lunes, 20 de marzo de 2017

Te quiero más allá del apego, la costumbre y el miedo a la soledad


Querer de forma consciente es amarse primero a uno mismo para desinfectar apegos enfermos o gélidos vacíos que otros están obligados a calmar. Amar de forma madura es entregarse libremente al otro en un acto de autenticidad, pero nunca para apagar soledades y jamás para perder la propia dignidad.

El propio Einstein dijo una vez que el amor nunca podría explicarse bajo la óptica de la ciencia, porque ese acto biológico, químico y fascinante jamás podría ser cuantificado u observado bajo un microscopio. Sin embargo, el padre de la teoría de la relatividad se equivocaba. Porque si hay algo que ha podido demostrar la neurología a día de hoy es que el amor es adictivo.


“Amar no es solamente querer, también es comprender”
-Françoise Sagan-


Los avances en el campo de la neurociencia apagan muchas veces nuestro sentido del romanticismo y ese halo poético con el cual revestimos en ocasiones nuestras relaciones, cual caramelos algo envenenados. El amor está impregnado de dopaminas, y ello hace que muchas veces caigamos casi como narcotizados ante un vínculo del que nos cuesta mucho escapar o más aún: ver el daño que nos causa.

El amor es ciego, lo sabemos, y todos podemos caer en una de esas relaciones basadas en un apego insano, asfixiante e intenso a la vez. Sin embargo, es responsabilidad nuestra abrir los ojos para vernos primero a nosotros mismos. La relación que nos despersonaliza, que nos extrae esas entrañas privadas donde reside la autoestima y el autoconcepto no es saludable. Es como inmolarse en las hogueras de una inmerecida infelicidad.

Te proponemos reflexionar sobre ello.



El amor basado en el apego es pura adicción

Algo que resulta curioso dentro del plano científico o clínico es que se ha estudiado más la depresión asociada al desamor que el amor asociado a la manía, a la adicción. Esto es así por una razón muy sencilla: histórica y culturalmente se ha tenido una imagen de ese amor desmedido, apasionado, dominante y ciego como algo admirable, positivo y hasta inspirador.


Admitámoslo… A todos nos han vendido la idea de que los mejores amores son esos del todo o nada. Esos donde fundir las mitades de nuestro corazón hasta crear uno solo, esos donde dar el aliento para que el otro respire y ser rescatados de todos nuestros miedos, sanados de cada una de nuestras soledades. Sin embargo, debemos tener mucho cuidado con todas estas imágenes, porque todas ellas esconden algo de tragicómico, pinceladas agridulces y el implacable veneno de las decepciones.

Hay que tenerlo claro, las relaciones basadas en el apego afectivo son insanas porque tienen en su mano esa goma de borrar que hace desaparecer todos los “autos” de nuestra personalidad, a saber: la autoestima, el autoconcepto, el autorrespeto… Además, cuando quedamos subordinados a este tipo de amores dependientes, por curioso que parezca, no es nada fácil ver lo que nos ocurre con claridad. No importa que otros nos avisen, de nada sirve que nos digan que “nosotros no somos así”.

El amor basado en el apego es obstinado y ciego y no tiene pies ni cabeza, pero sí un corazón grande y herido que necesita su droga afectiva, ese cuyo efecto secundario resulta implacable.



Te quiero por encima de los miedos, las soledades y la costumbre

TODO EL UNIVERSO EN UN SOLO ÁTOMO


PARALELOS ENTRE LA VISIÓN HOLOGRÁFICA DE LA COSMOLOGÍA MODERNA Y LA COSMOLOGÍA BUDISTA DEL SUTRA DE LA GUIRNALDA


En cada partícula de polvo hay tantos budas como hay partículas de polvo en todos los mundos. Cada buda en su lugar rodeado de varias asambleas cuales océanos de bodhisattvas.  

Avatamasaka Sutra



El Dalái Lama llamó al libro en el que establece un diálogo entre la ciencia y la espiritualidad budista El universo en un solo átomo. El título es significativo ya que este concepto --de la totalidad en la parte-- se encuentra tanto en la ciencia moderna como en el budismo.

