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Gilbert Schultz |
Palabras son palabras
Ninguna palabra puede capturar el significado de la vida. Todas estas palabras son como cualesquiera otras, sólo palabras. Los libros sagrados y la literatura profana son lo mismo. Están hechos del mismo material: papel, tinta y palabras. No hay nada en ningún libro que pueda sostenerse por sí mismo. Las palabras se registran y evocan un significado, ¿pero de dónde? Tú suministras todo el significado. El destino de todos los libros impresos es quedar reducidos a polvo.
La consciencia no está sujeta a la mente. No hay ningún “llegar a ser consciente” real que tenga lugar en alguna parte. Todo aparece como un desplegarse sobre la consciencia. El despliegue es siempre cambiante, mientras que la consciencia permanece tal como es. Si alguna palabra resuena en ti, bien, si no, no te preocupes. Muévete hacia aquello que resuena. Es la resonancia lo que cuenta. Cualquier supuesto “llegar a ser” que esté apareciendo, pertenece al tiempo y la mente. La consciencia no está sujeta a la mente.
El tiempo es memoria y la mente es tiempo. Toda duda está limitada al tiempo. ¿Y quién es el que recuerda? ¿Quién es ése envuelto en recuerdos? ¡Los recuerdos son sólo olas transitorias de apariencia! Lo constante, es-idad, ES ― tú ERES realidad. ¿Por qué sacrificas tu absoluto silencio y la simplicidad del comprender por un puñado de creencias, palabras y conceptos?
Enfatizar la “iluminación” como algún logro especial es la información más inconducente de todas. Hipnotizada por esa promesa, la mente pasa por alto la perfecta y simple naturaleza de la vigilia ordinaria. Tú debes SER, y sólo puedes ser, siempre, esta presencia que tú eres. No hay ninguna necesidad de colocar una identidad (“yo”) sobre esta cognición desnuda.
Como “el gurú del gurú” de mi último maestro señala: “Tú eres el silencio y la quietud desde la cual surge el universo entero”. La manifestación es sólo la apariencia de “ninguna cosa”. El psicológicamente limitado “yo” no conoce esto, ni tampoco puede conocer realmente nada en absoluto, simplemente porque, en sí mismo, es una entidad supuesta (en la que se cree), hecha sólo de pensamientos, y los pensamientos no pueden conocer nada por sí mismos.
El pensamiento es aparentemente poderoso. Sin embargo, todo pensamiento no tiene más sustancia que la de una efímera mariposa en la imaginación. Nuestra verdadera naturaleza silenciosa absorbe cada sonido. No hay NINGUNA entidad aquí o allí que conozca nada, y no obstante, todo es conocido espontáneamente y sin esfuerzo, con anterioridad a la idea de “yo”.
Puede muy bien que caigas en la cuenta de que esta PRESENCIA desnuda ―esta simple presencia cotidiana, tal como es― es “lo que yo soy”. La presencia no cambia, aun cuando pueda existir la creencia de que está en constante flujo. Es la mente la que está vibrando en la miríada de “cosas”, no la presencia o consciencia.
Cuando la mente concreta su propia vacuidad, todas las preguntas y posibles respuestas desaparecen naturalmente por sí mismas, y se cae en la cuenta de que “lo que verdaderamente soy” está totalmente desnudo, sin ninguna carga. Es CONOCER, la actividad de conocer. No tiene ninguna forma.
La libertad no tiene obligación alguna, ni objetos, ni sujetos, ni ídolos ni imágenes. En el VER desnudo, la creencia es naturalmente reemplazada, sin incidentes, por este CONOCER inmediato, el cual, irónicamente al parecer, ha estado siempre presente, aunque aparentemente cubierto por creencias.
“CONOCER” ES. No hay nada que sacar de este libro. Puede que revele simplemente lo que ha sido siempre obvio, bien a la vista. Si coges un “regusto” de lo que se está señalando, no quedarás solo. Como a un sabueso tras las huellas de un zorro, el aroma te llevará adonde necesitas ir. El aroma es la resonancia en el ser ―el tañer de la campana― el conocer que hay algo innatamente conocido y verdadero, aun cuando la mente no pueda explicarlo.
Es en verdad muy, muy simple. Esta energía pura, que se manifiesta como esta apariencia fenoménica llamada “el mundo y yo”, parece seductora, y la mente tiene el hábito de enredarse con sus propias ocupaciones, pero los hábitos pueden romperse.
Observa a la mente y ve cómo opera. Calla y VE. CONOCER es cognición instantánea, inmediata. ¿Puedes realmente negar que está ocurriendo ahora mismo?
El niño alcanza la “madurez” cuando cae en la cuenta de que Santa Claus pudiera ser un personaje inventado, ¿verdad? Tal vez entonces el adulto alcance la “madurez” cuando haya la “realización” de que el “yo” es también un personaje inventado.
¡No hay NINGÚN individuo real en ninguna parte! Todos los pensamientos aparecen y desaparecen… no obstante, tú permaneces. Aun en el sueño profundo, si alguien llama a tu puerta lo bastante fuerte, o en un terremoto, vas a despertar y levantarte.
La consciencia ES.
Cuando “estás” en sueño profundo, no hay nada que conocer. Los sentidos, abatidos, han sido arrullados hasta la pasividad. En el sueño profundo, has retrocedido hasta tu verdadera naturaleza ― ¡la FUENTE única!
Por la mañana estás repuesto. ¿Necesitas acaso conectar las baterías antes de que la consciencia esté allí? ¡No! La consciencia está allí antes de que abras los ojos. ¡Nunca se fue! Es lo que tú ERES. Una vez despierto te pones en movimiento, y pronto te colocas una máscara y una identidad limitada, inconscientemente, y el drama de la vida se despliega una vez más.
Uno debe “entrar” en la propia nada conscientemente, para realizar la verdadera naturaleza de uno. Si estas palabras ayudan en algo, santo y bueno. Deja a los “otros” aferrarse a sus sagradas creencias de estar atrapados en el tiempo, atrapados en un sistema de creencias mecánico o habitual. Los pensamientos son materia muerta. El pasado, muerto y terminado. En este presente vivo “deja que los muertos entierren a los muertos” ―deja que el pasado se haga cargo del pasado― y sé esta inmediatez, que es eternamente ahora. Es tiempo de sacudir la jaula de las creencias erróneas. Sin una sacudida, las tristes historias del “yo” simplemente se perpetúan. Así que… ¡no más historias tristes sobre “mí”!
La realidad es