domingo, 20 de noviembre de 2016

Un físico encuentra información sobre el alma en las células humanas


Los científicos aseguran que la información cuántica sobre el ser humano puede seguir viva de algún modo una vez que muere el cuerpo.

El equipo del físico británico Roger Penrose ha encontrado pruebas de que los microtúbulos de las proteínas contienen información cuántica sobre el ser humano, que algunos denominan 'alma' y podría perdurar tras la muerte del cuerpo, informa 'The Daily Express'.

Penrose explica que una prueba de esta teoría es que, cuando alguien muere, esos conductos liberan su información subatómica al universo pero, si el proceso es temporal y logra regresar a la vida, regresa a cuerpo: esa sería la vivencia de las personas que tienen experiencias cercanas a la muerte.

"Si el paciente no sobrevive al trance y fallece "es posible que la información cuántica pueda existir fuera del cuerpo", como 'alma', "tal vez de manera indefinida", añade Roger Penrose.

'Aquí y ahora'

Los investigadores del Instituto Max Planck de Física (Múnich, Baviera, Alemania) están de acuerdo y establecen que el universo físico en que vivimos se basa en nuestra percepción pero, una vez que nuestra parte física muere, existe un infinito más allá.

Quien fuera máximo responsable de esa institución, Hans-Peter Durr, subraya que "lo que consideramos como 'aquí y ahora', este mundo, solo es la parte material de lo que nos resulta comprensible", mientras que "el más allá es una realidad infinita mucho mayor".

sábado, 19 de noviembre de 2016

IGNORAR ESTE ASPECTO DE LA MENTE ES LO QUE HACE SUFRIR A LA MAYORÍA DE LAS PERSONAS EN EL MUNDO


IGNORAR ESTE ASPECTO BÁSICO DEL FUNCIONAMIENTO DE LA MENTE ES LA CAUSA PRINCIPAL DEL SUFRIMIENTO, SEGÚN EL MAESTRO BUDISTA CHÖKYI NYIMA

Antes que otra cosa, antes que los fascinantes rituales religiosos de purificación, que el mantra y el yoga de sus vehículos de liberación, el budismo es una filosofía de la mente. El Buda en repetidas ocasiones mencionó que la esencia de su enseñanza era el control y el conocimiento de la mente. En el Dhammapada se explica desde el principio que nuestro estado actual es resultado de nuestra actividad mental y, tan seguro como la rueda sigue a la pezuña del buey, si nuestros pensamientos son negativos o impuros sufriremos las consecuencias. En esto consiste una de las grandes aportaciones del budismo: aplicar la ley de la causa y el efecto a la mente y no restringir su dominio sólo a un mundo material dualista. El materialista quisiera, sin embargo, que fuera de otra forma y que pudiera escapar de sus propios actos --al tiempo que mantiene sus posesiones materiales. Pero lo único que perdura, más allá de la rueda de muerte y renacimiento, según el budismo, es la intención, esa intensidad, ese aspecto cualitativo que le hemos imprimido a nuestra vida y se ha convertido con el tiempo en nuestra conciencia base.

En una reciente plática en la que se inauguró la Casa del Dharma de la Ciudad de México, el maestro Chökyi Nyima Rinpoche, uno de los grandes maestros de las tradiciones tibetanas kagyu y nyingma, expuso lo que considera es la esencia del buddha-dharma, "la medicina" de la doctrina del Buda --a quien podemos considerar, más que un salvador, un doctor que nos ofrece una poderosa medicina que de todas maneras debemos tomar nosotros (esta es la metáfora clásica del dharma). Chökyi Nyima dijo que la causa esencial del sufrimiento en este plano de existencia es la ignorancia que tenemos los seres humanos de cómo funciona la mente. Es difícil ponerlo más sencillo: "las emociones negativas producen infelicidad y las emociones positivas producen felicidad". No nos tenemos que complicar la vida cuestionando la existencia del "bien y el mal" o poniendo en entredicho qué es positivo y qué es negativo, todos tenemos una experiencia directa de que emociones como el enojo, los celos, la envidia, etc., hacen que nos sintamos mal y no contribuyen a nuestro bienestar (el budismo las conoce como venenos, sustancias tóxicas y densas que oscurecen nuestra mente natural). En cambio, emociones como la compasión o el amor hacen que nos sintamos bien y crean un circuito de virtud.

