sábado, 30 de abril de 2016

Tu eres el resultado de ti mismo


No culpes a nadie, nunca te quejes de nada ni de nadie, porque fundamentalmente tú has hecho tu vida.

Acepta la responsabilidad de edificarte a ti mismo y el valor de acusarte en el fracaso para volver a empezar; corrigiéndote, el triunfo del verdadero hombre surge de las cenizas del error.

Nunca te quejes del ambiente o de los que te rodean, hay quienes en tu mismo ambiente supieron vencer, las circunstancias son buenas o malas según la voluntad o fortaleza de tu corazón.

Aprende a convertir toda situación difícil en un arma para luchar.

No te quejes de tu pobreza, de tu soledad o de tu suerte, enfrenta con valor y acepta que de una u otra manera, todo dependerá de ti; no te amargues con tu propio fracaso, ni se lo cargues a otro, acéptate ahora o seguirás justificándote como un niño, recuerda que cualquier momento es bueno para comenzar y que ninguno es tan terrible para claudicar.

Deja ya de engañarte, eres la causa de ti mismo, de tu necesidad, de tu dolor, de tu fracaso.

Si, tú has sido el ignorante, el irresponsable, tú, únicamente tú, nadie pudo haber sido por ti.

No olvides que la causa de tu presente es tu pasado, como la causa de tu futuro es tu presente.

Aprende de los fuertes de los audaces, imita a los enérgicos, a los vencedores, a quienes no aceptan situaciones, a quienes vencieron a pesar de todo.

Piensa menos en tus problemas y más en tu trabajo y tus problemas sin alimento morirán.

Aprende a nacer desde el dolor y a ser más grande, que el más grande de los obstáculos.

Mírate en el espejo de ti mismo.

Los niños necesitan ser felices, no ser los mejores


Vivimos en una sociedad altamente competitiva en la que parece que nada es suficiente y tenemos la sensación de que si no nos ponemos las pilas, nos quedaremos rápidamente atrás, siendo barridos por los nuevos adelantos.

Por eso, no es extraño que en las últimas décadas muchos padres hayan asumido un modelo de educación sustentado en la hiperpaternidad. Se trata de padres que desean que sus hijos estén preparados para la vida, pero no en el sentido más amplio del término sino en el más restringido: quieren que sus hijos tengan los conocimientos y las habilidades necesarias para hacerse de una buena profesión, obtener un buen trabajo y ganar lo suficiente.

Estos padres se han planteado una meta: quieren que sus hijos sean los mejores. Para lograrlo, no dudan en apuntarles en disímiles actividades extraescolares, allanarles el camino hasta límites inverosímiles y, por supuesto, empujarles al éxito a cualquier costo. Y lo peor de todo es que creen que lo hacen “por su bien”.

El principal problema de este modelo educativo es que añade una presión innecesaria sobre los pequeños, una presión que termina arrebatándoles su infancia y crea a adultos emocionalmente rotos.

Los peligros de empujar a los niños al éxito

Bajo presión, la mayoría de los niños son obedientes y pueden llegar a alcanzar los resultados que sus padres les piden pero, a la larga, de esta forma solo se consigue limitar su pensamiento autónomo y las habilidades que le pueden conducir al éxito real. Si no le damos espacio y libertad para encontrar su propio camino porque le colmamos de expectativas, el niño no podrá tomar sus propias decisiones, experimentar y desarrollar su identidad.

Por eso, pretender que los niños sean los mejores encierra graves peligros:

– Genera una presión innecesaria que les arrebata su infancia. La infancia es un periodo de aprendizaje, pero también de alegría y diversión. Los niños deben aprender de manera divertida, deben equivocarse, perder el tiempo, dejar volar su imaginación y pasar tiempo con otros niños. Esperar que los niños sean “los mejores” en determinado campo, poniendo sobre ellos expectativas demasiado elevadas, solo hará que sus frágiles rodillas se dobleguen ante el peso de una presión que no necesitan. Esta forma de educar termina arrebatándoles su infancia.

– Provoca una pérdida de la motivación intrínseca y el placer. Cuando los padres se centran más en los resultados que en el esfuerzo, el niño perderá la motivación intrínseca porque comprenderá que cuenta más el resultado que el camino que ha seguido. Por tanto, aumentan las probabilidades de que cometa fraude en el colegio, por ejemplo, ya que no es tan importante lo que aprenda como la nota que consiga. De la misma manera, al centrarse en los resultados, pierde el interés por el camino, y deja de disfrutarlo.

