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Douglas Harding |
Cualquiera que sea nuestro entorno, todos nosotros hemos sido enceguecidos y encogidos por la sociedad en pequeñas cosas limitadas y perecederas llamadas seres humanos, separados, solitarios, llenos de miedo, encerrados en la prisión de nuestro condicionamiento.
Varias rutas de escape parecen mostrarse ante nosotros, tales como el trabajo duro, la televisión, las compras, el sexo, las drogas, la espiritualidad. Nosotros imaginamos que no hay ninguna liberación simple y directa de nuestra prisión, pero de hecho ella ofrece no menos de once puertas vastamente abiertas a la libertad. Como estamos a punto de ver.
Lo que yo necesito es liberación de la culpa y de todo tipo de egoísmo y delincuencia.
La meta y pasión dominante de mi vida adulta ha sido la unión consciente con su Fuente. ¡Sin embargo, parezco empeorar continuamente en lugar de mejorar! (Lo que está ocurriendo probablemente es que estoy deviniendo más consciente de los ingeniosos trucos del juego del ego para sobrevivir y florecer secretamente.) En cualquier caso, estoy cada vez más espantado ante la mezquindad de Harding. ¡Él se pondrá de alguna manera a salvo! Ninguna oferta de rescate ordinario funcionará.
Lo que yo tengo son once cabos salvavidas, once liberaciones distintas, cualquiera de las cuales sería suficiente para remolcarme a puerto seguro.
Tal es la benevolencia, la generosidad desbordante, el sentido del humor, la perfección, la aguda osadía de mi Fuente y Centro. Es imposible exagerar la fuerza combinada de las Once, cuando encuentro, para mi completo asombro, que ya:
1. Yo soy sin límites
Cuando apunto a Eso desde lo que estoy mirando, encuentro que es sin fin en todas direcciones —arriba y abajo, a derecha e izquierda, al frente y por detrás— con energía que no disminuye. Es tan asombroso, que puedo ser este gran estallido sin notarlo, por no decir nada de valorarlo.
Ser la Explosión superbenevolente y subnuclear que ella es siempre habría sido liberación suficiente y de sobra. Pero, por añadidura, hay diez más en la recámara, cada una esperando ansiosamente su turno para emerger.
2. Yo soy puro
Aunque tus pecados sean como escarlata, serán tan blancos como la nieve. Aunque sean rojos como carmesí, serán como la lana. Así canta el profeta Isaías en el Antiguo Testamento. El perdón de los pecados, es, por supuesto, uno de los principales temas del Nuevo Testamento. ¿De qué va todo esto?, podría decir usted.
En su libro, Intuitive Awareness, Ajahn Sumedho, que dirige Theravada Buddhism en Inglaterra, escribe: La consciencia es pura ya. Usted no tiene que purificarla, no tiene que hacer nada... Cuando nosotros comenzamos a darnos cuenta y a confiar y a apreciar plenamente esto, vemos que esto es real. No es teórico, abstracto o una idea —es realidad... Usted ha sido siempre puro—.
En cuanto a mí mismo, yo solo tengo que girar mi atención 180º, y ver Desde dónde estoy mirando, para ver que ello es absolutamente incontaminado e incontaminable.
3. Yo soy libre