lunes, 21 de noviembre de 2016

Técnica del espejo


La técnica del espejo es infalible para estar plenamente consciente de la importancia de enfocar tu intención en el estado presente. Nada mejor para entender como se co-crea con el Universo que utilizar la técnica del espejo. 

De lo que se trata es de entender que la realidad es tanto física como metafísica. Que la realidad física es la que percibimos y la metafísica está fuera de los umbrales de la percepción, pero es la que nos devuelve hecho materia aquello que le proyectamos.

El Universo o matriz universal donde todo lo que puedas imaginar ya existe funciona igual que un espejo. 

Esta imagen de abajo es lo que hay al otro lado del espejo, el lado que no ves:


El punto rojo es tu deseo. Tú lo eliges de entre el resto de puntos, porque en el punto rojo está la experiencia que deseas vivir. Esa experiencia que deseas vivir ya existe al otro lado del espejo, tu trabajo es elegir la que más te guste, una vez realizada la elección, vibra con ella reflejando en el espejo una emoción muy intensa en presente. 

La emoción no tendrás que forzarla, porque al saber con certeza que ya has hecho tu elección, te llenarás de entusiasmo y pasión. 

No hace falta que sientas que ya tienes lo que quieres, si es que te resulta difícil, lo más importante es la emoción que sientas, fingir no va a servir para nada, el espejo nunca miente y siempre refleja tu verdad. 

Por lo tanto, enfócate en la vibración, en el sentimiento de entusiasmo y gran emoción que te hace sentir, saber que lo que quieres ya existe al otro lado, esperando a que lo elijas para manifestarse en tu vida.

Consejo muy importante

No sabes lo que quieres, tu doble cuántico sí


Creemos que queremos algo y hacemos todo lo posible para que se manifieste en nuestra vida, pero pasan los meses y los años y nada sucede. Puede que tu mente crea que desea algo que en realidad tu alma no desea. Para sincronizarlos a ambos y poder tener la vida que realmente te hará ser feliz, puedes recurrir a tu doble cuántico. 

Tu doble cuántico no sólo tiene la capacidad de viajar en el tiempo hacia líneas de tu vida pasadas y futuras, también puede viajar hacia lo más profundo de tu conciencia y de tu alma y destapar el velo de lo que realmente deseas. Si quieres que los deseos de tu alma dejen de estar sellados o cubiertos bajo capas de olvido. Habla con tu doble cuántico, o sea contigo mismo, y cuéntate algo parecido a esto:

Doble cuántico viaja al interior de mi conciencia y cuéntame el deseo profundo de mi alma

” Querido doble cuántico, por favor localiza el origen de mi olvido, de mi resistencia a tener, ser o hacer……………………………………………………………………………………………………………………………………..


Viaja a través de mi conciencia y de mi alma, entra en lo más profundo, llega hasta esa información que yo no recuerdo. Viaja a través del tiempo, observa todas mis vidas pasadas, haz un recorrido por todos y cada uno de los deseos que mi alma tuvo a lo largo de tantas y tantas vidas. 

¿Se cumplieron todos? ¿Hay algún deseo pasado que sigo intentando manifestar en esta vida? ¿Hay en mi vida actual algún nuevo deseo que mi alma quiere manifestar en mi vida actual y que nunca antes deseó?

No necesito conocer conscientemente los deseos de mi alma, sólo necesito que viajes a lo largo de mi conciencia, que viajes a lo largo de mi vida actual, hasta llegar a mi origen, al momento exacto en el que planeé esta encarnación, y observes esa secuencia con detenimiento, luego por favor, vuelve a mi presente, y deja impregnado en mi mente ese deseo, para que al despertar mañana o cualquier mañana de estos próximos cuarenta días, pueda recordar mentalmente, cuál es mi verdadero deseo.

domingo, 20 de noviembre de 2016

¿Queréis ser felices?


