La comprensión de cómo utilizar el poder de las afirmaciones
La palabra del hombre es el Espíritu en el hombre. […] Las palabras colmadas de sinceridad, convicción, fe e intuición actúan como bombas vibratorias altamente explosivas, cuyo estallido desintegra las rocas de las dificultades, operando la transformación deseada.
Todo pensamiento depresivo o de felicidad, de irritabilidad o de calma, graba surcos sutiles en las células cerebrales, fortaleciendo nuestras tendencias hacia la enfermedad o hacia el bienestar, respectivamente.
Las subconscientes «ideas-hábito», ya sean de salud o de enfermedad, ejercen una poderosa influencia sobre nuestro ser. Las enfermedades rebeldes —tanto mentales como físicas— poseen siempre una profunda raíz en la mente subconsciente. Para eliminar la enfermedad es necesario arrancar estas ocultas raíces. Por eso, toda afirmación consciente debe ser practicada con la suficiente fuerza como para que sea capaz de imprimirse en la mente subconsciente; entonces esta última influirá a su vez en forma automática sobre la conciencia.
Así pues, las afirmaciones vigorosas que se practican de manera consciente actúan sobre la mente y el cuerpo a través de la mediación de la mente subconsciente. Las afirmaciones efectuadas con una fuerza aún mayor alcanzan no sólo la mente subconsciente sino también la supraconsciente, mágica surtidora de poderes milagrosos.
Toda afirmación de una Verdad debe ser practicada aplicando en ella la voluntad, el sentimiento, la inteligencia y la devoción. No ha de permitirse que la atención se distraiga. Es necesario entrenar la atención como si se tratase de un niño travieso; cada vez que se desvíe de su objetivo, hay que traerla de vuelta y enseñarle, repetida y pacientemente, a concentrarse en la tarea asignada.
La paciencia y la repetición atenta e inteligente operan maravillas. Las afirmaciones practicadas para sanar perturbaciones físicas o mentales crónicas deben repetirse con frecuencia, profundidad y continuidad (sin prestar ninguna atención a las condiciones persistentes o adversas, si las hubiera) hasta que lleguen a formar parte integrante de nuestras más hondas convicciones intuitivas.
Elige la afirmación que necesites y repítela completa, comenzando en voz alta y bajando progresivamente la voz —mientras la repetición se hace a su vez más lenta— hasta acabar en un susurro. Después deberás continuar repitiendo la afirmación de forma mental solamente, sin mover los labios ni la lengua, hasta que sientas que has alcanzado una profunda e ininterrumpida concentración. En este período no debe caerse en un estado de sopor, sino que ha de existir una profunda continuidad de pensamiento, un pensamiento que fluya sin interrupción.
Si continúas con la afirmación mental, ahondando aún más, surgirá una sensación de paz y dicha crecientes. Durante el estado de concentración profunda, tus afirmaciones mentales se sumergen en la corriente del subconsciente para retornar después a la esfera de la conciencia, reforzadas con el poder de influir sobre la mente consciente a través de la ley del hábito.
En ese período de la práctica en el cual experimentas una creciente paz, tus afirmaciones llegan aún más hondo, penetrando en el reino de la supraconciencia; desde dicho reino, regresan a la conciencia dotadas esta vez de un poder ilimitado para influir sobre la mente consciente, así como también para satisfacer tus deseos. No albergues duda alguna, y te será posible comprobar el milagro de esta fe científica.
Cómo practicar las afirmaciones:
-Elegir la afirmación que se necesite.
-Sentarse con la espalda recta.
-Cerrar los ojos; enfocar suavemente la mirada y concentrarse en el entrecejo.
-«Inhalar profundamente y exhalar luego el aliento; repetir esta operación tres veces. Relajar el cuerpo, y mantenerlo inmóvil. […]
-»Desechar toda ansiedad, falta de confianza o preocupación. […]
-»Repite la afirmación completa, comenzando en voz alta y bajando progresivamente la voz
—mientras la repetición se hace a su vez más lenta— hasta acabar en un susurro.
-»Después deberás continuar repitiendo la afirmación de forma mental solamente, sin mover los labios ni la lengua, hasta que sientas que has alcanzado una profunda e ininterrumpida concentración.
En este período no debe caerse en un estado de sopor, sino que ha de existir una profunda continuidad de pensamiento, un pensamiento que fluya sin interrupción.
