jueves, 26 de abril de 2018

Personas tranquilas, la calma interior en un mundo de ruido


Las personas tranquilas son ese desconcertante punto de equilibrio en un mundo agitado. Su mirada serena, sus correctos modales y sus pies en el suelo suelen llamar la atención de los demás. Hay quien asume que tras ellos se esconde la timidez, pero en realidad, lo que subyace en este perfil es su buena actitud ante la vida y una calma interior bien trabajada.

Decía Albert Einstein, con gran acierto, que la monotonía y la soledad de una vida tranquila es lo que impulsa a la mente creativa. Sin embargo, por curioso que nos parezca esa imagen sosegada sigue siendo poco entendida en nuestra sociedad. Nos lo recuerda por ejemplo Susan Cain en sus libros sobre la personalidad tranquila y/o introvertida.


“En lugares tranquilos, la razón abunda”.
 -Adlai E. Stevenson-


Así, es muy común por ejemplo que ese alumno que en el aula se muestra siempre relajado, pacífico y silencioso sea percibido como falto de iniciativa, tímido y retraído. Son niños “sin personalidad”, comentan algunos maestros a la ligera. Porque en nuestra sociedad se sigue valorando a quien participa, a quien hace ruido y valer su voz.

Cabe decir, no obstante, que no hay personalidades mejores o peores. Nada es tan rico para nuestro mundo como ese amplio espectro actitudinal y comportamental que mostramos los seres humanos. Cada uno, a nuestra manera podemos aportar cosas excepcionales a nuestra realidad. Aunque eso sí, necesitamos comprensión mutua y ante todo ser conscientes del tesoro que se esconde detrás de cada perfil psicológico.



El cerebro de las personas tranquilas

El cerebro de las personas tranquilas funciona de manera diferente. Puede que a simple vista esta idea le llame a más de uno la atención, pero cabe decir que no es nueva. Ya en los años 6o, el conocido psicólogo de la personalidad Hans Eysenck introdujo el término umbral de excitación cerebral. Este concepto le sirvió para diferenciar y explicar por qué las personas más tranquilas se suelen diferenciar tanto de ese perfil más extrovertido y/o abierto a la experiencia, el riesgo, el desafío…

Así, en estudios como el realizado en el 2012 en la Universidad de Harvard apoyan esa misma hipótesis establecida por Eysenck en su momento. Veamos ahora en qué se basa y qué nos explica:


1 - Las personas extrovertidas necesitan mayor nivel de dopamina para experimentar bienestar y felicidad. De ahí que busquen experimentar nuevas sensaciones o tener contacto social con mayor frecuencia para alcanzar ese nivel, ese umbral de bienestar.

2 - En el caso de las personas tranquilas ocurre lo contrario. Ellas encuentran bienestar con un nivel justo de dopamina, cuando se sobrepasa ese umbral de equilibrio, experimentan ansiedad, presión y agotamiento. Las situaciones relajadas y caracterizadas por una armonía social y sensorial son las que más satisfacción les producen.

3 - Asimismo, se han podido observar diferencias estructurales en la corteza prefontral de las personas tranquilas. Tienen mayor materia gris. Algo así se vincula al pensamiento abstracto, lo cual demuestra que este tipo de perfil es más tendente a la reflexión y a la introspección.
Neuronas en el cerebro representando el cerebro de las personas tranquilas 



Hábitos de las personas tranquilas

miércoles, 25 de abril de 2018

Los tres “TÚ” que hay en ti


Dentro de ti hay tres “TU”, el primero es:

1. LA PERSONALIDAD

Este término procede del griego “persona”. En la tragedia griega se utilizaban máscaras, y la voz salía de detrás de la máscara. “Sona” significa «voz», «sonido», y “per”, «a través de la máscara». No se conoce la cara real, quién es el actor. Está la máscara, y por ella sale la voz. Parece que viene de la máscara, y no se ve la cara real.

