miércoles, 11 de febrero de 2015

6 ilusiones que gobiernan el mundo (y tu vida, si lo permites)


Parecería una obviedad afirmar que el mundo no siempre ha sido lo que es hoy. Las sociedades del pasado se han transformado, para bien y para mal, en muchos aspectos, y la creación colectiva de una sociedad global no es la excepción: aunque el mundo de nuestros días sea inspirador y aterrador, el flujo de información y el intercambio de esta a velocidades antes inimaginables puede darnos la sensación de que hemos llegado a un punto de “estasis”, o de balance, donde pocas cosas de nuestro entorno pueden cambiar. En suma, somos el resultado de un bombardeo constante de medios publicitarios que nos dicen qué desear y cómo obtenerlo, porque hay poderosos intereses económicos en que las cosas sean tal cual son.

El problema es que vivimos en un mundo conformista si permitimos que un puñado de marcas dirija el curso de nuestras vidas a través de la disposición del ingreso; si permitimos que el gobierno utilice el terror para afianzar su autoridad; si permitimos que la alteridad se diluya en favor de una aséptica homologación de todas las formas de vida a través de la corrección política del discurso.

En suma, todos perdemos si aceptamos como una segunda naturaleza las ilusiones corporativas del mundo actual.

A menudo pensamos que las ilusiones son cosas que no existen o que no pueden existir, pero en este caso se trata de esos “crímenes perfectos” que Jean Baudrillard nos enseñó a identificar: ficciones operativas que rigen el mundo y los destinos políticos a través de la propagación estratégica de mentiras y verdades veladas. La especulación bursátil utiliza modelos matemáticos que en realidad no están respaldados físicamente (p. ej. Carlos Slim y los 10 peces gordos más gordos del mundo no podrían retirar en efectivo sus fortunas de los bancos simplemente porque no existe tanto dinero impreso); los gobiernos presumen un arsenal militar cientos de veces mayor al necesario para barrer con toda la población del mundo, mientras la industria del entretenimiento toma la forma de un norte moral para la juventud.

Conformismo del mundo comercial: compra y sé parte.

Las ilusiones son aspectos de la realidad que parecen fijados para siempre y como tallados en piedra; su gran triunfo sobre la mente es dar la sensación de que son “naturales” (como el matrimonio por conveniencia entre democracia y capitalismo), de manera que cuestionarlos es difícil. Pero no imposible.

A continuación free-jazzeamos sobre algunas ilusiones puestas sobre la mesa por el buen Sigmund Fraud de Waking Times, para ponerlas a prueba:


A-US-marine-and-his-trans-006

1. La ilusión de la ley

Seguir la ley se considera una obligación moral, a pesar de que los gobernantes a menudo den muestras de ser los mayores corruptores de las leyes que juran defender. Las balanzas de la justicia se inclinan siempre en favor de quienes tienen suficiente dinero para quitarle el velo de los ojos a la justicia.
Los niños necesitan leyes y límites para aprender hasta dónde pueden exponer su deseo, de manera que aprendan a convivir y crear consenso con los demás para realizarlo. Pero son pocos los países, si acaso existe alguno, donde la gente puede decir que la ley representa efectivamente su voluntad, y donde dicha ley se sigue al pie de la letra. Los gobernantes de la Antigüedad crearon sistemas de gobierno basados en la ejemplaridad de la conducta individual; la excelencia divina era un modelo a seguir para los gobernados. Los gobernantes de hoy requieren hacer uso de la fuerza bruta para hacer valer una autoridad que sus acciones no respaldan.

