La felicidad se encuentra en nuestro interior, en lo más profundo de nuestro ser. La felicidad no existe en ningún objeto externo, sino sólo en nosotros. Es la consciencia quien experimenta la felicidad. Aunque nos parece obtener la felicidad de los objetos o experiencias externas, la felicidad que así disfrutamos, en realidad, surge de nuestro interior.
Cualquiera que sea la razón de la agitación de nuestra mente, en el centro de nuestro ser siempre existe un estado de perfecta paz y alegría, como la calma en el ojo de una tormenta. El deseo y el miedo agitan nuestra mente, y oscurecen su visión de la felicidad que existe siempre dentro de ella. Cuando el deseo se cumple, o se elimina la causa del temor, disminuye la agitación de la superficie de la mente, y en esa calma temporal nuestra mente disfruta de un sabor de su propia felicidad innata.
La felicidad es, pues, un estado de ser ― un estado en el que nuestra agitación habitual de nuestra mente se calma. La actividad de nuestra mente perturba la calma de su estado de solo ser, y esto hace que se pierda de vista su propia felicidad más íntima. Para disfrutar de la felicidad, por lo tanto, todo lo que nuestra mente tiene que hacer es cesar toda actividad, volviendo tranquilamente a su estado natural de ser inactivo, como lo hace todos los días en el sueño profundo.
Por lo tanto, la verdadera felicidad es la felicidad de simplemente ser, que es la felicidad perfecta y absoluta que en la literatura mística se conoce como “bienaventuranza”. Esta verdadera felicidad de ser también se describe como “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento”, ya que se experimenta en su totalidad sólo en el estado perfectamente pacífico de solo ser, que es el estado en el que toda la actividad mental ha disminuido en la claridad sin obstáculos de la consciencia de sí mismo. Es decir, ya que sólo se puede experimentar perfectamente en el estado en el que somos conscientes únicamente de nuestro propio ser esencial y no de cualquier pensamiento u objetos, la verdadera felicidad o la paz están más allá de toda comprensión mental.
No sólo existe la felicidad dentro de nosotros ― es en realidad nuestra verdadera naturaleza, nuestro ser esencial. La felicidad transitoria que parece derivarse de las experiencias externas, pero que en realidad sólo surge desde dentro de nosotros mismos, en realidad no es otra cosa que nuestro ser esencial. Cuanto más claramente seamos conscientes de nuestro ser esencial, más profunda e intensamente experimentamos la felicidad.
El grado de felicidad que experimentamos en cualquier momento es directamente proporcional al grado de claridad con la que en ese momento somos conscientes de nuestro ser verdadero y esencial. Por lo tanto, la felicidad no es sólo nuestro ser esencial, sino que es también nuestra consciencia de nuestro ser. De hecho, puesto que somos la consciencia que experimenta nuestro propio ser como “yo soy”, somos ambos, ser y consciencia. En otras palabras, nuestro ser esencial es consciencia, o más precisamente, es auto-consciencia ― la consciencia que se conoce claramente a sí misma como “yo soy”. Por lo tanto, puesto que nuestra consciencia sin obstáculos de nuestro propio ser es experimentada por nosotros como felicidad, en nuestra naturaleza esencial somos el ser [sat], consciencia [chit] y felicidad [ananda] no-duales. (*)
El surgimiento y posterior actividad de nuestra mente distrae nuestra atención de nuestro ser esencial, por lo tanto nubla nuestra claridad natural de auto-consciencia y oscurece nuestra conciencia de la felicidad que somos en realidad. Por lo tanto, siempre que nuestra mente se encuentre extrovertida, atendiendo a cualquier otra cosa que no sea nuestro ser esencial, nunca podremos experimentar la felicidad perfecta, permanente e incondicional. Para experimentar la felicidad verdadera y eterna, debemos obtener la experiencia del verdadero auto-conocimiento, es decir, la consciencia perfectamente clara de nuestro propio ser esencial.
Para experimentar este verdadero auto-conocimiento, debemos retirar nuestra atención de todo lo que no sea nosotros mismos, y enfocarla total y exclusivamente sobre nuestro ser esencial, que siempre experimentamos en la forma de nuestra consciencia fundamental ― nuestro conocimiento primario “yo soy”.
Hasta tanto no prestemos atención a nuestro yo más íntimo de esta manera, no podemos saber quién o qué somos en realidad, y por tanto a menos que experimentemos un conocimiento claro y exacto de lo que realmente somos, no podemos estar seguros acerca de la realidad o validez de cualquier conocimiento que aparentemente podamos tener sobre otras cosas. Todo nuestro conocimiento sobre el mundo y Dios ―sobre la ciencia, la religión, la filosofía, la física, la cosmología, la psicología, la teología o cualquier otra rama del conocimiento humano― está abierto a serias dudas siempre que nuestro conocimiento sobre nosotros mismos ―la consciencia mediante la cual todas las demás cosas son conocidas― sea confuso e incierto.
Por lo tanto, si deseamos experimentar la felicidad permanente e incondicional, o alcanzar el conocimiento acerca de lo que podemos estar absolutamente seguros, debemos enfocar toda nuestra atención intensamente sobre nosotros mismos, nuestra consciencia fundamental de nuestro ser esencial, “yo soy”, con el fin de determinar quién o qué somos realmente.
Dicho en pocas palabras es la simple pero profunda verdad revelada por Bhagavan Sri Ramana Maharshi.
La filosofía, la ciencia y el arte del verdadero auto-conocimiento