Aunque comúnmente no se considera como una emoción, Chökyi Nyima hace un buen punto cuando dice que "no apreciar lo que se tiene es una emoción negativa", la cual conduce a la infelicidad. Esto ilustra otra de las nociones fundamentales del budismo, ya que estar insatisfecho con lo que se tiene es generalmente pasar el tiempo descontento deseando lo que los demás tienen o lo que vemos con los sentidos y que no tenemos (lo cual genera, a su vez, algunas de las emociones mencionadas anteriormente). Esto a su vez es una señal de que ignoramos la naturaleza impermanente de las cosas, ya que si estuviéramos continuamente conscientes de ella no estaríamos deseando esto o aquello, con avidez o aversión, puesto que todos estos objetos de nuestro deseo que prometen placeres y satisfacciones son ilusiones en tanto que son efímeros. Meditar sobre la muerte y la impermanencia de todas las cosas es muy importante en las etapas preliminares del budismo, justamente siendo este uno de los pensamientos que llevan al dharma y permiten a la mente mayor calma y concentración, al no verse atraída y atrapada por los objetos del deseo.

LA VERDADERA INTELIGENCIA ES LA COMPASIÓN (LO QUE LOS MAESTROS ILUMINADOS DESCUBRIERON)


ESTA ES QUIZÁS LA MÁS GRANDE ENSEÑANZA DE LOS MAESTROS ILUMINADOS DE DISTINTAS TRADICIONES: LA SABIDURÍA ES BONDAD; LA BONDAD, SABIDURÍA. Y EN ELLAS YACE UNA SUSTANCIA ALQUÍMICA O MEDICINA UNIVERSAL


Durante el momento de la iluminación, cuando veo la faz original de la mente, una compasión ilimitada emerge. Entre más grande la iluminación, más grande la compasión. Entre mayor mi compasión, más profunda la sabiduría que siento. Este inequívoco camino de no-dualidad es la incomparable práctica del Dharma. (Vow of the Mahamudra, traductor Evans-Wentz)

En este mundo, hasta la fecha
el odio nunca ha disipado el odio.
Sólo el amor disipa el odio: ésta es la ley.

Para la mayoría de las personas ser inteligente es más atractivo que ser bueno. Creo que actualmente la mayoría de las personas elegiría ser inteligente a ser bueno si les dieran a escoger. La forma en la que está construida nuestra sociedad —basada en el éxito económico, en la búsqueda de notoriedad y en la percepción del mundo como competencia— parece priorizar la inteligencia sobre la bondad y tiene profundamente inculcada la noción de que la inteligencia es más valiosa para conseguir el éxito que desea y "salir adelante". En este artículo argumentaré que la compasión y la inteligencia (o la bondad y la sabiduría) están estrechamente ligadas, existen en una permanente retroalimentación y, en realidad, una persona no puede ser verdaderamente inteligente si no es también compasiva y, por una alquimia emocional, una persona bondadosa se vuelve naturalmente una persona sabia. Esto es algo que han descubierto numerosos maestros espirituales, y de hecho conforma el núcleo exotérico de sus enseñanzas: es el entendimiento profundo de la llamada “ley de oro” o reciprocidad.

La compasión es el sentimiento de empatía, de experimentar en carne propia el sufrimiento que otro experimenta, el cual motiva a la acción para erradicar ese sufrimiento. Como tal, es esencialmente altruista, libre de egoísmo. De alguna manera, la compasión requiere de una cierta sabiduría para poder sostenerse continuamente. La persona compasiva actúa desde la integración, de la noción de que no existe separado del otro, de que el bienestar de los demás es su propio bienestar y que la existencia de un yo individual fijo, estable, autónomo y separado del mundo es una ilusión. Si no sabe o no cree esto será difícil que encuentre una motivación para seguir actuando con compasión. Sin embargo, la compasión, a su vez, virtuosamente engendra inteligencia y sabiduría, en un bucle de retroalimentación positiva. La razón por la cual los actos bondadosos nos hacen más inteligentes es lo que intentaremos explicar aquí.



