La secuencia de hechos en torno a la difusión programada del Ébola es tan precisa que solo un ingénuo -es decir, alguien que aún se crea que “los gobiernos no harían eso, son bondadosos y se preocupan por nosotros”- puede aún resistirse a la evidencia de que la expansión mundial de la enfermedad obedece a una agenda estratégicamente planificada.
Pero incluso los bien-pensantes deben aceptar que la siguiente -e intranquilizadora- información es coherente con los hechos a los que estamos asistiendo:
En primer lugar, la evidencia -contrastada por fuentes alternativas- de que los laboratorios especializados en guerra bacteriológica de Fort Detrick, que ya habían “jugado” en el pasado con la inoculación de VIH, Ébola, peste bubónica, antrax y virus del Nilo Occidental, retomaron recientemente sus investigaciones sobre el Ébola justo antes del rebrote de la enfermedad en Africa, tradicional campo de experimentación de este siniestro tipo de armamento (aunque, como veremos en el siguiente apartado, cuando les hace falta a estos desalmados, echan mano de quien se halle cerca).
Fort Detrick, ubicado en Maryland (EE.UU.), es un centro de investigación biológica y de desarrollo de armas químicas que desde hace más de 50 años se dedica a detectar enfermedades mediante una “manipulada ingeniería de la infección”.
En la ciudad de Maryland, mas de 500 familias afectadas con cáncer sospechan que causa de su enfermedad se debe a los experimentos químicos que hace el Cuartel Detrick cerca de sus viviendas.
En septiembre de 2010, la cadena estadounidense FOX, divulgó un reportaje en el que se entrevistaba a pobladores que viven cerca de las instalaciones.
Uno de los testimonios es del agricultor Bill Krantz, quien lleva toda una vida viviendo en la zona. Él mismo dice que desde niño veía que “desde el Cuartel rociaban químicos en los campos desde helicópteros, aviones y globos aerostáticos”. El mismo señor Krantz cuenta que habló con el Jefe de Seguridad del Fort Detrick y éste le aseguro que lo que caía encima de sus tierras y de su familia era inofensivo. Pero con los años varios familiares de Krantz han contraído cáncer.
Otro poblador de la zona relata lo siguiente: “me mudé a Frederick en 1992. Me casé con Deborah Cross en 1993 y estuvimos casados 19 años. Mi hija Kristen René Hernández murió de cáncer en el cerebro en 2008. Mi esposa murió en 2010 de cáncer renal, la metástasis le llegó al cerebro”. Dice que han hecho pruebas con los hidroquímicos alrededor de la base militar y que son los mismos dióxidos que encontraron en la sangre de su hija y esposa, con la misma huella molecular de unos químicos extraídos en los alrededores del lugar.
Claro, que “los gobiernos no harían eso, son bondadosos y se preocupan de nosotros”.
¿De verdad alguien se lo cree?
¿Alguien podría nombrarme uno de esos “angelicales” gobiernos que no pisotean la salud, los derechos y las vidas de sus ciudadanos?.
¿Alguno de los gobiernos que han tenido en sus manos los destinos de España, país clave -como veremos también- en la estudiada estrategia de la infección, responde a ese patrón de respeto a las personas?
Si así fuera, PP y PSOE no hubieran ocultado la verdad del 11-M. Ni UCD hubiera aceptado la vergonzosa cortina de humo en torno al
falso caso del aceite de colza. También se hubiera perseguido a los asesinos de las niñas de Alcasser, en vez de al “padre coraje” que indagó por la verdad y se vio encarcelado por ello. Recomiendo repasar la serie “Historia nacional de la infamia” publicada en este blog (basta teclearlo en el buscador, arriba a la izquierda) para desmentir la absurda suposición de que los gobiernos protegen a los ciudadanos, a la decencia o a la verdad.
No lo hacen.