Tú tienes muchas máscaras, una sobre otra, como las capas de una cebolla. Si te quitas una máscara tienes otra, y si te quitas esa tienes otra. Y si sigues escarbando, te sorprenderá cuántas caras llevas. Llevas varias vidas coleccionándolas, y todas te resultan útiles, porque tienes que cambiarlas muchas veces.

Si hablas con tu hijo no puedes ponerte la misma cara que cuando hablas con tu jefe.

Ese es el primer tú, el tú falso, que también puede llamarse el ego. Te lo ha dado la sociedad. Te han arrebatado la verdad y te han dado un sustituto, y a causa de esas caras sustituibles no sabes quién eres.

El zen dice: «A menos que conozcas tu cara original, no sabrás qué es Buda».

Porque Buda es tu cara original. Naciste como un Buda, pero estás viviendo en una ilusión, en una mentira.

Eres cristiano, hindú o musulmán, pero esa careta no es la tuya, te la han dado los demás y te han condicionado con ella. A ti no te preguntaron nada, no te pidieron permiso; te la impusieron por la fuerza. Todos los sistemas educativos son violentos, porque no te tienen en cuenta. Tienen ideas preconcebidas, saben qué es lo bueno y lo malo, y te lo imponen. El niño está tan desvalido y es tan delicado que lo pueden moldear. Y eso es lo que hace la sociedad. Antes de que el niño se haya fortalecido lo suficiente, ya tiene mil y un traumas; está paralizado, envenenado.


Cuando quieras saber quién eres, tendrás que abandonar todas las respuestas que te han dado.

Por eso se ha definido el zen de la siguiente manera: «Dirigido directamente al corazón humano. Ver la naturaleza y transformarse en un Buda. No apoyarse en las letras. Una transmisión distinta, aparte de las escrituras».

La verdad está en ti, y es en tu interior donde has de encontrarla. «Ver la naturaleza y transformarse en Buda. Dirigido directamente al corazón humano.» No tienes que ir a ninguna parte. Vayas donde vayas, serás tú mismo.

El verdadero cambio que se tiene que producir no es de lugar, no tiene que producirse fuera, sino dentro. Y la transformación no se produce mejorando la personalidad, sino abandonándola.

La mentira no puede convertirse en la verdad. No hay forma alguna de mejorar la mentira para que se convierta en la verdad. Siempre seguirá siendo la mentira.

La mentira te dice: «Ve en busca de la verdad. Mejora tu carácter, tu personalidad. Busca la verdad, transfórmate en esto, transfórmate en lo otro». Pero la verdadera transformación es simplemente abandonando la mentira, porque tú ya eres la Verdad. Pero crees que eres la mentira que te ha impuesto la sociedad.

La verdad es el presente, este mismo momento, ahora mismo.

De modo que el primer «tú» es la mentira, la actuación, la pseudopersonalidad que te rodea, la cara que ofreces a la galería, la falsedad. Es un engaño. La sociedad te lo ha impuesto y tú has colaborado en ello. Tienes que dejar de colaborar con esa mentira de la sociedad, porque solo cuando te quedas al desnudo eres tú mismo. Todos los ropajes son un invento social. Todas las ideas y las identidades que crees poseer son un invento social, algo que te han creado los demás. Y tienen sus motivos para hacerlo. De esta forma se aprovechan de ti sutilmente. Te explotan.

La auténtica explotación no tiene un carácter económico ni político; la auténtica explotación es la psicológica.

¿En qué consiste la explotación psicológica?

La explotación psicológica consiste en no permitir que nadie sea uno mismo, que nadie sea aceptado tal y como es, que no se respete a nadie.

¿Cómo respetar a las personas si no las aceptamos como son?

Si les impones cosas y después las respetas, lo que respetas son tus propias imposiciones. No respetas a las personas como son.

La humanidad debe tomar conciencia de la falsedad de la personalidad y abandonar este primer “tú”.

