Muy a menudo, la iluminación ocurre en la mente como un reconocimiento de la verdad absoluta de la vacuidad en la que un "yo" separado no existe. Si bien esta realización es, sin duda, una experiencia profundamente transformadora, vivir esta verdad es con frecuencia mucho más que un desafío. El despertar en sí es simple. Por supuesto, desde el punto de vista del ego no es tan simple porque el ego, siendo dependiente del tiempo, tiene un interés en la iluminación como una meta futura. Pero una vez que la mente se reconoce a sí misma como vacuidad radiante, entonces el despertar es absolutamente natural y sin esfuerzo. Es tan inevitable como el florecimiento del brote de una flor.
Pero el despertar es sólo el principio: la personificación de este despertar es el verdadero viaje. Comienza la aventura, no en la atmósfera enrarecida de la trascendencia, sino en medio del caos de la vida. Y vivir la verdad del despertar tal vez nunca ha sido más imperativo que en el mundo rápidamente cambiante de hoy. La mayoría de nosotros vivimos vidas complejas y multifacéticas con trabajos, carreras, responsabilidades financieras, relaciones y familias. Muchos de nosotros también estamos tratando de perseguir nuestros sueños, vivir nuestro potencial más elevado, y hacer una contribución al mundo. Al mismo tiempo, somos cada vez más conscientes de que más de la mitad de la población del planeta vive en la pobreza extrema y en circunstancias terribles. De alguna manera, todo esto tiene que ser incluido en nuestro despertar.
Si el despertar va a servir para algún propósito real en nuestras vidas, es necesario encontrar nuevas formas de expresión a través de nuestras interacciones cotidianas. Y si este despertar va a servir para algún propósito en el marco más global de dar a luz a una nueva humanidad, es necesario comprometernos plenamente con el impulso evolutivo de la existencia. La iluminación ya no es un secreto reservado a los místicos, ni un lujo permitido sólo por occidentales privilegiados que buscan convertirse en "más espirituales": es una necesidad si queremos sobrevivir y prosperar.
Si la iluminación ha de ser de alguna utilidad, tiene que bajar de la cima de la montaña y ensuciarse las manos en la plaza del mercado de los asuntos humanos. Es un abrazo sin compromiso tanto de las olas de la expresión fenoménica como del océano de la quietud interior que nos lleva en profunda intimidad con la fuerza creativa de la vida. Esta profunda intimidad no significa que te vas a perder en la historia del mundo, sino que estás dispuesto a hacer frente incondicionalmente al mundo sin una historia. El místico iluminado Osho llamó a esto "convertirse en Zorba el Buda": en otras palabras, el nuevo ser humano evolutivo es alguien que está anclado por completo dentro de la luz de la naturaleza despierta y sin embargo apasionadamente comprometido con la jugosidad agridulce de la existencia terrenal. Sí, la verdad es que "yo no soy mi cuerpo", pero mi experiencia me dice que mi cuerpo está aquí y que la consciencia se mueve a través de él cada vez que camino o corro o salto. Sí, la verdad es que "no hay yo": pero ¿cómo respondo cuando me llamas por mi nombre? Sí, la verdad es que "yo no existo y tú tampoco": pero ¿no es cierto que es importante si te veo y escucho con sinceridad en vez de juzgarte? ¿Y no es esto lo que llamamos relación?