viernes, 15 de abril de 2016

“La armonía interior y la meditación”


Encontrar nuestro centro. Ésa es la cuestión.
En mayor o menor grado, al no lograr ser totalmente dueños de nosotros mismos, todos estamos desintegrados o, lo que es más grave, tironeados por una infinidad de tendencias opuestas y contradictorias que nos hacen perder la conexión con nuestro verdadero ser interior.

Los conflictos que cada uno lleva dentro suyo, nos hacen sentir frustrados, tensos, desamparados. Dichos sentimientos generan inseguridad, confusión, temores. Ellos nos quitan energía; las fuertes presiones internas dividen a nuestro ser en pedazos que se tornan cada vez más difíciles de recomponer…

Un ejemplo vivo de conflicto interno es la neurosis, un tema de nuestro tiempo que pocas personas son conscientes de padecer. Por lo general, “esos” son males que le llegan a los otros y no a nosotros. Ante la imposibilidad de “ver” en su interior, de detectar en sí mismos este tipo de males y la incapacidad de asumir que su verdadera visión se encuentra bloqueada por fuerzas inconscientes, el ser humano recurre a artificios de todo tipo para reconquistar la armonía perdida. Aquí entran en juego los psicofármacos, ilusorios donantes de una paz momentánea.

La vida de la persona se torna penosa: pierde su capacidad de disfrute y comienza a girar en un movimiento circular del que difícilmente logra salir. La sensación de soledad en compañía la asalta a cada instante, la chispa de vida interior se extingue de a poco y el cuerpo va sintiendo las consecuencias en cada vuelta de rueda.
Sólo el desarrollo de la consciencia en forma completa, puede llevar por el camino correcto.

La práctica de la meditación permite alcanzar el equilibrio de todas las partes a través de la búsqueda interior consciente. En un principio puede resultar difícil integrar la mente con el alma para hacer de la vida algo equilibrado, beneficioso. Pero con la práctica se va logrando una mayor concentración y serenidad que llevan a la resolución de los conflictos internos. Con cada paso que se avanza, la integración es más notoria. De a poco, la práctica de técnicas de respiración o introspección, se vuelve tan necesaria todos los días como el dormir o el respirar.

Naturalmente, los occidentales vivimos en un medio que muchas veces no nos permite enfocar fácilmente los cambios en este sentido; pero aún así, nadie ignora que existe el libre albedrío: cada uno de nosotros tiene la posibilidad de elegir elevar o bajar los brazos.

El hombre en busca de la completud


Comúnmente escuchamos decir: “Todo lo que necesitamos está dentro” o “Somos seres completos”, pero aunque parece una idea muy simple conlleva todo un proceso de descubrimiento.

El hombre en busca de la completud

En general, en nuestro habitar el mundo, nos movemos por necesidad, y la necesidad pasa de lo material a lo emocional, cubriendo inconscientemente una carencia por otra.

En las parejas esto se ve a menudo en el siguiente reclamo: “Necesito que seas así” o “necesito que lo hagas por mí” o “no me haces feliz, necesito que cambies”. También se puede ver en las relaciones:  “cuando tenga tal puesto de trabajo, estaré mejor”, “las cosas serían diferentes si conseguiera aquello…”, “algún día esta situación va a cambiar, entonces yo podré manejarme como quiera”.
En resumen todo ronda en lo siguiente: “necesito llegar a esto para poder ser feliz”. Me siento un hombre incompleto, un hombre desdichado, entonces espero que el afuera me dé lo que no encuentro en mi propio espacio interior. ¿Es esto posible?.

Se trate de una búsqueda material, como alcanzar cierto status social o un progreso económico; o de una necesidad emocional, como que alguien me dé la felicidad que no consigo por mí mismo, ambas búsquedas están enfocadas en lo mismo: completarse en el afuera.

Todos podemos reconocer un sentimiento, una sensación incómoda, que nos está diciendo “esto no es todo, hay algo más”.Esta sensación acarrea muchas veces una gran frustración, incluso depresión.
Este sentir tuvo un origen, y si no lo hacemos consciente, continuaremos buscando insaciablemente afuera, cuando en realidad se trata de zambullirse en un mundo que es sólo mío, porque único es mi recorrido como ser espiritual.

Recordemos para comprender

A menudo parece que la historia comenzó con la llegada de Cristo, o un tiempo antes tal vez. También muchos toman como punto de partida las comunidades de los pueblos originarios habitando la tierra. Pero si creyéramos que todo comenzó aquí, sería muy angustiante, porque ya desde este tiempo el hombre tenía la conciencia de estar esperando “algo más”.

Hubo un momento en que el hombre no esperaba nada, pues vivía en otro estado de conciencia, vivía en comunión con todo. El otro y él eran uno; él y la naturaleza eran uno. Él y la divinidad eran uno. El hombre vivía sus días en comunión, sin polaridad. Él actuaba guiado por una Voz que lo penetraba. No pensaba en lo que tenía que hacer, sabía lo que tenía que hacer. No había lugar a confrontación alguna entre ellos ni a abusos sobre la naturaleza; todo se respetaba, todo era un mismo cuerpo.
Como el hornero que lleva en si el conocimiento de cómo hacer su casita de barro sin que nadie se lo explique, sólo construye cuando es el momento exacto, sin ningún beneficio mayor que sencillamente existir, el Hombre existía también así.