2. EL “TÚ” REPRIMIDO, INSTINTIVO, INCONSCIENTE

martes, 24 de abril de 2018

Llevándote de Vuelta al Presente


De la Abstracción y la Concentración a la Presencia Consciente

Estés donde estés y hagas lo que hagas, siempre hay tres cosas diferentes que puedes hacer con tu atención. En primer lugar, puedes poner atención a la cháchara del pensamiento en tu cabeza ― la corriente de asociaciones mentales (imágenes, recuerdos, proyecciones futuras, preocupaciones, etc.) que corren a través de nuestras mentes cuanto nuestra atención no está ocupada. En segundo lugar, puedes elegir sumergir tu atención en determinadas tareas o distracciones, tales como programas de televisión, revistas, Internet, o algún hobby. O, en tercer lugar, puedes dedicar tu atención a tu experiencia presente actual ― es decir, centrar tu atención en tu entorno real, y la experiencia que vives en ese entorno. Por ejemplo, si estás en la sala de espera de un consultorio médico, puedes soñar despierto (quizás pensar acerca de lo que harás el fin de semana, o reflexionar sobre algunos problemas que estés teniendo en el trabajo), puedes sumergir tu atención en alguna revista o en tu teléfono móvil, u observar a las demás personas a tu alrededor, o a los objetos, o a la decoración en sí. O cuando sales a correr, puedes ya sea soñar despierto, escuchar un audio-libro en tu i-pod, o sumergir tu atención en tu entorno, el escenario que va pasando y la naturaleza que te rodea.

En pocas palabras, hay tres estados: abstracción (es decir, inmersión en el parloteo mental), concentración o ensimismamiento (es decir, en actividades o distracciones) y presencia consciente (es decir, la atención consciente hacia nuestra experiencia actual). Por supuesto que no se trata de algo completamente absoluto y tajante ― en un estado de abstracción o concentración, aún estás en un estado de presencia consciente parcial. Por ejemplo, aunque uno esté soñando despierto o escuchando un audio-libro mientras corre, uno está obviamente consciente del entorno, hasta cierto grado ― lo suficiente como para prestar atención al tráfico, o para mantener la ruta deseada. Pero por lo general se trata de una consciencia muy básica y funcional; la mayor proporción de nuestra energía mental está dedicada a la concentración o a la abstracción.

Cada momento de nuestras vidas evaluamos inconscientemente estas tres opciones y elegimos una de ellas ― y por lo general es una de las dos primeras la que preferimos.

Piensa acerca de la cantidad de tiempo que pasas en cada uno de los tres estados. Como promedio aproximado, estima qué proporción de un día común y corriente pasas en un estado de abstracción, en uno de concentración y en uno de presencia consciente...

Les he hecho esta pregunta a muchas personas en talleres y en cursos por internet, y casi siempre estiman que pasan la mínima proporción de tiempo en estado de presencia consciente. Como promedio aproximado, la gente dice que pasa del 5 al 15% de su tiempo en presencia consciente, del 50 al 60% en concentración y del 25 al 35% en abstracción.

Esto es una lástima, porque vivir en un estado de presencia consciente es, por mucho, el estado más beneficioso. Estar presente equivale a un estado de bienestar. Nos permite percibir la belleza y la maravilla del mundo que nos rodea. Y, en cierto sentido, estar presente significa estar realmente vivo. Nuestras vidas consisten únicamente en el presente ― el pasado y futuro son sólo abstracciones que en realidad no existen. Nunca hay nada, excepto nuestra experiencia en el momento presente. Por eso, si no estamos conscientes de nuestra experiencia en el momento presente ―si estamos en un estado de concentración o abstracción― entonces, en cierto sentido, no estamos viviendo realmente.

Esto no quiere decir que debamos pasar todo el tiempo en un estado de presencia consciente, con nuestra atención dirigida a nuestra experiencia o a nuestro entorno. Tanto la abstracción como la concentración pueden resultar bastante agradables, útiles y necesarias, a veces. Pero ciertamente podríamos tratar de aumentar la cantidad de tiempo que le dedicamos a la presencia consciente. En términos de los porcentajes mencionados, podríamos intentar disminuir la cantidad de tiempo que pasamos en abstracción y concentración, y transferirlo hacia la presencia consciente.