2. La ilusión de felicidad y prosperidad


Cómo ser más intuitiv@


“Analizar las cosas sólo desde el prisma racional puede sumirnos en un laberinto de senderos infinitos. La intuición, por el contrario, permite hallar la vía más directa hacia lo esencial.”
Si se pregunta cuáles son las virtudes que ayudan a vivir con plenitud, la mayoría de las personas responderán, por ejemplo, que el optimismo, el amor y la amistad, la inteligencia y la capacidad para reflexionar, el sentido del humor… Pocas se acordarán de la intuición, y sin embargo es la cualidad fundamental que seguramente está detrás de todas las demás, pues es la que sirve para integrar eficazmente, lo que sucede tanto en el entorno físico como en los estratos más profundos y desconocidos de la mente. Por eso se la considera una eficaz consejera interior, que aclara las dudas en momentos delicados y ayuda a tomar decisiones correctas para alcanzar los objetivos vitales más importantes.
De alguna manera las personas intuitivas tienen una capacidad especial para percibir los mensajes más sutiles procedentes del exterior, almacenarlos en el inconsciente y tenerlos en cuenta en el momento oportuno. Es decir, se dan cuenta sin esfuerzo del significado de los pequeños gestos, los matices de la voz, las miradas o las actitudes de las personas con quienes se relacionan. Eso les permite, por ejemplo, descubrir los intentos de engaño o hacer una propuesta en el momento más adecuado.

El don de aprender sin darse cuenta

La psicóloga alemana Angelika Faas, que estudia desde hace más de 20 años este “don especial”, lo define como “principio de aprendizaje implícito”, pues las personas intuitivas mantienen a lo largo de su vida una actitud mental abierta que les permite acumular informaciones que siempre acaban siendoles útiles. La peculiaridad de éstas personas es que además tienen la capacidad para distinguir la información que es importante de la que no. Así, un campeón de ajedrez no puede competir cuantitativamente con un ordenador a la hora de evaluar jugadas, pero su intuición le ayuda a preseleccionar velozmente los caminos más eficaces.
Según Faas, esta cualidad se convierte en fundamental en los tiempos actuales, en que los datos al alcance de una persona se duplican en pocos años debido a la creciente presencia en la vida cotidiana de los medios de comunicación, la informática o la formación continuada. Por esa razón aumenta el interés por la intuición, que se ha puesto de moda entre los ejecutivos de grandes empresas y las estrellas del cine -Demi Moore, por ejemplo, ha prologado el libro La intuición eficaz, de Laura Day, y Sharon Stone tiene un asesor para mejorarla-. En Estados Unidos incluso existen programas de televisión y páginas web que explican las ventajas de la intuición y cómo desarrollarla.


Una cualidad de la mente profunda

Más allá del hacedor


Del capítulo 3 y 4 de
The Texture of Being
En la mayoría de nuestras actividades en la vida, asumimos el papel de “hacedor”. Pensamos en nosotros mismos como una especie de entidad fija y permanente que controla, capaz de hacer esto y no hacer aquello, a voluntad. Desde luego, esto parece ser una visión precisa de cómo son las cosas. Cuanto más establecidos estamos en nuestra sociedad, más poder, influencia, riqueza y sensación de control tenemos ― o eso parece.

Cuando decimos “yo”, la mayoría de nosotros nos estamos refiriendo a una imagen que tenemos de nosotros mismos, que cubrirá todo con nuestras experiencias personales y condicionadas de la vida, nuestras tendencias heredadas, nuestra posición en la sociedad, nuestro éxito o fracaso y nuestra sensación de bienestar.

Tenemos esta imagen de nosotros mismos, que es exclusiva para nuestra propia mente, que es lo que pensamos que somos ― y desde esta imagen expresamos nuestra vida. Caminamos o nos abrimos paso por la vida, creyendo que voluntariamente tenemos el poder para “hacer”, controlar y manipular la vida para que se acomode a nuestro deseo de control y tomar decisiones. Con este estado de ánimo nos abrimos camino por la vida con mucho esfuerzo desde la juventud a la vejez. Pero ¿qué le ocurre a este “hacedor” al final de una vida? ¿Qué pasa con todos sus logros y adquisiciones?

martes, 10 de febrero de 2015

Enseñando a los Niños Cómo Pensar, en Lugar de Qué Pensar


El sistema no quiere pensadores. No quiere que la gente cuestione sus métodos. Quiere una población que pueda ser fácilmente manipulada y controlada para que renuncien a todo su poder para la élite.

En este momento nuestro sistema educativo está haciendo más para adoctrinar a nuestros hijos que para educarlos. De hecho, ese ha sido el caso desde hace bastante tiempo.


