A veces las personas no encontramos las palabras para expresar nuestro dolor y a cambio lo hace nuestro cuerpo. No sabemos nombrar con exactitud qué nos ocurre para que el resto logre entendernos. Esta incapacidad para hacer coincidir nuestras palabras con las emociones se conoce en el campo de la psicología como alexitima.
Habitualmente esta incapacidad tiene su origen en un sistema de comunicación familiar inexistentente o deficitiario. Muchas de las enfermedades de tipo psicosomático actuales nos dan una pista sobre las necesidades no cubiertas de la población: escucha, empatía, cariño.
Somatizar significa transformar un dolor emocional en otro físico, quizás por la incapacidad de expresar correctamente el primero. Una incapacidad que debe ser entendida y tratada como el origen de un problema que cumple una función: comunicar con el cuerpo lo que nuestra mente quiere expresar y nuestra voz no es capaz de reproducir.
Origen psicológico, síntomas físicos reales en nuestro cuerpo
Que los trastornos psicosomáticos tengan un origen psicológico no quiere decir que no se manifiesten en síntomas físicos reales. Síntomas que duelen, molestan y que en definitiva interfieren con la vida de una persona y su desarrollo satisfactorio.
No es de extrañar que en trastornos del estado de ánimo como la depresión, se observen estados vegetativos, un cambio en el patrón de sueño habitual y muchas quejas somáticas: se está somatizando la tristeza.
Hay muchos tipos de depresiones, algunas se caracterizan porque el paciente adopta una actitud agresiva y otras porque se adopta una actitud pasiva. En ambas, no se comunica lo que se siente o no se comunica adecuadamente y esta sensación se transforma en malestar psicológico y físico.
El precio de ser fuerte a toda costa conduce a somatizar
Cuando no nos comunicamos, implícitamente asumimos que no seremos escuchados, que no contamos con las estrategias sociales para hacernos entender o que directamente seremos rechazados. En un mundo en el que se nos dice que ser fuerte es la cualidad de oro, nadie quiere llevar barrotes de hierro en sus pies.
Muchas de las personas no expresan su malestar porque no encuentran las palabras para ello o simplemente se les ha enseñado que de hacerlo “quedarán expuestos”. No culparemos de esto solo a padres o tutores, sino a la sociedad en general . Se nos enseña todo tipo de asignaturas pero la asignatura de conocernos emocionalmente, queda pendiente.
De repente, un día nos sentimos paralizados. Nos preguntamos de dónde surge tanto dolor y porque mi cuerpo no da motivos claros que lo expliquen. Los motivos, están en la mente; pero están anestesiados.
El resultado de esta idea es bastante evidente: evitamos expresar cómo nos sentimos y cuando queremos darnos cuenta, ya no sabemos por qué nos sentimos mal.Tenemos una amnesia retrógrada que nos impide poder llegar a la verdadera raíz del problema, por qué duele tanto y de dónde surgió esto.