Las células son las estrellas de nuestro universo corporal, las mujeres son los faros de la naciente humanidad, más aún, ésta es la transición y la luz que recién comienza a desplazar la oscuridad.
Aún hay sombras abundantes, bosques os...curos de densos miedos, donde el tupido follaje de la incertidumbre impide a los rayos de luz llegar hasta los corazones...
Y los dioses pidieron a través de los maestros árboles, entregar la antorcha encendida a la mujer, más no a la mujer miedosa y conformista, no a la mujer resignada y quejosa, no a la mujer débil y desprovista de confianza en sí misma, sino a esa mujer, que, aún levantándose desde sus errores, atravesando sus miedos y rompiendo sus cadenas, se atreva a levantarse, caminar con paso firme hasta que sus brazos se conviertan en alas y el vuelo a la luz sea inevitable...
Esa mujer vive en semilla en todas las mujeres esperando el agua de espiritualidad y la luz del conocimiento para germinar, crecer y florecer.
Es probable que la semilla de la nueva mujer haya germinado, más en el intento fue atada a su raíz, obligándola a permanecer enana, sometida, impotente, paralizada por miedos que en nombre de una ficticia seguridad le ofrecen la protección de una cárcel, paradójica situación que alimenta una alegría artificial que perpetúa cadáveres con apetito, en esta constelación de estrellas apagadas, esperando la oportunidad de despertar...
La germinación de la nueva mujer comienza con un acto de rebeldía, suprema rebeldía, sagrada disidencia de lo establecido, que en nombre de una normalidad anormal, mutilada, esclaviza a la mujer en modernas cárceles de barrotes invisibles...
Es preciso convertir la vida en una maravillosa aventura de aprendizaje sin límites, sin auto engaños, sin verdugos, sin víctimas, sólo con el fervor de crecimiento hecho manera de vivir creativa, conducida por la imaginación.
Es preciso convertir la vida en una suprema ceremonia, para que todo sea sagrado, todo importante, más nada demasiado importante como para impedir la lucidez, la serenidad y el amor...
Nunca hoy como antes la mujer tuvo la oportunidad de convertirse en una mujer sagrada, en un ser lúcido y sabio, en una guerrera-caminante, consciente de que nada puede perder porque no busca ganar...
Cuán importante es que el despertar de la mujer guerrera esté caracterizado por la tolerancia, la caminante requiere de obstáculos en su camino, obstáculos que fortalezcan su voluntad tornando a sus pasos serenidad y valor.
Las mujeres están regresando convertidas en preciosos seres que derrochan belleza y musicalidad e invitan a los hombres a instalarse y vivir en la dimensión poética de la vida...
La mujer sabia no precisa hablar, su presencia es suficiente, su mirada, su silencio, todo es enseñanza, su amor se instala llenando el espacio de luz que habita...