Él y Dios eran uno. No había Dios, era el Hombre, no había Hombre, era Dios. Este periodo de elevada conciencia colectiva muchos lo han llamado la época de Atlántida y Lemuria. Igualmente el nombre no es lo importante, sino lo que sucedió y lo que marcó en el hombre.

Se vivía en una perfecta unidad que permitía al hombre existir sin error, sin polaridad, pero había algo que no resplandecía; algo que hoy nos hace individuos y responsables de nosotros mismos: No existía la conciencia de un Yo único, de un Espíritu único. Conciencia que nos hace únicos y responsables de nuestro camino.

Entonces, empujado por la búsqueda de sí mismo, por la ambición innata de reconocerse como un ser separado, el hombre se preguntó “¿Quién soy yo separado de todo esto?”, “¿qué quiero Yo separado de todo esto?”, “¿Cuál es mi vida, dónde empieza y dónde termina?”.
Y como la luz nunca impone su voluntad, aceptó este proceso como una necesidad evolutiva, y la  raza humana se separó del Todo…

Este proceso de separación y maduración se dio como parte de una evolución necesaria, similar a cuando un niño o adolescente deja de sentirse niño y pequeño, necesita separarse, diferenciarse de su familia, necesita negar su origen e incluso rechazarlo. Necesita encontrar sus propias respuestas y no escucha consejos ni permite que hagan las cosas por él. Este ser toma su adultez y emprende la vida como un ser responsable de sus aciertos y errores. Luego es seguro que volverá a su hogar, reconocerá a la familia, valorará lo que se le dio, pero para verlo necesitó alejarse.
El hombre se separó buscando lo mismo: su propio camino. Decide separarse, no para olvidarse de su origen, sino para luego volver por propia decisión.

El tiempo transcurrió, y el recuerdo de aquella unidad fue disipándose. El hombre cree que siempre estuvo así, separado, solo en un mundo de multitudes. Pero a la vez, una chispa divina, herencia de su primer hogar, continúa hablándole como siempre y le dice: “Regresa. Busca el camino de regreso”.
Pero sumergido en el olvido de su origen, ¿cuál es el camino de regreso?, ¿será progresar económicamente…?  No, debe tratarse de estar cerca de los seres más amados y ser feliz junto a ellos…. No, tanto materia como cuerpo, son pasajeros. Debe haber algo que esté más allá de mi mismo, de mis comodidades físicas y emocionales. Debe haber algo que me haga estar en paz más allá de lo que tenga o no… pero ¿cómo lo conquisto?

Perderse para encontrarse

jueves, 14 de abril de 2016

Ego y No hacer


El Ego y el No hacer son dos cuestiones totalmente distintas, incluso opuestas. Con ésta entrada, que pretendo sea breve, quiero mostrar la evidencia del Ego, y al quedar desnudado el Ego, sale el No Hacer. Tranqui, lo verás al final, digo yo.

        ¿Cómo localizar las manifestaciones del Ego con total evidencia? Es muy simple y espero que se entienda por lo escueto que es, pero es que el Ego es escueto, aunque lo “magnifica” todo. Al Ego lo puedes ver en cualquiera de las siguientes manifestaciones, tanto externas (hacia los demás) como internas aunque no las exteriorices, pero puedes localizarlas en ti en cuanto salten. El Ego tiene las patas cortitas, como la mentira, así que se le puede pillar cuando se dan las siguientes concreciones:

-Siempre le importa tener razón.
-Siempre le importa quedar por encima.

Obviamente, cuando yo (el ego) quiero tener razón, la tenga o no, pero quiero tenerla y me empeño, me empecino y no paro hasta que me la den, eso es Ego. Pero esto implica que al querer tener razón, como sea, quiero quedar por encima de la otra parte. Así que cuando se da la primera particularidad se da la segunda, y viceversa.

-Siempre le importa quedar bien, o no mal.
-Siempre le importa el qué dirán.
-Siempre le importa algo o alguien por interés (interés ególatra: no es generoso).

        Al igual que antes, cuando quiero quedar bien o no quedar mal, es porque me importa lo que piensen de mi, y como me importa lo que piensen de mí, me interesa quedar bien o no mal, y en eso resulta que muestro una manera de comportamiento según me interese quedar bien aquí o allí, con éste o aquél. Y aquí pasa lo mismo de antes, cuando una de las tres se produce, van ligadas las otras dos.

        Así de simple es localizar el Ego. Pero si quieres más, te amplío. El Ego se basa en dos verbos, aunque hay uno que está ligado a otro. Veamos el primero:

-El Ego necesita tener razón
-El Ego necesita quedar por encima de lo que sea.
-El Ego necesita quedar bien o no mal.
-El Ego necesita la aprobación de los demás al importarle el qué dirán.
-El Ego necesita a los demás porque les interesan por algo.

