El camino del auto-conocimiento es el paso primordial para liberarse de las cadenas de las conductas limitantes del denominado Ego. Solo a través de la observación encontramos la calma y el conocimiento en nuestras acciones. Toda acción es una meditación. Meditación no es más que observación. Es primordial parar el flujo de pensamientos para empezar a darse cuenta que detrás de esos pensamientos, hay una inquietud, una búsqueda, un control, una insatisfacción aprehendida en el tiempo y nos lleva a un ciclo de pensamientos, uno tras otros, y nos abducen y obnubilan la conciencia en un sueño hipnótico social.
La mente es una herramienta del Ser, de la esencia de esa partícula cuántica que nos da vida. Que en un momento de la vida, hemos perdido la conexión, quizás sumidos en una y otra decepción al someternos a lo que no nos gusta, porque es lo correcto, tras el abandono de lo que nos hace sentir bien. Son las normas sociales y familiares las que marcan el ritmo de nuestra conducta, la adaptación a esas normas va a provocar en nosotros estados conductuales los cuales formaran nuestra personalidad. Y como consecuencia somos el resultado de nuestros pensamientos.
Años de sumisión social, nos alejan del centro y del equilibrio. Es inherente el sufrimiento del ser humano, y la insatisfacción en la búsqueda de la felicidad. Y la mente en vez de como es lo natural sea una herramienta a nuestro servicio como programadores de nuestra vida, se relega a ser un problema para el cuerpo, y para nuestro ser. Un generador de emociones, en búsqueda de su individualidad, la imposición de un yo en minúscula, que crea corazas y máscaras, versiones adaptativas a las circunstancias en la búsqueda de la auto-realización.
La mente toma el control de nuestra vida, dirigida por ese yo en minúscula que se siente separado de todo, y principalmente del mismo. Compite con todo, en busca de imponer su identidad. Ese yo en minúscula lo podríamos definir como una adaptación revolucionaria, como una pérdida de la identidad real, que busca imponer su posición mediante la dualidad de víctima o tirano. A veces se somete como víctima, y a veces impone la tiranía del verdugo con la intención de satisfacer su insatisfacción. Abdica su responsabilidad en la dación del poder y la culpa de sus circunstancias de vida.