miércoles, 10 de mayo de 2017

El Sonido del Universo Parte 1: de los Ciclos Cósmicos y la Energía.


“Si viéramos realmente el Universo,
tal vez lo entenderíamos”
– Jorge Luis Borges-

Sabemos, por los descubrimientos de la Ciencia, que vivimos en un Universo cíclico. Los cuerpos celestes tienen varias fases cíclicas de existencia correspondientes a formación, desarrollo, clímax, decaimiento y disolución. Tal secuencia es constatada diariamente desde los observatorios astronómicos mediante la evidencia de explosiones que cotidianamente en un extremo producen y en otro desintegran planetas, estrellas e incluso sistemas solares completos.

La llamada Hipótesis Nebular señala, mediante una combinación de astronomía, física y geología, que los colapsos en la fuerza de gravedad de “nubes moleculares” debido a un aumento excesivo de densidad, causan las explosiones responsables de los resultantes sistemas solares. A largo plazo se espera que el Sol, centro de nuestro sistema solar formado hace 4600 millones de años, queme todo su hidrógeno tornándose cada día más caliente. El resultado paulatino será un aumento en radiación solar hasta que la Tierra cese de ser un planeta hospitalario para nuestra especie.

Esta catástrofe será simplemente uno de tantos ciclos, iguales a los que nos han precedido, y a los que sucederán después de este. En cada uno de estos ciclos eternos los sistemas planetarios tienen un esquema fijo de aparición y desaparición; son ciclos a los cuales se ha encontrado referencias en el legado de varias civilizaciones independientes entre sí (como la sumeria, la egipcia y la maya) y muestran cálculos sorprendentemente precisos cuyas descripciones concuerdan.

La realidad universal de estos ciclos también se aplica a nosotros. Como seres humanos nacemos, crecemos, llegamos a la plenitud de la vida, envejecemos y morimos. Pero no podemos limitarnos a decir que ese ciclo sucede solo una vez. Cuando individualmente podamos comprender que el universo es eterno (sin principio ni fin) en el correr de sus ciclos, que somos partículas integrales de ese universo (igualmente eternos), que todas sus características se aplican en todos los planos de existencia, entonces no podremos negar la realidad de la existencia de un método (también eterno) que nos mantenga, como seres existentes, repitiendo nuestros ciclos de vida encarnada. Por supuesto, hablamos de la reencarnación.

Pero yendo más allá, estos ciclos de cada vida encarnada también corresponden a los ciclos de la historia general de la humanidad como especie, lo que significa que, según aparecimos, nos desarrollamos y disfrutamos la plenitud de la existencia en este planeta, también decaeremos hasta desaparecer completamente como especie, y volveremos a comenzar de nuevo. Uno de los problemas que tiene el ser humano para entender el concepto de “Eternidad” es que, en términos generales estamos pasando por etapas de limitación intelectual y experimental variada (de acuerdo al estado de desarrollo de cada cual). La única manera en que entendemos la gran mayoría de la información, es de manera lineal. Eso significa que obligatoriamente tenemos que asignarle tiempo (secuencia de conciencia) y espacio (localidades separadas de existencia) a nuestra percepción, y que por ende todo debe tener un principio y un final.

Cuando comprendamos la Eternidad, entenderemos más fácilmente la idea de que, estando sujetos a los ciclos universales, nada empieza ni termina, sino que se encuentra en un continuo estado cambiante de “ser”.


Hablemos de Energía


Es un nuevo mundo. Esto se debe a la nueva perspectiva que nos ofrece la Ciencia en cuanto al ambiente que nos rodea. Según declararon los científicos pioneros que se adentraban en los componentes del mundo físico, todo era “materia”. Alguna materia era totalmente sólida, otra invisible y entre esos dos extremos existían diversas gradaciones de solidez. Se decía que la materia más “rarificada” o “sutil” era imperceptible a nuestra vista.