CAUSA Y EFECTO EN MENTE Y CUERPO

El fundamento que sustenta este argumento es que vivimos en un mundo regido por ciertas leyes universales. La más básica de ellas es la ley de la causa y el efecto. Los efectos son proporcionales a sus causas: una semilla de mostaza no dará un árbol de mangos. Desde una perspectiva moral esto se formula con la famosa "ley de oro", que se manifiesta de alguna u otra forma en todas las religiones y tradiciones filosóficas. Comparemos sólo algunas. San Pablo escribe a los gálatas:

Lo que cada uno haya sembrado, eso cosechará. Porque el que siembra para su propia carne, de la carne cosechará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.

Algo similar puede encontrarse en varios libros de la Biblia, y de aquí se desprende la fórmula básica, repetida como sabiduría popular, de que lo que sembramos (específicamente el aspecto cualitativo de nuestros actos, ya sea que sean justos o injustos, que tengan como intención beneficiar a los demás o beneficiar a uno por encima de los demás) eso cosecharemos. Una visión similar es expresada por Jesús según Mateo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, aquí se introduce de manera más explícita el elemento de compasión. Podemos añadir que amarás a tu prójimo como a ti mismo, y así cosecharás lo que siembras –sin división entre lo interno y lo externo, lo propio y lo extraño, lo mío y lo tuyo.

El filósofo Manly P. Hall, hablando sobre la ley que se expresa en el conjunto de los textos sagrados, dice: “Tal vez no exista prueba alguna del origen divino de las escrituras, pero una forma de prueba puede encontrarse en el desastre que acontece cuando se rompen”. Es decir, una vez que violamos las leyes de la naturaleza, que son el espejo de la inteligencia divina, existe naturalmente una consecuencia y esto puede apreciarse generalmente en el estado de salud de un individuo o en el resultado de las cosas que emprende, tarde o temprano. En esta visión de las leyes de la naturaleza como el libro en el que se conoce a la deidad, Hall sigue a filósofos y científicos como Paracelso y Francis Bacon. Bacon famosamente escribió que Dios no necesita hacer milagros para probar su divinidad ya que la maravilla de su obra y la divinidad misma del mundo se revelan en la grandeza de las leyes de la naturaleza. Curiosamente Bacon es uno de los padres de la ciencia moderna, lo cual muestra que la religión y la ciencia no tienen que estar en contradicción.



KARMA Y DHARMA

Ahora veamos cómo aparece esto en el budismo. En el Dhammapada, el Buda famosamente enuncia: “Si uno habla o actúa con una mente impura, entonces el sufrimiento le sigue del mismo modo que la rueda sigue a la pezuña del buey”. En esta frase está la esencia del buddhadharma y  lo que Alan Wallace ha llamado una “ciencia contemplativa”, y es que los budistas nos dirán que esto no es solamente una conjetura que existe en un rango de subjetividad que aplica a veces sí y a veces no, sino que puede comprobarse inexorablemente, tanto física como mentalmente. Una lúcida ampliación de este entendimiento de las leyes del karma puede observarse en la explicación que hace el gran enciclopedista tibetano Jamgon Kongtrul de los 4 pensamientos que hacen girar la mente hacia el Dharma:



Los efectos de mis actos me siguen como la sombra sigue a mi cuerpo.

[…] Experimentaré los efectos de todos mis actos.

No experimentaré los efectos de las acciones que no he realizado.

Mis acciones siguen evolucionando en los resultados que experimento.

La virtud inevitablemente madura como felicidad y el mal como sufrimiento.



El maestro budista estadounidense Traktung Rinpoche escribe en su libro Eye to Form is only Love:

La mente está llena de hábito. Hábitos negativos consumen energía. Tremenda energía es necesaria para romper las cadenas de la percepción ilusoria. Hábitos positivos generan energía. Transformar hábitos negativos en hábitos positivos es la forma de ir más allá de todos los hábitos.

