jueves, 22 de septiembre de 2016

Yo Soy, el Yo Soy (La Conciencia Crística)


Ultimo vídeo que hemos creado, espero que os guste.

Te has preguntado, tú como muchos otros, cómo se alcanza la conciencia Crística? 

El primer paso poderoso radica en el reconocimiento de la Gran Presencia «YO SOY», Dios viviente dentro de ti. 
El segundo paso está en el uso de la Presencia «YO SOY», porque cuando dices «YO SOY», Con el conocimiento de lo que esto quiere decir, habrás entrado en ese mismo momento en la Conciencia Crística, sin que esto signifique que inmediatamente expresarás la plenitud de la Conciencia Crística, porque primero deberás saber "hacia dónde vas, y lo que deseas hacer antes de que lo puedas realizar.

Todos los que han ascendido han seguido el mismo camino, y usado idénticamente la misma aplicación, porque todos los caminos llevan al Gran Sol Central, a la Divinidad.




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miércoles, 21 de septiembre de 2016

“Obra alquímica”


“¿Por qué los alquimistas describen la transformación de la materia de la Gran Obra como una sucesión de colores? 

Porque han observado esta sucesión en la vida vegetal. 

Mirad los árboles frutales: salvo ciertos matices, ya que la naturaleza es rica en diferencias, pasan por una serie de colores y siempre en el mismo orden. 

Durante el invierno, los árboles son negros y están desnudos. 

En primavera, se vuelven blancos con las flores y verdes con las hojas. 

Después, cuando llega el verano: los frutos maduran y se vuelven amarillos y rojos; y cuando se acerca el otoño, el follaje se vuelve rojo y dorado. 

Con el rojo y el dorado, el proceso acaba, es el final de un ciclo como en la obra alquímica.

LA BÚSQUEDA INCESANTE DEL SIGUIENTE NIVEL DE CRECIMIENTO


En el artículo sobre el “derecho a no avanzar” decíamos:

Cuando en momentos de euforia buscadora y de querer avanzar más rápido de lo que nuestro Yo Superior o aquellos que nos asisten consideran “adecuado”, aparecen las contrapartidas de abrir puertas a lugares, energías y situaciones que  luego pueden costar de subsanar y corregir.

¿Porqué uno a veces tiene ese afán por querer ir rápido, por querer alcanzar una meta tras otra, sin pararnos a ver los detalles del camino, sin esperar a que cuajen los frutos conseguidos e integrarlos para que se conviertan y transformen en parte de una nueva versión de nosotros mismos? No hemos llegado aun a coger aire del último sprint y ya estamos en la línea de salida de una nueva carrera.

Bueno, explicaciones hay muchas, pero la que más veces he creído comprender, cuando buscas entender el porqué de esas “puertas abiertas” y dinámicas que ponemos en marcha con cada acción que llevamos a cabo para avanzar en nuestro sendero, tiene que ver con algo muy simple: la búsqueda de la felicidad.

Decía el autor Jorge Guasp, en su libro, ¿Dónde está mi felicidad? que vivimos inmersos en una búsqueda incesante de conocimientos, amor, reconocimiento, poder, espiritualidad, etc., y creemos que, una vez conseguidas algunas de estas metas, encontraremos por fin la ansiada felicidad. Sin embargo, las experiencias de vida nos muestran que la satisfacción inspirada por estos logros es efímera. Comprendemos entonces que estas cosas siguen sin hacernos verdaderamente felices y recomenzamos la búsqueda, creyendo que la felicidad definitiva yace escondida detrás de la próxima meta que nos proponemos alcanzar. Así, sin darnos cuenta, hasta el final de nuestros días.

De alguna forma, nos han enseñado, o nos han programado, o ambas cosas, para creer que la hierba siempre es más verde en el campo de enfrente, y, por ende, siempre creemos que estamos en el campo equivocado o que no hemos llegado aun al prado más frondoso donde por fin descansaremos de tanta búsqueda. Esto está relacionado con varias cosas, que son complicadas a transmitir por su multidimensionalidad, y por su estructura a diferentes niveles de nuestra constitución psíquica y energética.

Manteniendo el curso de la octava humana

Primero, está relacionado con la situación y realidad en la que existimos como especie consciente, en la cual, parte de aquello (en niveles muy altos de la Creación) que nos ha creado como seres humanos, necesita la energía de nuestra búsqueda incesante de quienes somos, y de qué somos, para poder mantener la octava y dinámicas en curso a nivel planetario. Es decir, hace falta la energía e impulso de buscarnos incesantemente a nosotros mismos para que un tren muy complejo de explicar pueda seguir su marcha por las vías adecuadas.