Por su parte, desde el mundo espiritual nos comunicaron que hasta el espíritu es materia. Estaba hecho de “la quinta esencia”, que venía a ser la más fina entre las ya conocidas como tierra, agua, fuego y aire (en orden ascendente de sutilidad).

Esa información todavía es útil, pero el avance científico ha podido penetrar la materia y traernos una descripción más precisa de su naturaleza interior.

En su forma más básica, esa información nos dice que todo, bien sea visible o invisible, es en realidad “Energía”. Pero, ¿qué entendemos por “Energía”?
Etimológicamente, Aristóteles (384-322 antes de la Era Común) fue el primero en usar la palabra “Energía” (Energeia) como parte de sus formulaciones en la obra “Metafísica” (renglones 8 y 9), dándole como significado algo que está siempre “en trabajo” o “funcionando”, o sea, un estado de actividad.


Esa obra se centra en tres preguntas:

1. ¿Qué es la existencia y qué tipos de cosas existen en el mundo?.

2. ¿Cómo pueden las cosas continuar existiendo no obstante el cambio que vemos en nuestro entorno en el mundo natural?.

3. ¿Cómo puede este mundo ser entendido?.


Más tarde el desarrollo de la ciencia experimental vino a arrojar luz en muchos conceptos filosóficos. El matemático alemán Gottfried Leibniz (1646-1716) llamó “viz viva” (“fuerza viva” o “fuerza vital”) a la energeia de Aristóteles. Este otro término fue el fundamento de una teoría que llegó a ser obsoleta al ser considerada precursora básica de la actual “Ley de Conservación de Energía” (la que nos dice que la energía no puede ser creada ni destruida, sino transmutada).

Después de varios giros en el uso de la palabra “Energía”, concentrándose sobre todo en el materialismo científico, el uso de ésta ha vuelto a expandirse. Con el nuevo despertar humano, la Filosofía fue penetrada eventual y naturalmente por la Espiritualidad, que durante mucho tiempo había estado secuestrada por la religión. Fuera de la Ciencia, la “Energía” ha recobrado el significado original que le dio Aristóteles como “una fuerza interna que está siempre en movimiento”.

Aunque no hemos visto que en términos generales la ciencia haya abrazado las posibilidades de avance que le ofrece el campo espiritual, sí podemos notar un creciente número de científicos que no temen expresar sus investigaciones en términos espirituales. Tal es el caso, por mencionar algunos, de Stanislav Grof (precursor de la psicología transpersonal), Allan Botkin (psiquiatría) y los físicos Amit Goswami, Fritjof Capra, Dan Falk, Michael Talbot y Ken Wilber.

La Física ha continuado su travesía hacia el interior de la materia y en algún momento se dio cuenta que los átomos, que en un tiempo eran considerados los bloques fundamentales de la materia (la unidad más básica e indivisible) están en sí mismos compuestos por otros elementos aun más pequeños y recónditos. Más aun, también se notó que en todo este entramado de la fibra interna de la materia hay una fuerza indescriptible que mantiene todos los componentes en movimiento. A esta fuerza se le ha reservado la nomenclatura genérica de “Energía”.

Si ya la Ciencia nos ha demostrado que todo el universo está en continuo movimiento, que en esa ausencia de reposo igualmente se forman y se destruyen galaxias en el macrocosmos y brotan corrientes eléctricas en lo más profundo de nuestro cerebro microcósmico, deducimos que su causa debe ser algún tipo de energía.

Más aun, recordando una vez más que “la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma”, podemos afirmar que cada cosa que existe es manifestación de una de las diversas transformaciones de una misma cosa y que esa cosa es energía. Por lo tanto, todo el universo es energía… El Todo es energía.


Toda Energía es resonante



martes, 9 de mayo de 2017

5 claves del Mindfulness para cambiar tu vida en 15 días


Los grandes cambios vienen precedidos de pequeñas sacudidas, de tímidas variaciones diarias que tienen el poder de cambiar nuestra vida en la dirección correcta. El Mindfulness puede ayudarnos a ello, y estas cinco claves nos permitirán aprender a ser más conscientes del momento presente para dar paso a cambios reales en poco tiempo.