El físico David Bohm, quien en gran medida fue el maestro de ciencia del Dalái Lama, desarrolló una interpretación de la mecánica cuántica en la que sugiere que la totalidad de la información del universo yace codificada en cada región del tiempo-espacio. Bohm fue quien primero introdujo la metáfora de un holograma para explicar la naturaleza del cosmos; en su teoría, el universo es como una imagen holográfica que, no importa cuántas veces sea dividida, mantiene la totalidad de la información de la misma (la noción de un universo holográfico es usada de manera distinta por los físicos actualmente: se dice que nuestro universo es la proyección tridimensional de una espacio base bidimensional). Bohm llamó a esta propiedad fundamental "holomovimiento" y con ella quiso explicar las extrañas propiedades de la física cuántica.

El holomovimiento es el flujo de la totalidad implicada; las cosas son vistas como constantemente emergiendo y disolviéndose en un océano indiferenciado de materia y conciencia. Las cosas que surgen, sin embargo, no existen de manera independiente o permanente sino que son imágenes de la totalidad indivisible; no pueden concebirse como entidades cerradas sino solamente como procesos, manifestaciones de un perpetuo devenir de infinito potencial. El lector notará evidentemente los paralelos con la filosofía de Whitehead y sobre todo con varias corrientes de filosofía oriental. La idea del universo como un proceso infinito que no puede ser delimitado o fijado en entidades individuales es central al budismo. En el libro mencionado el Dalái Lama da la visión cosmológica del Abidharma y del Kalachakra:

En el corazón de la cosmología budista yace no sólo la idea de que existen múltiples sistemas de mundos --infinitamente superiores en número a los granos de arena del río Ganges, según algunos textos-- sino también la idea de que están en un constante estado de surgir y disolverse. Esto significa que el universo no tiene un comienzo absoluto.

En el que me parece es el texto más psicodélico de la historia (así también descrito por su traductor Thomas Cleary) y en el cual se encuentran embriones de lo que hoy llamamos popularmente una visión fractal y una visión holística del universo, el Avatamasaka Sutra (el Sutra de la Guirnalda), se dice que existen tantos universos como el resultado del "cuadrado de lo incalculable" que es una función de lo "inefable", "multiplicado por sí mismo". Es en este texto del mahayana, que fue comenzado unos 500 años después de la muerte de Buda, que se introduce la metáfora de la red de Indra (o collar de perlas de Indra), algo así como la visión holográfica del universo de la antigüedad. El Dalái Lama la describe en El universo en un solo átomo:

En dicha red, ninguna joya yace en el centro o en la orilla. Cada una de las joyas está en el centro en el sentido de que refleja a todas las otras joyas de la red. Al mismo tiempo, está en la orilla en el sentido de que ella misma es reflejada en todas las otras joyas. Dada la profunda interconexión del universo, no es posible tener conocimiento ni siquiera de un solo átomo sin ser omnisciente. Conocer completamente un solo átomo significa conocer todas sus relaciones con todos los fenómenos de un universo infinito.

Esto es así, según el budismo mahayana, porque todas las cosas se originan en interdependencia, coemergen, no tienen existencia inherente, su existencia está dada solamente en una red de relaciones que no tiene principio ni final, por lo cual hasta la cosa más pequeña depende de todas las otras (esto es otra forma de decir que el universo está vacío). Por fortuna, según el mismo budismo mahayana, la mente búdica es omnisciente y cada uno de nosotros en la pureza de nuestra mente es un buda, así que quizás no nos esté velada esta posibilidad majestuosa de conocer la totalidad del universo en el destello de un solo átomo.

Como inspiración en este hipotético sendero de visión holográfica consideremos algunos de los extraordinarios versos del Sutra de la Guirnalda, en los cuales se establece la noción fundamental de unidad entre los átomos, los universos y los budas. Nos dice el sutra de manera incansable que existen tantos budas como átomos en los universos, lo cual parece sugerir que la realidad entera está iluminada:

viernes, 17 de marzo de 2017

Los increíbles efectos del incienso sobre el cerebro


Si sueles quemar incienso en casa, estás incidiendo directamente sobre tu cerebro, probablemente sin saberlo. De hecho, durante siglos diferentes religiones han sostenido que quemar incienso es bueno para el alma.

