Alguna vez habremos escuchado que la mirada es el reflejo del alma, a través de ella logramos transmitir lo que nuestro interior contiene, así como percibir en el otro lo más profundo, lo que nada tiene que ver con posturas o fachadas. Lo que es esencial se refleja en las miradas y aunque ellas son capaces de adaptarse a los deseos de nuestra mente para inclusive mentir y manipular, también son las primeras en escapar de las cadenas y asomarse para mostrar en esencia lo que se siente, sin miedo a ser descubiertas.
Podemos escuchar palabras, algunas de ellas fundamentadas con verdades, que tomen fuerza con ese lenguaje sublime que utiliza ojos para expresarse, pero muchas veces escucharemos otras que no tendrán que ver con lo que la mirada de quien las pronuncia refleja. Las miradas delatan sentimientos, no es sencillo amaestrar a la mirada, no es sencillo esconder en ella lo que muchas veces no nos atrevemos a pronunciar.
“No sé ni tu nombre, sólo sé la mirada con que me lo dices. -Mario Benedetti-“
Las miradas difícilmente ocultan la tristeza, la alegría, la pena y especialmente el amor. Son capaces de apagarse, hasta presentarse casi imperceptibles, cuando pasamos por malos momentos, cuando nuestra energía está baja, esa llama apagada se refleja en una mirada perdida, opaca, en la mirada de quien no halla interés especial por la vida…
Así mismo, una simple mirada puede reflejar erotismo, puede ser un estimulante para quien la recibe. Las miradas pueden hablarnos de la honestidad de las emociones de alguien, si una sonrisa es sincera, si un te amo es honesto, si una despedida es sentida… Los ojos se acoplan con facilidad a las necesidades de nuestra mirada, dilatan sus pupilas, brillan, lagrimean…
“El alma que hablar puede con los ojos también puede besar con la mirada. -Gustavo Adolfo Béquer-“
Hay personas muy astutas que son capaces de hacer que sus miradas los soporten, pero en la mayoría de los casos no es posible mantener la mirada mientras se miente, mientras se engaña, especialmente para los que no dominan, ni tiene cómo hábito el arte de la traición o la mentira.
Escucha lo que las palabras tienen que decirte, está atento a las miradas y a todo componente comunicacional que intente transmitirte algo, pero recuerda que tu mejor guía, no captará nada a través de tus sentidos, lo hará a través de los ojos del corazón, siendo receptor a la energía que recibe, más allá de cualquier apreciación física y desde allí será el mejor sitio para mirar, escuchar, sentir y especialmente decidir cómo utilizar todo aquello que estamos recibiendo.
Ciertamente las miradas nos delatan, pero también pueden engañarnos, aligeramos los riesgos de equivocarnos poniendo en práctica nuestra intuición, escuchando esa voz interna que siempre interpreta de manera certera. Calla tu mente y permite que la comunicación se establezca desde la verdadera esencia.
Por: Sara Espejo
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