Es un apego de la mente. Todos tenemos expectativas, es lo que nos mantiene fuera del ahora; no sólo eso, son las causantes de mucho de nuestro sufrimiento. Una expectativa es lo que se considera lo más probable que suceda, es una suposición centrada en el futuro que puede o no ser realista.
El apego a las expectativas generan dos tipos de problemas: el primero es que esperas que suceda algo, y al no ocurrir te produce sufrimiento. El segundo, es que por la expectativa, por querer que suceda algo de un modo concreto, modificas tu comportamiento, condicionas tu presente. Este segundo problema es del que menos nos percatamos, pero es el que hace que no seas tu mismo en todo momento.
Esperar que ocurra lo que queremos
Para la mayoría es evidente el condicionamiento que nos suponen en este aspecto. Como nos mantienen enganchados a un futuro que no existe, que es probable que no suceda y que puede que al no suceder nos genere frustración. Debes actuar sólo por el hecho de querer actuar, por hacer lo que quieres, lo que consideras bueno o correcto.
Pero hay expectativas menos evidentes, y las vivimos día a día. Las frustraciones. Toda frustración procede de una expectativa no cumplida. una de las que nos tortura más a menudo es la de “esperar que los demás se den cuenta” de algo. El jefe no aprecia el trabajo que hacemos, el hijo no es consciente de los sacrificios de la madre, la pareja no percibe nuestra soledad o dolor…. podría extenderme en una lista sin fin de ejemplos iguales.
El problema radica en que sin darnos cuenta hemos generado una expectativa. Una de las más comunes es esta: esperamos un “gracias“. Nuestra intención es buena, es más, muchas veces, todo empieza con nosotros siendo como somos, tratando de hacer algo bueno. Siendo amables con los vecinos, haciendo bien nuestro trabajo, disfrutando. Pero, con el tiempo, nos sucede algo. Nuestro ego entra en juego.
Al no ver ningún signo de agradecimiento… nos frustramos. Pues la gente, quien sea, hijos, padres, amigos, compañeros, jefes… debería darse cuenta de nuestra valía, del camino que recorren nuestras acciones. Como “deberían” y no lo hacen, nos rompe una expectativa, que no sabemos cuando se gestó, pues en un principio no estaba. No empezamos la acción por un gracias, pero con el tiempo, a veces con los años, sí esperamos ese gracias.
Esperar agradecimiento, esperar un signo de reconocimiento para nuestro ego, sigue siendo una expectativa
Recomiendo prestar atención a una palabra: “debería“. Los condicionales, son una gran alerta en nuestro vocabulario de una expectativa no cumplida. Si te encuentras a ti mismo pronunciando esta palabra en tu cabeza, date cuenta de que se trata de una expectativa. Los condicionales son formas verbales que expresan un tiempo que no existe. Otro nombre alternativo que reciben es el de modo potencial porque en ocasiones se refiere a acciones hipotéticas o posibles. Como ves, tenemos un tiempo verbal para referirnos a lo que posiblemente pudo ocurrir o ocurrirá. Pero lo no es. No es ni lo que ocurrió, ni lo que ocurrirá, pues tenemos otras palabras para eso, usamos otros modos verbales.
Fíjate bien en las palabras que empleas
Así pues, presta atención a tu lenguaje, descubrete a ti mismo usando estos tiempos verbales, los condicionantes. Porque tal y como la misma palabra expresa, estos tiempos verbales no hacen otra cosa más que condicionarte. Condicionan tu presente.
Modificar tu comportamiento