Los gobiernos son mafias que trafican con la integridad, las vidas y la salud de los ciudadanos. Por acción, omisión o corrupción. Por alianza con los poderes establecidos que compran conciencias y voluntades de una Casta carente de ética que facilita cobertura legal, informativa y estratégica a los mercaderes de la banca, las eléctricas, la mafia farmacéutica, los traficantes de armas, de drogas y de personas.
El que no se haya dado cuenta aún es que está en Babia. Es que, sencillamente, no quiere enterarse. Y no querer saber es la mayor de las cobardías.
Así que el que no quiera encarar la verdad, mejor que no siga leyendo. Porque lo que va a encontrar en esta entrada puede abrirle los ojos con la misma brutalidad que la cuchilla que empuñaba Buñuel en “Un perro andaluz”. Que vuelva al fútbol, al cotilleo, a las teleseries, a adormecerse con la hipnosis programada de la televisión y la falsa actualidad.
Que se trague la pastilla azul y olvide que solo es mercancía en manos de los psicópatas a los que vota como si fueran a hacer algo por él, y no a su costa, con su complicidad y el dinero de sus impuestos.
Si puede olvidarlo, claro, porque la verdad, aunque solo haya sido vislumbrada, le perseguirá inmisericorde. No habrá opiáceo a la medida de su necesidad de auto-engaño.
Y quien quiera seguir leyendo, que empiece por aceptar que lo que estamos viviendo con el Ébola tiene antecedentes:
En el año 2011, el ex presidente de Guatemala, Álvaro Colom, denunció que Estados Unidos inoculó enfermedades venéreas en 696 guatemaltecos entre 1946 y 1948. Ante semejante escándalo, lo único que dijo Estados Unidos fue “Pedimos disculpas”. Pero Guatemala no fue el único país víctima de estas aberraciones científicas de EE.UU., es larga la lista de crímenes de lesa humanidad que ha cometido ese país en su guerra biológica.
En 1931, Cornelius Rhoads, quien formó parte de la Comisión de Energía Atómica de EE.UU., patrocinado por el Instituto Rockefeller infectó a cientos de ciudadanos puertorriqueños con células cancerígenas mientras realizaba experimentos médicos.
En 1951, Estados Unidos utilizó plumas de aves infectadas con ántrax para provocar la peste en Corea del Norte y luego inocular la fiebre amarilla en ese país.
En 1962, EE.UU. contaminó un barco de caña de azúcar que hizo escala en Puerto Rico rumbo a la Union Sovietica.
En 1966, el Pentágono hizo quebrar varias ampollas de Bacillus subtilis en las rejas de ventilación del metro de Nueva York exponiendo a más de un millón de personas a esta bacteria.
En 1970, Fort Detrick desarrolló técnicas de biología molecular para producir el retrovirus hoy conocido como VIH.
En la década de los 70, EE.UU. desarrolló la Operación Mangosta: la CIA inoculó en Cuba distintos virus como Epifitia Roya de la caña para afectar distintas zonas productoras del país, fiebre porcina africana, que obligó a sacrificar a más de 700 cerdos y el moho azul del tabaco que destruyó mas del 85% de esas plantaciones.
En 1981, en Cuba, introdujeron el virus del Dengue Hemorrágico que le costó la vida a 158 cubanos, de ellos 61 niños.
En 1990 en Los Ángeles aplicaron de manera experimental la vacuna del sarampión en bebes negros e hispanos.
En 1995, el Gobierno de EE.UU. admitió que le ofreció a criminales de guerra y científicos japoneses cuantiosas sumas de dinero e inmunidad a cambio de información sobre las investigaciones que realizaban sobre la guerra biológica.
Una semana después del ataque a las Torres Gemelas, Estados Unidos sufrió un extraño ataque con Ántrax. En junio de 2008, Bruce Irvins, científico del Ejército estadounidense se suicidó antes de ser acusado por estos atentados. Pero Irvins no es el único científico que pierde la vida en extrañas circunstancias.
