” (ruedas) son 7, pero cada cuerpo humano cuenta con más de 360 secundarios y un sin número adicional menores por los cuales recibimos, asimilamos y expresamos la fuerza vital. Los primeros 6 chacras mayores se encuentran alineados con puntos de ramificación mayores de nuestro sistema nervioso y cada uno está vinculado con un tipo en particular de percepción extrafísica y con el funcionamiento de los sistemas fisiológicos. Por ejemplo, el tercer chacra (en el plexo solar) está asociado con el cuerpo astral y tiene que ver en gran medida con las emociones.

D. Nadis:
Para “traducir” las fuerzas extradimensionales para uso del cuerpo físico, los chacras están conectados a este otro sistema de distribución, cuyo nombre sánscrito se deriva de la palabra “tubo”. En la persona promedio, este sistema está compuesto por unos 72,000 “hilos” etéreos que están entrelazados al sistema nervioso. Una de sus funciones importantes es circular la llamada energía “kundalini” (vinculada con estados de conciencia superiores) cuando ésta está activada en nuestro cuerpo.

De toda esta descripción compacta de los sistemas energético-resonantes del ser humano podemos observar que todos son independientes pero están entrelazados en su funcionamiento. Igual que una máquina cualquiera, el vínculo general entre sus componentes es de mayor importancia para el funcionamiento general.

Los parámetros de funcionamiento óptimo de los sistemas energéticos humanos son flexibles de acuerdo con nuestros ciclos periódicos de existencia. Unas veces, por ejemplo, nuestros chacras físicos (etéreo y astral) podrían estar en funcionamiento reducido para facilitar algún proceso mental-espiritual que esté sucediendo y en ese momento el sistema energético-resonante general podría estar funcionando en su estado óptimo para estas circunstancias. Contrariamente, los procesos de la mente baja (instintos) en funcionamiento intenso durante largos periodos causarán una actividad igualmente descontrolada en el tercer chacra (emociones) que eventualmente se reflejará en el sistema de resonancia más baja (el cuerpo físico) con alguna enfermedad.

En el ser humano promedio los chacras siempre estarán en aparente desequilibrio (unos más activos que otros), pero tal configuración será siempre “el orden dentro del [aparente] desorden”.
Como dijo Sakiamuni: “No hay que empujar la corriente que ya está fluyendo”.



Nuestro interior: el espíritu



En este asunto de la energía, después de examinar nuestro entorno inmediato y cósmico y habiendo reducido nuestro análisis al cuerpo humano, veamos una de nuestras partes más internas, específicamente eso que llamamos el “espíritu”. Al decir “interna” usamos una analogía fácil para describir algo que en realidad está completamente integrado a nuestra materia corpórea. Es decir, el cuerpo físico no es un contenedor donde se aloja el espíritu como se aloja, por decir algo, el hígado, sino que el espíritu es parte de la materia del propio contenedor, tal y como lo son los átomos que lo forman.

Para clarificar, dejando a un lado los argumentos de las diferentes filosofías espirituales, en este contexto usaremos las palabras “espíritu” y “alma” como sinónimas. También diferenciamos entre el término general “espíritu” usado por algunos como referencia al Todo universal (“estar lleno de espíritu”) y el más común en su denominación como una unidad distintiva (“el espíritu”, “un espíritu”, etc.). Usaremos esta última acepción. Al hablar del espíritu tenemos que incluir el llamado “Periespíritu”, identificado originalmente por Kardec en su obra espiritista y cuyo concepto ha sido ampliado por sus seguidores. Según la descripción de Kardec y la ofrecida por maestros espiritistas , el Periespíritu es un tipo de contenedor que circunscribe el espíritu.

También tiene otras funciones, entre éstas archivar el historial evolutivo del espíritu (destrezas adquiridas, virtudes alcanzadas, conocimientos, etc.) y ser el vínculo entre el cuerpo físico y el espíritu (lo que los adhiere). El espiritismo nos dice que el Periespíritu adapta sus cualidades al mundo físico donde se encuentre el espíritu y que este se va tornando más sutil según el espíritu va avanzando en grado de desarrollo.