– Planta la semilla del miedo al fracaso. El miedo al fracaso es una de las sensaciones más limitantes que podemos experimentar. Y esta sensación está íntimamente vinculada con la concepción que tengamos sobre el éxito. Por tanto, empujar a los niños desde temprano al éxito a menudo solo sirve para plantar en ellos la semilla del miedo al fracaso. Como consecuencia, es probable que estos pequeños no se conviertan en adultos independientes y emprendedores, como quieren sus padres, sino que sean personas que apuesten por lo seguro y acepten la mediocridad solo porque tienen miedo a fracasar.

– Genera una pérdida de autoestima. Muchas de las personas más exitosas, profesionalmente hablando, no son seguras de sí. De hecho, muchas supermodelos, por ejemplo, han confesado que creen que son feas o están gordas, cuando en realidad son iconos de belleza. Esto sucede porque el nivel de perfeccionismo al que siempre han estado sometidas les hace creer que nunca será suficiente y que basta el más mínimo error para que los demás las desprecien. Los niños que crecen con esta idea se convierten en adultos inseguros, con una baja autoestima, que creen que no son lo suficientemente buenos como para ser amados. Como resultado, viven pendientes de las opiniones de los demás.

¿Qué debe saber realmente un niño?

viernes, 29 de abril de 2016

Recordar nuestra divinidad.

Recordar nuestra divinidad. Libélulas de Gaia y Fran Ortega

Entrevista realizada por la Asociación Libélulas de Gaia en Almería el 15 de abril de 2016 a 
Fran Ortega sobre el recuerdo de nuestra divinidad.

Gracias hermano por contarnos tu visión, que tanto nos ayuda en nuestro camino.
Ismael


“La paz es un estado interior”


“Aunque un día se llegasen a suprimir los ejércitos y los cañones, al día siguiente los humanos inventarían otros medios de hacerse la guerra. No es suprimiendo a alguien o algo del exterior que se puede restablecer la paz. 

La paz es, en primer lugar, un estado interior y es en sí mismo que el ser humano debe empezar a suprimir las causas de la guerra. 

Mientras esté habitado por el descontento, la rebeldía, la envidia, el deseo de poseer cada vez más, haga lo que haga, no sólo mantendrá en su fuero interno los gérmenes del desorden, sino que sembrará estos gérmenes por todas partes a su alrededor.

El que come y bebe cualquier cosa deja entrar en su organismo ciertos elementos nocivos que le enfermarán. 

Y entonces ¿qué paz puede tener cuando ha trastornado su organismo? 

La misma ley existe en el plano psíquico: aquél que ingiere cualquier pensamiento y cualquier sentimiento, enfermará. 

La paz es pues también la consecuencia de un saber relativo a la naturaleza de los alimentos con los que el hombre se alimenta en el plano psíquico. 

Sólo puede instalarse en aquél que se esfuerza por alimentarse con pensamientos justos y sentimientos generosos. 

“Estrategias personales para ser más libre”


Alfredo Alcázar:
Confundador de Mindalia.com, la red social de ayuda a través del pensamiento positivo, y Mindalia Televisión, que recorre todo el mundo para llevar conocimiento y crecimiento humano a todo el planeta. 

Profesional de la comunicación desde hace más de 35 años, en radio, televisión, prensa e Internet, decidió junto con Eva López, cofundadora de Mindalia.com, alinear toda su experiencia y trabajo con su corazón, creando el movimiento Mindalia, ONG sin ánimo de lucro, con la que colaboran miles de personas en todo el mundo. 
 

1ª parte



2ª parte

jueves, 28 de abril de 2016

“El canto es una expresión de la vida”


“Cada uno debería esmerarse en cantar, incluso aquéllos que desafinan porque cantar es un medio para hacer un trabajo sobre uno mismo. 

Cuando cantamos, fisiológicamente, desde la garganta hasta el diafragma, algo poderoso se pone en movimiento: brota la voz y nos sentimos poco a poco liberados de las tensiones y de las cargas interiores.

¿Qué sabemos de los ángeles? 

Se les representa como criaturas aladas que cantan. Como los pájaros. 

