La infelicidad es consecuencia de no haber aprendido a vivir, de ir por la vida desenergizado y sin saber cómo reenergizarse. La felicidad alude a un nivel vibratorio que escompatible con el Janajpacha, es decir con la realidad superior. La felicidad es la frecuencia vibracional desde la cual podemos recibir protección y energía sanadora. El amor es la frecuencia que nos conecta al chej-pacha, al orden cósmico, nuestra megabiósfera invisible.
En la vida consciente todo acto procede de una intención. En la civilización de zombis, ya no hay intención, sólo costumbre y gustos adquiridos a partir de las estrategias manipulatorias de la sociedad de consumo. Esto revela existencias vacías, ancladas a un galopante consumismo. El occidental ve a la realidad fuera de sí mismo, por eso destruye a la naturaleza de la cual no se siente parte. Su pensamiento lineal, bloquea su sensibilidad y de esta manera, su ignorancia está garantizada y también su capacidad destructiva.
La realidad y la naturaleza es la suma de múltiples conexiones y recombinaciones. Pacha es naturaleza, pero también es Universo y también es uno mismo. En la cosmovisión chamánica, existe una jerarquía circular donde todos son importantes y necesarios y donde la falta de uno de ellos, obliga a una reacomodación de la totalidad, del chej-pacha y si esto ocurre a gran escala, se genera un desequilibrio. Si la Pachamama y el Universo no están fuera de nosotros, todos somos Pacha.
Es probable sin embargo que sólo el humano, en la Tierra, tenga la posibilidad de tener consciencia de lo qué es y de la totalidad a la que pertenece. Soy el representante de la sabiduría ancestral. La mejor manera de definirse es no definirse, entonces no te separas de la totalidad y simultáneamente preservas tu identidad, sin ruptura del todo que te contiene. Nosotros hablamos de la sabiduría del corazón y de la herramienta de la intuición, que se intensifica cuando nos transformamos y crecemos y con ello, incrementamos nuestra sensibilidad. Crecer es ir desde la dimensión telúrica a la dimensión cósmica. La muerte es la puerta dimensional de una vida bien vivida. La realidad hay que sentirla para luego poder pensarla.