La vida es un regalo tan hermoso, pero que podemos desperdiciar con tan facilidad, que asusta. El estar hoy y no poder disfrutarlo porque nuestra mente raras veces hace cosas diferentes a escaparse a otro sitio o a otro tiempo, nos roba las experiencias, nos quita la posibilidad de saborear el momento, de sentir, de estar realmente.
La magia de la vida está en la forma en que la vemos, en esa manera particular de darnos cuenta de lo afortunados que somos, del milagro que somos, de todas las bendiciones que nos rodean y que nos forman. Nosotros de por sí somos un sistema perfecto, digno de admirar, por el cual debemos agradecer, mucho más allá de si estamos gorditos, si somos bajos o altos, si somos de un color u otro… Lo importante es la funcionalidad y lo esencial lo que llevamos dentro, lo que podemos dar y lo que somos capaces de recibir.
Muchos pasan la vida esperando los grandes acontecimientos, espera a ser mayores, esperan graduarse, esperan casarse, esperan tener hijos, esperan jubilarse, esperan, esperan y esperan… hasta que lo único que queda es esperar la muerte…
Así se pasan la vida a la expectativa de un acontecimiento futuro, en donde por algún motivo tienen esperanzas de cambio, porque aparte de todo, por lo general se sienten inconformes con lo que viven y lo más triste es que cuando llega eso que han esperado y no resulta como creían no les sirve de motivación para cambiar la manera de vivir las cosas, sino que el único cambio que generan en sus vidas es esperar un acontecimiento diferente.
La felicidad no se puede postergar, debemos aprender a ser felices sin importar las circunstancias, en el camino y cuando llegamos a la meta, cuando las cosas van como queremos y cuando no. Ser felices cuando todo está bien es mucho más sencillo, pero de decirlo, porque a nivel mental siempre encontramos la manera de limitar ese todo, de hallar problemas y puntos negros, encontramos la manera de sabotearnos y alejar la felicidad “sencilla”.
Cuando en las malas podemos ser felices, ahí sí es que hemos aprendido a apreciar la vida, eso significa que no importa lo que ocurra, entendemos que la felicidad está dentro de nosotros mismos, que solo depende de nosotros, de nada, ni de nadie. De esta forma entendemos que aun en los malos momentos hay cosas buenas que rescatar, pequeños milagros que agradecer, gestos que nos sacan sonrisas, abrazos que nos calientan el alma, presencias que nos dan soporte…