Todos tenemos claro que cuando hablamos de felicidad los milagros no existen. Lo que sí existe es esa fuerza de voluntad y esa mente abierta que día a día y poco a poco, va siendo más perceptiva a todo lo que acontece a su alrededor para intuir oportunidades. Para cruzar la puerta correcta en el momento preciso.


Alégrate, porque todo lugar es AQUÍ Y AHORA, y porque todo momento es AHORA


Uno de los mayores enemigos que nos separa de estos umbrales de oportunidad, es sin duda “la mente errante”. Tanto es así, que según nos revelan varios estudios, nos pasamos entre un 30 y 40% de nuestro tiempo con “el piloto automático” puesto. Vivir una vida rutinaria donde convertirnos en simples pasajeros y no en comandantes, supone dejar en manos del destino nuestra propia felicidad.

No es lo adecuado. Por ello, te proponemos hacer cambios. Te invitamos a incluir en tu día a día estas 5 claves para ver resultados directos en 15 días.

1. Sé receptivo a tus emociones, el mejor momento para hacerles caso es AHORA

El Mindfulness es ante todo una filosofía de vida, una herramienta para desarrollar una conciencia más plena con nuestro momento presente y en lo que acontece en él.

Nada de esto tendría sentido si no atendiéramos nuestras emociones. Aspectos como la decepción, el enojo, la contradicción o a la rabia no pueden llevarse a una carpeta del disco duro de nuestro cerebro.
Debemos gestionarlas, entender esas emociones, tomar el control de ese mundo interior sin postergarlo.

2. El Mindfulness te enseña a dejar de juzgar

Aprende a vivir tu propia realidad sin juzgar. Los demás tienen pleno derecho a hacer, entender y a vivir su vida como deseen.

Tu vida es tuya, sé responsable de ella y evita emitir juicios sobre universos ajenos al tuyo. Algo tan sencillo te permitirá disponer de un adecuado estado de calma y equilibrio desde hoy mismo.

3. Sé receptivo, escucha, aprende a estar presente



Hazlo, apaga en este mismo momento el sonido incesante y repetitivo de tus pensamientos.

Ahora abre los ojos, pero no solo para mirar, sino para “ver” con mayor calma todo aquello que te rodea.
Baja el ritmo de tu vida, detente y respira.
Ahora, aprende a escuchar, has estado “oyendo” sonidos durante mucho tiempo, pero es el momento de sentir, de ver y escuchar desde el corazón, desde el centro de tu mente.

“En un corazón libre de tensiones, el amor fluye en todas direcciones”
-Maharishi-


Asimismo, otra herramienta excepcional para aprender a estar más presentes es gestionando mejor nuestro tiempo. Si deseas tener una vida más plena es necesario que aprendas a aplicar adecuados filtros mentales y a concentrar todas tus energías y recursos personales en ese propósito vital que tienes en mente.

4. Deja a un lado el “DEBO SER” para practicar el “YO SOY”

Haz caso a los girasoles, que siempre buscan la luz


Haz caso a los girasoles e imita su naturaleza vital, esa que les obliga a buscar siempre la luz del sol para nutrirse, para crecer en belleza y fortaleza. No obstante, recuerda también que tu auténtica luz no se halla en una estrella sobre la que todos damos vueltas. Tu auténtico sol está en tu interior, así que búscalo, atiéndelo y sigue su instinto.

El folclore construido en muchas de nuestras culturas alrededor de los girasoles está formado por componentes tan interesantes como mágicos. Se asocian a menudo con la verdad, con la honestidad y la lealtad. Se dice también que si en algún momento tenemos dudas sobre algo, es suficiente con coger un girasol del campo justo cuando caiga el atardecer, para después colocarlo bajo nuestra almohada. Así cuando despertemos por la mañana tendremos claro aquello que debemos hacer.