“¿Queréis ser felices? No esperéis que piensen en vosotros, que os comprendan, que os amen. 

Todo el mundo tiene sus preocupaciones, sus obsesiones, y aunque alguien esté cerca de vosotros un momento, al momento siguiente quizá ya esté en otra parte. 

La atención, la amistad y el amor son cosas muy inciertas, sí, y sobre todo el amor. 

Éste puede venir, claro, puede venir y nunca más dejaros, pero no lo esperéis. 

Si queréis ser felices, no lo esperéis. 

Y no sólo no lo esperéis, sino que empezad, vosotros, por amar. 

Esto es fácil, porque el amor está, en primer lugar, dentro de vosotros. 

Allí dónde vayáis, cualesquiera que sean las personas con las que os encontréis, siempre tenéis el amor en vuestro corazón y no faltan las posibilidades de poderlo manifestar. 

Si te enfocas en tus problemas, tendrás más problemas

 Todos nos encontramos expuestos a atravesar por momentos difíciles, a enfrentarnos a situaciones que solemos llamar problemas y por lo general cometemos el error de centrarnos en ello, no nos damos tregua pensando y pensando en esos problemas, nos lamentamos, nos quejamos, nos resistimos y solemos incluso pensar que cuando nos pasa algo negativo, viene todo junto, como en un combo, con más y más problemas asociados.

Esto no es casualidad, el universo nos da lo que predomina en nuestra mente, tenemos la posibilidad de crear nuestras realidades a través de nuestros pensamientos y si estamos enfocados en el problema, pues lo magnificaremos y seguiremos atrayendo más de lo mismo, para seguir vibrando en una frecuencia determinada.



Lo mejor que podemos hacer al enfrentarnos a una situación difícil, no es más que relajarnos, buscar las soluciones que tengamos a nuestra disposición y sencillamente dejar fluir las cosas, cuando nos enfocamos en soluciones, veremos cómo se manifiestan muchas posibilidades que nos hacen dejar atrás esos problemas con mucha mayor facilidad.

La mayoría de las personas gastan más tiempo y energías en hablar de los problemas que en afrontarlos. ― Henry Ford


Basta con dejar de pensar en el problema para que deje de afectarnos, debemos evitar que esto robe nuestra energía y procurar darnos espacios mentales libres de conflictos. Son estos espacios los que nos permitirán armonizarnos y podremos con mayor facilidad escuchar nuestra intuición para salir de ellos.


Si le damos un papel protagónico a nuestros pensamientos, con la capacidad que todos tenemos de hacer las cosas peores de lo que en realidad son, estaremos con muchísima facilidad envueltos de un humo negro que no nos permitirá ver más allá de lo que vivimos.

Debemos hacer un esfuerzo por centrarnos en el momento presente, acá nada es tan grave como en nuestra creativa mente, todo tiene el justo valor, ni más ni menos. Pero el real problema radica cuando estamos ansiosos a salir de algún conflicto, porque nos estamos convirtiendo en una fuente constante de eventos desagradables.

Un físico encuentra información sobre el alma en las células humanas


Los científicos aseguran que la información cuántica sobre el ser humano puede seguir viva de algún modo una vez que muere el cuerpo.

El equipo del físico británico Roger Penrose ha encontrado pruebas de que los microtúbulos de las proteínas contienen información cuántica sobre el ser humano, que algunos denominan 'alma' y podría perdurar tras la muerte del cuerpo, informa 'The Daily Express'.

Penrose explica que una prueba de esta teoría es que, cuando alguien muere, esos conductos liberan su información subatómica al universo pero, si el proceso es temporal y logra regresar a la vida, regresa a cuerpo: esa sería la vivencia de las personas que tienen experiencias cercanas a la muerte.

"Si el paciente no sobrevive al trance y fallece "es posible que la información cuántica pueda existir fuera del cuerpo", como 'alma', "tal vez de manera indefinida", añade Roger Penrose.