A nuestras mentes jóvenes se les dice queacepten la autoridad como verdad en lugar de la verdad como autoridad, y los maestros hablan a los estudiantes en lugar de con ellos. Los maestros se han convertido en repetidores de información. Simplemente están regurgitando todo lo que una vez aprendieron de sus propios maestros, y perpetuando el reciclaje de la información; información que ha logrado evadir el escrutinio por generaciones.

Los niños ya no son los dueños de su propio aprendizaje, y en su lugar, sus mentes están siendo tratadas como contenedores de almacenamiento.

El modelo de fábrica de la educación, con su enfoque en el elitismo académico y económico, está produciendo trabajadores obedientes para el sistema, animados a conformar cada paso del camino.

No estamos siendo tratados como seres humanos orgánicos, creativos, investigativos, sino como partes de una máquina. El sistema educativo está filtrando la naturaleza inquisitiva de nuestro ser, con el objetivo último de evitar la disidencia contra el sistema.

El sistema no quiere pensadores. No quiere que la gente cuestione sus métodos. Quiere una población que pueda ser fácilmente manipulada y controladapara que renuncien a todo su poder para la élite.


Hay quienes dicen que las habilidades delpensamiento crítico no pueden enseñarse en las escuelas. Sócrates es probable que se burlase de esa noción, si él siguiera vivo hoy. Fue Sócrates quien dijo:

"No puedo enseñar nada a nadie; sólo puedo hacerles pensar."

Naves gemelas en un avistamiento programado- 27 de enero 2015


El pasado 27 de Enero, miembros del grupo de "contacto" CSETI, fueron testigos de la aparición de dos naves gemelas.

Filmaron estas esferas en una reunión del grupo en el condado de Indian River, en el estado de Florida. En el vídeo podemos apreciar como el grupo de personas que estaban observando el cielo en el principio de la noche con cámaras de visión nocturna, se sorprendieron al ver aparecer una esfera de luz, y luego una segunda.

Para los del grupo CSETI, es una clara muestra de la veracidad de su contacto con seres del cosmos.

Aquí esta el vídeo y los invitamos al análisis y reflexión de estas imágenes.


¿Dios existe?... mira la respuesta de un niño


¿Dios existe?... 
Mira la respuesta de un niño brillante.

lunes, 9 de febrero de 2015

La vida cotidiana: una materia que el espíritu debe transformar


En todos los actos de la vida cotidiana, incluso en los más simples, debéis aprender a poner en acción fuerzas y elementos que os permitan transponer estos actos al plano espiritual, alcanzando así los grados más altos de la vida.
Consideremos lo que ocurre en un día normal. Nos despertamos e inmediatamente se desencadena toda una serie de procesos: pensamientos, sentimientos y también gestos como levantarse, encender la lámpara, abrir las ventanas, lavarse, preparar el desayuno, ir al trabajo, encontrarse con determinadas personas, etc. Cuántas cosas que hacer, y todo el mundo tiene la obligación de hacerlas. La diferencia está en que algunos lo hacen maquinalmente, mecánicamente, mientras otros, por el contrario, al poseer una filosofía espiritual, procuran desarrollar en cada uno de sus actos una vida más intensa, más pura, y entonces todo resulta transformado, todo toma un sentido nuevo, con lo cual se sienten continuamente inspirados.
Evidentemente vemos a muchas personas que se encuentran dinámicas, emprendedoras, pero toda esta actividad está dirigida a la consecución del éxito, del dinero, de la gloria; no hacen nada para que su existencia sea más serena, más equilibrada, más armoniosa, y esto no es inteligente, pues esta actividad desbordante no consigue más que agotarles y enfermarles.
Acostumbraos pues a considerar vuestra vida cotidiana, con los actos que debéis realizar, los acontecimientos que se os presentan, los seres junto a los que debéis vivir o con los que os encontráis, como una materia sobre la que debéis trabajar para transformarla. No os contentéis con aceptar lo que recibís, con soportar lo que os llega, no permanezcáis pasivos, pensad siempre en añadir un elemento capaz de animar, de vivificar, de espiritualizar esta materia. Pues verdaderamente la vida espiritual consiste en ser capaz de introducir en cada una de vuestras actividades, un elemento susceptible de proyectar esta actividad hacia un plano superior. Diréis: “Y la meditación, y la oración…?” Pues bien precisamente la meditación y la oración os sirven para captar estos elementos más sutiles, más puros que os permiten dar a vuestros actos una nueva dimensión.
Pueden producirse en vuestra existencia acontecimientos que imposibiliten la práctica de los ejercicios espirituales que estáis acostumbrados a hacer cada día, pero esto no debe impediros seguir en contacto con el Espíritu. Pues el Espíritu está por encima de las formas, por encima de las prácticas. En cualquier situación, en cualquier circunstancia, podéis poneros en contacto con el Espíritu para que anime y embellezca vuestra vida.
Omraam Mikhaël Aïvanhov – Extracto de “Reglas para la vida cotidiana”

