Entre los eternos juegos de la razón por encontrar sentido —una sed mística “en el desierto de lo real”—, algunas analogías parecen mantenerse serenas en la cambiante marea del pensamiento humano. Entre ellas, y desde Oriente, principalmente a partir de una de las historias de creación hinduista que señala que el mundo no es más que el sueño de Brahma, tenemos la noción de que somos un vehículo, un traje de huesos y carne, para que la divinidad o el universo (una conciencia enjambre) se experimente a sí mismo. La analogía entre el universo y la mente: un espacio-espejo de reconocimiento… La vida como una especie de magnífico y terrible juego de realidad virtual en el que todos los jugadores son uno solo. El mundo como la impresión que deja un sueño en una tela.
Una dosis melíflua de inspiración, conciencia y espiritualidad en un video de 2 minutos de espectaculares imágenes del cosmos y la naturaleza para acompañar a la profunda voz de Alan Watts, gran puente entre la filosofía oriental y la vida occidental, en su laberinto de extravío psíquico. Un video bastante poderoso, sintético, aunque por momentos recargado de azúcar metafísica, en el que Watts, con su cristalino entendimiento de conceptos que podrían ser abstrusos explicados por otra persona, nos remite a esa profunda comprensión de identidad entre el hombre y el universo, entre la multiplicidad y la unidad. No hay división entre el hombre y la naturaleza, más que la alienación que cada uno de nosotros construye en su mente.
Con una lucidez insuperada en este tipo de rubros que fácilmente tropiezan en filosofía barata y autocomplaciente, Watts retorna a una idea-entendimiento que parece estar enraizada en las más diversas corrientes místicas que, por caminos distintos, llegan a la misma claridad asombrosa: ser una forma en la que el universo se experimenta a sí mismo, una ventana de la totalidad.
Aquí una traducción del vídeo:
¿Cuál es la diferencia esencial entre el mundo del hombre y el mundo de la naturaleza? Yo soy parte de esto. Soy, de alguna forma, una de las células en este cerebro inmenso. Que no puedo entender, como la parte no puede entender al todo. Y al mismo tiempo no me siento, como muchas personas sienten, un extraño en ese mundo, sus formas estéticas de alguna manera me llaman más que las formas estéticas que producen los hombres…
De igual forma que una flor es una florescencia de todo el campo, me siento como una humanización de todo el universo. En otras palabras, parezco ser, como todo lo demás, un centro —un tipo de vórtice— en el que toda la energía del universo se realiza, toma vida. Una especie de diafragma a través del cual todo el universo se vuelve consciente de sí mismo.