Usando la misma lógica de artículos anteriores, recordando que “todo es parte de El Todo”, que todo (y El Todo) es energía y que toda energía es resonante, el espíritu no podría ser diferente. Recalcamos que existe en el universo una sola esencia, una fuerza, aunque modificada para producir una infinidad de cosas… incluyendo el espíritu.

Visto así, en una descripción somera notamos entonces que el espíritu es un campo energético que está ligado a otro (el Periespíritu). Siguiendo la cadena lógica vemos que ambos están ligados a un cuerpo físico (cuando se está encarnado) y que los tres (o dos cuando se está desencarnado) están ligados al sistema energético de un planeta (la Tierra en nuestro caso).

Pero esta ligazón no termina allí, porque también tenemos que nuestro planeta (y nosotros con éste) está ligado temporalmente a la energía de nuestro sistema solar, que está ligado a la energía de la Vía Láctea (nuestra galaxia), que a su vez está ligada energéticamente al Grupo Local (formado por 35 galaxias en total) y así sucesivamente hasta El Todo Universal. Esta perspectiva puede ser aplicada a todo lo existente y llegamos a la conclusión que El Todo es un gran compuesto de energías, todas vinculadas entre sí aunque en algunos casos aparenten estar separadas.

Se podrían plantear muchas preguntas al respecto:

Si esto es así, ¿porqué noto que soy diferente a los demás, con mi propia identidad, mis propias ideas, mis propios conocimientos? ¿Porqué se nos presentan espíritus que nos hablan como si todavía tuviesen vida, con personalidad, con recuerdos intactos, etc.?
La contestación es bastante simple: porque en la franja vibratoria que existe el ser humano, tal separación aparente es necesaria para nuestro funcionamiento mientras estemos ligados a un globo en la etapa reencarnatoria.

Una buena metáfora para explicar la aparente diversidad en la unidad cósmica es la de las corrientes marinas. Imaginemos una corriente particular en el mar, bien sea superficial o en lo profundo. Tal corriente está circunscrita a una forma en particular (tiene forma definida), se mueve independientemente y es medible. La vemos cómo cambia su forma, velocidad y dirección. La identificamos como individual. ¿Significa eso que la corriente está separada del mar? Por supuesto que no. La corriente, como los seres humanos, es producto del ambiente general en que se desenvuelve… en el caso de la corriente, producto del mar y sus energías y, en el caso nuestro, productos del sistema planetario en que vivimos y sus diversas energías.


¿Quién es YO?


Los mejores entendidos en el espiritismo dicen que el “yo” no es el cuerpo físico, sino el espíritu. Pero ¿puede esto ser correcto? El espíritu es en realidad una unidad energética que entre sus varios componentes tiene un mecanismo energético-resonante que le permite autopercibirse, identificarse. Ese mecanismo es el ego (que, como todo, es otro sistema energético), que le brinda al espíritu la identidad que distingue su aparente individualidad entre los demás espíritus.

 El ego es parte de un útil conjunto de componentes energético-resonantes temporales que usa el espíritu para desarrollarse y poder funcionar en el plano material con otros espíritus. Es lo que le propicia más directamente al espíritu las experiencias en los mundos material y espiritual que le facilitan una creciente amplitud de percepción. El ego es una energía temporal que se disipa cuando el espíritu abandona permanentemente el cuerpo físico.

En sus funciones normales, el ego adquiere una personalidad propia, aunque en realidad ficticia, mediante la cual el espíritu asume costumbres, actitudes y cualidades que le traerán experiencias variadas. Al decir “personalidad” verdaderamente debemos decir “personalidades”, ya que el ser humano promedio desarrolla diversas caras de acuerdo con los ambientes en que se desenvuelva. Dentro de la gran masa humana, cada una de las personalidades de cada persona asume diferentes características para tratar individualmente los asuntos del hogar, de la escuela, del trabajo, sociales, etc. La persona común tiene en realidad muchos “yo” que se alternan el comando de la personalidad para poder manejar los asuntos de la vida cotidiana.