Si bien el objetivo budista es liberarse de todo karma, es el karma positivo, los actos positivos, los cuales nos colocan en un posición adecuada para hacerlo. El Buda precisó que no todos los actos generan karmas que tienen que "pagarse", por decirlo vulgarmente, es decir, que forman sankharas o compuestos psicofísicos; es la intención (cetana) la que tiñe el acto, la que genera karma positivo o negativo. El bodhicitta  —la mente despierta, la mente del bodhisattva cuya característica esencial es la compasión— es el método supremo para cultivar karma positivo y purificar el karma negativo y así poder alcanzar la sabiduría (el prajna) que revela la realidad del samsara como nirvana (en la parte final del artículo exploraremos más este bodhicitta, el sublime hallazgo de la ciencia budista). Aquí yace en buena medida la importante innovación que hace el budismo mahayana, a diferencia del llamado hinayana; se le llama el gran vehículo (el mahayana) porque sostiene que la compasión es el método principal para la liberación e introduce el camino del bodhisattva, aquel que ha jurado permanecer en el mundo (samsara) hasta que se liberen del sufrimiento todos los seres sensibles. Es difícil concebir una posición ante la vida más compasiva que ésta.

Es importante entender que el budismo ni el hinduismo sostienen que el karma —o la intención que lo in-forma— sean trascendentes o que se efectúen por la intervención de alguna deidad o proceso ulterior (tipo un Juicio Final). No hay nadie que castigue o premie. En el pecado se lleva la penitencia pero también en la virtud se lleva la recompensa. En realidad todo ocurre en el mismo instante. Esto significa necesariamente que la intención debe tener un componente energético sutil, lo cual está en concordancia con la cosmología budista, en la cual se mantiene una identidad entre la mente o la conciencia y la energía, siendo la energía (o el prana) el soporte de la mente, el caballo de viento que usa la conciencia para andar. Escribe en este sentido Allan Wallace, maestro de meditación y físico: “El espacio absoluto de los fenómenos [dharmadatu] es permeado no sólo por la conciencia primordial, sino por la infinita energía vital de esa conciencia (jnana-prana), que tiene la misma naturaleza”.

Así, el karma, todos nuestros actos y su intención, ese aspecto cualitativo a través del cual imprimimos energía psíquica, se registran en nuestro cuerpo-mente, permanentemente, en cada percepción, en cada pensamiento, aquí y ahora. “Trabajar con el cuerpo es abrir una reserva de karma almacenado", dice el maestro de meditación Reginald Ray, quien sugiere también que el karma es similar a lo que hemos llamado el inconsciente. Existe un karma entonces que opera desde las sombras, hay semillas que tardan en germinar, que necesitan de ciertas condiciones para salir a la superficie —algo que se evidencia en el caso del trauma—.

Podemos hablar del budismo como una “ciencia contemplativa”, justamente en este sentido. Por más de dos milenios, los contemplativos budistas han observado los efectos de las acciones en su propios cuerpos-mentes y han llegado a la conclusión de que no hay verdadera división entre lo interno y lo externo, entre lo físico y lo mental. Las semillas que sembramos se cosechan igualmente en la tierra que en nuestra conciencia. La ciencia occidental moderna, por el contrario, ha hecho una tajante y mayormente arbitraria división entre lo material y lo mental —siendo lo mental una mera ilusión generada por el cuerpo— y así sólo atribuye causalidad a la materia. Un pensamiento puede correlacionar con cierta actividad neuronal e incluso generar ciertas hormonas y sustancias químicas, pero en ninguna medida se cree posible que pueda tener un efecto sobre algo que no sea el mismo cuerpo que lo genera y mucho menos ser la causa de un fenómeno externo (como por ejemplo los fenómenos de sincronicidad estudiados por Carl Jung). Así, bajo este marco cientificista, los eventos y fenómenos que experimentamos son resultados del azar o de procesos estocásticos y existen independientemente de la conciencia que los observa (claro que ésta es la visión clásica y un tanto obsoleta de la ciencia, la física cuántica parece sugerir que no se puede dividir la conciencia o el observador del fenómeno que se observa).