'Aquí y ahora'

Los investigadores del Instituto Max Planck de Física (Múnich, Baviera, Alemania) están de acuerdo y establecen que el universo físico en que vivimos se basa en nuestra percepción pero, una vez que nuestra parte física muere, existe un infinito más allá.

Quien fuera máximo responsable de esa institución, Hans-Peter Durr, subraya que "lo que consideramos como 'aquí y ahora', este mundo, solo es la parte material de lo que nos resulta comprensible", mientras que "el más allá es una realidad infinita mucho mayor".

sábado, 19 de noviembre de 2016

IGNORAR ESTE ASPECTO DE LA MENTE ES LO QUE HACE SUFRIR A LA MAYORÍA DE LAS PERSONAS EN EL MUNDO


IGNORAR ESTE ASPECTO BÁSICO DEL FUNCIONAMIENTO DE LA MENTE ES LA CAUSA PRINCIPAL DEL SUFRIMIENTO, SEGÚN EL MAESTRO BUDISTA CHÖKYI NYIMA

Antes que otra cosa, antes que los fascinantes rituales religiosos de purificación, que el mantra y el yoga de sus vehículos de liberación, el budismo es una filosofía de la mente. El Buda en repetidas ocasiones mencionó que la esencia de su enseñanza era el control y el conocimiento de la mente. En el Dhammapada se explica desde el principio que nuestro estado actual es resultado de nuestra actividad mental y, tan seguro como la rueda sigue a la pezuña del buey, si nuestros pensamientos son negativos o impuros sufriremos las consecuencias. En esto consiste una de las grandes aportaciones del budismo: aplicar la ley de la causa y el efecto a la mente y no restringir su dominio sólo a un mundo material dualista. El materialista quisiera, sin embargo, que fuera de otra forma y que pudiera escapar de sus propios actos --al tiempo que mantiene sus posesiones materiales. Pero lo único que perdura, más allá de la rueda de muerte y renacimiento, según el budismo, es la intención, esa intensidad, ese aspecto cualitativo que le hemos imprimido a nuestra vida y se ha convertido con el tiempo en nuestra conciencia base.

En una reciente plática en la que se inauguró la Casa del Dharma de la Ciudad de México, el maestro Chökyi Nyima Rinpoche, uno de los grandes maestros de las tradiciones tibetanas kagyu y nyingma, expuso lo que considera es la esencia del buddha-dharma, "la medicina" de la doctrina del Buda --a quien podemos considerar, más que un salvador, un doctor que nos ofrece una poderosa medicina que de todas maneras debemos tomar nosotros (esta es la metáfora clásica del dharma). Chökyi Nyima dijo que la causa esencial del sufrimiento en este plano de existencia es la ignorancia que tenemos los seres humanos de cómo funciona la mente. Es difícil ponerlo más sencillo: "las emociones negativas producen infelicidad y las emociones positivas producen felicidad". No nos tenemos que complicar la vida cuestionando la existencia del "bien y el mal" o poniendo en entredicho qué es positivo y qué es negativo, todos tenemos una experiencia directa de que emociones como el enojo, los celos, la envidia, etc., hacen que nos sintamos mal y no contribuyen a nuestro bienestar (el budismo las conoce como venenos, sustancias tóxicas y densas que oscurecen nuestra mente natural). En cambio, emociones como la compasión o el amor hacen que nos sintamos bien y crean un circuito de virtud.