En la lucha constante de todas nuestras personalidades podríamos ver un espíritu fragmentado, sin unidad depensamiento ni de acción. Sobre la ausencia de unidad en el ser humano promedio Gurjieff dijo: “Cada pensamiento, cada humor, cada deseo, cada sensación dice ‘yo’ y en cada caso aparenta darse por sentado que cada ‘yo’ pertenece a todo el hombre. […] Cada pensamiento y deseo surge y vive bastante independientemente del todo. […] El hombre no tiene un ‘yo’ individual, sino cientos y miles de pequeños ‘yo’ separados que en muchos casos son completamente desconocidos los unos de los otros o, por el contrario, hostiles los unos con los otros, mutuamente exclusivos e incompatibles”.
De hecho, él también añadió que mientras el ser humano no unifique todas sus personalidades le será absolutamente imposible evolucionar.

Cuando el espíritu está en estados básicos de existencia, el ego, identificado con la mente inferior mencionada anteriormente, cobra una excesiva autoimportancia (de ahí la denominación “egocéntrico”) debido a los temores producidos por su ignorancia. En estos estados el cuerpo astral todavía está ejerciendo fuertemente influencias vibratorias centradas en las emociones, las cuales contribuyen a causar experiencias relacionadas con ese estado.

Notamos que los espíritus básicos son entidades que sufren estados emocionales de miedo, agresividad, altanería, hedonismo, etc. En estas personas las funciones de los cuerpos superiores, específicamente mental alto y causal son prácticamente nulas.

Según el espíritu avanza en su aprendizaje sus cualidades van cambiando y las experiencias facilitadas por un ego y sus personalidades en cada encarnación van tomando otros matices. O sea, el sistema energético que llamamos ego va reduciendo su resonancia hasta un punto en que, como la corriente marina, se transmuta permanentemente en otro tipo de energía.

Visto desde esta perspectiva amplia, no podemos entonces catalogar las experiencias del espíritu como negativas ni positivas, buenas ni malas. Notaremos que todas las experiencias le facilitan aprendizaje que lo llevará sucesivamente a través de diferentes estados de existencia, de mayor percepción del consciente, de más alta vibración resonante. Desde esta perspectiva también llegamos a la conclusión que el ‘yo’ no puede ser entonces el ego ni el espíritu porque ambos cambian.
El verdadero ‘yo’, entonces, señala a aquel punto de conciencia central en torno al cual se desarrollan otros sistemas energético-resonantes: el Ser (con mayúscula para distinguirlo del verbo), en algunas filosofías llamado el Alto Ser.

El Ser no debe ser confundido con el ego ni con el espíritu en torno al cual éste se forma. En este tema William Colón, espiritista puertorriqueño radicado en Nueva York durante muchos años, escribió extensamente sobre este punto. Aunque Colón percibió la información desde una perspectiva espiritista (aunque muy avanzada para sus tiempos), la misma ha sido expuesta por muchas otras filosofías espirituales. Colón llamó a estos dos elementos “sustancia” y “esencia” y dijo, en parte: “Podemos, por lo tanto, sostener razonablemente que siendo la personalidad de lo sustancial, es de hecho evolutiva, y por eso variable. Habíamos expresado, por otro lado, que el espíritu en sí, como ser esencial, no es variable, o en otras palabras, que es involutivo”.

A diferencia de Colón, otros autores como Wallice de la Vega opinan que el espíritu no es la parte esencial, sino parte del ente individualizado, haya comenzado o no su recorrido evolutivo. El Ser representa la parte esencial mencionada por Colón, siendo ésta la esencia misma que forma todo el universo. El Ser es esa partícula consciente de El Todo y subsiguientemente pasa por fases etéreas-materialesetéreas. En algún momento ese “punto de conciencia individualizado” adquiere herramientas, o vehículos de expresión, una de las cuales es el espíritu. O sea, en su parte interna el espíritu está compuesto del Ser, que a su vez es una parte no diferenciada de El Todo, y de otros campos energéticos.

¿Cómo se relacionan todos los sistemas energético-resonantes mencionados hasta ahora? No debe ser difícil ver cómo el universo es un mar energético, compuesto por una sola esencia pero abundante en unidades vibratorias temporales que son producto de la propia esencia. De esa parte suprema no hay nada que decir porque simplemente no existe tal información. Aunque los sistemas religiosos le hayan dado nombre y apellido, continúen presentándonos descripciones ilógicas de ello y se autoproclamen poseedores de la verdad, en nuestro vanidoso intento de definir ese Todo sólo pueden hacerse especulaciones. Lo más cercano que llegaremos a un entendimiento claro de la Gran Esencia vendrá en estados espirituales avanzados donde simplemente notaremos la perfección armónica de su funcionamiento… sin necesidad de atribuirle rasgos y sin la necesidad de saber más allá de nuestra comprensión.