LA IDEA DEL BIEN EN LA FILOSOFÍA PLATÓNICA

9 Cosas extrañas de tu cuerpo que no sospechabas que eran mecanismos de defensa

Nuestro cuerpo es un conjunto complejo de múltiples ciclos y sistemas biológicos que muchas veces pueden ser difíciles de entender. Uno de estos sistemas es el conjunto de mecanismos de defensa que tiene nuestro organismo. Nos protegen 24 horas al día y siete días a la semana de todo tipo de cosas que podrían lastimarnos.
Genial.guru comparte contigo nueve datos fascinantes sobre tu cuerpo que probablemente ni sospechabas que eran mecanismos de defensa.

Bostezar

El objetivo principal de bostezar es enfriar tu cerebro después de que se haya sobrecalentado o sobrecargado de información.

Estornudar

Por lo general, estornudamos cuando nuestras fosas nasales se llenan con demasiados alergenos, microbios, polvo u otro tipo de irritantes. Estornudando tu cuerpo se deshace de este tipo de "basura".

Estirarse

Por instinto, nos estiramos para preparar nuestro cuerpo para el trabajo físico que esperamos que realice en el transcurso del día. Al mismo tiempo, estirarse ayuda a los músculos, restablece el flujo sanguíneo y mejora nuestro estado de ánimo.

Hipo

Cuando comemos demasiado rápido, tragamos trozos grandes de comida o simplemente comemos en exceso, nuestro nervio neumogástrico, el cual está estrechamente relacionado con el estómago y el diafragma, se irrita. Como resultado, nos da un ataque de hipo.

Tirones (sacudidas mioclónicas)

Se refiere a esa extraña sensación que experimentamos cuando nos acostamos a dormir y sentimos cómo el cuerpo se sacude de forma involuntaria por unos segundos, como si hubiese recibido una carga eléctrica. En ese momento, todos los músculos se contraen, sentimos como si nos fuéramos a caer de la cama y nos despertamos de inmediato.
Cuando apenas empiezas a conciliar el sueño, la frecuencia de tu respiración disminuye rápidamente, mientras tu pulso se ralentiza poco a poco y tus músculos están relajados. Sorprendentemente, tu cerebro interpreta esto como el anuncio de una muerte posible. Es decir, trata de salvarte dándote una buena sacudida.

Dedos arrugados

viernes, 18 de noviembre de 2016

“Luz”


“Es importante que construyamos nuestra existencia a partir de una idea fundamental. 

Esta idea será como un núcleo, un punto central. 

Después podrán formarse varios círculos a su alrededor, pero en el centro debe haber una sola idea; sólo así la vida toma verdaderamente un sentido, una coherencia. 

No está prohibido tener la cabeza llena de ideas y de proyectos, pero sólo podremos edificar algo sólido a partir de un punto central.

Poca gente se levanta por la mañana con una idea fundamental que guiará su actividad y su comportamiento durante toda la jornada.

En cuanto se despiertan, se agitan interiormente en todos los sentidos, y aunque lleven a cabo correctamente sus tareas, mantienen un estado de dispersión que perjudica su equilibrio físico y psíquico. 

Que se decidan finalmente a basar su vida en una sola idea y entonces, unos poderes que ni siquiera conocen y que sin embargo están presentes en ellos, en todas las células de su cuerpo, se despertarán, asociarán sus esfuerzos y se sentirán guiados, sostenidos en cada una de sus actividades. 

Los Registros Akáshicos: ¿Qué son? ¿Existen realmente?