El Amoroso Codazo Mental

lunes, 23 de abril de 2018

JEFE DE PUEBLO NATIVO AMERICANO SEÑALA LA ENFERMEDAD DEL HOMBRE BLANCO: 'PIENSAN CON LA CABEZA Y NO CON EL CORAZÓN'


ES UNA ENFERMEDAD NO PODER PENSAR CON EL CORAZÓN Y SÓLO BASARNOS EN LAS RAZONES DEL CEREBRO, SEGÚN EL JEFE LAGO DE MONTAÑA Y SU INTERLOCUTOR CARL JUNG

En su autobiografía Recuerdos, sueños, pensamientos, el psicólogo Carl Jung narra un episodio indeleble que hoy es aún más relevante de lo que fue en su época, y un tanto inquietante. Jung viajó a África, a la India y a Nuevo Mexico para encontrarse con personas no europeas y aprender de ellas, particularmente de su relación con los sueños y los mitos. En su autobiografía relata un encuentro con el líder de un pueblo de los indios de Taos en Nuevo Mexico, llamado Ochwiä Biano (Lago de Montaña):

«Mira», decía Ochwiä Biano, «lo crueles que parecen los blancos. Sus labios son finos, su nariz puntiaguda, sus rostros los desfiguran y surcan las arrugas, sus ojos tienen duro mirar, siempre buscan algo. ¿Qué buscan? Los blan­cos quieren siempre algo, están inquietos y desasosegados. No sabemos lo que quieren. No les comprendemos. Cree­mos que están locos».

Le pregunté por qué creía que todos los blancos están locos.

Me respondió: «Dicen que piensan con la cabeza.» «¡Pues claro! ¿Con qué piensas tú?», le pregunté. «Nosotros pensamos aquí», dijo señalando su cora­zón. Quedé sumido en largas reflexiones. Por vez primera en mi vida me pareció que alguien me había trazado un retrato del auténtico hombre blanco. 

Era como si hasta entonces sólo hubiera recibido impresiones teñidas de sentimentalismo. Este indio había acertado en nuestro punto vulnerable y señalado algo para lo que estamos ciegos. Sen­tí nacer en mí como una niebla difusa, algo desconocido y, sin embargo, entrañablemente íntimo.

Después de esto, Jung cuenta una visión en la que irrumpieron "legiones" en la niebla de su mente. Vio "las facciones angulosas de Julio César, Escipión, Pompeyo"; grandes armadas conquistando a pueblos primitivos; San Agustín predicando "a punta de lanzas romanas"; Carlomagno, Cortés, Colón, etc.; el fuego, la espada, el aguardiente y la sífilis expandiéndose.  

Este encuentro en uno de los tejados del pueblo Taos, viendo el Sol, se grabó para siempre en la mente del psicólogo suizo, quien luego mantuvo una correspondencia con Lago de Montaña, la cual ha sido documentada. Jung notó que, en el caso de la civilización racional occidental, "el conocimiento no nos enriquece; nos remueve del mundo mítico en el que antes nos sentíamos en casa por derecho de nacimiento". 

viernes, 20 de abril de 2018

LAS 4 NOBLES VERDADES DE BUDA


LA CAUSA DEL SUFRIMIENTO ES EL APEGO …

Las Cuatro Nobles Verdades expresan la orientación básica del Budismo refiriéndose a que codiciamos y nos inclinamos a apegarnos a estados pasajeros y cosas que son incapaces de satisfacernos y son dolorosos (Duḥkha). Este año se mantiene en el samsara, el ciclo sin final de repetido renacer y morir y el día que ello conlleva. Hay, sin embargo, una forma de finalizar con este ciclo, llegando al Nirvana (espiritualidad), donde terminar el apego y donde el renacimiento y la Dukkah no reaparece. Esto es posible lograrlo siguiendo el Noble Camino Óctuple, restringiendo nuestras adherencias, cultivando la disciplina y practicando la meditación.

En forma resumida, las cuatro nobles verdades son dukkah, samudaya (ascensión o ir juntas), nirodha (cesación) y marga, el camino hacia la cesación.

