La culpa viene siendo una de los grandes problemas de la percepción humana en nuestra actual sociedad. Comprender el perdón nos lleva a experimentar un gran paso hacia el crecimiento espiritual.
No te engañes. Si sigues sufriendo, si te sientes víctima del mundo o de alguna persona en concreto, si por dentro estás juzgando o atacando a lo que ves… no has perdonado. El perdón se caracteriza fundamentalmente por sus efectos:paz interior y liberación de los hechos y las personas.Puede que pienses que has hecho un buen número de visualizaciones, o que hayas llorado algo tan intensamente que te de la sensación de que el perdón ya esté concluido. Sin embargo, el perdón no se define por el esfuerzo realizado ni por la cantidad de sufrimiento que hayas expresado. Se define por sus efectos liberadores, y estos suceden solamente cuando en la profundidad de tu mente se asienta un verdadero cambio de percepción.
UNA DECISIÓN AL CAMBIO
Según somos, así vemos el mundo, y según vemos el mundo, así creemos ser. Esto se debe a que, en realidad, y tras la apariencia de un cuerpo, una serie de disfraces sociales y una batería de recuerdos personales, lo que somos es conciencia pura. La conciencia se define por ver. El “modo de ser” de un punto de conciencia concreto no es otra cosa que un particular modo de ver o percibir al que habitualmente llamas “yo”.
¿Cuál podría ser el motivo para desear cambiar mi modo de ver/ser? Primero de todo, uno tendría que aceptar la idea de que, efectivamente, según mi modo de ver, siento de un modo u otro, por lo tanto soy el responsable de mis propios sentimientos. Además, es preciso haberme percatado de que dispongo de la capacidad natural intrínseca de cambiar esos programas y patrones mentales que organizan mi modo de ver y que causan mi malestar. Por último, es necesario reconocer que con el modo de ver actual experimento sufrimiento de diversos modos. Y no estoy dispuesto a conformarme ¿porqué hacerlo si está en mi mano cambiarlo?
Para cambiar de un modo natural deben encajar tres factores: es razonable, es posible y es mi voluntad. La misma experiencia del cambio de percepción te hará saber además que es el único modo auténtico de hacer un beneficio sustancial y profundo a ti mismo y a tu entorno en cualquier situación de conflicto.
El modo de ver y de verme responde a mi mentalidad. Si hablamos de un cambio de mentalidad, estamos hablando de un cambio profundo, y por supuesto tu “mente programada” o ego intentará una y otra vez evitar que tú realices ningún tipo de cambio interno, impulsándote más bien a todo tipo de esfuerzos e intentos proyectados a lo externo
El perdón comienza por esta disposición al cambio como una actitud estable. Desde la humildad de comprender que algo debo de estar percibiendo mal, ya que experimento sufrimiento y además hago sufrir a los demás, me veo con el suficiente poder como para cambiar mi interior y decido hacerlo. Bien, todavía no sabemos cómo vamos a cambiar, pero ya hemos dado el primer paso: estamos dispuestos a ello.
Una actitud humilde
En esta primera y profunda decisión comienza el perdón. Y no solo comienza, sino que esta decisión debe actualizarse en cada día, y particularmente, en cada perturbación emocional. Por un lado es importante recordar cada día nuestra intención de cambiar interiormente, nuestra apertura al cambio hacia una mentalidad mayor, en momentos de autoconciencia, silencios, meditaciones o prácticas interiores, cualquiera que sea nuestro manera, pero de un modo voluntario, consciente y cotidiano. Por otro lado, además, cada emoción debe de ser atendida desde esta actitud, ha de ser acompañada con este espíritu de cambio profundo. Es como un entrenamiento mental nuevo para que en cada sentimiento no dejemos que la energía emocional sea usurpada por nuestra mente programada para reaccionar como siempre lo ha hecho, sino que en ese mismo instante recordemos nuestra decisión de cambiar. Y no queremos cambiar la emoción en sí, que es un honesto indicativo, un mensajero al que nos abrimos, sino que estamos trabajando para penetrar a la causa interna donde se produjo el sufrimiento.
Este es el perdón en presente. Hay que aprender a honrar nuestra emoción, nuestro sentimiento, y abrazarlo con nuestra conciencia. En ese mismo gesto hay una apertura, una disposición de cambio, una humildad profunda ante la emoción que en otro momento nos hubiera desbordado, pero de la que ahora nos disponemos a aprender.
Es como un reconocer que “no sé”, y que “deseo saber”. Recordemos que hay dos mentes: una de ellas está dispuesta a luchar frente a todo lo que sucede, es la mente que se defiende y parece defenderte, y a la que por supuesto, guiado por una omnipresente cultura del miedo, le has dado todo el poder de dirigir tu vida. La otra mente no impone nada, aprende, se abre, confía y es la verdadera guía de tu evolución. A esta otra mente solo la permites funcionar ocasionalmente, pero te ha hecho pasar tus mejores momentos, en aquellos en los que has podido recordar lo que verdaderamente eres. Ambas mentes no pueden funcionar simultáneamente, y se requiere tu voluntad para cambiar de usar unas gafas a usar las otras. La mente que aprende es la mente que sabe que no sabe, y es la mente que debe de ser constantemente hecha presente por tu decisión consciente. Hay inercia, y por supuesto, es natural experimentar oposición. Esta oposición se hace natural con el paso del tiempo, ¡hasta llegas a perdonarla!