Y todo parece indicar que no andaban muy desacertadas ya que ahora un equipo de biólogos de la Universidad de Johns Hopkins y la Universidad Hebrea de Jerusalén afirma que también es positivo para el cerebro y explican que sus propiedades psicoactivas podrían ser la razón por la cual las personas siguen quemando incienso en las prácticas religiosas, a través del tiempo y a lo largo de todo el mundo.

El incienso tiene propiedades ansiolíticas y antidepresivas

Estos investigadores descubrieron cómo el franquincienso, una resina de la planta boswellia sacra, también conocida como el árbol del incienso, actúa a nivel cerebral para combatir la ansiedad o la depresión. De esta forma, podríamos tener a la mano una poderosa herramienta para aliviar los síntomas ansisosos o depresivos, sin saberlo.

Básicamente, el poder curativo de esta práctica radicaría en el acetato de incensole, un compuesto de la resina que se extrae del árbol del incienso. De hecho, estos investigadores expusieron a unos ratones a esta sustancia y apreciaron que tenía efectos antidepresivos y ansiolíticos.

Al analizar con mayor profundidad su acción descubrieron que el acetato de incensole actúa en algunas áreas del cerebro vinculadas con las emociones, así como en los circuitos sobre los que normalmente inciden los medicamentos para la depresión y la ansiedad.

De hecho, descubrieron que quemar incienso activa una proteína denominada TRPV3, la cual está presente en el cerebro de todos los mamíferos, incluyendo los humanos, y desempeña un rol importante en la percepción de la temperatura a través de la piel y la regulación emocional.

El acetato de incensole también tiene propiedades antiinflamatorias.

¿Sabías que tienes un sistema inmunitario psicológico?


El sistema inmunitario nos protege contra toda clase de agentes infecciosos que abundan en el medio. De hecho, es imposible controlar nuestra exposición a virus, bacterias y demás agentes patógenos, pero si tenemos un sistema inmunitario fuerte y sano, nuestras probabilidades de enfermar se reducen.

No obstante, psicólogos como Dan Gilbert, de la Universidad de Harvard, creen que también tenemos un sistema inmunitario psicológico. Y las personas que lo fortalecen pueden lidiar mejor con las adversidades y los problemas, sin que estos sumen demasiada ansiedad, depresión o desesperanza.

Según esta teoría, de la misma manera que existen personas que prácticamente son inmunes a los virus y casi nunca se enferman, también hay quienes pueden enfrentar las peores tragedias con mayor entereza de ánimo mientras otros se desmoronan, entristecen o estresan ante los problemas más nimios.

Sin embargo, lo cierto es que todos tenemos un sistema inmunitario psicológico. Los estudios indican que aproximadamente el 75% de las personas logran encontrar un nuevo equilibrio que les permite ser felices al cabo de los dos años después de haber sufrido una gran tragedia.

El sistema inmunitario psicológico se encargaría de construir una red de seguridad que nos proteja de los efectos del estrés crónico y nos dé fuerzas para soportar los eventos más terribles. Mientras que el sistema inmunitario biológico nos mantiene vivos para protegernos de las enfermedades, el sistema inmunitario psicológico amortigua el impacto de los golpes emocionales y nos permite seguir adelante.

Sobrevalorarse como estrategia para proteger la autoestima

El sistema inmunitario psicológico activa diferentes estrategias para protegernos, una de ellas consiste en evitar que nos odiemos por nuestros fracasos. Esa es la razón por la cual tenemos la tendencia a atribuir los problemas a factores externos, como el gobierno, un subalterno incompetente o simplemente la mala suerte.