En julio de 2003, el científico británico David Kelly fue hallado muerto, dentro de su casa, luego de dar un entrevista secreta a la BBC de Londres en la que confesaba que era totalmente falso que Irak tuviera armas de destrucción masiva, y que simplemente era una excusa para invadir y saquear a ese país. Este hecho generó innumerables interrogantes, pero también dejó al descubierto el perverso mundo del bioterrorismo ejercido por Estados Unidos y Gran Bretaña.
Aunque las Convenciones sobre Armas Químicas y Biológicas ilegalizan la producción, el almacenamiento y uso de armas biológicas, Estados Unidos mantiene los mayores arsenales de estas armas de destrucción masiva, y ha sido el primer país en aplicarlo. Nunca se podrá olvidar lo que hicieron contra el pueblo vietnamita y camboyano con el tristemente recordado “Agente Naranja”, fabricados entre el gobierno de Estados Unidos y la farmacéutica Bayer.
Desde el año 2001, Estados Unidos ha gastado unos 50.000 millones de dólares en armas biológicas.
Antes de dejar el cargo, el presidente George Bush asignó para el año fiscal 2009 casi 9.000 millones de dólares más para gastos en bioarmas, es decir, 39 % más de lo que se asignó para el año 2008.
También se ha denunciado que estas bioarmas han llegado a manos irresponsables. Así sucedió con el caso de Cuba, cuando agentes de la Central de Inteligencia de Estados Unidos le entregaron a miembros del grupo terrorista “Omega 7″ armas bacteriológicas para introducirlas en Cuba y acabar con la Revolución. El líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, lo denunció en su momento en la ONU, pero pasaron muchos años para que el mundo pudiera confirmar la veracidad de esas denuncias.
Aún hay datos más preocupantes. El ex presidente del Banco Mundial y ex secretario de Estado de E.E.U.U., quien ordenó el bombardeo masivo contra Vietnam, y fue miembro del Programa Ampliado de Inmunización, Robert McNamara, dijo en una oportunidad a un diario francés: “Hay que tomar medidas draconianas de reducción demográfica en contra de la voluntad de las poblaciones. La reducción de la tasa de natalidad ha demostrado ser imposible o insuficiente. Por consiguiente, debemos aumentar la tasa de mortalidad. ¿cómo? Por medios naturales. El hambre y la enfermedad”
Y mientras aumentan las víctimas de Ébola y se agudiza la paranoia desde las corporaciones mediáticas (que también ha permitido distraer la atención internacional sobre verdaderas masacres como la que ejecuta el gobierno de Israel contra Palestina), suben las acciones de las farmacéuticas en la bolsa.
Una
noticia de CNN en Español, titulada “El Ébola impulsa a farmacéutica en la Bolsa”, así lo confirma. En este informe periodístico se dice textualmente: “Las acciones de una compañía con base en Vancouver que trabaja en una medicina para frenar la enfermedad subieron 40% en la última semana. (…) Tekmira Pharmaceuticals tuvo un aumento más alto de lo usual porque los inversionistas esperan que las agencias de salud de Estados Unidos aprueben un medicamento conocido como TKM-Ebola” Y por si fuera poco, el propio científico estadounidense que supuestamente inventó la vacuna contra el Ébola en el Fort Detrick, el señor Larry Zeitlin asegura que “el principal obstáculo, al menos para nosotros, es el apoyo económico. Recibimos financiación del Gobierno de EE.UU., pero llega poco a poco, lo que hace muy difícil desarrollar rápidamente un fármaco”.
Esta historia hace recordar lo que sucedió años atrás con las conocidas gripe aviar y gripe porcina: tras expandirse por distintos países del mundo, apareció la farmacéutica estadounidense Gilead Science promocionando un tratamiento llamado Tamiflu. Y mientras miles y miles de personas se desesperaban buscando el Tamiflu, Donald Rumsfeld sonreía. ¿Por qué sonreía?. El documental “Operación Pandemia” de Julián Alterini nos lo responde.