En los Sutras (budismo), los textos religiosos budistas, las cuatro verdades tienen una función simbólica, así como también una proposición. Representan el despertar y la liberación del Buddah, pero también describen los métodos para las personas sensibles de liberación de la adhesión al materialismo. En las escrituras del Pal Canon, las cuatro preguntas aparecen como una roja de enseñanzas, como parte del Dharma que deben aprenderse en forma conjunta. Proveernos, la base conceptual para introducir y explicar el pensamiento Budista, el cual debe ser entendido completamente y practicado.

La función de las cuatro nobles verdades y su importancia, se desarrollaron a través del tiempo, cuando la visión liberadora (Prajñāpāramitā-sūtra) obtuvo un puesto prominente en los Sutras y las cuatro verdades vinieron a representar esta visión liberadora, como parte de la iluminada historia de Buda.

Las cuatro verdades adquirieron particular importancia en la tradición Theravada del budismo, indicando que su conocimiento simple es liberador por sí mismo. Son, sin embargo, menos prominentes en la tradición Mahāyāna, que considera que el Camino Bodhisatin (la gran compasión espontánea) es el elemento central de sus enseñanzas y prácticas. La tradición del Mahāyāna re interpretar las cuatro verdades para explicar como una persona liberada puede ser aún operativo omnipresente en este mundo. Los eruditos occidentales que exploraron los conceptos budistas en el siglo XIX, así como el Modernismo Budista, que consideraba las cuatro verdades de las enseñanzas básicas y del Budismo.

1. Primera Verdad Noble: Vivir Significa Sufrir

Hasta la edad de 29 años, el Príncipe Siddhartha (nombre real de Buda) estaba confinado a las cuatro paredes del palacio por su padre. Cuando salió por la primera vez del palacio, vio cuatro cosas que dejaron un impacto profundo en su mente, una tierna e ingenua: un bebé recién nacido, un anciano lisiado, un hombre enfermo y el cadáver de un hombre muerto.

El Príncipe, que había sido criticado en el regazo del lujo, ajeno al sufrimiento en el mundo exterior al palacio, se sintió profundamente perturbado cuando vio la muerte, la miseria y el sufrimiento con sus propios ojos.

Durante su meditación, se dio cuenta de que la vida es sufrimiento. La razón de esto es el hecho de que los seres humanos no son perfectos. Del mismo modo, el mundo habitado por ellos también está lleno de imperfecciones.

El Buda se dio cuenta de que durante su viaje por la vida, el ser humano tiene muchos sufrimientos, físicos y psicológicos, en forma de vejez, enfermedad, separación de sus seres queridos, privaciones, encuentros con personas y situaciones desagradables, lamentos , tristezas y sufrimiento.

Todas estas desgracias le sobrevienen a los seres humanos porque están sujetos a deseos y ansias. Si puede obtener lo que aspiran, obtener placer o satisfacción. Pero esta alegría o placer también es de duración corta y duradera. Si tiende a durar demasiado tiempo, el placer asociado con él se vuelve monótono y se desvanece.



2. Segunda noble verdad: el origen del sufrimiento es el apego


La segunda noble verdad nos dice que la raíz de todo el sufrimiento es el apego. Para evitar el sufrimiento, necesitamos entender qué causa el sufrimiento y luego eliminar estas causas de nuestras vidas.

Según Buda, la causa básica del sufrimiento es “el apego al deseo de tener (ansia) y el deseo de no tener (aversión)”.

Todos nosotros tenemos deseos y anhelos. Como no podemos satisfacer TODOS nuestros deseos y apetitos, nos molestamos y enojamos, lo cual no es más que otra manifestación de sufrimiento.

Lo mismo vale para las personas que son demasiado ambiciosas y buscan demasiado. Una medida que permite lo que desean, se vuelven lujuriosos y quieren más. Y así el círculo vicioso continúa.