De esta forma preservamos nuestra autoestima y no nos sentimos tan deprimidos, frustrados o desesperanzados. De hecho, un estudio llevado a cabo en la Virginia Commonwealth University reveló que las personas con tendencia a la depresión en realidad tienen una perspectiva más objetiva del mundo y suelen ser más lógicas y reflexivas. Al contrario, quienes mantienen una actitud más optimista es porque ponen en práctica determinados sesgos que les ayudan a lidiar mejor con su realidad.

Por eso, no es extraño que cuando nos comparamos con los demás pensamos que somos más inteligentes, que tenemos menos prejuicios, que somos más éticos y que viviremos más años.

No se trata de algo negativo. De hecho, psicólogos de la Universidad de California afirman que los estados mentales de autoafirmación positiva, incluso las ilusiones positivas, contribuyen a disminuir nuestro nivel de estrés. Estos investigadores apreciaron que las enfermedades incurables avanzaban con mayor lentitud en las personas que albergaban ilusiones optimistas, aunque fueran poco realistas, ya que estas tienen un efecto protector.

Desde el punto de vista biológico, esto se debe, en parte, a la acción del eje hipotalámico-pituitario-adrenal, que regula desde la digestión y la temperatura corporal hasta el humor, la energía física y el sistema inmunitario biológico. Este eje también modula nuestra respuesta ante el estrés, por lo que se ha apreciado que las personas con una percepción positiva tienen un eje hipotalámico-pituitario-adrenal más saludable que quienes tienen una percepción más negativa de la vida y de sí mismos.

Solo es necesario asegurarse de que no perdemos demasiado el contacto con la realidad y que esas ilusiones no son tan irreales que terminen haciéndonos daño.

Nuestra mente piensa en positivo automáticamente

Varios estudios sugieren que las personas tienen un temor infundado a los eventos negativos. Solemos imaginar las peores consecuencias y suponemos que reaccionaremos muy mal aunque en realidad cuando nos enfrentamos a esos problemas solemos responder mejor de lo que pensábamos. Esto se debe a que normalmente subestimamos nuestra resiliencia. Por consiguiente, ni los eventos positivos ni los negativos cambian tanto nuestra vida como pensábamos.

De hecho, cuando se trata de lidiar con la adversidad, es mejor dejar que nuestro inconsciente tome las riendas. Un estudio llevado a cabo en la Universidad Estatal de Florida reveló que cuando irrumpen en nuestra mente pensamientos sobre la muerte, ya sea la propia o la de personas que queremos, nuestro cerebro no se queda paralizado en la negatividad o el miedo durante mucho tiempo sino que intenta moverse hacia pensamientos más positivos.

En el experimento, los psicólogos prepararon a más de 100 personas para que pensaran en su propia muerte. A otro grupo le pidieron que imaginaran un evento desagradable, como ir al dentista. Luego les presentaron algunas raíces de palabras que debían completar, como “go”, a partir de la cual podían escribir términos como “gobierno” o “gozo”. Así los investigadores evaluaban su estado emocional inconsciente.

Descubrieron que quienes habían pensado en la muerte solían elegir palabras más positivas, como “gozo”. Este mecanismo que ocurre a nivel inconsciente es el sistema inmunitario psicológico en acción, intentando mitigar los efectos del dolor y el sufrimiento, llevándonos a ver la parte positiva de la vida, incluso cuando estamos ante los eventos más desoladores.

¿Cómo fortalecer el sistema inmunitario psicológico?

No esperes tenerlo todo para disfrutar de la vida, ya tienes la vida para disfrutar de todo


De pequeños disfrutábamos enormemente de la vida. Prácticamente cualquier cosa era una fiesta, una oportunidad para descubrir, crecer, divertirse… Sin embargo, con el paso de los años sacrificamos la felicidad en el altar del deber. Nos enseñaron que debíamos aplicarnos más, esforzarnos más, ir siempre más allá... Nos dijeron que si nos dábamos por satisfechos con lo que teníamos éramos conformistas…

Nos inculcaron la idea de que no valemos por lo que somos sino por lo que logramos. De esta manera aprendimos a plantearnos objetivos, y a centrarnos en ellos, a no desfallecer hasta alcanzarlos. Y así la vida, sin darnos cuenta, se ha convertido en una especie de salón donde exponer nuestros trofeos. Nos hemos convertido en las víctimas perfectas del virus que ataca a nuestra sociedad: el conclusionismo.

