De la apariencia externa a la sustancia interior
La dignidad no consiste en recibir honores sino en merecerlos
ARISTÓTELES
La plegaria que más a menudo se cita en el mundo occidental incluye as
siguientes palabras: “... hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”.
Para el ego, el tener el cielo en la tierra significa ser la persona más rica y
famosa de este reino. Para su yo espiritual, “el cielo en la tierra” significa que
no existen dichas distinciones.
En la tierra, insiste el ego, usted debe perseguir las apariencias y las
adquisiciones. El principal motivo de su vida aquí, según el ego, tiene que ver
con las apariencias, y su apariencia está por encima de sus más profundos
sentimientos. Su carrera profesional, la calidad y cantidad de sus posesiones y
los oropeles del éxito, son hacia lo que el ego quiere que dirija su energía.
Esto es muchísimo más importante para el ego que la vida interior.
Pero todos somos conscientes de la vacuidad y futilidad de la forma de ser del
ego. Usted está leyendo este libro en parte porque es consciente de que, con
el fin de tener una experiencia de vida más profunda y rica, tiene que saber
cómo apartarse del ego y dirigirse hacia el yo interior, que le ofrece la amorosa
esencia divina.
IR MÁS ALLÁ DEL MUNDO DE LAS APARIENCIAS
Para entender cómo funciona el ego, usted tiene que darse cuenta de que esta
falsa visión de sí mismo cree que la Tierra es la única morada. Si usted se
reconoce sólo como un terrícola, como quiere el ego, su felicidad y
satisfacción tendrán que ser realidades físicas, cosas.
Pero hay un aspecto de usted que sabe que estas cosas no proporcionan la
satisfacción espiritual que supone la promesa de la búsqueda espiritual. El
planeta Tierra no es su única morada. Lo que éste ofrece es satisfactorio sólo
en parte para el invisible yo que habita en su cuerpo. Esa faceta interna sabe
que esta vida en la Tierra no es el último destino.
Sin embargo, a la mayoría nos ha convencido el tenaz y decidido ego, de que
las apariencias son lo que cuenta en la vida, y que las recompensas se
obtienen por las apariencias. El yo interior sabe que todo esto es muy fugaz
porque las recompensas que usted obtiene de la juventud y la fuerza física, por
ejemplo, disminuirán al deteriorarse esas cualidades físicas.
Su yo físico observa eternamente las transformaciones físicas del cuerpo. Este
reino del yo superior está gobernado por un yo interior que es consciente de
las realidades de la Tierra y de las realidades del cielo. Es inmune a las
exigencias del ego para que concentre toda su energía en el plano terrenal.
He aquí cómo lo describe Nisargadatta Maharaj: “El mundo es la morada de los
deseos y el miedo. No puedes encontrar paz en él. Para hallar paz debes
trascender el mundo”. Y eso es en verdad el cielo en la tierra: una experiencia
de paz interior sin idolatría de las posesiones y apariencias.
La perspicaz respuesta a la plegaria: “...hágase tu voluntad, así en la tierra
como en el cielo” se halla en el conocimiento de que el cielo no es este mundo.
Es el mundo de Dios, el reino donde usted ha destruido todo lo que ha
acumulado y donde encuentra la paz a la que hace referencia Sri Nisargadatta.
Su yo superior está más allá de este mundo de vida y muerte donde las
apariencias son lo más importante. Vea cómo esas apariencias han triunfado
sobre el yo espiritual.
Juzgar a los demás por su apariencia. Un rasgo común de la persona guiada
por el ego es el de juzgar a los demás por las medidas externas de sus
posesiones, apariencia y conducta.