El ángel y el pájaro están asociados a la idea de ligereza, de vuelo y también de canto. 

¿No es ya para nosotros una invitación para cantar con el fin de desprendernos de nuestras cargas?

 ¡Y de cuántos trastornos mentales podrían curarse los humanos con el canto! 

Los ocho velos de la percepción


A lo largo de los últimos años he desarrollado y descartado diferentes teorías en un intento de explicar cómo es posible que la mayoría de personas no puedan ver la verdad, incluso cuando la tienen delante de sus narices. Aquellos de nosotros que podemos perfectamente ver la “conspiración” hemos participado en innumerables conversaciones para compartir la frustración de constatar la imposibilidad para la mayoría de personas de comprender los tremendamente bien argumentados, demostrados y probados argumentos que usamos para describir y explicar el proceso de la explotación y la esclavitud global a la que estamos sometidos. La explicación más común a la que llegamos es que la mayoría de la gente, simplemente, no quieren ver lo que realmente sucede en el mundo.

Personas extremadamente negativas, que conforman la elite del poder en el planeta han cultivado, muy inteligentemente, un prado de hierba tan verde y frondoso que poca gente, raramente, se molestan en mirar con detenimiento, el tiempo suficiente, para darse cuenta que no es más que un campo de hierba artificial. Las mismas personas que no son capaces de ver el sistema de esclavitud no declarada en el que viven tienen una tendencia a tachar de “teóricos de la conspiración” insanos, aquellos de nosotros que podemos no solo ver la hierba, sino la granja y el castillo de los señores feudales que controlan todo desde lejos.

Y finalmente he entendido el porqué.

No se trata de que aquellos que no se dan cuenta de que su libertad se está desvaneciendo bajo el liderazgo de esta elite “no quieran verlo” – es que simplemente no pueden ver lo que les sucede porque poseen, poseemos, una serie de velos sin penetrar que bloquea su visión real del mundo.

Todas las experiencias y sensaciones externas pasan por un proceso de filtrado en el ser humano. Y de esos filtros, tenemos al menos 8 de ellos.

· Antes del primer velo: Hay casi 7 billones de personas en el planeta. La mayoría viven y fallecen sin haber contemplado seriamente, jamás, nada que no tenga que ver con aquello que les mantiene vivos y les da la posibilidad de gestionar un poco cada día sus vidas. Casi el 90% de la humanidad vivirá y morirá sin haber penetrado nunca el primer velo que les separa de la percepción real del mundo.

· El primer velo: Poco más del 10% restante son personas que ha conseguido romper ese primer velo, y se encuentran con el mundo de la política. Son personas que intentan ser activas, tomar decisiones, participar en las reglas del juego para intentar mejorarlo. A pesar de eso, las opiniones de estas personas están marcadas por lo que dictan nuestros gobiernos, según sus tendencias partidistas, por la opinión de los expertos, y por otras voces con autoridad. De este 10% restante, el 90% fallecerá sin haber conseguido penetrar el segundo velo.

· El segundo velo: El 10% de los rompen el primer velo y penetran en el segundo serán capaces de explorar las mentiras de la historia, la relación entre el hombre, sus formas de gobierno y el significado de las leyes [como medida de control]. Otro 90% de estos vivirán y fallecerán sin haber llegado a penetrar el tercer velo.

· El tercer velo: El 10 % de los que penetran el tercer velo serán capaces de percibir que los recursos del planeta, incluidos la gente, están controlados por un grupo de personas y familias muy poderosas, cuyas posesiones, manipulaciones y extorsiones, han servido para fundar la economía global actual basada en la deuda. El 90% de aquellos que rompan el tercer velo no llegarán nunca a penetrar el cuarto.

· El cuarto velo:

Entrevista a Brian Weiss: “Somos seres espirituales viviendo una experiencia humana”

Brian Weiss

“Jung se anticipó a su tiempo: comprendía lo misterioso, lo espiritual, lo intuitivo”, dice Weiss.


Hasta que esa extraña idea de la regresión a las vidas pasadas se le metió en la cabeza, Brian Weiss era, según los rígidos cánones academicistas, occidentales y machistas, un hijo soñado. El alumno perfecto. Un ciudadano modelo. El profesional envidiado por el resto de sus colegas.