Reencarnación



Se conoce a la Reencarnación, como el proceso mediante el cual un espíritu pasa alternadamente por etapas de existencias encarnadas y desencarnadas. Sin embargo, vistos los tantos componentes físicos y sutiles del ser humano, viene una pregunta inevitable: ¿Quién o qué reencarna?
Veamos nuestra percepción de la totalidad del ser humano según los conceptos analizados: Bajo esta representación el Ser, que es una de las partículas conscientes que forman El Todo, comienza a reducir su resonancia y ésta, en vibraciones sucesivamente menores, comienza a dividirse en octavas de frecuencia armónicas, aunque no necesariamente exactamente iguales.


En el dibujo vemos el Ser compuesto mientras se encuentra en la fase evolutiva de un ciclo de manifestación universal:

1. el Ser, 
2. energías intermedias (mente superior, franja causal, 
3. región del espíritu (ego-personalidad temporal, mente media), 
4. P eriespíritu, 
5. franja astral (mente baja, chacras, nadis, etc.), 
6. franja vital, 
7. cuerpo físico, 
8. aura (radiación compuesta).

Esta afinidad es similar a la mencionada en un a artículo anterior que trata de la música, donde se explica que sonidos de diferentes frecuencias resonantes pueden ser armónicos o inarmónicos, o sea, en afinación o desafinados. Las diferentes octavas continúan dividiéndose en secuencia (denominadas como “energías intermedias”) mientras la resonancia continúe reduciéndose. Una representación de esto puede ser vista dentro de un piano. Si miramos el arreglo de las cuerdas que son golpeadas por los martillos accionados por las teclas, notaremos que hay diferentes grupos. Las notas más altas (de mayor resonancia) son producidas por una sola cuerda, las intermedias por dos cuerdas y las más bajas por tres cuerdas. Mientras más grave es el sonido, más cuerdas son necesitadas… mientras menor es la resonancia, en más octavas se divide.

En esta secuencia el mayor número de octavas va obstaculizando la percepción del Ser por ser más groseras en densidad. En algún momento del proceso se forma una franja energética compuesta por varias frecuencias particulares de vibración, siendo esto lo que llamamos “Periespíritu”. El proceso de división de octavas resonantes continúa, formando la región llamada “un espíritu”. En otro paso de densificación otro conjunto energético comienza a desarrollar un tipo de individualidad y personalidad, aunque ficticias. Luego se forman los sistemas energéticos humanos y, en su momento, el cuerpo físico. Externo al cuerpo material, en la región que ha sido denominada como “aura” se refleja la cualidad general resultante de todas las energías que componen nuestra entidad humana, generalmente identificada por su color.

Ahora bien, este sistema completo que se ha formado durante un tiempo que no puede ser definido bajo estándares humanos, siendo en su totalidad un sistema energético y particularmente resonante, es parte de la primera mitad de un ciclo completo de manifestación de El Todo. Si recordamos, la definición de “resonancia” es una “pulsación cíclica” (repetitiva). Esta parte del ciclo descrito es la parte que ha sido llamada negativa”, “activa”, “generadora”, etc., y es conocida en términos hinduistas como la parte de exhalación en la “respiración de Brama”.

¿Y qué pasa con la segunda parte del ciclo de manifestación universal? Como todos los ciclos universales, éste pasa a la parte del regreso al punto de partida (la inhalación de Brama). Los ciclos universales, según vistos, por ejemplo, en los procesos de vegetación, enfermedades, de civilizaciones, de planetas, de galaxias, etc., tienen todos fases de formación, brote, desarrollo y plenitud seguidos por fases de deterioro, descomposición y desaparición.Según muestran los dibujos, la involución es seguida inevitablemente por evolución y, en cuanto a los seres humanos encarnados y desencarnados respecta, los ciclos de reencarnación son parte de la evolución, del regreso al comienzo.



