SOBRE CÓMO TRES RAMAS DISTINTAS DEL CONOCIMIENTO EXPLICAN NUESTRA RELACIÓN CON EL MUNDO A TRAVÉS DE LA CONCIENCIA Y LA INTERPRETACIÓN
“Si quieres entender el Universo piensa en términos de energía, frecuencia y vibración.”
-Nicola Tesla
“Si usas tu mente para estudiar la realidad, no entenderás ni tu mente ni la realidad. Si estudias la realidad sin la necesidad de utilizar tu mente, comprenderás ambos.”
-Bodhidharma
“El objetivo de los brujos abstractos es romper la fijeza de la interpretación social para ver la energía directamente. Al guerrero no le basta con saber que el universo es energía, tiene que averiguarlo por sí mismo.”
-Carlos Castaneda
Los adelantos científicos contemporáneos en áreas como la neurología, y la física cuántica permiten corroborar descripciones metafísicas sobre la naturaleza elemental del universo, elaboradas por santos e iluminados desde hace siglos, tales como las recogidas en el Tao Te Ching, el Dhammapada, los Yoga-Sutra, el Bagavadguita y el Corpus Hermeticum, por citar algunos de los más conocidos.
Sin embargo, descripciones altamente sensibles e inteligentes (y por momentos completamente ambiguas e irracionales) se exponen en un camino elegante y por demás exigente, dada su peculiar condición de feroz autoadiestramiento y plagado de planteamientos paradójicos, popularmente conocido como "el camino del guerrero", aunque para diferenciarlo de otros senderos así llamados "del guerrero espiritual" y de otras tradiciones de chamanismo ritual y brujería pagana, un nombre más suspicaz y atinado a las prácticas y ejercicios de esta tradición es, como también se le conoce, "brujería abstracta".
Actualmente la ciencia moderna nos brinda complejos modelos y teorías sofisticadas para la comprensión de la realidad de nuestro universo, siendo muy interesante notar que sus conjeturas llegan a las mismas conclusiones que la brujería abstracta proporciona en sus descripciones del mundo perceptual; no obstante, la principal diferencia radica en que mientras la ciencia del siglo XXI depende enteramente de modelos fisicomatemáticos y de instrumentos de medición cada vez más sofisticados, la brujería abstracta nos propone comprobar sus explicaciones ontológicas con la experiencia directa, es decir sin ningún tipo de intermediario como puede ser un telescopio, por citar algún ejemplo, o cualquier otro subterfugio, y de esta manera obtener una experiencia íntima y de primera mano de los modelos que pretenden explicar la realidad fundamental.
Con las aportaciones realizadas en el siglo pasado por científicos brillantes como Schrödinger, Heisenberg y David Bohm se puso de manifiesto que la naturaleza intrínseca de la materia es enteramente dinámica y que fluye en un rÍo de transformaciones y movimientos que navegan una multilocalidad no lineal, estas interacciones no son más que una incesante fluctuación de energía que crea patrones donde la línea del caos y el orden se torna difusa, muy parecido a un mar de oscilaciones que bailan al ritmo de una danza cósmica, una gigantesca piscina de energía de filamentos vibratorios, donde el perceptor determina la ubicación espacio-temporal y la naturaleza de los fenómenos por el simple hecho de observar.
Correlativamente, los brujos abstractos describen el mundo en que vivimos como "un conglomerado de unidades de interpretación”. Algunos de estos “hombres de conocimiento” a través de un conjunto de técnicas diseñadas para alterar la percepción cotidiana, aprendieron a “ver”, es decir, a percibir el mundo, no como una interpretación, sino como un flujo ininterrumpido de energía.
Por otro lado, la neurofisiología nos dicta que la realidad es una estructura artificial creada por el intercambio de iones de calcio de millones de sinapsis neuronales que interactúan creando patrones energéticos de suficiente complejidad para poder aparecer como objetos reconocibles en la conciencia, el cerebro actúa como una especie de estructura holográfica que convierte la cascada de frecuencias que recibimos a través de los sentidos en cosas como árboles o galaxias que no existen de modo objetivo. “Se trata de hologramas creados en el interior de nuestras mentes, mientras que lo que denominamos "mundo exterior" no sería más que un océano fluyente y caleidoscópico de energía y vibración”, nos dice el neurólogo Karl H. Pribram, mientras que los vanguardistas Penrose y Hameroff van aún más allá proponiendo que la red de microtúbulos de las neuronas y sus axones funcionan como un computador cuántico responsable de nuestra conciencia.
Persinger y Lafreniere, dos hombres de ciencia objetiva y metodista, escribieron en su libro Espacio-tiempo y eventos inusuales:
Nosotros, como especie, existimos en un mundo en el que existe una gran cantidad de valores numéricos. Sobre estas matrices de puntos, nosotros superpusimos una estructura y así el mundo tiene sentido para nosotros. El patrón de la estructura se origina dentro de nuestras propiedades biológicas y sociológicas.
La descripción que nos facilitan sobre la cimentación de nuestra percepción usando tecnicismos es extremadamente similar a la que nos suministra la brujería abstracta, a pesar del tipo de lenguaje contrastantemente diferente, por un lado, tenemos una exposición pragmática y objetiva, y por el otro, una explicación con términos que pudieran parecer ambiguos y abstractos, y sin embargo ambos caminos llegan a las mismas conclusiones.
La brujería abstracta llama “el águila” al poder que gobierna el destino de todos los seres vivientes, y que es un flujo de emanaciones continuamente nuevo y desconcertante, pero no somos conscientes de ello porque vivimos a tres pasos de distancia del mundo real:
• La sensibilidad innata
• La interpretación biológica
• El consenso social
Esos pasos no son simultáneos, pero su velocidad es superior a lo que podemos determinar conscientemente;