El otro problema señalado por Buda aquí, que es muy pertinente, es que negar el deseo es como negar la vida misma. Una persona, dijo, debe elevarse por encima de los apegos y, para eso, no necesita privarse a sí mismo. El problema surge cuando él no sabe dónde poner fin a sus deseos. Y cuando cede a sus deseos, se convierte en esclavo de ellos.


3. Tercera noble verdad: la cesación del sufrimiento es alcanzable

jueves, 19 de abril de 2018

Una controvertida teoría de la conciencia gana apoyo con nueva evidencia

Dr. Stuart Hameroff

Hace más de 20 años, un médico y un físico teórico se unieron para responder la antigua pregunta: ¿qué es la conciencia? Su respuesta ha fascinado a muchos filósofos y científicos. Otros la han refutado vehementemente. Pero en los últimos años, los estudios han proporcionado cierta confirmación de que están en el camino correcto.

El Dr. Stuart Hameroff buscó el componente biológico de la conciencia: cómo funciona físicamente en el cerebro. El Dr. Hameroff piensa que los microtúbulos, que son estructuras que se encuentran dentro de las células del cerebro, son los principales mecanismos relacionados con la conciencia.

Pero la conciencia también tiene un componente externo al cerebro, según su teoría. Ahí es donde entra el físico Sir Roger Penrose de la Universidad de Oxford. Penrose abordó el componente de la conciencia de la física cuántica.

En pocas palabras, la conciencia son las vibraciones en la estructura del universo que nuestro cerebro puede decodificar


Sir Roger Penrose. (Biswarup Ganguly/CC BY)

Penrose ha tenido una carrera destacada en física: trabajó con Stephen Hawking en las teorías de los agujeros negros, fue nombrado caballero por su servicio a la ciencia y fue candidato al Premio Nobel en 2008. El físico identificó un mecanismo a nivel subatómico (donde opera la física cuántica) que piensa podría ser la verdadera fuente de conciencia.

Hameroff y Penrose juntaron estos dos componentes y llamaron a su teoría Orchestrated Objective Reduction (Orch OR).

En pocas palabras, su teoría establece que la conciencia modula las vibraciones de la estructura del universo. Estas vibraciones resuenan desde la microescala, donde opera la física cuántica, hasta la macroescala del cerebro.

Los microtúbulos del cerebro actúan como computadoras cuánticas, procesando estas vibraciones en una forma que podamos usarlas.

Entonces, ¿cómo funciona la conciencia dentro de la teoría Orch de OR y cómo ha perdurado esta teoría durante décadas?


Durante un siglo, la física cuántica ha desafiado a los científicos a explicar la conciencia


Mucho antes de la Orch OR, la física cuántica estaba profundamente vinculada a las preguntas sobre la conciencia. Para ilustrar esta conexión, describiremos la diferencia entre una computadora ordinaria y una computadora cuántica.

En una computadora ordinaria, la información existe en bits que pueden ser 1 o 0. En una computadora cuántica, la información existe como qubits que podemos pensar que son tanto 1 como 0 al mismo tiempo. Este tipo de paradoja es común en la física cuántica.

Los qubits son ondas que oscilan en este estado dual de unos y ceros. Sin embargo, cuando se miden u observan, las olas u ondas colapsan y se fijan como unos o como ceros. El mecanismo por el cual ocurre este colapso es un misterio. Parece tener algo que ver con la observación consciente o la conciencia.

“La gente pensó que la conciencia causaba el colapso de la función de onda”, dijo Hameroff. “El problema con eso es que coloca a la conciencia fuera del sistema, causando su colapso. Mientras que Roger [Penrose] dijo: ‘No, el colapso ocurre espontáneamente y produce la conciencia’. Lo giró 180 grados. Entonces, en lugar de que la conciencia cause colapso, el colapso provoca -o es- la conciencia”.

Las opciones no crean realidades alternativas, al menos no por mucho tiempo


Imagina que estás eligiendo comer una manzana o una naranja. De acuerdo con algunos físicos teóricos, cuando eliges comer una manzana, una realidad alternativa que es aquella en la que comiste la naranja, en lugar de eso se disuelve y continúa existiendo por separado.