“Todos somos como los girasoles: hay días grises en que llevamos nuestra cabeza gacha y días en que la alzamos felices por los rayos del sol”


Ahora bien, este matiz tan positivo pierde un poco su intensidad cuando nos vamos a la mitología griega. Según la leyenda clásica, una joven ninfa del agua -llamada Clytie- se enamoró perdidamente del dios Apolo y de la luz que este desprendía cada vez que pasaba sobre ella con su carro de fuego por el cielo. Admiraba su fuerza y su belleza. Sin embargo, el dios jamás se fijó en ella. Jamás le prestó atención.

Los días pasaron, y a los días le sucedieron los meses, y a los meses los años… Hasta que Clytie perdió su apariencia de ninfa para empezar a echar raíces, para enclavarse en el suelo y dejar que de su hermoso rostro salieran pétalos del color del oro. El tiempo y la leatad de su amor infructuoso la convirtió en girasol, en una bella criatura dedicada solo a seguir con la mirada el objeto de su amor imposible: Apolo.

En ocasiones, tal y como nos da a entender esta leyenda, focalizamos nuestros objetivos y deseos en metas imposibles. De ahí que debamos ser capaces de atender y encender esa otra luz capaz de guiarnos mucho mejor: la que hunde sus raíces en nuestro interior.




Ser como los girasoles: la búsqueda de las mejores oportunidades

La vida da muchas vueltas, las mismas que dan los girasoles sobre sí mismos siguiendo la luz del sol, cumpliendo su mágica naturaleza basada en el fototropismo. Ahora bien, queda claro que las personas no disponemos de ese instinto natural inscrito en nuestro ADN capaz de impulsarnos hacia ese positivismo, hacia ese horizonte donde se abren las nuevas oportunidades, los cambios que nos harán crecer o las propuestas que es conveniente iniciar para mejorar, para ser más felices.

El ser humano, por así decirlo, debe moverse cada día en medio de un campo abonado por las semillas de la incertidumbre y la mala hierba del miedo. Ningún astro externo nos orienta, por tanto, estamos casi obligados a encender una luz interna con la que dejarnos guiar por unos senderos donde nada está garantizado, donde nada es seguro ni factible. Sin embargo, con la fuerza de la ilusión y la perseverancia logramos arrancar nuestras raíces de la zona de confort para iniciar nuevos caminos y esperanzadores proyectos.

Por otro lado, Richard Wiseman, psicólogo de la Universidad de Hertfordshire y autor de libros tan interesantes como “59 segundos (piensa un poco para cambiar mucho)” o “El factor suerte” nos explica precisamente en este último libro, la importancia que tiene el estado emocional interno a la hora de “atraer” o de evitar suerte. Más allá de existir un componente mágico, lo que hay en realidad es un tipo de actitud y de apertura mental hacia las oportunidades, hacia esos focos donde la casualidad e incluso la serendipia orquestan a nuestro favor. Veámoslo con detalle a continuación.



Eres tu propia suerte: enciende tu luz

lunes, 8 de mayo de 2017

"Sobre ser consciente"


Conciencia es lo que la vida es por todas partes. Al menos, es lo que me gustaría que fuera mi vida. Y, al final de la misma, quiero ser capaz de decir, honestamente, que fui consciente —es decir, que estuve despierto y atento a lo que ocurre, no soñando o con el cartel de "cerrado para comer".

No quiero decir consciente todo el tiempo por supuesto, sino a menudo; cada vez más, y con lo mejor de mi capacidad. Naturalmente me gusta tener sensaciones agradables, gozar de las experiencias cumbre cuando vienen, quizás incluso elevarme dentro de los reinos místicos. Pero cuando estas experiencias no incluyen experimentar quién está recibiendo tales bondades, entonces son una suerte de lapso dentro de la inconsciencia y (en el mejor de los casos) unas agradables vacaciones del asunto principal de mi vida —a saber, ser realmente consciente. Lo cual significa auto-consciente, y finalmente Auto-consciente.