        Este sería el verbo necesitar, desde el que parte con contundencia el Ego. Pero también lo hace desde otro compuesto, como dije. El Ego desea, siempre desea. Sí, es el verbo desear. Pero se le añade el verbo debe, no el verbo deber, así que no hay confundirlos. Veámoslo:

-El Ego desea (y debe) tener razón
-El Ego desea (y debe) quedar por encima de lo que sea.
-El Ego desea (y debe) quedar bien o no mal.
-El Ego desea (y debe –conseguir-) la aprobación de los demás al importarle el qué dirán.
-El Ego desea (y debe) a los demás porque les interesa por algo.

        ¿Visto esto? Pues puedo mostrar algo más de cómo localizar al Ego. Ahora toca algo aún más sencillo de apreciar. Cuando el Ego está en eso de:

-Siempre le importa tener razón.
-Siempre le importa quedar por encima.

Ejecutado con el verbo necesitar o el desear (y el debe) lo que puedes notar es que hay terror a no tener razón y consecuentemente no poder quedar por encima.

Pero cuando el Ego está en lo de:

-Siempre le importa quedar bien, o no mal.
-Siempre le importa el qué dirán.
-Siempre le importa algo o alguien por interés (interés ególatra).

        Ejecutado con el verbo que sea, fundamentalmente aquí sale más el desear y el debe, lo que aparece es algo tan común y consabido como lo siguiente:

“El viaje del agua”


“Los ríos nacen en las montañas y, cualesquiera que sean los obstáculos que encuentren en su camino, siempre acaban llegando al mar. 

Allí, el agua calentada por los rayos del Sol, se transforma en vapor y retoma el camino del cielo, hasta el día en que vuelve a caer en forma de lluvia o de nieve. 

Este viaje del agua puede tener una interpretación simbólica.

Los destinos humanos son la imagen de estos viajes perpetuos que el agua hace entre el cielo y la tierra, la tierra y el cielo. 

Como las gotas de agua, las almas descienden a la Tierra, cada una en un lugar determinado; desde allí tienen todo un camino por recorrer, hasta el momento en que vuelven a su lugar de origen… para descender de nuevo, un día, en otro lugar. 

Esto es lo que se llama reencarnación.

Y los ríos llevan siempre el mismo nombre: 

David Topí en el programa de TV TR3INTA y TR3S


Entrevista a David Topí, charlando sobre el ser humano, su composición, sus programas y su psique. 

El estado evolutivo y la situación actual de la raza humana.

miércoles, 13 de abril de 2016

El Poder de Compartir



Todos estamos aquí para compartir.

Puede ser que tus experiencias todavía no te hayan alcanzado esta herramienta poderosa para gozar de la vida terrenal, pero ten por seguro que en algún momento tu Ser lo pedirá a gritos.

Siempre tenemos algo para compartir, somos piezas que encajan maravillosamente en el “Rompecabezas Divino” de la Creación. Lo que tú tienes para dar hay alguien esperándolo recibir y aquel vacío que sientes se llena cuando te abres al Dar, pero no te olvides del Recibir. Si todos damos y nadie recibe cortamos a los demás la posibilidad de Expandirse que brinda el Compartir. Compartir es Dar y Recibir, así funciona. La Creación es expansión, la Consciencia es expansión, nosotros somos expansión y como tal necesitamos los unos de los otros.

No te confundas, esta necesidad de la que te hablo no es la del ego que se siente carente e incompleto y busca sacar provecho para beneficio propio movido por el miedo. Esta necesidad es la del Ser que quiere Compartir su peldaño y se apoya en el peldaño compartido por otros para entonces juntos subir por la escalera de la vida. Somos completos, no buscamos algo que nos falta ni ofrecemos algo que el otro no tiene, somos completos para compartir, ¿se entiende? Así es la Expansión en los distintos Planos de la Existencia.

Este Compartir se siente en el Corazón. Debes buscar con claridad lo que tienes para compartir, encuentra tu lugar y coparte lo que viniste a dar. Estate atento y verás cómo se presentan las oportunidades de compartir, una palabra, una mirada, una caricia, una sonrisa, un dulce, tu sola presencia… hay miles de formas de compartir, lo dejo al criterio de tu Imaginación, compártela.

“Camino espiritual”


“Es casi inútil comprometerse con la vía espiritual si no se ha comprendido hasta qué punto la naturaleza inferior del hombre es correosa, rebelde y cómo el trabajo que se emprende sobre ella exige vigilancia, humildad y perseverancia. 

Demasiadas personas que descubren una enseñanza espiritual, creen que van a transformarse rápidamente. 

Pues no, ¡el dominio de la vida psíquica es mucho más difícil de lo que se imaginan!

 Es cierto que en cada ser humano existe esta capacidad de renovación, de regeneración, de divinización, pero es un proceso muy lento y lo que cada uno puede hacer en esta existencia depende del trabajo que ya haya iniciado en las encarnaciones anteriores.

Aquél que no tenga conciencia de las dificultades con las que inevitablemente se va a encontrar en el camino espiritual, le será imposible progresar.