Existe un test muy sencillo para saber si tú también has caído en sus garras: imagina que conoces a una persona en la calle y debes explicarle quién eres. Esa persona tiene apenas medio minuto, así que tienes que elegir sabiamente tus palabras para lograr que se forme una imagen lo más precisa posible de ti. ¿Qué le dirías? Piénsalo un momento.

Si le indicas tu profesión y las cosas que has logrado en la vida, es probable que seas víctima del conclusionismo. Sin duda, las cosas que has logrado forman parte de ti, pero son tu pasado, no son tu presente y, sobre todo, no son tú.

Tú eres mucho más, eres tus pasiones, tus sueños, tus ilusiones, tus planes para el futuro, las cosas que te gustan y las que no, aquello en lo que crees, lo que amas, lo que te hace vibrar, lo que te entusiasma y también lo que odias, lo que rechazas y lo que te disgusta.

¿Por qué el conclusionismo es tan peligroso?

El conclusionismo es la tendencia a poner la vida en pausa hasta que alcancemos determinados resultados o logremos ciertos objetivos. Es la tendencia a pensar que estaremos mejor o que seremos más felices cuando logremos algo, que siempre está en el futuro.

Obviamente, el conclusionismo encierra una trampa mortal ya que en realidad es imposible poner la vida en pausa, el tiempo sigue pasando, inexorablemente, aunque nosotros no lo aprovechemos ni disfrutemos de la vida, aunque nos mintamos diciéndonos que mañana será mejor porque cuando hayamos logrado eso que tanto ansiamos seremos más felices, estaremos más relajados o podremos permitirnos ciertos "lujos".

Sin embargo, lo cierto es que no es necesario tenerlo todo para disfrutar de la vida, porque ya tenemos la vida para disfrutar de todo. No hay ninguna razón para aplazar la felicidad, la alegría, el placer o la relajación más que la creencia, o más bien la urgencia, que sentimos de terminar algo.

Esta creencia corresponde a la visión de la vida como si fuera una escalera que debemos subir, donde cada peldaño es un objetivo cumplido. Obviamente, la sociedad está estructurada de tal manera que confirma esta imagen, basta pensar en los diferentes diplomas que vamos obteniendo a medida que avanzamos de nivel en la escuela. Sin embargo, a menudo lo que recordamos de esos años es a aquel profesor genial, a los amigos o cómo nos divertíamos. Por tanto, es comprensible que nos preguntemos si realmente estamos enfocando bien la vida.

La vida es eso que pasa mientras estamos ocupados haciendo otros planes

jueves, 16 de marzo de 2017

La auto-indagación ¿quién soy yo?


La auto-indagación ¿quién soy yo?
La pregunta fundamental de la vida

"¿Cuál es el sentido de la existencia? ¿Qué es la vida? ¿Quién soy yo? ¿Cuál es mi verdadera naturaleza? Tarde o temprano cualquier persona inquisitiva hace estas preguntas."

Podemos responder a la más esencial de todas las preguntas, es decir, "¿quién soy yo?" o, más apropiadamente, "¿qué soy yo?", "¿cuál es mi verdadera naturaleza?", "¿por qué nací?", "¿por qué debo morir?", "¿cuál es mi relación con mis semejantes?" Ser humano significa hacerse estas preguntas, y ser verdaderamente humano, significa que se ha de encontrar una respuesta. Hasta que estas preguntas no afloren en nuestra conciencia, podremos sólo adornar nuestra vida con toda clase de actividades ―compromisos mundanos―, pero éstas no nos darán la oportunidad de reflexionar sobre nosotros mismos. Pero, más tarde o más temprano, surgen estas preguntas y entonces ya no hay escapatoria. Éstas arden dentro de nosotros y las respuestas intelectuales no nos dejan en paz. Leemos libros que tratan sobre la condición humana, sobre el significado de la vida y obtenemos pomposas frases, elaboradas metáforas, pero no responden a la pregunta. Sólo la experiencia esencial del propio despertar satisface la pregunta esencial. La experiencia personal es el testimonio final a la Verdad.
Philip Kapleau, Despertar al Zen (Editorial Pax México, 2006) p. 37.