El primer dibujo muestra un ciclo completo de manifestación de el Todo mediante una de sus partículas, mostrando dónde aparece el espíritu.

El segundo dibujo representa un concepto energético del Ser cuando está encarnado (izquierda) y desencarnado durante su etapa reencarnatoria.

Recordando lo dicho por William Colon y respecto al segundo dibujo, distinguimos la parte reencarnatoria como toda la región vibratoria del espíritu (número 3), pero sin incluir el ego ni la personalidad temporales ni ninguna de las regiones energéticas que están en el exterior del Periespíritu. O sea, técnicamente el proceso reencarnatorio es la aparición, uso y desaparición de los sistemas energéticos que están fuera de la región del espíritu.

La analogía que dice que fuimos “creados simples e ignorantes” se refiere a la primera encarnación del recién formado espíritu. Pero con cada desencarnación desaparece una porción cada vez mayor de nuestros sistemas energéticos groseros, acercándonos más a nuestro estado puro del Ser. Con cada encarnación sucesiva el espíritu tiene un poco más de percepción general, con cada regreso completado situándolo en un nivel espiritual más alto (analogía). Mientras estamos en la mayor parte del trayecto del regreso, en los ciclos reencarnatorios, la percepción del Ser está nublada casi totalmente debido a la energía densificada que lo acompaña. Durante este periodo el cuerpo humano y el mundo físico que nos rodean aparentan ser lo único que existe y por tal razón nuestra existencia está centrada en la región energética de los cuerpos bajos. A través de las diversas experiencias que nos atrae nuestra cambiante resonancia durante la fase de reencarnación vamos despertando a realidades sucesivas en las cuales progresivamente vamos entendiendo más sobre quiénes (o, más precisamente, qué) somos verdaderamente.

Si observamos el proceso veremos que la evolución no atañe directamente al Ser, que es inmutable, sino a la energía resonante que lo rodea durante su regreso.

En su momento, siguiendo las fases de los ciclos universales, toda la energía volverá a aumentar su resonancia a tal grado que habremos regresado a nuestro punto de partida como Seres completos y con plena conciencia.

La teoría panteísta asume que el punto consciente de El Todo, el Ser, a su regreso después de las rondas reencarnatorias se funde en El Todo. Sin embargo, otros autores piensan que el Ser simplemente continúa existiendo eternamente repitiendo el proceso involución-evolución.
Porqué y para qué lo hace son preguntas nulas de nuestras mentes limitadas que todavía no entienden la eternidad. En este nivel de percepción no caben este tipo de preguntas porque la repetición cíclica es simplemente la naturaleza del universo.


Mediumnidad



La conceptualización popular sobre el espíritu nos dice que los espíritus son simplemente personas que han desechado sus cuerpos físicos durante la llamada muerte y ahora habitan en el mundo espiritual. Bajo esta noción algunos desencarnados están lúcidos y saben cuál es su estado existencial, mientras que otros están en un estado de turbación que no les permite darse cuenta de su estado, incluyendo algunos que ni siquiera saben que han desencarnado.

Por su parte, los médiums más conocidos (los parlantes) sirven de intermediarios para la comunicación entre desencarnados y encarnados, sean estos simples espíritus esclarecidos, espíritus de luz que vienen a instruirnos o una variedad de obsesores que por múltiples razones posibles afectan negativamente a los encarnados.

Vemos cómo los obsesores tienen la personalidad, las costumbres, los comportamientos, los ademanes y la imagen más reciente que tuvieron encarnados.

Ahora bien, consideremos este cuadro desde la perspectiva de la resonancia universal según expuesta hasta este punto. Según expresado, la región energética espíritu-periespíritu reencarna despojada de las energías temporales señaladas como identidad (ego) y personalidad, que se forman con cada encarnación.

Consideremos de nuevo que todo lo que existe en el universo está en un estado de vibración resonante particular. Esto significa que el sistema energético que llamamos espírtu, al estar desencarnado, está en una frecuencia diferente a la de los cuerpos humanos (incluyendo las del ego-personalidad). De ser cierta esta conceptualización, el espíritu desencarnado no tendría personalidad propia, menos aun si la personalidad que el ego percibe es en realidad ficticia, un mecanismo de la densificación de energías.

