Nos pasamos media vida (o más!) oyendo decir cómo debemos ser: portate bien, sé un hombre, sé una señorita, no seas antipático, se educado, no contestes, etc… Es como una ducha de identidad ajena. Tanto, que a veces se nos olvida quién somos.
Lo peor viene cuando descubrimos que sólo siendo nosotros mismos, sólo desde la más genuina autenticidad podemos comunicar algo y conectar de verdad con los demás. Sólo puedes comunicar aquello que eres. Lo demás es teatro, impostación, hipocresía…. y más tarde o más temprano se acaba descubriendo.
Pero, ¿cómo puedes saber que eres tú mismo?. Algunas pistas:
– Dices las cosas de una manera espontánea (que no es lo mismo que impulsiva).
– Lo que dices, coincide con lo que piensas y sientes. Es decir, eres congruente.
– Haces lo que realmente quieres y sale de ti (o sea, no haces las cosas para agradar a los demás o para complacer).
– Te sientes realmente bien contigo mismo.
Y recuerda, de la única persona que no puedes escapar, es de ti mismo. Ser dueño de tu propio poder, tu poder de ser auténtico, de ser quien realmente eres, trata de hecho, de apropiarte de tu libertad. De muchas maneras, has cedido tu poder y/o libertad por tu forma de hablar ,de pensar y ser. Por ejemplo, cuando dices o piensas algo como, “Esa persona me hace enfadar”, has cedido tu poder /libertad de decidir si estar o no enfadado, a esa persona. Has dicho que no tienes poder, y que esa persona tiene el poder de decidir cuándo te enfadarás. Puedes elegir no hacerlo nunca más.
Sería más adecuado decir algo cómo, “Me enfado cuando esa persona hace eso”. De esa forma, llegas a comprender que eres tú el que te ha hecho enfadar, y también que puedes decidir sentirte enfadado, o sentir algo distinto.
Nadie más que tú “hace” que te sientas enfadado, o triste, o deprimido, o feliz, o sexy, o aburrido, etc. A partir de ahora estás en el proceso de decidir por ti mismo sobre tu vida, tus opciones, tus acciones, tus sentimientos, y lo que ves, ¿ porqué no adueñarte del poder de tomar decisiones a todos los niveles?.
Presta atención a las palabras que utilizas, porque ellas forman las bases de tus formas de pensamiento. Escucha tus palabras, y date cuenta si ellas reflejan o no tu libertad de decidir por ti mismo, qué sientes o qué haces. ¿Dices, “Déjeme hacer esto”, pidiendo permiso o expresas tus deseos diciendo, “me gustaría hacer esto”, o incluso “Voy a hacer esto?”. ¿Dices, “Esa persona me manipula” o “Me permito a mí mismo ser manipulado”?. Cualquier cosa que hayas estado haciendo que no haya funcionado para ti, puedes elegir no hacerla nunca más.
¿Te has reprimido de expresar lo que realmente querías por lo que pensabas que alguien pudiese pensar?. Entonces, has cedido el control de tu poder de palabra a esa persona.
Eres libre, lo sabes. ¿Estás deseando ser dueño de tu libertad?