Dios en Todo

Swami Vivekananda
Hemos visto cómo la mayor parte de nuestra vida debe ser inevitablemente llenada con males, sea cual fuere la resistencia que opongamos, y que esta masa del mal es prácticamente casi infinita para nosotros. Hemos estado luchando para poner remedio a esto desde tiempo inmemorial y, sin embargo, todo queda poco más o menos igual. Cuantos más remedios descubrimos, más nos encontramos asediados por males de mayor sutileza. También hemos visto que todas las religiones nos propone un Dios como el único medio de escapar a esas dificultades. 

Todas las religiones nos dicen que si tomamos el mundo tal como es ―y hoy día la mayoría de las personas prácticas nos aconsejan hacerlo―, no nos quedará más que el mal. Por otra parte, afirman que existe algo más allá de este mundo. Esta vida en los cinco sentidos, esta vida en el mundo material, no es todo; no es sino una pequeña parte, la superficial. Detrás y más allá está lo Infinito, donde no hay más mal. Algunos lo llaman Dios, otros Alá, otros Jehová, Júpiter, etcétera. El vedantista lo llama Brahman. […]

Pero, ¿Cuál es el remedio propuesto por todas las religiones? Que este mundo no es nada, mientras que más allá de este mundo hay algo más real. La dificultad es que el remedio parece destruir todo. Entonces, ¿Cómo puede ser esto un remedio? ¿No hay aquí, ninguna salida? El Vedanta nos dice que todo lo que pretenden las religiones es perfectamente cierto, pero que es necesario comprenderlo correctamente. A menudo lo comprendemos mal, porque las religiones no se expresan muy claramente. Lo que en realidad nos hace falta es una combinación de cerebro y corazón. En verdad, el corazón es grande; es por él que vienen las grandes inspiraciones de la vida. Yo desearía, cien veces más, tener un poco de corazón y nada de cerebro que ser todo cerebro y no tener corazón. La vida, el progreso, son posibles para aquél que tiene corazón; pero aquél que no tiene corazón y sólo tiene cerebro, muere de sequedad.

También sabemos que quien se deja guiar sólo por su corazón, tiene mucho que sufrir, pues está expuesto, a veces, a llevarse un chasco. Lo que nos hace falta es una combinación de corazón y cerebro. […]

La mayoría de las religiones lo comprende, pero todas parecen caer en el mismo error; se dejan llevar por el corazón, por el sentimiento. Hay mal en el mundo, renuncien al mundo: he aquí la gran enseñanza, sin duda la única. Renuncien al mundo. Se está obligado a admitir que para comprender la verdad, cada uno de nosotros debe renunciar al error. Se está obligado a admitir que para tener el bien, cada uno de nosotros debe renunciar al mal. Se está obligado a admitir que para tener la vida, cada uno de nosotros debe renunciar a lo que es muerte. Sin embargo, ¿Qué nos queda si esta teoría implica renunciar a la vida de los sentidos, a la vida tal como nosotros la conocemos? Por otra parte, ¿qué entendemos por vida? si renunciamos a ello, ¿Qué nos resta?