Los Hijos de la Nueva Era, por Salvador Freixedo
LOS FALSOS ÍDOLOS
Lo primero que haremos será derribar los falsos ídolos, resaltar los errores tradicionales que ciegamente hemos venido siguiendo como sabias pautas para nuestra vida y, finalmente, hacer caer en cuenta al lector de que muchas de las ideas que hasta ahora había considerado como serias y hasta como sagradas, son falsas y, en muchas ocasiones, fatales para el desarrollo de la sociedad y de cada una de las personas que la componen.
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Paradójicamente muchas de las ideas y de las instituciones consideradas más serias, como son la patria, la familia, la religión, el honor, las tradiciones, etc., han sido las que más daño le han hecho al ser humano en su evolución a través de los siglos. Distorsionadas y convertidas por sucesivas minorías en instrumentos de dominación han devenido en el mayor freno que la humanidad ha tenido para su perfeccionamiento y en definitiva para la consecución de la felicidad.
Estas ideas, que consideradas en teoría se nos presentan como algo bello y positivo, a la larga y en la vida concreta son los grandes instrumentos para la desunión de los seres humanos, para el abuso de los fuertes sobre los débiles, para la incomprensión y para todo tipo de discordias.
Tomemos como ejemplo una de estas ideas: la religión; considerada tanto en su aspecto de pura ideología como en el más concreto de institución, secta u organización religiosa. Aparte de lo que más adelante diremos sobre este importantísimo fenómeno en la historia de la humanidad, no podemos dejar de señalar ahora mismo un hecho terrible en contra de ella: la religión ha sido a lo largo de los siglos si no la mayor, al menos una de las mayores causas de división y guerra entre los seres humanos. Por culpa de las diferentes religiones se han derramado en el mundo ríos de sangre y se siguen derramando todavía en la actualidad.
LA ESENCIA DEL ESPÍRITU HOLÍSTICO
La esencia del espíritu holístico o de la nueva era acuariana en la que estamos entrando, es, como ya dijimos, la relación de todos con todos y de todo con todo; es la unión por encima de la separación; es la búsqueda de la felicidad por encima de los convencionalismos; es la consecución de la paz del alma, es el desarrollo de la mente y la evolución del espíritu.
Muchas de las ideas tradicionales, “serias” y “sagradas”, van precisamente contra todo ello: nos encierran en nuestros propios conceptos, nos separan, nos impiden adquirir nuevas ideas porque nos han prejuiciado contra ellas, nos imposibilitan para ver nuevos horizontes, frenan nuestra creatividad y no sólo no nos permiten conseguir la paz del alma sino que con mucha frecuencia nos hacen profundamente infelices.
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En esta era nueva hay mucha gente que vive con la mentalidad de la era vieja: se limitan a seguir a sus podridos líderes, votando como ellos les aconsejan, consumiendo lo que les sugieren los medios de comunicación, creyendo lo que ellos les dicen que hay que creer.
Un hijo de la nueva era será ante todo un hombre autocrítico, rebelde con toda imposición, buscador incansable de otros niveles de realidad y de conocimiento.
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CAPÍTULO 1
REEVALUACIÓN DE UNO MISMO
HEMOS SIDO VILIPENDIADOS
Necesariamente tenemos que comenzar a escribir sobre la Nueva Era defendiendo y redefiniendo a su principal protagonista: el ser humano.
¿Por qué tenemos que hacerlo? Porque el ser humano a lo largo de los pasados milenios ha sido vilipendiado y humillado, de manera tenaz e inmisericorde por todas las religiones que han existido, aunque éstas afirmen elevar la dignidad del hombre y la mujer.
ACOMPLEJADOS POR LA RELIGIÓN
En el cristianismo, en concreto, el ser humano no es un simple hombre o una simple mujer. Con frecuencia cuando los libros de ascética y de teología se refieren a ellos les llaman pecadores, como si ello fuese la esencia de su ser y su naturaleza estuviese radicalmente viciada, de modo que no fuese capaz de recibir otro calificativo.
Hace años escribí en Mi Iglesia duerme: “Un buen cristiano es un hombre muerto de miedo“. Si se cree a pies juntillas en todos los dogmas que la Iglesia predica para el más allá, es perfectamente lógico que uno esté lleno de temor ante un fuego eterno, siempre posible.
