Acallar el diálogo interior
Vacíate de todo.
Deja que la mente descanse en paz.
Diez mil cosas suben y caen mientras
El Yo las observa regresar.
Crecen y florecen y luego regresan a su origen.
Regresar al origen es inmovilidad, que es el camino de la naturaleza.
El camino de la naturaleza es inmutable.
Conocer la constancia es sabiduría.
No conocer la constancia conduce al desastre.
Conociendo la constancia, la mente está abierta.
Con una mente abierta, tendrás abierto el corazón.
Al tener abierto el corazón actuarás admirablemente.
Al actuar admirablemente alcanzarás lo divino.
Al ser divino serás uno con Tao.
Ser uno con Tao es eterno.
Y aunque el cuerpo muerte, el Tao nunca desaparecerá.
Lao-Tzu
Cuando más escucho, más profundo se hace el silencio
Los especialistas estiman que nuestra mente tiene sesenta mil pensamientos
cada día durante las horas de vigilia. Sesenta mil veces cada día, algo hace
que un nuevo pensamiento penetre en nuestra conciencia y luego salga para
dejar paso a otro.
El problema de esto no radica en la enormidad del número, sino en que hoy
tendremos esencialmente los mismos sesenta mil pensamientos que tuvimos
ayer y antes de ayer. Nuestro mundo interior es una frenética colmena de
actividad con los mismos pensamientos que se repiten interminablemente.
A este frenesí interno yo lo llamo diálogo interior. Es un zumbar omnipresente.
La mayor parte de dicho diálogo interior es una suma de creencias que otras
personas nos han transmitido. Esos pensamientos incluyen todas sus
creencias sobre todo lo imaginable. No hay límites: la familia, las relaciones, el
sexo, la política, la historia, el entorno, los delincuentes, Dios, todo. Los
pensamientos llegan y se marchan un día sí y otro también, en una repetitiva
interacción de creencias.
Puede que recuerde lo que antes escribí acerca de las creencias. Expliqué que
llevan en sí la duda porque las obtuvo de otras personas. Pro lo tanto, su
diálogo interior refuerza la duda. Duda respecto de uno mismo, de su
capacidad para crear milagros, de su capacidad para las relaciones divinas,
para curarse, para alcanzar prosperidad, y finalmente, duda sobre la capacidad
para conocer el júbilo de la paz interior.
La forma de llegar a este lugar de paz interior, y en consecuencia lograr la
conciencia superior, es acallar el frenesí interno.
LA PAZ Y EL DIÁLOGO INTERIOR
El sabio chino Seng T’san nos legó la siguiente muestra de sabiduría: “Deja e
hablar, deja de pensar y no habrá nada que no puedas entender. Mira al
interior, y en un destello conquistarás lo aparente y la nada”.
Sólo nos aconseja que dejemos de hablar y dejemos de pensar. Ésta es la
tercera clave para obtener la sensación de paz que forma parte de la búsqueda
espiritual.
Quiero dejar claro que la paz no es la ausencia de conflictos. Siempre habrá
conflictos porque siempre habrá otras personas que querrán que se comporte
según sus dictados. Si tiene una arraigada percepción de usted mismo como
un individuo único, siempre se le presentarán oportunidades para reforzar esa
creencia. Los conflictos también se presentarán cuando consiga acallar su
diálogo interno y aquietar su mente.
La paz no es la ausencia de conflicto. Paz es vivir la presencia de Dios. A
medida que aprenda a acallar su diálogo interior y sentirse más en paz,
comenzará a percibir la presencia de Dios en su vida. Esa paz la sentirá tanto
en su cuerpo como en su mundo interior. Las creencias desaparecerán. Y su
lugar lo ocupará el conocimiento.
Mientras me preparaba para escribir este libro, leí el Nuevo Testamento y me
encontré con algo escrito por san Pablo, y que para mí resultó de una suprema
importancia. En la epístola a los Filipenses 2, 5:6, escribió:
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo en Cristo Jesús, quien siendo en
forma de Dios o tuvo por usurpación ser igual a Dios.
La razón por la que esto tuvo tanto valor para mí es que el primer discípulo de
Jesús, San Pablo, acaba con la noción de Dios como ente separado del
hombre. Me parece que rechaza la acusación de aquellos que creen que es
blasfemia el hablar de Dios como parte de nosotros. Cuando usted acalla el
diálogo interno, se encuentra en contacto directo con la amante presencia de
Dios. “Dejad que esta mente esté dentro de vosotros.... Dios reside dentro de
vosotros”.
Para sabe dar este primer paso, la frase de Melville citada anteriormente resulta
tan apropiada que la repetiré: “El silencio es la única voz de nuestro Dios”.
Pero este silencio sólo vale lo que traigamos al regresar de él. La capacidad
para penetrar en el interior, conocer a Dios y traer de vuelta algo de valor en
forma de conciencia superior es alcanzable sólo cuando uno acalla el diálogo
interno. Lo que se trae de vuelta es la paz.
En diferentes momentos de mi vida, tanto el alcohol como otras sustancias
fueron parte de mi sendero vital.
Mediante la meditación conseguí dejar el alcohol, y desde entonces no he
vuelto a tocarlo. Pero con otras sustancias, creía que podía usarlas cuando
quisiera para conseguir un efecto de recarga energética superior. Que tenía la
capacidad de utilizarlas, disfrutar del incremento energético, y luego dejarlas
durante largos períodos. Pero llegó un momento en el que me encontré
recurriendo con mayor frecuencia a estas fuentes externas de energía. Llegó el
día en el que supe que estaba tomando decisiones estúpidas y vacías de todo
contenido espiritual, y que ello se relacionaba con el hecho de que buscara la
ayuda de esas sustancias adictivas.
Mi reto se convirtió en librarme de esa adicción. Intenté librarme de ellas
mediante la lectura, pero volví. Probé la acupuntura, los tratamientos con
especialistas y la curas con hierbas. Pero volvía a caer. Estaba decidido a no
continuar jugando con esas sustancias. Pero caía una y otra vez. Entonces
tuve mi momento de iluminación.
A las 4,50 de una madrugada de un enero estaba meditando. En la quietud, en
el silencio de esa meditación, el pensamiento de que nunca más recurriría a
esa sustancia se hizo real. Fue mi primera vivencia de Dios. Se me “abrió el
corazón”, como dice Lao-tzu en la cita que da comienzo a este capítulo.
Toda la pantalla interna de mi conciencia se transformó en una brillante
luminiscencia mi entras oía una voz que decía: “Has intentado todo lo demás
¿por qué no intentarlo conmigo?”.