Tales fueron mis primeras reflexiones al oír hablar de AWARE (conciencia) [el nombre de la revista en la que se publicó originalmente este artículo]. Me recordaba a aquellos pájaros parlanchines en la novela La Isla de Aldous Huxley, que sorprendían a las personas que paseaban por el bosque gritando constantemente la palabra "¡Atención!", influidos seguramente por el budismo. Y en verdad el mensaje que lanzaban es un elemento esencial de dicha religión.

La atención plena, vigilancia, o conciencia constituye el corazón del budismo. No sólo es el sendero que conduce a la iluminación, sino que es la iluminación misma —ese estado que podría ser descrito como plena conciencia.

¿Pero conciencia de qué exactamente?

Obviamente no de cualquier cosa. El objeto o contenido de la conciencia es tan importante como su intensidad o permanencia. ¿Qué monje de túnica amarilla podría estar más atento (o menos distraído) que el tordo que, en este momento, intenta extraer un gusano del césped? ¿Qué hombre santo podría estar tan concentrado como el niño pequeño jugando con su pelota en el jardín? La concentración que evidencian el pájaro y el niño sobre lo que está sucediendo es casi total —al menor mientras dura.

Sin embargo, si bien es cierto que ninguno de ambos está iluminado, no lo es menos que también son muy diferentes de las personas adultas, en el sentido de que nosotros pasamos la mayor parte del tiempo sumidos en la distracción. Por otra parte, ni el pájaro ni el niño son conscientes de sí mismos, ni siquiera de la manera limitada en que solemos ser conscientes de nosotros mismos (El pájaro pasa por alto su presencia, mientras que el sabio percibe su ausencia y, tal como explicamos a continuación, no cabe duda de que sus vidas son muy distintas). Ciertamente, ni el pájaro ni el niño son dignos de ser imitados, aunque sepamos cómo hacerlo.

Pero eso es anticiparse. Procedamos pues, paso a paso definiendo con mayor precisión las tres etapas en el desarrollo de la conciencia, etapas que son tan aplicables a la evolución del conjunto de la humanidad como a la de cada individuo concreto y que, sólo por mera conveniencia, denominarnos: (1) la conciencia primitiva (infrahumana), (2) la (falta de) conciencia humana y (3) la conciencia iluminada (sobrehumana).



La conciencia primitiva (infrahumana)

A los ejemplos del tordo con el gusano y del bebé con la pelota, podemos añadir al gusano mismo (antes de su encuentro fatal con el tordo), olfateando y arrastrando de manera persistente una hoja caída hacia su agujero. (Sin embargo, conseguir lo que pretende con un cuerpo como el suyo es todo un milagro de habilidad y atención. ¡Cualquiera de nosotros tendría que utilizar para ello ambas manos!) ¿Y qué decir de las células del sistema nervioso de esa hábil criatura (todas ellas colaborando inconscientemente con el gusano en la misma delicada tarea de cosechar hojas) y que deben atender además, a su propio trabajo celular de vigilar los mensajes neuronales entrantes y de transmitirlos a la instancia correcta?

De hecho, podemos ir más allá incluso y sugerir que la historia interna de cada una de las células del gusano y, de cada molécula de que constan dichas células — y así sucesivamente hasta arribar a las últimas unidades o bloques constitutivos del mundo "físico"— no son sino conciencia, esto es, conciencia de sus semejantes y de su mundo. ¿Cómo explicar, si no, la precisión, la oportunidad y la adecuación de sus respuestas? Cada "partícula" conoce cuál es su trabajo a la perfección y lo lleva a cabo de manera magistral, es decir, acoge (adviértase la expresión) y se ajusta de manera precisa a la masa, la posición y el movimiento del resto de las partículas en toda circunstancia.