Entonces, si los desencarnados carecen de personalidad y están en franjas vibratorias diferentes, ¿cómo pueden manifestarse e identificarse mientras están desencarnados?

Continuando en esta línea de argumento, he aquí una posible contestación. Mientras estamos encarnados estamos constantemente emitiendo energía en forma de pensamientos, emociones, estados anímicos etc. Mientras tenemos todos los sistemas energéticos durante los periodos encarnados, esa energía generada está vinculada con nosotros, nos “pertenece”. La interacción entre nuestra vibración personal y nuestras experiencias es de fundamental importancia.

Por un lado, la cualidad resonante de esta energía vibratoria atrae experiencias que son afines a ésta, o sea, es lo que define los sucesos de nuestra vida encarnada. Ante estas experiencias, nuestras reacciones intensas moldean una vida cotidiana intensa llena de temores, rencor, agresividad, etc. y, contrariamente, las reacciones apacibles moldean una vida pacífica. Por otro lado, las cualidades de nuestra vida diaria, incluyendo nuestros pensamientos, palabras y acciones, definen nuestra vibración resonante.

En conjunto, ambas (vibración y experiencias) controlan nuestra capacidad perceptiva y por ende son las que regulan nuestro progreso espiritual. Las reacciones intensas tienden a perpetuarse y después de la desencarnación son estas energías, junto con las de un ego-personalidad fuerte (un cuerpo astral dominando la existencia encarnada), las que persisten en la franja vibratoria de la Tierra y mientras mantengan su fuerza son percibidas por, y manifestadas mediante, los médiums.

Recordemos que la única, verdadera y permanente identidad es la del Ser, siendo la del espíritu encarnado una mera herramienta temporal útil que nos facilita vivir en el mundo físico. Pero eso no significa que tales entidades espirituales desencarnadas no sean importantes en la labor mediúmnica. Por el contrario, es muy valioso poder comunicarnos y ver cómo podemos contribuir a que éstas se armonicen con la resonancia universal.

La labor encomiable del equipo médium-monitor ayuda a aliviarle a los encarnados la carga que aportan las influencias obsesoras que han quedado como resabios de vidas encarnadas pasadas. Por otro lado, una reunión mediúmnica también podría entonarse con energías de mayor frecuencia resonante, dependiendo de las cualidades de las personas que compongan el grupo. En estos casos, la resonancia más alta puede ser interpretada por un médium como un espíritu superior, especialmente debido a que la información que esta resonancia representa es de mayor envergadura.

En la mayoría de los casos los mensajes de los llamados maestros espirituales tienen matices de temas armónicos universales como la fraternidad, la justicia, la tolerancia, etc. y en otros casos contienen información avanzada que puede ser útil y apropiada para los receptores. Casi siempre la energía que trae este tipo de resonancia deja a los presentes con un sentido de paz y bienestar… o sea, con una afinación más cercana a la resonancia universal.

Aunque muchos adeptos esprituales han aceptado el concepto básico que “todo es energía”, pocos lo usan para cualificar sus propias creencias. Si lo usásemos consistentemente entonces tendríamos claro la realidad que las comunicaciones mediúmnicas, incluyendo la incorporación, la videncia, la clarividencia, etc. también pueden solamente ser energéticas. En tal caso, vemos que los médiums simplemente perciben e interpretan estas energías de acuerdo a su capacidad, creencias y estado evolutivo (resonante). Es por eso que en términos generales se habla de afinidad entre los médiums y el tipo de las entidades espirituales que cada uno recibe comúnmente. Todo el universo está basado en la armonía entre vibraciones resonantes: no hay razón para que la mediumnidad sea diferente.



Conocimiento espiritual



El espiritismo nos enseña que otra de las funciones del Periespíritu es servir como almacén del conocimiento adquirido según progresamos en nuestras vidas sucesivas.

De acuerdo con esta filosofía, una vez que adquirimos, por ejemplo, la destreza de tocar el piano, ésta será nuestra para siempre. Supuestamente, los espíritus más avanzados tienen más conocimientos y, por lo tanto, un mayor caudal almacenado. Sin embargo, el espiritismo también nos dice que el Periespíritu se va haciendo progresivamente más etéreo, más sutil, según el espíritu progresa . La suma y resta de estos dos conceptos nos da un balance que dice que el almacén se reduce según su contenido aumenta. ¿Tiene lógica esto?