Este tren está relacionado con los procesos energéticos por octavas y los saltos frecuenciales que existen en ellas, en este caso, en la octava “cósmica” en la que nos movemos, es la energía de nuestra búsqueda y afán de crecimiento la que proporciona el combustible necesario para producir el choque entre los pasos frecuenciales que corresponden al salto FA-MI, donde no existe “puente” que una esas notas y, por lo tanto, para que la octava no se tuerza y se vuelva recurrente, estamos forzados a generar una búsqueda de nosotros mismos constantemente que mantenga el proceso actual de cambio evolutivo en el que nos encontramos en marcha.

Esto, que sé que es algo abstracto, es parte de la base del sentimiento de insatisfacción permanente, sustentado luego por cosas como son, por otro lado, la programación inherente en nuestra consciencia al enfoque solo hacia la parte externa de la realidad material, y también, en contrapartida, a la necesidad humana de crecer y avanzar por uno mismo, pues es el deseo inherente en cada partícula de la Creación de “volver a casa”, y moverse siempre hacia niveles superiores en la propia escala evolutiva que rige todo lo que existe.

Cada cosa a su tiempo

Pero ese “volver a casa”, simbólico, tiene unos tiempos y unos ritmos, que son perfectamente entendidos por esas otras partes de nosotros mismos qué, si estuvieran en control de nuestra consciencia, imbuidas y tomando las riendas de la personalidad que somos, llevarían de otra forma el curso de los acontecimientos, eventos y experiencias que nos ayudan a eso, a crecer y avanzar, “despertar” y evolucionar.

Ahora llega entonces otra paradoja. ¿No decimos que todo es experiencia y que todo sirve y que no hay camino equivocado? Correcto. Así que, por esa misma razón, no hay juicio moral asociado a si hemos hecho las cosas bien o si las hemos hecho mal, si hemos ido rápido o si vamos despacio, por aquello que somos (nuestro ser/Yo Superior/jerarquías de las que provenimos) sino que, simplemente, hay efectos de las causas puestas en marcha por nuestro ímpetu y nuestra incapacidad de mantener ciertos tiempos y ritmos, que, en muchos casos, podriamos no haber necesitado que se manifestasen y tuvieran lugar. Pero, si lo han tenido, no han dejado de ser experiencias que han sumado también a la mochila de lo aprendido. El concepto de “Value Fullfilment” del que hablamos hace algún tiempo está relacionado con esto.

Todo está aquí y ahora

“El Corazón responde”