“Toda la materia perceptible proviene de una sustancia primaria o tenuidad más allá de la concepción, llenando todo el espacio, el Akasha o éter luminoso, que es interpretado por el Prana que da la vida, o fuerza creativa, llamando a la existencia, en ciclos sin fin, a todas las cosas y fenómenos”.Nikola Tesla. El Logro Más Grande del Hombre, 1907
Dependiendo de la filosofía o la religión citada, “Akasha” generalmente tiene el mismo significado básico.
Es sánscrito (lengua primaria sagrada del hinduismo) para “éter”, tanto en el sentido elemental como metafísico. La existencia de esta “sustancia”, a falta de un término mejor, ha sido postulada por científicos y filósofos de las antiguas culturas, tradiciones y religiones que se remontan a miles de años.
El tema ha estado presente desde el misticismo/filosofía oriental hasta el final en el Oeste y en la filosofía esotérica.
Tenga en cuenta que estamos hablando de Akasha aquí y no de los Registros Akáshicos.
“Y ellos permitieron que Apolonio hiciera preguntas; y les preguntó de qué pensaban que el cosmos estaba compuesto, pero ellos respondieron;
“De elementos.”
“¿Hay entonces cuatro?”, Preguntó.
“No cuatro”, dijo Larchas, “sino cinco.”
“Y ¿cómo puede haber un quinto”, dijo Apolonio “, junto con agua y del aire, la tierra y el fuego?”
“Está el éter”, respondió el otro, “que debemos considerar como el material del que están hechos los dioses; porque así como todas las criaturas mortales inhalan el alambre, así las naturalezas inmortales y divinas inhalan el éter”.
“Deberé yo”, dijo Apolonio “, considerar el universo como un ser vivo?”
“Sí,” dijo el otro.
La Vida de Apolonio de Tiana
Filóstrato, 220 dC (fuente)
Es básicamente la base de todas las cosas en el mundo material, y en varias filosofías está considerada como la fuerza impulsora detrás de la creación invisible de la materia. Según muchos es la fuente de energía para la manifestación material.
Esto es interesante, porque la física quántica ha mostrado que los pensamientos humanos, intenciones, emociones y más podrían tener algún tipo de efecto directo en nuestro mundo material físico.
Las teorías científicas de hoy en día no reconocen la existencia real de Akasha, pero el hecho de que la física quántica nos ha demostrado que el espacio no está vacío, sin duda presta más credibilidad a este antiguo concepto, en mi opinión.
“El Aakaash no es destructible, es el sustrato primordial absoluto que crea la materia cósmica y por lo tanto las propiedades de Aakaash no se encuentra en las propiedades materiales que son en un sentido relativo.
El Aakaash es la eternamente existente realidad superfluida, para la cual la creación y la destrucción son inaplicables…
Nuestros ojos están ciegos a la realidad del espíritu, los experimentos científicos no pueden detectarla directamente, ya que nuestros experimentos pueden detectar sólo las propiedades de los materiales que no son los atributos de Akasha.”
Idham thadhakshare vyoman pará. Parame vyoman
Paramahamsa Tewari, ingeniero, físico, e Inventor
“Fundamentos espirituales,” www.tewari.org

Los Registros Akáshicos

¿Qué son los Registros Akáshicos?
Según varios estudiosos en el ámbito de la teosofía (filosofía esotérica), los Registros Akáshicos son una especie de base de datos que contiene un registro de viaje del alma.
Según Alice A. Bailey, autor de más de dos docenas de libros sobre temas teosóficos:
El registro Akáshico es como una inmensa película fotográfica, registrando todos los deseos y experiencias de la tierra de nuestro planeta.
Aquellos que lo perciben verá representados en el: Las experiencias de la vida de todo ser humano desde el principio de los tiempos, las reacciones a la experiencia de todo el reino animal, la agregación de las formas de pensamiento de naturaleza kármica (basados en el deseo) de cada unidad humana a través del tiempo. Aquí radica el gran engaño de los registros.
Sólo un ocultista entrenado puede distinguir entre la experiencia real y esas imágenes astrales creadas por la imaginación y el vivo deseo.
De Luz del Alma
“Los Yoga Sutras de Patanjali – Libro 3”
De acuerdo con el fallecido Edgar Cayce, los Registros Akáshicos puede ser vistos como la supercomputadora del universo, una instalación de almacenamiento central de toda la información para todas las personas que han vivido en todo el cosmos.
Además de la grabación de los eventos que ocurren en su vida, ellos registran cada acto, acción, palabra, pensamiento, sentimiento, emoción, intención y motivo. Al parecer, los registros contienen toda la historia de cada alma desde los albores de la creación.
Son registros llevados de un alma desde el momento en que sale de su punto de origen.

7 MUROS DE CONCIENCIA QUE LA HUMANIDAD TIENE QUE DERRIBAR ANTES DE VIVIR SIN FRONTERAS


Las fronteras han existido en prácticamente toda la historia de la humanidad. Hubo un breve período, hace miles de años, en que los antepasados de nuestra especie conocieron la comunión perfecta y la solidaridad sin límites, pero después de eso, todo fue más o menos como lo conocemos hasta la fecha: división, desunión, diferenciación.