Aquí sufrimos de nuevo los efectos de las analogías. Primero, el conocimiento, como las destrezas, la capacidad espiritual, etc., no son objetos que puedan almacenarse como tales, sino que todos son tipos de energías o, más precisamente, cualidades de ciertos tipos de energías particulares.

Igualmente, el Periespíritu es un tipo de energía adherida al conjunto de energías que llamamos “un espíritu”, por lo tanto su capacidad de almacenamiento debe ser inexistente. Si partimos de la premisa certera que todo es energía, debe haber otra alternativa que explique nuestro creciente conocimiento.
Consideremos la posibilidad de que todo el conocimiento del universo, no siendo otra cosa que las cualidades de El Todo, radica no en unidades separadas guardadas en diversas localidades (en este caso cada espíritu), sino que está desparramado por toda la amplitud universal… que de hecho ES toda la amplitud universal.

Esto ha sido expuesto durante milenios por muchas filosofías espirituales que han asegurado que el conocimiento no le pertenece a nadie en particular, sino que está disponible a todos los seres pensantes y que el acceso a éste depende de la capacidad del buscador.

La contestación a este acertijo del creciente conocimiento de los espíritus radica, precisamente, en la resonancia universal. Hemos mencionado anteriormente que los sistemas energéticos cambian de acuerdo con nuestro avance evolutivo, permitiéndonos sucesivamente mayor capacidad de percepción, mayor amplitud del consciente, según nos acercamos al punto de partida en los ciclos existenciales del Ser. Lo que en realidad sucede con nuestro conocimiento no es que tengamos algún tipo de almacenaje, sino que. nuestra amplitud de consciente nos permite progresivamente mayor capacidad de acceso al conocimiento.

Usando una analogía, imaginemos un tubo de 2 pulgadas en diámetro por 6 pulgadas de largo por el cual podemos mirar usando un solo ojo. Más aun, imaginemos luego que el tubo ahora mide 20 pulgadas de largo. Notamos en este ejercicio que nuestra visión es limitada por el tamaño de la abertura del tubo. Así sucede con el conocimiento, mientras más amplio sea nuestro medio de percibirlo mayor acceso tenemos a su vastedad. El largo variable del tubo asemeja la inmediatez del acceso: mientras más corto más rápido aparenta ser el acceso. Por supuesto, un tubo de un diámetro más grande nos permite percibir más.

Visto aun más profundamente, en el núcleo de este sistema lo que sucede son variaciones de la resonancia de nuestros sistemas energéticos. Resumiendo lo dicho, al comienzo de la primera fase del ciclo de manifestación el Ser posee acceso completo a todo el conocimiento porque el Ser es parte de éste. Según involucionamos, las energías que rodean al Ser van reduciendo su resonancia y por consiguiente se reduce la capacidad perceptiva hasta llegar a aparentar ser “simples e ignorantes”.

También en este transcurso nuestra energía se densifica más y más hasta formar el Periespíritu, el espíritu y el cuerpo físico con sus sistemas energéticos. Inversamente, desde el momento que comenzamos la segunda fase sucede todo lo contrario: mediante el proceso de reencarnación evolucionamos aumentando la resonancia de nuestros sistemas energéticos y nuestra capacidad perceptiva se amplía hasta que llegamos a ser nuevamente un Ser puro (depurado).

Todos estos cambios son equivalentes a cuán armoniosa (afinada) esté nuestra resonancia con la universal en cualquier momento dado. Este proceso se repite eternamente.



Sanación espiritual




La sanación es uno de los temas más populares en el campo espiritual. En la obra “El gran reto del espiritismo” Wallice de la Vega presenta un desglose del proceso de sanación espiritual bajo su perspectiva y experiencia como practicante, ambas explicadas desde el punto de vista del espiritismo. Básicamente expone lo siguiente:

1. Su práctica de la sanación ha ido cambiando a la par con su estado evolutivo, utilizando sucesivamente técnicas aprendidas en la región de Cuzco (Perú), el Reiki japonés, el magnetismo según descrito por el espiritismo y su técnica actual que fusiona todas éstas y otras.
2. Su técnica actual está basada en el llamado “fluido cósmico universal”.