Emma, yo siempre que comparto cualquier cosa, me gusta comenzar comentando que yo me limito a compartir con los demás lo que siento, lo que percibo y lo que es resultado de las experiencias que he vivido. Por tanto, no pretendo convencerte a ti ni a nadie absolutamente de nada. No estoy “en posesión de la verdad”. Yo estoy convencido de que cada uno tiene su verdad en cuanto a que cada uno ve el mundo y las cosas en función de sus experiencias. Y esas experiencias han forjado el estado de consciencia que tenemos en cada momento: la forma de ver la vida, la muerte, la divinidad, la vida tuya, la vida de los demás, el mundo, todo lo que te rodea… Eso es el estado de consciencia. Cada uno tiene el suyo y eso está en evolución. Y se evoluciona en función de las experiencias.
LA MENTE RESPONDE
♥ ¿Podemos sentir Paz pero a la vez no sentirnos felices, porque nos sigue faltando “algo”? ¿Qué es lo que nos falta (o nos sobra…) cuando llegamos a ese estado? ♥
Una parte de mi vida y de mi proceso consciencial la he desarrollado con ese sentimiento, con esa sensación que tú compartes. Hubo un momento determinado en que empecé a desinquietarme, a vivir en una mayor armonía, a sentir la Paz a la que tú haces referencia y, no obstante, había algo en mí que me indicaba, o así yo lo entendía, que faltaba algo. 
Ha pasado un tiempo desde entonces. Como el tiempo realmente no existe, lo que ha pasado desde entonces es un momento continuo en el que se han ido desplegando experiencias que me han ido permitiendo ir descubriendo, desvelando, que esa sensación de ‘falta de algo’ no era realmente mía. No era yo quien la tenía sino la mente, un sistema operativo, el yo físico, mental y emocional, la que me estaba diciendo que a ella era a la que le faltaba algo, no a mí. Porque en función de los sistemas de creencias que la sociedad, la familia, el colegio, los institutos, los medios de comunicación, han ido metiendo en esa mente, en función de los hábitos, en función de los paradigmas, de las normas morales, religiosas, sociales etc, como secuencia de todo eso, en la medida en la que yo me iba desinquietando, iba viviendo en mayor armonía y mayor paz, la mente reaccionaba que a ella le faltaba algo.
Le faltaban sistemas de referencias porque yo estaba soltando sistemas de referencia que hasta entonces estaban anclados en mi vida. Le faltaba la práctica de la lucha de perseguir cosas, de intentar alcanzar cosas, cuando yo ya desde mi estado de consciencia estaba soltando esa necesidad de luchar contra nada y ese requerimiento de llegar a algún sitio. Yo empecé a sentir que desde mi paz, desde la armonía que sentía no tenía que llegar a ningún sitio, que lo único que tenía que hacer es vivir.
Pero el hecho de que solamente tuviera que vivir, eso a la mente no le aportaba el sosiego que ella quería o no le respondía a todo ese mundo de creencias, paradigmas, normas a los que he hecho referencia. Y por tanto, en un momento de mi proceso consciencial y evolutivo, sentía esa especie de ‘falta de algo’, y pude percibir que no era realmente mía sino de la mente que estaba reaccionando de una forma lógica. Llegado a ese punto, lo único que hice fue decirle a la mente algo que hago con frecuencia por muchos motivos: ‘Mente, cállate. Tranquilízate, vuelve a tu sitio. Tú no sirves para comprender, ver  y entender la vida’.
La vida, lo único que hay que hacer es vivirla.
En paralelo, me di cuenta también de que en los sistemas de creencias de la sociedad, del sistema que nosotros mismos hemos introducido en la cabeza, hay una creencia que tenemos grabada muy, muy dentro en la mente y en el subconsciente de la mente. Esa creencia que repercute mucho en lo que tú me has comentado es el que entendemos, nos han hecho creer que este mundo, este plano, esta vida humana es una especie de plano inferior, un plano imperfecto dentro de la existencia, del cosmos, de la creación.
En terminología de la religión católica, esto es una especie de valle de lágrimas. Hemos sido expulsados del paraíso y ahora vivimos fuera del paraíso. Y ese sistema de creencias nos lleva a pensar que hay que salir de aquí y que ese salir de aquí conlleva hacer algo para salir de aquí. ‘Tenemos que ascender, hay que ir a otro sitio’.
En el ámbito religioso se habla de la gloria, del cielo, que estamos aquí pero para ir a un sitio mejor. En el ámbito consciencial, de una espiritualidad no religiosa, de lo que hoy se llama el Despertar de la Consciencia se habla mucho también de lo mismo. La gente no se da cuenta pero estamos trayendo, a veces, al ámbito de la consciencia lo que son paradigmas puramente religiosos. Estamos trayendo a la nueva consciencia elementos, sistemas de creencias de la antigua consciencia. Y ya no se habla del cielo pero la gente sí habla de ascender. Por ejemplo, de ascender de dimensión. ‘Hay que pasar de la tercera dimensión a la cuarta, a la quinta, a la sexta’. Y en pro de ese ascenso dimensional ponemos todo. 