Mucho de esto, sin embargo, existe sólo en nuestra mente. En varios casos las barreras que impiden la convivencia son más bien mentales.

A continuación compartimos siete de estos “muros de conciencia” que están ahí, en nuestras relaciones de todos los días, los cuales bastaría dejar de sostener para que cayeran por sí mismos, bajo el peso de su inutilidad.

La idea de propiedad

Desde las primeras mitologías se ha creído en la existencia de una “edad de oro” caracterizada por la abundancia de todas las cosas, la paz, la tranquilidad y la ausencia del sufrimiento. Pero además de todo esto, las historias en torno a ese motivo coinciden en un elemento: la inexistencia de la idea de propiedad. “Entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío”, dice Don Quijote en su célebre discurso al respecto.

Mucho de lo que pensamos que nos pertenece son en realidad bienes transitorios; lo permanente, que es más valioso, nunca nadie nos lo arrebatará: ¿por qué entonces seguir pensando que algo es nuestro, exclusivamente?

La individualidad

La clave de nuestra supervivencia como especie fue la asociación entre individuos, algo que aún podemos observar en parientes evolutivos nuestros como los chimpancés o los gorilas. A diferencia de otros animales, nuestra fortaleza ha estado siempre en la unión con otros. No obstante, en el último siglo se ha impuesto justo la tendencia contraria: la atomización de la sociedad, el aislamiento en individuos que se sienten incapaces de formar un lazo con otros. Pero la historia demuestra lo contrario: que necesitamos de otros para vivir y conseguir lo que nos proponemos.

La falta de empatía

Otro rasgo contemporáneo cada vez más común es la renuencia a “ponerse en los zapatos de otro”, como se dice coloquialmente. Ahora el ensimismamiento domina nuestras relaciones cotidianas, desde las más simples (en la calle o en el trabajo) hasta las más complejas (una relación de pareja, por ejemplo). Tal parece que sólo podemos ver el mundo desde nuestra perspectiva, sin ponernos a pensar que cada cual experimenta la realidad a su propia manera, según sus propias circunstancias.

El temor al dolor

¿Por qué actualmente le tendremos tanto miedo al dolor? Nosotros no tenemos la respuesta a esa pregunta, pero sí otra cosa: la certeza de que el dolor es un gran maestro. Como han asegurado numerosos artistas, filósofos y otros grandes pensadores, el dolor templa el espíritu, es decir, hace que nuestra forma de habitar la realidad transite hacia prácticas más compasivas, empáticas e incluso, paradójicamente, relajadas. El dolor nos hace más humanos, y con ello nos acerca más a los otros.

La idealización

Idealizar es un movimiento más o menos natural de la mente, pero no por ello menos dañino. Idealizamos un estilo de vida, una relación, a personas específicas e incluso a países enteros. Sólo que idealizar deja fuera los detalles mínimos y particulares que dan una perspectiva mucho más precisa de cualquier cosa. Curiosamente, al idealizar nos alejamos de la realidad.

El apego

jueves, 17 de noviembre de 2016

“No, no están solos”


“¡Cuántas de las inquietudes y angustias experimentadas por los humanos provienen de que tienen la sensación de haber sido lanzados al mundo como a un desierto en el que se encuentran solos, perdidos, sin nadie que pueda responder a sus preguntas, a sus peticiones! 

En realidad, no, no están solos, y se darán cuenta de ello el día en que tomen conciencia de que forman parte de un todo, de que este todo está vivo y que, puesto que está vivo, pueden tener sin cesar intercambios con él: si hablan, siempre hay en alguna parte criaturas que les oyen y que les responden.

Recibimos respuestas sobre todo lo que hacemos, decimos o preguntamos: confirmación o refutación, aprobación u oposición. 

El mundo invisible está continuamente presente ahí, a nuestro alrededor. 

Nos mira, nos escucha y siempre nos da respuestas. 

Su lenguaje, muy diferente del nuestro, no es fácil de comprender.