Un buen cristiano es por lo menos un ser acomplejado: un ser que tiene que salvarse sin poder hacerlo por sus propias fuerzas; que por su naturaleza, y sin culpa alguna de su parte es trasgresor de la ley; que padece enfermedades y tiene que morir inexorablemente debido a un pecado que no cometió, pero que trae ya encima cuando llega a este mundo… ¿No son estos motivos más que suficientes para acomplejar a una persona?
Por lo pronto, dejemos estas consideraciones relativas a la religión porque más adelante analizaremos a fondo la reevaluación que habrá que hacer de todos los principios religiosos de la Nueva Era. En este momento hagamos sólo un esfuerzo por sacudirnos el posible yugo mental que nos hayan podido inculcar los falsos credos, impuestos en la niñez con tanta fuerza que persisten en la vida adulta de la mayoría de las personas.
Rechacemos de plano la aseveración de que somos pecadores por naturaleza. Somos seres humanos racionales, con instintos, inteligencia, pasiones, limitaciones, miedos y capacidades que en su mayor parte nos han sido dadas desde nuestro nacimiento, sin que nosotros hayamos tenido nada que ver. Por lo tanto no tenemos por qué sentirnos acomplejados, reos ni pecadores, como los predicadores cristianos han venido diciendo por siglos.
Esta liberación mental es algo básico e inicial para la reevaluación de uno mismo, ya que es imposible darse lugar y valía propios cuando en el fondo de la mente anidan sentimientos tan negativos y destructores”.
NO SOMOS PECADORES POR NATURALEZA
No somos pecadores por naturaleza, ni nos espera ningún castigo eterno, ni venimos a este mundo con ningún pecado, ni necesitamos a nadie que nos salve o nos redima, porque nunca hemos estado en venta. En realidad nuestra esencia es inmortal y tenemos por delante un futuro inimaginable.
Rebelémonos también contra la idea de que este mundo es un valle de lágrimas y que venimos a él para hacer méritos a través del sufrimiento para alcanzar una vida futura. Es cierto que para muchos mortales este mundo es un auténtico valle de lágrimas y de miserias; pero esto se debe, en gran parte, no a la esencia o a la naturaleza del hombre, sino a la poca evolución de la raza humana, que no ha cumplido con las leyes naturales, y muchos de los que están en posiciones de privilegio han abusado de ellas en su propio provecho.
La raza humana en bloque ha gastado demasiadas energías en adorar y en someterse a dioses imaginarios olvidando el propio perfeccionamiento.
Si todo el ingente esfuerzo que hemos gastado en construir templos, en extender las distintas doctrinas hasta los confines del mundo, en amordazar nuestros instintos naturales, en hacer votos suicidas de pobreza, castidad y obediencia, en escribir y estudiar volúmenes acerca de virtudes, pecados, sacramentos, cielos e infiernos quiméricos y en pelear contra los que no tenían una misma idea de Dios, la raza humana en este momento de la historia estaría mucho más evolucionada y no presentaría este cuadro desolador de tristes hormigas peleándose locamente por migajas de pan.
Por eso este mundo se ha convertido en un valle de lágrimas. Nuestros respectivos dioses nos han pedido cosas estúpidas y a la larga han logrado enfrentarnos. En vez de lograr unirnos y hacer que dirijamos nuestros esfuerzos hacia cosas que redunden en nuestro bien, nos han separado y dividido en seguidores de diferentes religiones y han puesto todas nuestras potencialidades a su servicio, haciendo que nos olvidásemos de nuestro propio progreso.
Pongámonos de pie de una vez y considerémonos adultos capaces de realizar todo tipo de proezas no sólo en este mundo, sino en el más allá en el que, por lógica, finalmente creo.
CAPÍTULO 2
LAS LLAMADAS AUTORIDADES
EL PODER Y SUS PELIGROS
LOS SERES humanos hemos padecido un exceso de autoridad. Más aun, hemos padecido de muy malas autoridades. Si la raza humana hubiese sido bien dirigida y bien organizada, este planeta no estaría en el lamentable estado en que se encuentra.
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