Graduado magna cum laude en la Escuela de Medicina de la Universidad de Columbia, con un posgrado en la Universidad de Yale, Weiss fue uno de los jefes de psiquiatría más jóvenes del prestigioso hospital Mount Sinai, de Miami.

A simple vista, hay que admitirlo, es todo un catedrático. No obstante, cuando el diálogo cobra vida y entra en acción, sus modales, que han olvidado la solemnidad absurda pero que conservan la cortesía y el refinamiento, invitan a que uno se olvide por completo de que se está frente al controvertido doctor de trascendencia internacional, que decidió suspender la lista de espera de su consultorio cuando ésta ya superaba los cinco años.

“Era poco sensato planificar una visita médica con tanta anticipación”, aclara el autor de best sellers como Lazos de amor, El mensaje de los sabios o A través del tiempo, con millones de copias vendidas en todo el mundo.

Weiss, de 59 años, casado con su eterna Carole y dos hijos, no se comporta con la arrogancia de sus diplomas. Sin necesidad de fruncir de ceño en señal de jactancia, sus observaciones inspiran, acaso más por la sensibilidad que por la agudeza de las mismas, un respeto próximo al afecto.

“He recorrido un largo camino desde el día en que, médico de formación clásica, profesor de psiquiatría y escéptico empedernido, me di cuenta de que la vida humana es algo más maravilloso y profundo de lo que me había hecho creer incluso mi rigurosa formación médica”, cuenta este hombre que, si bien ha sido bautizado como el gurú de la reencarnación en Occidente, aún conserva la vestimenta arquetípica del académico contemporáneo: la camisa tiesa, abotonada casi hasta el tope, un discreto chalequito de fina trama y los pantalones pinzados que se prolongan en un reluciente par de zapatos náuticos. Todo eso, claro, en perfecta armonía con el puntilloso corte de pelo y los inexorables lentes de diseño italiano.

Su mensaje, certero como un rayo, saldrá disparado reiteradamente en dirección opuesta al del tradicional discurso cientificista: “Si una persona evoluciona en un ser más cariñoso, más compasivo y menos violento, es que ha tomado la dirección adecuada. Y aquí, lo que importa, no es la velocidad sino la dirección del camino que se elige.”

De temperamento decididamente sosegado, su semblante parece imperturbable. “Estuve meditando esta mañana”, confiesa Weiss, como develando un secreto.

Más seguidor de Carl Jung que de Sigmund Freud, a pesar de que utiliza muchas técnicas del maestro vienés en sus tratamientos -la hipnosis, por ejemplo-, advierte que las psicoterapias, al no tener raíces espirituales, no sirven para liberar la verdadera naturaleza de los seres humanos.

Y convencido de que cada vez que creamos grupos, nosotros y ustedes, estamos generando violencia, potencialmente, recuerda que sólo existe un grupo: el espíritu humano.

“Todo está conectado. Las almas no tienen raza, religión, sexo o nacionalidad; son almas, una forma pura de energía amorosa. Tenemos que aprender esto y enseñárselo a los chicos”, propone, apoyándose en una cita del místico cristiano Pierre Teilhard de Chardin: “No somos seres humanos atravesando una experiencia espiritual; somos seres espirituales viviendo una experiencia humana”.

Según su experiencia, la psicología sólo funciona si el terapeuta logra conectarse con el paciente en un plano de verdadero afecto. “Lo que cura -insiste Weiss- es la relación, no la técnica.” Y resalta: “Puede que Freud no considerase sus teorías definitivas, pero para sus discípulos son dogmas de fe. Jung, en cambio, era un inconformista que se anticipó a su tiempo; comprendía lo misterioso, lo espiritual, lo intuitivo, pero lo rodeaban personas ávidas de dogmas.”

-En sus libros, usted también suele hablar de la intuición, algo que casi hemos olvidado de utilizar en nuestra vida diaria.

-La arremetida contra la mente comienza desde que somos muy pequeños. Se nos educa con valores familiares, sociales, culturales y religiosos que reprimen nuestros conocimientos innatos. Y si nos resistimos a esa acometida, se nos amenaza con el miedo, la culpa, el ridículo, la crítica y la humillación. O, también, pueden acecharnos el ostracismo, la retirada del amor o los abusos físicos y emocionales. Nuestros padres y profesores, nuestra sociedad y cultura pueden enseñarnos falsedades peligrosas. Y a menudo lo hacen. El mundo actual es una clara prueba de ello, pues se encamina a tropiezos y golpes, imprudentemente, hacia una destrucción irreversible. Pero si se lo permitimos, los chicos pueden enseñarnos la salida.