A mí me resulta francamente divertido ahora, porque durante un tiempo creía en eso y ahora me río de mí mismo por haber creído en eso, que incluso la sexualidad desde la nueva consciencia se entiende que es un procedimiento a través de toda la práctica sexual, del tantra, de la célebre kundalini etc, para ascender, para elevarte, para ir a una dimensión, a un estado que no es el tuyo, que no es el que vives ahora.
Todo eso, de corazón a corazón y según lo que yo percibo, que no tengo por qué estar en posesión de ninguna verdad, creo que simplemente es el resultado de un sistema de creencias que nos han metido aquí y que nos hace que no veamos lo que para mí ahora es absolutamente evidente: el más perfecto plano que hay en la creación es éste. El lugar más inefable, más sensacional y más divino de la creación es éste. Y que lo único que tenemos que hacer es darnos cuenta viviéndolo.  No intelectualizándolo. No generando todo un mundo de la mente, pensando ‘acerca de’, que es en lo que perdemos el tiempo, sino vivir, Vivir.
Cuando alguna vez, todavía, por algún resquicio aparece la mente y me señala que habría que hacer algo más, que qué significa eso de vivir, que tiene que haber alguna otra cosa, yo lo que hago es que me río con amor de mi mente, con cariño de mi mente y le digo: ¡Anda mente, vuelve a tu sitio, tranquilízate!.
Porque yo ahora sé que, realmente, tenemos que hacer una cosa muy importante: Vivir. Y todas las cosas que nos empeñamos en hacer, curiosamente nos dificulta el vivir, que es lo único que nos corresponde hacer. Vivir, existir.
La gente me pide algún tipo de definición: ‘Bueno, pero tú ¿qué eres?’. Yo no tengo creencias ni religiones. Hay figuras, como la de Cristo Jesús, que son importante en mi vida. Pero yo no soy cristiano ni mahometano ni budista ni nada. No tengo ningún sistema de creencias ni pertenezco a ningún grupo. Entonces, cuando me insisten, me limito a decir: ‘Venga, te lo voy a decir, a desvelar. Yo lo que soy es un Vividor. Un vividor intrínseco’.
La palabra vividor, en su contenido es espectacular, muy potente. Sin embargo, en los sistemas de creencias, eso de ser un vividor tiene un carácter peyorativo. Pues yo le elimino todos esos elementos peyorativos y planteo que yo soy un vividor, en cuanto a que me dedico a vivir, con confianza plena y completa en la vida.
La vida me ha mostrado, suficientemente ya, con los años que tengo, que merece la pena confiar en ella. Me ha mostrado que más allá de lo que mi mente pueda computar, esa vida la estoy generando yo. Esas experiencias las estoy creando yo para que finalmente consiga algo tan sencillo como recordar lo que soy. Y ese recuerdo me aporta esa paz, esa armonía, esa confianza en la vida, la aceptación plena de la misma, que no tiene nada que ver con la resignación ni con la impotencia de: ‘¿Qué voy a hacer?’.
♥ ¿Existe el Ego o sólo es una creencia más que nuestra mente ha creado para separarnos de nosotros, para distraernos de nuestro presente, de nuestra vida, de nuestro día a día, de nuestro sentir? Es como estar educando, conociendo, abrazando, amando, gastando energía en un amigo invisible que sabemos que no es real. ¿Qué sentido tiene aprender a andar en bicicleta si no tenemos ninguna? ¿No es otra de las trampas “espirituales” en las que hemos caído? ¿Se puede “eliminar” el ego únicamente dejando de creer en él? ♥
Tal como lo percibo, el ego es algo que en principio no existe y que crea la mente. Cuando tú y yo hemos encarnado en este plano no hay ego por medio. Cuando tú y yo salimos del vientre de nuestra madre ahí no hay ego.
A mí me gusta utilizar un símil para conocernos a nosotros mismos. Somos conductores y coches. Somos algo que vive fuera del tiempo y del espacio, que existe más allá del tiempo y del espacio. Algo que es divino, infinito, eterno, y que encarna en este plano que está regido precisamente por el tiempo y el espacio. Y cuando encarnamos en este plano es para vivir la experiencia humana. Y claro, tú y yo que no tenemos cuerpo, que somos intangibles, que no tenemos materialidad, para vivir la experiencia humana necesitamos de un yo físico, mental y emocional, de un cuerpo. Y ese cuerpo tiene una mente, y esa mente genera no solo pensamientos sino que genera emociones. Ese coche, yo físico, mental y emocional, es el vehículo, instrumento, que requerimos para poder vivenciar la experiencia humana. 
Cuando salimos del vientre de nuestra madre somos eso: conductor encarnado en un coche. Ahí no hay ego. El ego lo crea posteriormente la mente y tiene una lógica. La mente no crea al ego porque lo decida por su cuenta sino que la mente, que tiene prestaciones sensacionales, que sirve para muchas cosas, se ve obligada, forzada, a crear el ego. Y esa mente que crea el ego, lo crea ante algo muy sencillo: la falta de un mando consciente en nuestra vida. 
