A muchos físicos les gustaría erradicar de sus modelos de la realidad del universo el insidioso fenómeno del entrelazamiento cuántico. Simplemente es demasiado perturbador para una visión de un universo mecanicista formado por objetos separados que se comportan conforme a las leyes de la física clásica.
Y si bien tenemos más de 100 años de física cuántica, nuestra forma de concebir la realidad cotidiana sigue estando anacrónicamente mucho más cerca de la física newtoniana. Seguimos creyendo que algunos de los postulados más radicales y extraños de la física cuántica no aplican al mundo macroscópico, son simplemente anomalías de un espectral mundo microscópico cuya naturaleza es anómala y no tienen efecto en el mundo real de los objetos con los que interactuamos todos los días.
El mundo, creemos, se comporta como un reloj suizo o como una cadena de causas y efectos predecibles como si fueran bolas de billar en un plano euclidiano. Y, sin embargo, todas las cosas (incluyendo nosotros, por supuesto) están hechas de estas partículas subatómicas que se comportan de manera tan extraña que, aunque a los físicos les parezca aberrante, hacen pensar en conceptos místicos e inspiran una nueva filosofía cósmica.
Desde 1935 el físico Erwin Schrödinger notó una propiedad peculiar en la materia subatómica que llamó “entrelazamiento” (Verschränkung). Esto es, cuando dos sistemas cuánticos entran en contacto entre sí permanecen conectados instantáneamente, como si fueran parte de un todo indivisible. Schrödinger rápidamente apuntó que esta era la diferencia fundamental entre la teoría cuántica y la física clásica.
Actualmente el entrelazamiento cuántico se entiende como un proceso en el que una sola función de onda describe dos objetos separados, los cuales comparten una misma existencia no obstante lo lejos que puedan estar entre sí.
Dos partículas que se han entrelazado tienen una descripción definida en conjunto, y cada partícula por separada yace en un estado completamente indefinido: podemos decir que no existe la una sin la otra –aunque una partícula pudiera estar en las Pléyades y la otra entrando a tu pupila en la Tierra, una vez que han tenido contacto estas dos partículas reaccionarían a una medición o un cambio en el sistema de manera instantánea.
El entrelazamiento cuántico, que ha sido observado en experimentos con partículas de luz, ha sido descrito por Henry Stapp en los términos de “luz gemela”, o una “disposición correlacionada a responder”.