Aunque comúnmente no se considera como una emoción, Chökyi Nyima hace un buen punto cuando dice que "no apreciar lo que se tiene es una emoción negativa", la cual conduce a la infelicidad. Esto ilustra otra de las nociones fundamentales del budismo, ya que estar insatisfecho con lo que se tiene es generalmente pasar el tiempo descontento deseando lo que los demás tienen o lo que vemos con los sentidos y que no tenemos (lo cual genera, a su vez, algunas de las emociones mencionadas anteriormente). Esto a su vez es una señal de que ignoramos la naturaleza impermanente de las cosas, ya que si estuviéramos continuamente conscientes de ella no estaríamos deseando esto o aquello, con avidez o aversión, puesto que todos estos objetos de nuestro deseo que prometen placeres y satisfacciones son ilusiones en tanto que son efímeros. Meditar sobre la muerte y la impermanencia de todas las cosas es muy importante en las etapas preliminares del budismo, justamente siendo este uno de los pensamientos que llevan al dharma y permiten a la mente mayor calma y concentración, al no verse atraída y atrapada por los objetos del deseo.

LA VERDADERA INTELIGENCIA ES LA COMPASIÓN (LO QUE LOS MAESTROS ILUMINADOS DESCUBRIERON)


ESTA ES QUIZÁS LA MÁS GRANDE ENSEÑANZA DE LOS MAESTROS ILUMINADOS DE DISTINTAS TRADICIONES: LA SABIDURÍA ES BONDAD; LA BONDAD, SABIDURÍA. Y EN ELLAS YACE UNA SUSTANCIA ALQUÍMICA O MEDICINA UNIVERSAL


Durante el momento de la iluminación, cuando veo la faz original de la mente, una compasión ilimitada emerge. Entre más grande la iluminación, más grande la compasión. Entre mayor mi compasión, más profunda la sabiduría que siento. Este inequívoco camino de no-dualidad es la incomparable práctica del Dharma. (Vow of the Mahamudra, traductor Evans-Wentz)

En este mundo, hasta la fecha
el odio nunca ha disipado el odio.
Sólo el amor disipa el odio: ésta es la ley.

Para la mayoría de las personas ser inteligente es más atractivo que ser bueno. Creo que actualmente la mayoría de las personas elegiría ser inteligente a ser bueno si les dieran a escoger. La forma en la que está construida nuestra sociedad —basada en el éxito económico, en la búsqueda de notoriedad y en la percepción del mundo como competencia— parece priorizar la inteligencia sobre la bondad y tiene profundamente inculcada la noción de que la inteligencia es más valiosa para conseguir el éxito que desea y "salir adelante". En este artículo argumentaré que la compasión y la inteligencia (o la bondad y la sabiduría) están estrechamente ligadas, existen en una permanente retroalimentación y, en realidad, una persona no puede ser verdaderamente inteligente si no es también compasiva y, por una alquimia emocional, una persona bondadosa se vuelve naturalmente una persona sabia. Esto es algo que han descubierto numerosos maestros espirituales, y de hecho conforma el núcleo exotérico de sus enseñanzas: es el entendimiento profundo de la llamada “ley de oro” o reciprocidad.

La compasión es el sentimiento de empatía, de experimentar en carne propia el sufrimiento que otro experimenta, el cual motiva a la acción para erradicar ese sufrimiento. Como tal, es esencialmente altruista, libre de egoísmo. De alguna manera, la compasión requiere de una cierta sabiduría para poder sostenerse continuamente. La persona compasiva actúa desde la integración, de la noción de que no existe separado del otro, de que el bienestar de los demás es su propio bienestar y que la existencia de un yo individual fijo, estable, autónomo y separado del mundo es una ilusión. Si no sabe o no cree esto será difícil que encuentre una motivación para seguir actuando con compasión. Sin embargo, la compasión, a su vez, virtuosamente engendra inteligencia y sabiduría, en un bucle de retroalimentación positiva. La razón por la cual los actos bondadosos nos hacen más inteligentes es lo que intentaremos explicar aquí.



CAUSA Y EFECTO EN MENTE Y CUERPO

El fundamento que sustenta este argumento es que vivimos en un mundo regido por ciertas leyes universales. La más básica de ellas es la ley de la causa y el efecto. Los efectos son proporcionales a sus causas: una semilla de mostaza no dará un árbol de mangos. Desde una perspectiva moral esto se formula con la famosa "ley de oro", que se manifiesta de alguna u otra forma en todas las religiones y tradiciones filosóficas. Comparemos sólo algunas. San Pablo escribe a los gálatas:

Lo que cada uno haya sembrado, eso cosechará. Porque el que siembra para su propia carne, de la carne cosechará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.

