Ya sabemos todos que cuando estamos en desacuerdo con alguna cosa y queremos tener la razón al respecto, es porque tenemos claro que los demás están equivocados, y nosotros somos los que vemos con claridad radiante el verdadero estado de las cosas. También se oye de forma habitual que lo que hacemos normalmente es hablar de terceros, y de lo que hacen y dejan de hacer, con el consiguiente desgaste y pérdida energética, y reforzando una vez más, sin darnos cuenta, el poner la atención donde no debe ser puesta.
¿Cómo es esto de echar balones fuera y ver siempre la paja en el ojo ajeno? De nuevo, es otra de las funciones automáticas imbuidas en el ser humano para evitar que, realmente, pueda descubrir sus propios bloqueos, carencias y puntos débiles, y trabajar en ellos cuando funcionamos en modo autómata y nos dejamos llevar por los programas de gestión de la personalidad que poseemos.
La energía de la búsqueda de sí mismo
Algunos posiblemente sabréis que una parte de la evolución de la raza humana se sustenta en una octava (proceso energético) cuyo combustible es la energía de la “búsqueda de uno mismo”, esto quiere decir que parte del camino qué, como especie estamos andando, y por el escenario evolutivo por el que transitamos, la octava que marca el curso del sendero que hemos de recorrer tiene como gasolina la energía del “buscar realmente quienes somos”. Cuando las personas se buscan a ellas mismas, para conocer su origen, su naturaleza, su “porqué de estar aquí”, generan una energía internamente con una vibración y calidad determinada que proporciona una cierta cantidad de combustible para su propio avance, y el avance de todos.
Si todos estuviéramos involucrados la mayor parte de nuestro tiempo en esos procesos de búsqueda y conocimiento interior, el combustible generado para la octava sería mucho mayor y potente, y los acontecimientos que se van manifestando, cuando las diferentes notas de la octava van siendo alcanzadas tendrían, posiblemente, otras velocidades y ritmos y serían más difíciles de parar o manipular. Digo posiblemente, pues hay en juego octavas sobre octavas, procesos sobre procesos, y energías que dependen de otras energías de la estructura multidimensional de la realidad, para que todo esto funcione de forma armónica para ese crecimiento en consciencia de todos nosotros, y del conjunto de la vida en el planeta.
Mirar hacia fuera, para ocultar lo de dentro
Así pues, para evitar que las personas en general se miren hacia si mismas para encontrar a los responsables de las situaciones que no nos gustan en la realidad que co-creamos entre todos, el mecanismo creado e imbuido en el sistema mental del ser humano durante la modificación o alteración genética del vehículo que usamos, se encarga de poner el punto de atención y el foco del “porqué pasa esto” siempre en el exterior de uno mismo, ya no a escala planetaria, que también, sino simplemente en la realidad cercana del día a día de cada uno de nosotros.
Si alguien ha leído algo sobre la técnica hawaiana conocida como el Ho’oponopono, sabréis que, justamente, se basa en que cualquier cosa que pasa ahí fuera, por muy remota que parezca, tiene una base en mí, que debo sanar en mí y hacerme cargo de ella para que pueda ser solucionada externamente. Es algo que cuesta entender que yo tenga algo que ver con cosas que, a priori, me parecen desconectadas de mis procesos, pero no es así, no hay nada desconectado de nada, y no hay nada que no sea responsable y causa, en su justa medida, de todo lo demás, pero, habiendo instalado en nosotros estos programas de “mirar hacia fuera siempre” para encontrar el porqué de las cosas, no podemos darnos cuenta de ello, de nuevo, en la manera general que una mayoría de la población humana tiene aun de gestionar su realidad.
Siempre se intenta esconder que el verdadero potencial y todo lo que necesitamos para nuestra existencia está en el interior de uno mismo, pero lo interesante es que no pasa nada si a lo largo de toda una vida no lo hacemos, es decir, que por mucho que esta sea una frase repetida hasta la saciedad, no pasa nada en términos de poder tener la experiencia terrenal con sus altos y bajos si no nos damos cuenta que es una verdad factual, y que precisamente lo que se intenta hacer es que no la descubramos. Al no tener repercusiones “directas” y manifestadas inmediatamente, podemos pasarnos toda la vida sin comprender que esa vida la podríamos haber gestionado de otra forma de haber mirado “hacia adentro”, todo lo que intentábamos comprender “ahí fuera”.
Un motor inconsciente para nuestra existencia