Debemos hacernos sin descanso la pregunta "¿quién soy yo?". Dirigiendo el pensamiento, no hacia los objetos, sino hacia su fuente, finalmente descubrimos el elemento fundamental del Ser. El hombre posee en el fondo de sí mismo lo esencial de toda sabiduría. Lo sepa o no, pero la verdad está en él mismo y en ninguna otra parte.
Jean Klein, Sea usted lo que Es (Ediciones Vía Directa, 2008), p. 23.


Creo que en la vida de todo ser humano aparece un momento en que surge la pregunta "¿qué es la vida?". Cuando uno realmente se da cuenta de esto ve que está constantemente en el proceso de llegar a ser, nunca en el ahora. Está constantemente en el pasado-futuro, pasado-futuro. Preparando el futuro con el pasado. Al tomar nota de esto, uno se ve impelido a preguntar: "¿Quién soy yo? ¿Qué es la vida?" Mientras el estudiante no llegue a este punto no es un estudiante.

En el momento en que el estudiante hace la pregunta y no tiene ninguna referencia al pasado, él se encuentra espontáneamente en un estado de no-saber. En este no-saber él está en una nueva dimensión. Ni siquiera es una nueva dimensión porque en ésta, no hay ninguna dirección. Uno debe vivir con la pregunta. Por vivir con la pregunta quiero decir no buscar una conclusión, una respuesta, ya que el vivir con la pregunta es en sí la respuesta. Pero buscamos constantemente una respuesta.
Jean Klein, Living Truth (Third Millennium Publications, 1995), p. 189.


Nadie puede decirte quién eres. Sería sólo otro concepto, así que eso no te cambiará. Quién tú eres no necesita creencias. De hecho, toda creencia es un obstáculo. Ni siquiera necesita que te des cuenta, puesto que ya eres quien eres. Pero, si no te das cuenta, quien tú eres no brillará en este mundo. Permanecerá en lo no manifestado, que es, por supuesto, donde más a gusto estás. Entonces eres como una persona aparentemente pobre que no sabe que tiene una cuenta bancaria con 100 millones de euros, y así su riqueza se queda como un potencial no manifestado.
Eckhart Tolle, Un nuevo mundo, ahora (Grijalbo, 2006), p. 168.)


Es una forma de madurez en la vida que lleva a uno a hacerse ciertas preguntas. De todas esas preguntas se llega a la pregunta original fundamental: ¿Quién soy yo? Esta pregunta, ¿Quién soy yo?, sólo viene cuando se ha indagado en todas las direcciones posibles. Sólo cuando se ha explorado todas las direcciones se llega a la fase madura de preguntar ¿quién soy yo? En esta pregunta, ¿quién soy yo ?, una mente madura dice: "No lo sé". Es sólo en este "no lo sé" que hay algo cognoscible, perceptible. Porque el "no lo sé", no es un estado en blanco, el verdadero "no lo sé" se refiere a sí mismo y ahí la pregunta es la respuesta. Es una percepción instantánea de nosotros mismos. Es nuestra intemporalidad. Cuando hemos explorado todas las direcciones, hay una renuncia natural. Y entonces lo que renuncias ―lo que renuncia― tiene un nuevo significado.
Jean Klein, Living Truth (Third Millennium Publications, 1995), p. 15-6.


En su vida un hombre puede hacerse muchas preguntas pero todas giran en torno a una pregunta: "¿Quién soy yo" Todas las preguntas se derivan de ésta. Así que la respuesta a "¿Quién soy yo?" es la respuesta a todas las preguntas, la respuesta definitiva.
Jean Klein, Yo Soy (Third Millennium Publications, 1989), p. 141.