¡Ahora bien, nosotros somos conscientes! Ningún electrón, átomo molécula, célula, pájaro, animal puede colgar el cartel de "cerrado para almorzar" o es acusado de conducir (volar, nadar, reptar o cualquiera sea su medio favorito de locomoción) sin el debido "cuidado y atención". Pero mi mensaje no se dirige a esa abrumadora mayoría de pobladores del universo —seres meticulosos y eficaces que no lo necesitan—, sino que somos nosotros, los delincuentes cósmicos y los cerebros dispersos, quienes más desesperadamente necesitamos esa clase de mensaje. Somos las únicas criaturas distraídas que existen en el universo conocido.



La (falta de) conciencia humana

El desenredo del Ser


Es común que las personas que se encuentran con esta enseñanza tengan miedo de que se produzca una disolución de su identidad. ¿Qué es lo que tememos perder con el reconocimiento de nuestra verdadera naturaleza? Es cierto que lo que parece definirnos como una persona ―nuestros pensamientos, sentimientos, ideas, nombre y forma― va a desaparecer.

Si realmente tuviéramos miedo de desprendernos de las características individuales de nuestro cuerpo y mente particulares, tendríamos miedo de quedarnos dormidos por la noche. Pero lo hacemos con alegría; ¡incluso lo deseamos! Sin pensarlo ni un momento renunciamos a nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro mundo cuando nos dormimos, y permanecemos sólo como el Ser pacífico ―pura Conciencia― que en esencia somos.

No perdemos nuestro cuerpo y nuestra mente cuando estamos dormidos. Estamos muy felices allí sin ellos. Luego, por la mañana, estamos contentos de "vestirnos" de nuevo con nuestro cuerpo y mente. Primero nos ponemos la mente, luego nos ponemos el cuerpo, y luego el mundo.

Todo el tiempo, debajo del cuerpo/mente/mundo que asumimos, somos siempre este Ser pacífico que está inherentemente desapegado del cuerpo, la mente y el mundo. Lo que en esencia somos no está más apegado a ellos de lo que está la ropa que llevamos. No tenemos que trabajar duro para desprendernos de los pensamientos, sensaciones y percepciones. Acabamos de ver que lo que esencialmente somos ya está desapegado de cualquier objeto en particular.

Así que, ¿por qué tenemos miedo de dejar que una colección de pensamientos, sensaciones y percepciones desaparezcan? ¿Qué pensamos que vamos a perder? La razón por la que tenemos miedo es que hemos depositado nuestra identidad en una colección de objetos ―ideas, conocimiento, la historia y las sensaciones que conocemos como el cuerpo― en algo que va y viene.

Cuando se dice que "hemos depositado nuestra identidad", significa que nuestro Ser esencial de pura Conciencia, o la simple experiencia de ser consciente, se ha mezclado con una colección de pensamientos y sentimientos a tal punto que ya no puede distinguirse de ellos. Al permitir que nuestro Ser se quede enredado con un objeto o una colección de objetos, hemos permitido que nuestra verdadera naturaleza sea encubierta.

Una vez que hemos consentido en limitarnos en el tiempo y el espacio y parecer que nos hemos convertido, como consecuencia, en una entidad temporal y finita, que vive en y como el cuerpo, estamos destinados a experimentar de una manera que es consistente con ese consentimiento, y por tanto estamos destinados a sufrir. La experiencia del sufrimiento es como una bandera roja que nos indica, "Detente, te has confundido a ti mismo con un objeto. Has consentido en limitarte a una mente y un cuerpo".

Desde el punto de vista de la Conciencia, que es el único punto de vista real, no hay encubrimiento de sí misma. Decir que nos hemos dejado enredar con el cuerpo y la mente es una concesión al yo aparentemente separado que cree y siente que es temporal y finito. Así que la declaración es para ese aparente yo que creemos y sentimos que somos.