Orch OR toma un enfoque diferente. Cuando ocurre una bifurcación en la que se manifiesta una posibilidad, la otra posibilidad continúa en una realidad alternativa, pero esa realidad alternativa es inestable y colapsa poco después. Así es como lo ve Penrose.

Esto es importante cuando se contempla la naturaleza de nuestra existencia; si estas realidades alternativas continúan existiendo o no, tiene implicaciones para el concepto de que nuestra creación fue un evento fortuito y aleatorio.

Si nuestra existencia es una coincidencia cósmica ¿cómo es que todas las condiciones necesarias para que los seres conscientes existan están exactamente en el universo?

miércoles, 18 de abril de 2018

Me encantan las personas que abrazan con la mirada


Me encantan las personas que abrazan con la mirada. Las que sin decir nada, y cuando todo está en silencio, son capaces de acompañar mis momentos más duros. Esas que con el brillo de su mirada transmiten un sinfín de emociones y me ayudan a recoger mis pedazos rotos. Sin exigirme, sin presionarme, tan solo acompañándome.

Personas hogar, personas con magia, personas que se definen por su gran corazón, ese que no les cabe en su pecho. Expertas en despertar calma y especialistas en ayudar a volar, a brillar y a contagiar su luz. Amigas de la bondad y la esperanza, pero sobre todo, del amor hacia los demás.


Las personas que abrazan con la mirada no solo me encantan, sino que las admiro. Son mi ejemplo a seguir y mi más preciado tesoro.

“El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad”.
-Ludwig van Beethoven-



Personas con magia

Adoro su magia, su facilidad para transmitir serenidad, para inspirar y para hacer sentir que cada momento con ellas es único. Son cuidadosas, educadas y con un gran sentido de la responsabilidad y el respeto.

A pesar de que abracen con sus miradas y sean expertas en el lenguaje de los gestos, sus palabras siempre aparecen en el momento adecuado. Nunca dicen de más, pero tampoco de menos. Son como una especie de semilla que regalan a los demás, para que en su interior vaya creciendo una bonita flor: la autoestima. Una valoración que solo florecerá si cada uno se encarga de regar y cuidar.


Precisamente su magia es esa, la habilidad de conseguir cosas extraordinarias desde la sencillez y la humildad, sin mostrar su secreto, que no es otro que su sabiduría interior. Su mayor estrategia es el dominio del silencio para generar sentimientos, coser heridas y enseñar a los demás cómo hacerlo. Pero también abrazar desganas, tristezas y desánimos. Su presencia es como un refugio porque son artífices de un manto invisible de calma y seguridad, sensaciones unidas por los hilos del afecto.

“Hay personas mágicas. Te lo prometo, las he visto. Se encuentran escondidas por todos los rincones del planeta. Disfrazadas de normales. Disimulando su especial forma de ser. Procuran comportarse como los demás. Por eso, a veces, es tan difícil encontrarlas. Pero cuando las descubres ya no hay marcha atrás. No puedes deshacerte de su recuerdo. No se lo digas a nadie, pero dicen que su magia es tan fuerte que si te toca una vez, lo hace para siempre”.

-Autor/a desconocido-


Especialistas en traer luz a los días nublados

Las personas que abrazan con la mirada no solo se distinguen por su magia, también su luz es un signo que las identifica. Esa radiación de bondad que brilla a kilómetros de distancia y que hasta con los ojos cerrados puede sentirse por su profunda intensidad, por la vibración interior que provocan.

Son especialistas en detectar los días nublados de los demás, esos en los que escasea la alegría, la motivación se ha marchado y es la tristeza la dueña del ánimo. Lo mejor de todo es que no prometen arco iris, ni fuerzan a ser felices, simplemente escuchan y por supuesto, hacen sentir escuchado, validado y comprendido. Te hacen sentir querido.

Las personas que abrazan con la mirada saben escuchar porque saben que es una de las mejores estrategias para conectar con los demás.

martes, 17 de abril de 2018

Yo soy - la presencia


Todos los objetos que percibimos dan fe de nuestra existencia, de la existencia de cada uno de nosotros. De mi existencia. Cada cosa de la que nos hacemos conscientes nos señala, apunta hacia nosotros, como diciendo; "tú eres". Y cada uno de nosotros haría bien en hacerse consciente de este hecho y de caer en la cuenta de que "yo soy".

