Los espíritus no pertenecen perpetuamente al mismo orden, sino que todos se perfeccionan pasando por los diferentes grados de la jerarquía espiritista. Este perfeccionamiento se realiza por medio de la encarnación, impuesta como expiación a unos, y como misión a otros.
La vida material es una prueba que deben sufrir repetidas veces, hasta que alcanzan la perfección absoluta; una especie de tamiz o depuratorio del que salen más o menos purificados. Al abandonar el cuerpo, el alma vuelve al mundo de los espíritus, de donde había salido, para tomar una nueva existencia material, después de un espacio de tiempo más o menos prolongado, durante el cual se encuentra en estado de espíritu errante.
Debiendo pasar el espíritu por varias encarnaciones, resulta que todos nosotros hemos tenido diversas existencias y que tendremos otras, perfeccionadas más o menos, ora en la tierra, ora en otros mundos. Los espíritus se encarnan siempre en la especie humana, y sería erróneo creer que el alma o espíritu pueda encarnarse en el cuerpo de un animal. Las diferentes existencias corporales del espíritu siempre son progresivas, nunca retrogradas; pero la rapidez del progreso depende de los esfuerzos que hagamos para llegar a la perfección. -Las cualidades del alma son las mismas que las del espíritu encarnado en nosotros, de modo que el hombre de bien es encarnación de un espíritu bueno y el hombre perverso lo es de un espíritu impuro”.
Y Allan Kardek sigue diciendo: “El alma era individual antes de la encarnación, y continua siéndolo después de separarse del cuerpo.-A su vuelta al mundo de los espíritus, el alma encuentra en él a todos los que conoció en la tierra y todas sus existencias anteriores se presentan a su memoria con el recuerdo de todo el bien y de todo el mal que ha hecho. El espíritu encarnado esta bajo la influencia de la materia tridimensional, y el hombre que vence semejante influencia por medio de la elevación y purificación de su alma se aproxima a los espíritus buenos a los cuales se unirá algún día. El que se deja dominar por las malas pasiones, y cifra toda su ventura en la satisfacción de los apetitos groseros, se aproxima a los espíritus impuros, dando el predominio a la naturaleza animal. Los espíritus encarnados pueblan los diferentes globos del universo. Los espíritus no encarnados o errantes no ocupan una región determinada o circunscrita, sino que están en todas partes, en el espacio y a nuestro lado, viéndonos y codeándose incesantemente con nosotros. Forman una población invisible que se agita a nuestro alrededor.
Los espíritus ejercen en el mundo moral y hasta en el físico una acción incesante; obran sobre la materia y el pensamiento, y constituyen uno de los poderes de la naturaleza, causa eficiente de una multitud de fenómenos inexplicados o mal explicados hasta ahora, y que solo en el espiritismo encuentran solución racional. Las relaciones de los espíritus con los hombres son constantes. Los espíritus buenos nos excitan al bien, nos fortalecen en las pruebas de la vida y nos ayudan a sobrellevarlas con valor y resignación. Los espíritus malos nos excitan al mal, y les es placentero vernos sucumbir y equipararnos a ellos Las comunicaciones de los espíritus con los hombres son ocultas u ostensibles.
Tienen lugar las comunicaciones ocultas por medio de la buena o mala influencia que ejercen en nosotros sin que lo sepamos. Las comunicaciones ostensibles se verifican por medio de la escritura, de la palabra o de otras manifestaciones materiales, y la mayor parte de las veces por mediación de los mediums que sirven de instrumento a los espíritus. Los espíritus se manifiestan espontáneamente o cuando se les evoca. Puede evocárseles a todos, lo mismo a los que animaron a los hombres oscuros, que a los de los más ilustres personajes, cualquiera que sea la época en la que hayan vivido: así a los de nuestros parientes y amigos, como a los de nuestro enemigos, y obtener en comunicaciones verbales o escritas, consejos y reseñas de su situación de ultratumba, de sus pensamientos respecto a nosotros, como también aquellas revelaciones que les es licito hacernos”.