¿Qué es este "yo"? ¿De dónde viene este "yo"? Cuando mueres, ¿a dónde va? Estas son las preguntas más importantes que siempre puedes hacerte. Si realizas este "yo" alcanzas todo. Eso se debe a que este "yo" es parte de la sustancia universal. Tu sustancia, la sustancia de este escritorio, la sustancia de este palo, del sol, de la luna, de las estrellas ― la sustancia de todo es la misma sustancia. Así que si quieres comprender tu verdadera naturaleza, primero tienes que alcanzar tu sustancia original. Esto significa alcanzar la sustancia universal y la sustancia de todo. Todo en este mundo ―el sol, la luna, las estrellas, las montañas, ríos y árboles― todo está en constante movimiento. Pero hay una cosa que nunca se mueve. Nunca va o viene. Nunca ha nacido y nunca muere. ¿Qué es esta cosa que no se mueve? ¿Puedes decírmelo? Si la encuentras, encontrarás tu verdadero ser y alcanzarás la sustancia universal. Pero el entendimiento no puede ayudarte a encontrar ese punto. Incluso cien doctorados no te enseñarán tu verdadera naturaleza.
Seung Sahn, The Compass of Zen (Shambhala, 1997), p. 207.


El método de la auto-indagación

Es increíble cómo cambia tu vida cuando cambias un pensamiento


Cada nuevo pensamiento es como una pequeña tormenta eléctrica recorriendo nuestro cerebro. Nadie los ha visto nunca, pero su poder es infinito: son ellos los que moldean la forma en que vemos el mundo, ellos los que en un momento dado nos alientan con una emoción renovadora, lista para transformar nuestra realidad.

A día de hoy siguen abundando, casi en exceso, todos esos títulos que nos animan a aumentar el poder de nuestra mente o a “volvernos más inteligentes” haciendo uso de una línea más bien esotérica y poco científica. Se les olvida, quizá, que la neurociencia ya nos ofrece maravillosas respuestas y nuevas perspectivas para comprender mucho mejor esos singulares mecanismos que rigen nuestro cerebro.


“La realidad es solo una percepción, aunque muy persistente”
-Albert Einstein-

Términos como la neurogénesis o la neuroplasticidad han supuesto un gran avance frente a esos años en los que se pensaba que el cerebro adulto dejaba de generar nuevas células nerviosas llegada una edad. Nuestros pensamientos son un arma de poder incuestionable, son ellos los que crean nuevos puentes, ellos quienes generan nuevas conexiones reorientando el mapa de nuestras emociones o la moviola que pone en marcha la maravillosa película de nuestras vidas…



El pensamiento que “fabrica” tu propia realidad

Gracias al continuo avance en las técnicas de diagnóstico como las tomografías computerizadas, se han hecho grandes avances en la comprensión del funcionamiento cerebral. Uno de los más interesantes es saber por fin cómo se gestan los pensamientos. Pongamos un ejemplo: cuando miramos una pelota de color rojo y nuestra retina capta cada característica, la información viaja por estructuras como el núcleo geniculado, la corteza preestriada, etc.

“Todos nacemos siendo originales y acabamos siendo copias”


Bien, si cerramos ahora los ojos y alguien nos ordena que pensemos en una pelota de color rojo, por asombroso que parezca nuestro cerebro activará exactamente las mismas estructuras. Es decir, el cerebro refleja la misma actividad cuando ve que cuando siente. Esta información tan asombrosa obliga a toda la comunidad científica y a nosotros mismos a hacernos la misma pregunta: si para el cerebro no hay diferencia entre lo que ve y lo que imagina… ¿cuál es nuestra auténtica realidad?

Aquí entraría sin duda todo el campo relativo al concepto de la mente cuántica, pero vamos a sortear este tema para quedarnos con aspectos más útiles, más concretos. Nuestra realidad esta conformada por algo tan simple como poderoso: nuestras emociones, ahí donde los pensamientos son los auténticos catalizadores. Para comprenderlo mejor vamos a profundizar en una serie de aspectos básicos.


¿Qué son realmente los pensamientos?