Algo similar puede encontrarse en varios libros de la Biblia, y de aquí se desprende la fórmula básica, repetida como sabiduría popular, de que lo que sembramos (específicamente el aspecto cualitativo de nuestros actos, ya sea que sean justos o injustos, que tengan como intención beneficiar a los demás o beneficiar a uno por encima de los demás) eso cosecharemos. Una visión similar es expresada por Jesús según Mateo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, aquí se introduce de manera más explícita el elemento de compasión. Podemos añadir que amarás a tu prójimo como a ti mismo, y así cosecharás lo que siembras –sin división entre lo interno y lo externo, lo propio y lo extraño, lo mío y lo tuyo.

El filósofo Manly P. Hall, hablando sobre la ley que se expresa en el conjunto de los textos sagrados, dice: “Tal vez no exista prueba alguna del origen divino de las escrituras, pero una forma de prueba puede encontrarse en el desastre que acontece cuando se rompen”. Es decir, una vez que violamos las leyes de la naturaleza, que son el espejo de la inteligencia divina, existe naturalmente una consecuencia y esto puede apreciarse generalmente en el estado de salud de un individuo o en el resultado de las cosas que emprende, tarde o temprano. En esta visión de las leyes de la naturaleza como el libro en el que se conoce a la deidad, Hall sigue a filósofos y científicos como Paracelso y Francis Bacon. Bacon famosamente escribió que Dios no necesita hacer milagros para probar su divinidad ya que la maravilla de su obra y la divinidad misma del mundo se revelan en la grandeza de las leyes de la naturaleza. Curiosamente Bacon es uno de los padres de la ciencia moderna, lo cual muestra que la religión y la ciencia no tienen que estar en contradicción.



KARMA Y DHARMA

Ahora veamos cómo aparece esto en el budismo. En el Dhammapada, el Buda famosamente enuncia: “Si uno habla o actúa con una mente impura, entonces el sufrimiento le sigue del mismo modo que la rueda sigue a la pezuña del buey”. En esta frase está la esencia del buddhadharma y  lo que Alan Wallace ha llamado una “ciencia contemplativa”, y es que los budistas nos dirán que esto no es solamente una conjetura que existe en un rango de subjetividad que aplica a veces sí y a veces no, sino que puede comprobarse inexorablemente, tanto física como mentalmente. Una lúcida ampliación de este entendimiento de las leyes del karma puede observarse en la explicación que hace el gran enciclopedista tibetano Jamgon Kongtrul de los 4 pensamientos que hacen girar la mente hacia el Dharma:



Los efectos de mis actos me siguen como la sombra sigue a mi cuerpo.

[…] Experimentaré los efectos de todos mis actos.

No experimentaré los efectos de las acciones que no he realizado.

Mis acciones siguen evolucionando en los resultados que experimento.

La virtud inevitablemente madura como felicidad y el mal como sufrimiento.



El maestro budista estadounidense Traktung Rinpoche escribe en su libro Eye to Form is only Love:

La mente está llena de hábito. Hábitos negativos consumen energía. Tremenda energía es necesaria para romper las cadenas de la percepción ilusoria. Hábitos positivos generan energía. Transformar hábitos negativos en hábitos positivos es la forma de ir más allá de todos los hábitos.