En la implicación de la frase: "Nos hemos dejado enredar" está la posibilidad de que podríamos no dejarnos, y que podríamos optar por no enredarnos. Se plantea la pregunta: ¿Tiene el "yo" (el yo separado) libre albedrío para elegir si desea o no enredarse con el cuerpo-mente?

sábado, 6 de mayo de 2017

Yo Soy, el Yo Soy (DETERMINACIÓN DIVINA)


ULTIMO VÍDEO QUE HEMOS CREADO, ESPERO QUE OS GUSTE Y OS AYUDE.

DETERMINACIÓN DIVINA.
Una de las mayores y más poderosas Verdades sencillas consiste en saber que una determinación inexorable por cualquier logro específico es la Puerta Abierta a través de la cual fluye la Fortaleza Interna hacia su logro.

En nuestra actual era de actividad, creo que está muy bien que los estudiantes entiendan que lo que siempre los Instructores han denominado “voluntad” no es más que la determinación de aferrarse a la Luz y a la “Presencia Siempre-Sostenedora.




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viernes, 5 de mayo de 2017

¡Ya eres lo que buscas!

Gangaji

Eso que anhelas, eso que añoras, es eso que está siempre presente. Eso es quien tú realmente eres.

Cuando digo tú no me estoy refiriendo a tu cuerpo. Tu cuerpo está dentro de eso. No me estoy refiriendo a tus pensamientos. Tus pensamientos están dentro de eso. No me estoy refiriendo a tus emociones. Tus emociones aparecen y desaparecen dentro de eso. No estoy hablando de tus circunstancias. Las circunstancias también aparecen y desaparecen dentro de eso.

Los cuerpos, los pensamientos, las emociones y las circunstancias cambian. Aparecen y desaparecen. Pueden ser buenos o malos. Pueden ser agradables o desagradables. La verdad de quien tú eres es permanente e inamovible. La gran buena nueva es que, sea como sea que te imagines a ti mismo, puedes reconocer quien verdaderamente eres. Independientemente de la experiencia de ti mismo como un cuerpo o como el pensamiento "yo soy este cuerpo", tú puedes recibir de tu propio ser la transmisión directa de la verdad. Esa transmisión es satsang. El satsang confirma tu verdadera identidad como conciencia pura, libre de todo aquello que es percibido como una limitación.

Cuando se escucha esta buena nueva, cuando realmente se la escucha, se produce una apertura sin medidas. Nadie ha descrito jamás una finalización de la autorrealización. Lo que sí tiene un fin es la preocupación de imaginarte que eres una entidad separada de la conciencia sin límites.

La autorrealización no es algo que pueda ser capturado en palabras. Aunque usaremos palabras, ninguna ha sido capaz de expresar o tocar la gloria del verdadero ser. Yo estoy aquí para indicarte eso, para celebrarlo y para reírme de la endeble excusa de que eso podría realmente ser obstruido por cualquier cosa.

Yo no tengo nada que enseñarles. La autorrealización no tiene nada que ver con aprender. No te estoy pidiendo que recuerdes nada. No te estoy pidiendo que hagas nada o que obtengas nada nuevo. No se necesita nada nuevo. Te estoy pidiendo que te des cuenta de que ya eres eso que quieres. Y estoy simplemente sugiriendo, como mi maestro lo sugirió a mí, y como su maestro se le sugirió a él, que te tomes un instante, una milésima de segundo, para permitir que la actividad de la mente se detenga. En esa milésima de segundo, ¡qué descubrimiento se produce! En esa milésima de segundo recibes la invitación a entregarte a lo que se revela cuando la atención no está centrada en el cuerpo, el pensamiento, la emoción o la circunstancia. ¡Este es un instante de suma importancia! En este instante, el cuerpo desaparece. En este instante de silencio perfecto descubres lo que está permanentemente presente, lo que siempre estuvo aquí, lo que tú eres permanentemente. Este instante de silencio es la invitación al verdadero refugio, al verdadero retiro, a la verdadera paz, independientemente de todo lo que va y viene.

¡Qué instante es este!