Cuando empezamos a desarrollar nuestra vida, hay un momento determinado (normalmente ocurre cuando somos muy, muy, muy pequeñitos) en el que el conductor que somos no lleva el mando consciente de la vida. Es como si ese conductor que somos, por las razones que sean, se olvidara de si mismo, se durmiera, quedara aletargado. Y para conducir un coche, hace falta un conductor. Pero si ese conductor se duerme, ¿quién conduce el coche? El coche necesita ser conducido por algo, necesita que alguien se haga cargo del volante del coche. Y es entonces cuando la mente activa eso que se denomina ego. 
A mi me gusta definir al ego como un piloto automático que la mente activa ante la ausencia de un mando consciente. En los aviones, hace tiempo que funcionan los pilotos automáticos. El piloto automático lo activa el comandante cuando se ha adquirido la velocidad y altura de crucero, y puede relajarse. El piloto y el copiloto no llegan a dormirse pero se relajan. Aplicando este símil a nuestra vida real sucede que el piloto se duerme y la mente, de manera automática, activa y crea ese piloto automático que permite que la vida, por lo menos, tenga un conductor, aunque ese conductor no tenga la consciencia del conductor verdadero. Eso es el ego. 
Cuando la vida la lleva el conductor verdadero, que es lo que somos, o cuando la vida la lleva el ego, hay unas enormes diferencias. La principal es que el conductor divino, infinito y eterno, no tiene miedo. Ahí no existe el miedo. Sin embargo el ego, en todas sus actuaciones, siempre, siempre, siempre, está el miedo presente. La razón es muy simple. El conductor, en su infinitud, eternidad, no tiene principio ni fin y desconoce la muerte. No necesita cuidarse, protegerse, si somos infinitos y eternos, irrompibles. Estamos aquí para vivir la vida. El conductor es libertad pura y la libertad es ausencia de miedo. El conductor es el que tiene permanentemente la coherencia de vivir en consonancia con lo que el corazón le indica porque no hay miedo, hay libertad.
El ego, en cambio, tiene miedo porque él sí es finito, tiene fecha de caducidad. Hay un momento determinado en el que el yo físico, mental y emocional va a dejar de funcionar y el ego tiene miedo de su finitud. Ante ese miedo, él sí lanza mensajes cuando conduce  el coche: ¡Cuidado, protégete! El ego, como tiene miedo, quiere programar, quiere controlar, tiene complejo de inferioridad que se manifiesta para fuera, por ejemplo, en el dominio de la gente. Los que quieren dominar a los demás lo hacer porque realmente tienen miedo, porque tienen complejo de inferioridad. Y no solamente quieren controlar a la gente, dominarla, sino que, como necesitan protegerse, se empeñan en acumular. Acumular bienes, riqueza, cosas que de alguna forma le protejan. ¿De qué se están protegiendo? De su miedo, que es una sensación, una emoción propia del ego.
Cuando tú vives desde el conductor que eres, la vida es una cosa y cuando te olvidas de lo que eres, cuando estás aletargado y dormido y la mente activa el piloto automático, tu vida se convierte en una cosa muy distinta. En el primer caso, el componente es libertad. Y te mueves. Y vas a un sitio y a otro. Y no estás pendiente de qué te va a pasar, de qué te va a dejar de pasar. Tiras para adelante. ‘Vamos a vivir la vida’. En cambio, el ego te lleva a todo lo contrario: a que te olvides de “los sueños” y a que intentes vivir en un contexto en el que el ego entiende que es de protección, de control. Esto enlaza con todos los sistemas de creencias que nos han metido en la cabeza como consecuencia de que estamos en una sociedad que ha sido construida por seres humanos cuyo estado de consciencia era egoico. 
Tú y yo, en esta vida o encarnaciones anteriores, hemos tenido un estado de consciencia egoico, como la inmensa mayoría de los seres humanos. Y hemos construido una sociedad que tiene esos parámetros egoicos y que genera, ella misma, unos sistemas de creencias, unos paradigmas, que retroalimentan  esa consciencia egoica. Y lo único que hay que hacer es darse cuenta. 
Cuando te das cuenta, entiendes muy bien a la persona que todavía vive en esa consciencia egoica. Comprendes perfectamente a la persona que todavía anda dormida, con relación a lo que realmente es, y vive sus días desde el miedo con todo lo que conlleva del ego. Lo entiendes perfectamente pero a la vez, en tu vida, el ego se diluye. Y no se diluye luchando contra él. No hay que pelear contra él. En cuanto que tú coges el volante de tu vida, en cuanto que el conductor que tú y yo somos tomamos el mando consciente, inmediatamente se desactiva el ego de la misma forma que la mente lo activó ante la ausencia de un mando consciente. 
Hay gente que al ego lo quiere matar. El ego te está haciendo un favor con ese piloto automático si tú estás dormido. Lo único que tienes que hacer para que tu vida no siga por los derroteros del miedo, la inseguridad etc, es darte cuenta de lo que eres y tomar el mando de tu vida. 
El ego no es nuestro. No venimos a este mundo con ego. 
♥ ¿Es imprescindible, inevitable, sufrir para aprender a dejar de sufrir? ♥