-¿Es cierto que las mujeres son más intuitivas que los hombres?

-Es así, están más abiertas a todos estos conceptos: espiritualidad, inspiración… Las madres siempre se han basado en su intuición. Por eso, creo que los científicos de hoy están equivocados. Si la ciencia y la tecnología, que se nos están escapando de las manos, no comienzan a desarrollarse en el contexto de nuestra sabiduría intuitiva, entonces estamos frente a un peligro. Porque, mal empleados, pueden destruir el mundo.

-¿Y por qué cree que a la comunidad científica le cueste tanto aceptar esas facultades que todos llevamos dentro?

-Porque existe un descreimiento generalizado sobre todo aquello que no puede verse o demostrarse por métodos científicos convencionales. Y eso está mal, es erróneo. Nos enseñaron que todo eso es supersticioso, o no científico, o inferior. Y no es así. Tenemos sentidos más allá de los cinco sentidos. Y uno de ellos es la intuición. No sólo en el arte, los grandes descubrimientos científicos también surgen intuitivamente, y no necesariamente desde de la lógica pura. El mismo Einstein lo decía. Tiene que haber un balance entre lo racional y lo intuitivo. Algo que, en mi caso, tardó años en llegar. Hasta que conocí a Catherine. Además, para recuperar ese equilibrio, no podemos olvidar que el amor es el componente fundamental de la naturaleza, que conecta y une a todas las cosas y las personas. Y la energía del amor es, en potencia, más fuerte que cualquier bomba y más sutil que cualquier hierba. Lo que sucede es que aún no hemos aprendido a aprovechar esa energía tan básica y tan pura.

-¿Podríamos decir, entonces, que intuición y poesía son casi sinónimos?

-Sin duda están emparentados. Los griegos hablaban de las musas. Los poetas, los músicos y los artistas en general trabajan mejor cuando se dejan llevar por el cerebro derecho, es decir, por la intuición, lo espiritual, lo no lineal; y no siempre ocurre lo mismo cuando se guían por el cerebro izquierdo, el lógico, el racional. Le hemos dado una excesiva importancia a la razón, a un punto tal que casi hemos negado nuestra intuición, que era, precisamente, el sentido predominante del hombre.

Cuando conoció a Catherine, la paciente cuya historia se cuenta en su primer libro Muchas vidas, muchos maestros, Weiss ya había publicado más de cuarenta trabajos científicos y colaboraciones en publicaciones médicas, y había adquirido reconocimiento internacional en psicofarmacología y química cerebral. Con voz tenue, explica que durante más de un año había intentado aliviar los ataques de pánico de su paciente por medios de técnicas psiquiátricas convencionales hasta que, durante una sesión de hipnosis, bien freudiana, todo cambió.

La memoria de Catherine, en lugar de revolver por los cajones de su infancia, fue incluso mucho más lejos de lo que un escritor de cuentos fantásticos hubiera imaginado jamás: Catherine, ese mojón fosforescente en el camino de Weiss, se vio a sí misma, en otro cuerpo, 4.000 años atrás.

“Como hasta ese día era totalmente incrédulo a todos aquellos campos faltos de rigor científico, como la parapsicología, y además no sabía nada sobre las vidas pasadas o la reencarnación, ni me interesaba saberlo, al principio no consideré la vivencia de Catherine como una regresión -explica Weiss-. De todas formas, continuamos con la hipnosis en las sesiones siguientes porque notaba una clara mejoría en sus síntomas.”

A partir de entones, Weiss comenzó a investigar y a documentarse sobre el tema durante 15 largos años de silencio profesional. “Sabía que con tan sólo inferir algo, mis colegas me tomarían por demente”, recuerda, esbozando una sonrisa con un leve toque de picardía.

Pero cuando por enésima vez se convenció de que sus hallazgos eran efectivamente ciertos, decidió publicar, no sin un cierto grado de resquemor, cada detalle de las regresiones de sus pacientes. Y de las propias.

-¿Cómo definiría a la reencarnación?