La palabra del hombre es el Espíritu en el hombre. […] Las palabras colmadas de sinceridad, convicción, fe e intuición actúan como bombas vibratorias altamente explosivas, cuyo estallido desintegra las rocas de las dificultades, operando la transformación deseada.
Todo pensamiento depresivo o de felicidad, de irritabilidad o de calma, graba surcos sutiles en las células cerebrales, fortaleciendo nuestras tendencias hacia la enfermedad o hacia el bienestar, respectivamente.
Las subconscientes «ideas-hábito», ya sean de salud o de enfermedad, ejercen una poderosa influencia sobre nuestro ser. Las enfermedades rebeldes —tanto mentales como físicas— poseen siempre una profunda raíz en la mente subconsciente. Para eliminar la enfermedad es necesario arrancar estas ocultas raíces. Por eso, toda afirmación consciente debe ser practicada con la suficiente fuerza como para que sea capaz de imprimirse en la mente subconsciente; entonces esta última influirá a su vez en forma automática sobre la conciencia.
Así pues, las afirmaciones vigorosas que se practican de manera consciente actúan sobre la mente y el cuerpo a través de la mediación de la mente subconsciente. Las afirmaciones efectuadas con una fuerza aún mayor alcanzan no sólo la mente subconsciente sino también la supraconsciente, mágica surtidora de poderes milagrosos.
Toda afirmación de una Verdad debe ser practicada aplicando en ella la voluntad, el sentimiento, la inteligencia y la devoción. No ha de permitirse que la atención se distraiga. Es necesario entrenar la atención como si se tratase de un niño travieso; cada vez que se desvíe de su objetivo, hay que traerla de vuelta y enseñarle, repetida y pacientemente, a concentrarse en la tarea asignada.
La paciencia y la repetición atenta e inteligente operan maravillas. Las afirmaciones practicadas para sanar perturbaciones físicas o mentales crónicas deben repetirse con frecuencia, profundidad y continuidad (sin prestar ninguna atención a las condiciones persistentes o adversas, si las hubiera) hasta que lleguen a formar parte integrante de nuestras más hondas convicciones intuitivas.
Elige la afirmación que necesites y repítela completa, comenzando en voz alta y bajando progresivamente la voz —mientras la repetición se hace a su vez más lenta— hasta acabar en un susurro. Después deberás continuar repitiendo la afirmación de forma mental solamente, sin mover los labios ni la lengua, hasta que sientas que has alcanzado una profunda e ininterrumpida concentración. En este período no debe caerse en un estado de sopor, sino que ha de existir una profunda continuidad de pensamiento, un pensamiento que fluya sin interrupción.
Si continúas con la afirmación mental, ahondando aún más, surgirá una sensación de paz y dicha crecientes. Durante el estado de concentración profunda, tus afirmaciones mentales se sumergen en la corriente del subconsciente para retornar después a la esfera de la conciencia, reforzadas con el poder de influir sobre la mente consciente a través de la ley del hábito.
En ese período de la práctica en el cual experimentas una creciente paz, tus afirmaciones llegan aún más hondo, penetrando en el reino de la supraconciencia; desde dicho reino, regresan a la conciencia dotadas esta vez de un poder ilimitado para influir sobre la mente consciente, así como también para satisfacer tus deseos. No albergues duda alguna, y te será posible comprobar el milagro de esta fe científica.
Cómo practicar las afirmaciones:
-Elegir la afirmación que se necesite.
-Sentarse con la espalda recta.
-Cerrar los ojos; enfocar suavemente la mirada y concentrarse en el entrecejo.
-«Inhalar profundamente y exhalar luego el aliento; repetir esta operación tres veces. Relajar el cuerpo, y mantenerlo inmóvil. […]
-»Desechar toda ansiedad, falta de confianza o preocupación. […]
-»Repite la afirmación completa, comenzando en voz alta y bajando progresivamente la voz
—mientras la repetición se hace a su vez más lenta— hasta acabar en un susurro.
-»Después deberás continuar repitiendo la afirmación de forma mental solamente, sin mover los labios ni la lengua, hasta que sientas que has alcanzado una profunda e ininterrumpida concentración.
En este período no debe caerse en un estado de sopor, sino que ha de existir una profunda continuidad de pensamiento, un pensamiento que fluya sin interrupción.
»Si continúas con la afirmación mental, ahondando aún más, surgirá una sensación de paz y dicha crecientes».
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