martes, 20 de septiembre de 2016

“Alma gemela”


“Sea hombre o mujer, el ser que ha encontrado verdaderamente su alma gemela, es decir que ha encontrado en sí mismo su principio complementario, tiene la sensación de reencontrar este principio en todas las criaturas. 

Ama a todas las mujeres y a todos los hombres sobre la tierra, les ama espiritualmente y es dichoso, porque a través de cada uno de estos seres, es su alma gemela quien le colma. 

No experimenta ya esa falta que le obliga a buscar continuamente cómo remediarla. 

Todos los encuentros que hace contribuyen a enriquecerle. 

A partir del momento en que habéis realizado la plenitud en vosotros, descubrís vuestro principio complementario en todas las criaturas. 

Éstas son experiencias inexplicables, inexpresables. 

Sólo aquél que las ha realizado puede comprenderlas. 

Pero para llegar hasta aquí, ¡qué camino a recorrer! 

Sufrir siempre, sentirse decepcionado, buscar siempre un ser y no encontrarlo… 

“La responsabilidad individual como punto de apoyo para mover el mundo”


Extracto del libro Un Nuevo Mundo en manos de Héroes (pág. 698-701, 2004)

En latín, la palabra responsabilidad es “responsum” y significa “habilidad para responder“. Hemos visto que factores como un sistema educativo que promueve la sumisión, una alimentación intoxicante, la ausencia de mitología, un estado psicológico general débil y enfermo, el Amor NegativoTM, el miedo a todo, alimentado diariamente por los medios de comunicación, una sociedad tecnológica cómoda y entretenida, nos vuelven más susceptibles de permanecer en un estado psicoespiritual de Huérfano, pasivos, dependientes y resignados, por impotencia.

Este cuadro es justo el opuesto de lo que debería ser si las personas se sintieran responsables de sí mismas. Es posible que ahí se encuentre el origen de que 1 de cada 3 españoles hayan necesitado en el último año ansiolíticos, somníferos y/o antidepresivos. Algo que, en muchas ocasiones, es muestra de un deseo de querer desconectar (no asumir la responsabilidad) de lo que nos ocurre, parcheando los síntomas que nos indican que algo no va bien en nuestra vida. Pero, de esta manera, nos volvemos incapaces de responder porque dejamos de ser dueños de nosotros mismos, soberanos de nuestras vidas.

Ser responsable no significa únicamente ser puntuales en el trabajo y hacerlo bien, cuidar de nuestros hijos, no correr riesgos innecesarios, no beber alcohol si se va a conducir, etc. La responsabilidad, la capacidad para responder, incluye todos estos aspectos, y se extiende más allá. La responsabilidad está asociada al despertar, al darse cuenta, al hacerse consciente, tanto de los mecanismos y motivaciones que nos mueven a actuar y que nos limitan, como del impacto que causamos, directa o indirectamente, sobre todos los seres. La asunción de responsabilidad depende del nivel de conciencia consecuente al despertar interior. No podemos hacernos responsables de lo que no somos conscientes. De esta forma, tampoco tenemos poder de elección y decisión para cambiar algo si así lo consideramos. Para tratar de explicar esta idea, utilizaré un ejemplo.

Hace unas semanas, vino a casa una persona que iba a hacer una presentación de unas ollas y cazos para cocinar, hechos de acero inoxidable y titanio, para lo cual se ofreció a hacernos la cena, a fin de que pudiéramos comprobar la diferencia entre las ollas que utilizamos habitualmente y las que nos iba a mostrar. Una de las pruebas consistía en hacer hervir agua, tanto en las sartenes y cazos que utilizamos habitualmente, como en las suyas. Con esto, se trataba de demostrar que cada vez que se calientan ollas, sartenes y demás utensilios para cocinar, se liberan partículas altamente tóxicas para nuestro organismo, metales pesados. Calentamos el agua hasta que hirvió, y después pudimos comprobar el diferente sabor en función de los minerales tóxicos liberados. Para mi sorpresa, la sartén con recubrimiento de cerámica, que se vende como ecológica, fue la que tuvo un peor resultado; el agua tenía un sabor picante por los químicos de la cerámica[1]. En las ollas que nos estaban presentando es posible cocinar las verduras sin añadir agua, manteniendo las verduras a una temperatura controlada. A la hora de probarlas, la diferencia era abismal, ya que, de esta manera, las verduras mantienen, en mayor medida, sus minerales, encimas y vitaminas.

