La rueda del Samsara es un concepto que representa el ciclo de nacimiento, vida, muerte y reencarnación, en tradiciones como el hinduismo, budismo, jainismo, bön, sijismo y también en otras como el gnosticismo, los Rosacruces y otras religiones filosóficas antiguas del planeta. Según estas enseñanzas, en el transcurso de cada vida, el Dharma (acciones hechas para el bien) y el Karma (ley de causa y efecto, acción-reacción, consecuencias de lo realizado/decidido) determinan el destino futuro de cada ser en su proceso evolutivo. Este proceso cíclico termina, para todas las tradiciones, con el logro del moksha (unión con la Fuente, la Creación, el Todo, etc., etc.).
Como ya hemos hablado otras veces, el tiempo desde una percepción fuera de nuestro plano y entorno tridimensional, es simultáneo, un eterno presente, con lo que los conceptos de pasado y futuro no tienen cabida ni interpretación, lo cual, evidentemente, hace muy difícil para nuestra percepción real del tiempo, que es lineal, entender cosas como “la última encarnación”, ya que todas nuestras existencias están activas en paralelo. Aún así, y por otro lado, es correcto pensar en la existencia de esa “última” encarnación, la que nos libera de ese ciclo de aprendizaje en este plano, en este nivel, en este curso evolutivo, si lo miramos desde la perspectiva de la personalidad que somos y del proceso seguido por nuestro Yo Superior/ser y nuestra mónada/esencia/partícula divina/kar-vídico para decidir “cuando”, el conjunto de aprendizajes en esta “escuela” en la que estamos, ha concluido.
Según cómo lo enfoquemos, desde el punto de vista de existencia simultáneo, podemos decir que la “encarnación” final puede estar sucediendo ahora mismo en el siglo XVII o en el siglo II, pues es esa “vida” la que está siendo determinante para que el conjunto mónada-Yo Superior-Alma no tenga que volver a entrar en el plano físico. Podría ser que también estuviera sucediendo en lo que nosotros llamaríamos nuestro futuro y por tanto, no “hemos llegado” aún a esa “última vida”. Evidentemente, también podemos ser nosotros esa “última encarnación” de nuestra mónada-Yo Superior y, algo que, a su debido momento, se nos comunicaría/lo sabríamos con total certeza, por haber obtenido el conocimiento y nivel de expansión evolutiva necesario para ello. Doy fe de ello.
La experiencia de la mónada hacia el plano físico
Hace varios meses hablábamos de los tipos “partículas primarias” de la Creación, “tipos de mónadas”, para entendernos, en este y este otro artículo, y de cómo, todo ser humano, es animado y enlazado por una de esas mónadas para producir la infusión de vida consciente en el vehículo evolutivo que escoge (nosotros) para la expansión, manifestación, actualización y experimentación de la consciencia “del todo”. El camino evolutivo de nuestra esencia/mónada/kar-vídico pasa por ser inicialmente un bloque más de la Creación, sin sentido de la autoconsciencia (mónadas que habíamos llamado de tipo uno) a la búsqueda de la plenitud con su origen, su Fuente, su “hogar”. En el periodo en el que, en ese camino, esa mónada enlaza un cuerpo-vehículo-ser humano, a través de incontables experiencias, vivencias y encarnaciones, gradualmente se conoce más a si misma, se retroalimenta de sus propias experiencias y consigue avanzar en su propia escalera de Jacob hacia su origen.
Un traje de varias capas
Dentro de la composición del “traje” multidimensional que la mónada necesita para su aprendizaje, nace, también, como parte de la vida consciente, el componente que llamamos “Yo superior” o Ser, según terminologías, como parte de la estructura multinivel que implica ser humano y, de alguna forma, como intermediario entre la esencia y la personalidad que tenemos. Esto es debido a que la composición lumínica, energética, vibracional de la mónada, impide que trabaje directamente con el plano físico, de ahí que sean necesarios un compendio de capas, estructuras y niveles energéticos para modular y adaptarla al mismo. Nuestro Yo Superior es parte de esa vida consciente de la Creación, pero está “varios” niveles por debajo de la mónada, unida a ésta y en permanente comunicación.
Desafortunadamente, esto último no ocurre con el tercer componente, genéricamente hablando, que es nuestra personalidad, pues la alineación mónada- yo superior – personalidad suele estar ofuscada en el último tramo, debido a muchos de los temas que hemos explicado largamente en el blog cuando nos referimos a la estructura de nuestra esfera de consciencia, la programación que llevamos a cuestas en nuestras esferas mentales, la fragmentación en múltiples Yos, etc. Todo esto hace muy difícil la conexión y alineación directa con la consciencia de nuestro Yo Superior de forma permanente y, por supuesto, mucho más difícil el ser capaz de imbuir la consciencia de tu mónada en tu personalidad. Habíamos hablado algo de ello cuando os conté algunas experiencias en el artículo “Yo y el ser, yo el ser”.
En busca de la encarnación completa