3. El magnetismo y el fluido cósmico son dos cosas distintas, la primera basada en la energía propia del ser humano y la segunda proveniente directamente de El Todo.

4. La enfermedad, según el visionario psíquico Edgar Cayce, se manifiesta “…cuando una fuerza en cualquier organismo o elemento del cuerpo se torna deficiente en su habilidad de reproducir ese equilibrio necesario para el sustento de la existencia física y su reproducción, esa porción [del ser humano] se torna deficiente en energía electrónica”.

5. La sanación espiritual es la restauración del desequilibrio energético existente en casos de enfermedad. La profundidad de efecto del fluido cósmico alcanza niveles más profundos del ser humano que el magnetismo, siendo efectivo en problemas físicos, astrales (emocionales, etc.) y mentales.

6. La evidencia más antigua de la sanación espiritual se encuentra en el tratado titulado Nei Ching, escrito por el emperador chino Huang Ti entre los años 2,697 y 2,596 antes de la Era Común.
7. Muchos médicos han venido analizando científicamente los procesos de sanación espiritual durante los últimos dos siglos bajo la denominación “medicina vibracional”, estando entre los más recientes el Dr. Bernard Grad, de la Universidad McGill (Canadá); la Dra. Justa Smith, de Rosary Hill College (Nueva York); el Dr. Robert Miller (Atlanta) y el Dr. Richard Gerber, autor de la enciclopédica obra “Vibrational Medicine”

8. La sanación espiritual es un proceso que incluye cuatro componentes: el receptor (paciente), la energía (agente sanador), médiums sanadores (mediador) y espíritu sanador (proveedor).

9. La práctica efectiva de la sanación espiritual requiere la capacidad del mediador de mantener la mente enfocada (concentración) firmemente en un objetivo (intención) por un tiempo definido (duración). La voluntad es la fuerza motriz que, al ser acoplada con la energía, produce resultados.

10. La combinación de factores capacidad-calidad del sanador es de vital importancia en la sanación efectiva. No basta que el médium tenga una voluntad (capacidad) excepcional para “mover” energía, sino que también debe este conducto estar en su mejor forma posible física, emocional y moralmente.

11. La profundidad de los efectos del sanador depende de la frecuencia vibratoria en que él opera y ésta a su vez es proporcional a su estado evolutivo.

12. Los tres métodos usados en la sanación espiritual son la imposición de las manos (principalmente para magnetismo), la irradiación local (fluido universal) y la irradiación mental (a distancia), todos dependiendo de la capacidad del mediador.

Basándonos en este resumen, podemos profundizar en los conceptos mencionados viéndolos ahora desde la perspectiva de la resonancia universal.

No importa cómo se le llame, la sanación de los seres vivos es posible únicamente mediante cambios energético-resonantes. Tanto la práctica de los médiums como la ingestión de medicamento, la manipulación de partes físicas, las terapias mediante medios verbales y hasta la cirugía, todas producen cambios energético-resonantes que pueden restaurar la salud.

Los dos factores más importantes en la sanación espiritual son las cualidades de la energía aplicada y la capacidad del practicante. Técnicamente lo que sucede durante la sanación es la influencia de un sistema resonante sobre otro, tal y como mencionamos en el caso de la cantante cuya voz puede romper la copa de cristal y cómo una reducción en resonancia general obstruye la percepción general del Ser.

En el caso de la sanación el mediador tiene la capacidad de entonarse con resonancias más altas por medio de su voluntad y presentárselas al paciente. Igual que los diapasones ejercen fuerza vibratoria unos a otros, así la energía base (llamada “testigo” en varias filosofías) sirve de referencia para influir en el desequilibrio energético del enfermo. En muchos casos personas sensitivas han reportado haber escuchado tonos, haber visto colores, o ambos, al recibir tratamiento.

Hasta aquí nuestra serie de artículos sobre la resonancia. Si el lector desea aprender más, no deje de consultar la maravillosa obra de Wallice Jusino de la Vega. No le defraudará.



AUTORA: Eva Villa, redactora en la gran familia hermandadblanca.org
FUENTE: “Resonancia Universal” y “El gran reto del Espiritismo” de Wallice de la Vega.

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