Lo más importante que esta experiencia pone de manifiesto es que nos hace tomar conciencia de que, al cocinar, se liberan metales pesados. Sabemos el daño para la salud que supone la acumulación de metales pesados en el organismo, que llegan a nuestro torrente sanguíneo y, posiblemente, traspasen la barrera hematoencefálica, afectando a nuestro cerebro y a las conexiones neuronales. Si pensamos en la cantidad de horas que utilizamos las ollas, año tras año y la cantidad de metales pesados que ingerimos, es para tenerlo en cuenta. A partir de disponer de estas informaciones es cuando uno tiene la capacidad de hacerse responsable y de tomar decisiones acerca de los utensilios a utilizar para cocinar.

He puesto este ejemplo porque es el más reciente que tengo, mientras escribo estas líneas, y creo que ilustra el paso de la ignorancia al conocimiento, el despertar y la oportunidad para hacerse cargo de una situación para mejorarla. Pero podemos extender esta circunstancia a cientos, miles de aspectos, en cada uno de los Cuatro Cuadrantes. Aspectos que a día de hoy ignoramos y que están teniendo una influencia directa (tanto beneficiosa como perjudicial) sobre nosotros y sobre los demás.

Permanecer dormidos e ignorantes hace más fácil que aquellos con conocimiento, inteligencia y ausencia de compasión se aprovechen de nosotros, la población ignorante. Nuestra comodidad, pereza, pueril escepticismo e incredulidad, hacen más fácil que las élites en las sombras hayan llegado tan lejos. Esta realidad es muestra del aletargamiento de nuestra conciencia, de lo contrario, no estaríamos como estamos. La única manera de revertir esta situación es, como ya hemos dicho, empezar a abrir los ojos y sacudirse del cómodo sillón, tirar la televisión y empezar aprender a pensar, investigar y reflexionar por uno mismo. Ello es muestra de responsabilidad. Del mismo modo que también lo es hacerse cargo de las propias emociones negativas, fruto del Amor NegativoTM, que perpetúan el sufrimiento, el dolor y relaciones desgastantes y destructivas generación tras generación. Algo que nos resta poder interior para transformar a través de la acción.

A medida que, con el conocimiento y la sabiduría disipamos la ignorancia, nuestras acciones se vuelven más conscientes. De modo que reducimos el impacto negativo sobre nosotros y los demás, y tratamos de amplificar el positivo. Puede ocurrir, no obstante, que uno se pase al otro lado, y decida conscientemente hacer el “mal” por ciertas razones.

EL AMOR A LO DESCONOCIDO


La persona necesita tener todo bajo control. Necesita asegurar su futuro porque le teme. Necesita de la jubilación por miedo a la carencia. Necesita encontrar un compañero o compañera por miedo a la soledad. Quiere seguridad en todos los sentidos. No puede relajarse, no sabe confiar.

El sabio en cambio es juguetón. Se toma todo a la ligera y vive despreocupado porque confía plenamente en la Existencia. Sabe que siempre vendrá lo que necesita porque está unido a la fuente y jamás se olvida de ello. No le cree al mundo exterior ni a los datos de la “realidad”. Comprende que la sociedad está enferma y alienada, regida en base al control y al miedo, y no le otorga ningún poder. Al hombre sabio le gusta la expectativa; le entusiasma no saber nada. Cuanto menos sepa del futuro mejor. Le fascina ver como la Vida se las ingenia para poner en su camino aquello tan sorprendente que no es capaz de imaginar hoy.

Dime, ¿tú vives libremente y despreocupado o te dejas arrastrar por la corriente externa del miedo tal cual una oveja que necesita del rebaño para sentirse protegida? Déjate arrastrar por la sabiduría de la Creación. No te auto limites. Ábrete a todas las posibilidades. ¿No te das cuenta de que si tú controlas y planeas todo le impides a Dios desplegar su gran amorosidad e ingenio para hacerte llegar las maravillas que tiene preparadas para ti?