"Yo soy", como han destacado Ramana Maharshi (2001) y Nisargadatta Maharaj (2006), es la experiencia fundamental. Al hablar de la presencia, decíamos que "eramos" esa conciencia. Pues bien, en ese "ser la conciencia", se halla incluido el "yo soy", la experiencia del "yo soy". Una de las formas en las que en la práctica podemos acceder a esa experiencia es la que he mencionado en el párrafo anterior; a través de la percepción de los diversos objetos de la realidad externa. Su indudable ventaja consiste en que esta posibilidad casi siempre se encuentra disponible (al menos, en la vigilia). Podemos ir andando por la calle, estar mirando escaparates o eligiendo un traje. Pero, siempre, todo aquello que vemos (o tocamos, o escuchamos, o degustamos), nos recuerda que, no sólo hay un objeto, sino también un perceptor de ese objeto, un observador, un testigo de la experiencia. Todo nos recuerda que "yo soy". Todo nos afirma y nos reafirma. Incluso si alguien nos ataca, tanto física como verbalmente, nos está recordando (aunque se halle muy lejos de pretenderlo) que nosotros somos, que "yo soy".

La experiencia del "yo soy" (o la indagación sobre uno mismo, como también se le ha llamado) es algo que requiere tiempo, que hay que tomarse con calma. Hay que dejar que las consecuencias de la contemplación del "yo soy" vayan calando en nosotros. Es algo que, poco a poco, nos va cambiando. Hay que practicarlo y darle tiempo al tiempo.

Una de las consecuencias (al principio desconcertantes) de hacernos conscientes de que somos y de que somos esa conciencia, es que acabamos por darnos cuenta de que no somos nosotros los que estamos en el mundo, sino el mundo el que está en nosotros. Si deja de haber conciencia, el mundo desaparece. Todo aparece y existe en nuestra conciencia, en el seno del "yo soy".

Pero de momento, lo mejor que podemos hacer es meditar sobre el "yo soy", ponderarlo, reflexionar sobre esa experiencia, contemplarla y dejar que surta sus efectos. Ya llegará el cambio. Éste se produce por sí solo.


Ya somos lo que tenemos que ser

¿Qué nos impide identificarnos con nuestro verdadero Ser? Sólo la errónea creencia de que no somos ya nuestro Ser verdadero.

Pensamos muchas veces que tendríamos que liberarnos, pero de lo único que hay que librarse es del pensamiento de tener que liberarse.

Lo que se interpone entre lo que uno mismo es y lo que cree ser, no es más que la ilusión de no ser todavía lo que uno ya es. Una ilusión que es, por supuesto, un producto de la mente.

Si dejamos de creer no ser lo que somos, descansaremos en el Ser. Por tanto, no se trata de alcanzar ningún estado, sino de darse cuenta de que estamos ya en él. No nos hace falta añadir ni adquirir nada. Tan sólo desprendernos de una falsa creencia.

Ramana Maharshi contaba la historia de una mujer que poseía un valioso collar. Un día lo echó en falta. Lo buscó por todas partes, pero no lo encontraba en sitio alguno. Entonces comenzó a interrogar a sus vecinos y amigos, por si acaso lo habían visto. Todos le respondían negativamente. Por fin, alguien que fue a verla a su casa, le preguntó si el collar que buscaba no era precisamente el que llevaba puesto en ese momento. Ella se miró y vio que, efectivamente, así era. El collar que tanto había buscado no había dejado de estar, ni un solo segundo, rodeándole el cuello. La mujer se llevó una gran alegría. La realidad no había cambiado, pero su mente sí. Ahora estaba contenta, antes apesadumbrada.

Igual sucede con nuestro querer ser. Ya somos lo que tenemos que ser. Simplemente, no lo sabemos todavía.


La presencia