Si bien el objetivo budista es liberarse de todo karma, es el karma positivo, los actos positivos, los cuales nos colocan en un posición adecuada para hacerlo. El Buda precisó que no todos los actos generan karmas que tienen que "pagarse", por decirlo vulgarmente, es decir, que forman sankharas o compuestos psicofísicos; es la intención (cetana) la que tiñe el acto, la que genera karma positivo o negativo. El bodhicitta  —la mente despierta, la mente del bodhisattva cuya característica esencial es la compasión— es el método supremo para cultivar karma positivo y purificar el karma negativo y así poder alcanzar la sabiduría (el prajna) que revela la realidad del samsara como nirvana (en la parte final del artículo exploraremos más este bodhicitta, el sublime hallazgo de la ciencia budista). Aquí yace en buena medida la importante innovación que hace el budismo mahayana, a diferencia del llamado hinayana; se le llama el gran vehículo (el mahayana) porque sostiene que la compasión es el método principal para la liberación e introduce el camino del bodhisattva, aquel que ha jurado permanecer en el mundo (samsara) hasta que se liberen del sufrimiento todos los seres sensibles. Es difícil concebir una posición ante la vida más compasiva que ésta.

Es importante entender que el budismo ni el hinduismo sostienen que el karma —o la intención que lo in-forma— sean trascendentes o que se efectúen por la intervención de alguna deidad o proceso ulterior (tipo un Juicio Final). No hay nadie que castigue o premie. En el pecado se lleva la penitencia pero también en la virtud se lleva la recompensa. En realidad todo ocurre en el mismo instante. Esto significa necesariamente que la intención debe tener un componente energético sutil, lo cual está en concordancia con la cosmología budista, en la cual se mantiene una identidad entre la mente o la conciencia y la energía, siendo la energía (o el prana) el soporte de la mente, el caballo de viento que usa la conciencia para andar. Escribe en este sentido Allan Wallace, maestro de meditación y físico: “El espacio absoluto de los fenómenos [dharmadatu] es permeado no sólo por la conciencia primordial, sino por la infinita energía vital de esa conciencia (jnana-prana), que tiene la misma naturaleza”.

Así, el karma, todos nuestros actos y su intención, ese aspecto cualitativo a través del cual imprimimos energía psíquica, se registran en nuestro cuerpo-mente, permanentemente, en cada percepción, en cada pensamiento, aquí y ahora. “Trabajar con el cuerpo es abrir una reserva de karma almacenado", dice el maestro de meditación Reginald Ray, quien sugiere también que el karma es similar a lo que hemos llamado el inconsciente. Existe un karma entonces que opera desde las sombras, hay semillas que tardan en germinar, que necesitan de ciertas condiciones para salir a la superficie —algo que se evidencia en el caso del trauma—.

Podemos hablar del budismo como una “ciencia contemplativa”, justamente en este sentido. Por más de dos milenios, los contemplativos budistas han observado los efectos de las acciones en su propios cuerpos-mentes y han llegado a la conclusión de que no hay verdadera división entre lo interno y lo externo, entre lo físico y lo mental. Las semillas que sembramos se cosechan igualmente en la tierra que en nuestra conciencia. La ciencia occidental moderna, por el contrario, ha hecho una tajante y mayormente arbitraria división entre lo material y lo mental —siendo lo mental una mera ilusión generada por el cuerpo— y así sólo atribuye causalidad a la materia. Un pensamiento puede correlacionar con cierta actividad neuronal e incluso generar ciertas hormonas y sustancias químicas, pero en ninguna medida se cree posible que pueda tener un efecto sobre algo que no sea el mismo cuerpo que lo genera y mucho menos ser la causa de un fenómeno externo (como por ejemplo los fenómenos de sincronicidad estudiados por Carl Jung). Así, bajo este marco cientificista, los eventos y fenómenos que experimentamos son resultados del azar o de procesos estocásticos y existen independientemente de la conciencia que los observa (claro que ésta es la visión clásica y un tanto obsoleta de la ciencia, la física cuántica parece sugerir que no se puede dividir la conciencia o el observador del fenómeno que se observa).



LA IDEA DEL BIEN EN LA FILOSOFÍA PLATÓNICA