Y volviendo al libro de Enoch:“Entonces yo afirmé el círculo celestial, e hice que las aguas que están abajo del cielo que se unieran entre sí, en un solo es pacio profundo, y que el caos se volviera seco, y así se hizo. De entre las olas yo creé grande y dura roca, y de la roca amontoné la parte seca, y a la parte seca la llamé tierra, y el centro de la tierra lo llamé abismo, esto quiere decir sin-fondo, y recogí en un mismo sitio y lo até todo con un yugo. Y yo le dije al mar: “Observa, yo te doy límite eterno, y tú no quebrantarás desatándolo de las partes tus componentes”. Siendo así, yo hice rápido el firmamento.
Este día llamé : El Primero Creado. Y por entre todo el celestial ejército yo imaginaba la imagen y esencia del fuego, y mi ojo miró a la muy dura, firme, roca, y del fulgor de mi ojo recibió su natural prodigio, que son ambos fuego y agua en fuego, y ninguno de los dos puede desplazar al otro, por consiguiente, el rayo es más brillante que el Sol, más suave que el agua y más firme que la dura roca. Y de la roca corté del todo un gran fuego, y del fuego yo creé las órdenes de las incorpóreas diez huestes de ángeles, y sus armas son ardientes y sus vestiduras una llama encendida y yo ordené que cada uno de ellos de pie debía permanecer en su orden. Aquí Satanás con sus ángeles fue arrojado de las alturas . Y fue uno entre las órdenes de los ángeles que habiéndose apartado con la orden que estaba bajo su mando concibió una idea imposible: Colocar su trono más alto que las nubes sobre la tierra, de modo que pudiera convertirse en igual rango a mi poder [posiblemente querían tener naves y armas tan poderosas como las de los demás].
Y yo le arrojé de la altura con sus ángeles y él estuvo volando continuamente en el aire, sobre el abismo. En el tercer día le ordené a la tierra que hiciera crecer grandes y fructíferos árboles y colinas y semillas para sembrar, y planté el Paraíso, y yo lo cerqué e instalé ángeles como guardianes armados, flameantes y de esta forma yo creé renovación. Entonces llegó la noche y volvió el amanecer del cuarto día. En el cuarto día yo ordené que debía haber grandes luces en los círculos celestiales. Y en el primero y más alto de los círculos yo coloqué las estrellas, Kruno, y en el segundo Aphrodit, en el tercero Aris, en el quinto Zeus, en sexto Ermis, en el séptimo menor, la Luna y la adorné con las estrellas más pequeñas. Y en el más bajo coloqué el Sol para la iluminación del día y la Lunas y las estrellas para la iluminación de la noche”.
“El Sol, el cual debía ir de acuerdo con cada animal [signos del Zodíaco] en este caso son doce y yo asigné el curso de los meses y sus nombres y vidas, sus notoriedades, y sus horas marcadas y en la forma que deben sucederse unas a otras. Entonces llegó la mañana y asomó la mañana del quinto día.
En el quinto día yo ordené al mar, que debía traer peces, y emplumadas aves de muchas variedades, y toda clase de animales que se arrastran sobre la tierra y los que van sobre la tierra en cuatro patas, y los que se elevan en el aire, macho y hembra, y cada alma que respira el espíritu de vida. Y volvió la noche y regresó la mañana, el día sexto. En el día sexto (viernes) yo ordené a mi sabiduría crear al hombre de siete consistencias: una, su carne de la tierra; dos, su sangre del rocío; tres, sus ojos de la luz del Sol; cuatro, sus huesos, de la piedra; cinco, su inteligencia de la celeridad de los ángeles y de las nubes; seis, sus venas y su cabello de la grama de la tierra; séptimo, su alma, de mi aliento y del viento [energía].