EN EL PRINCIPIO
En el principio, hace mucho, mucho tiempo, eones de tiempo, una parte del gran Todo, el Gran poder de la Naturaleza, ese principio que llamamos Consciencia Universal, Ser Supremo, Creador, Dios, etc. Siendo pura Luz en manifestación, se fragmentó en infinitas partes, en millones y millones de partículas de consciencia, chispas de su luz que se expandieron por todo lo que conocemos como Creación Universal.
Cada una de ellas, era una parte Suya individualizada, separada, pero siempre unida al Gran Todo del que salió por medio de un hilo invisible que lo mantenía unido a la gran Matriz Divina.
Y tú, eres una de estas unidades de luz, no la persona que crees ser, sí, eres Espíritu, tu eres un gran Ser de Luz, eterno, indestructible, permanente, emanación y creación del Dios Madre/Padre, con sus mismos atributos y cualidades.
En un principio, estas Esencias de la Luz (Partículas de Consciencia), permanecieron en este estado de separación, inconscientes, durante una eternidad, siempre en perfecta armonía. Sin embargo, llegó un momento en que dando respuesta a las proyecciones de esta gran Mente Universal, fue ineludible la creación de mundos materiales en que estas inteligencias empezaran a desarrollar todas sus cualidades y atributos al tiempo que pudieran experimentar diferentes vivencias e ir adquiriendo nuevos conocimientos.
Así, después de millones de años de su creación, esta Tierra estuvo en disposición de dar acogida a las primeras “partículas de consciencia” que encarnaron en cuerpos humanos muy primitivos pero aptos para el entorno que encontraron.
Esto fue resultado de los trabajos y operaciones genéticas realizadas por civilizaciones ya más avanzadas, en ciertos cuerpos físicos ya existentes, que adaptaron a las necesidades ambientales del planeta.
Ya en estos cuerpos, y durante el transcurso de muchísimos eones, como veremos más adelante, se había efectuado una preparación previa hasta llegar al punto en que fueron aptos para ser útiles a los planes Divinos en el planeta Tierra.
Al principio sin conciencia de si mismos, estaban gobernados por la Ley de la Naturaleza.
Estos cuerpos que luego nosotros hemos ido ocupando uno después de otro en ese gran proceso llamado reencarnación, posee una naturaleza triple.
Comprende nuestro cuerpo físico denso, que es el que todos podemos y pueden percibir; envuelto éste, por otro doble etérico más sutil que lo mantiene cohesionado y le da vida; tenemos después el cuerpo emocional, regidor de nuestras emociones y el cuerpo mental, que nos diferencia de otros seres y nos permite dar respuesta a lo que el entorno nos presenta.