¿Estás motivado por lo que deseas?
Sí y no. Piensa unos minutos en lo que deseas. ¿Quieres más dinero y menos deudas? ¿Deseas disfrutar de unas mejores relaciones con la familia y los amigos, o iniciar una relación amorosa especial? ¿Quieres una salud mejor, o al menos que disminuyan los sufrimientos y los dolores? ¿Deseas el éxito, o cómo mínimo dejar de sentirte un fracasado? ¿Quieres más tiempo libre y menos presión? ¿Quieres un coche nuevo, un vestido nuevo, un equipo de música nuevo, una vida nueva? Tu lista podría ser interminable.
¿De verdad quieres todo eso? ¿O buscas la felicidad que estas cosas representan? ¿Y si pudieras lograr la felicidad sin necesidad de todo aquello con que lo asocias?
Desear equivale a carecer, no a poseer. Nuestra vida está limitada por la tendencia que tenemos a centrarnos en la lucha que lleva a poseer, en vez de hacerlo en la propia posesión. Cuando soltamos un deseo, nos sentimos más capaces de poseer. Además observamos el correspondiente incremento en lo que ya poseemos. La razón está en que la mejor forma de hacer realidad lo que decidimos es desde la postura de que “está bien” tanto si lo conseguimos como si no.
Todos estamos motivados por cuatro deseos fundamentales que se sitúan debajo de nuestros pensamientos: los sentimientos, las creencias, las actitudes y los modelos de conducta. Estos motivadores subyacentes – el deseo de aprobación, de control, de seguridad y de separación – forman el núcleo de nuestra limitación. Cuando liberamos estos deseos, podemos obtener lo que deseamos y seguir motivados. En este proceso, simplemente soltamos la sensación de privación y carencia.
Cada vez que sueltas los sentimientos y pensamientos restrictivos que subyacen al nivel de los deseos, aceleras tu proceso. Es posible que observes que algunos aspectos de tu vida van cobrando orden, a pesar de que nunca liberas directamente sobre ellos. Como todo se relaciona directamente con los deseos, muchos aspectos cambian de inmediato cuando sueltas esos deseos.
¿Qué prefieres, desear la aprobación o tenerla? ¿Desear el control o tenerlo? ¿Desear la seguridad o tenerla? La respuesta es evidente.
El deseo de controlar
Cuando queremos controlar sentimos que no poseemos control alguno. Para reconocer la sensación de querer controlar te ayudará saber que no se trata de una sensación, aunque es algo que se siente. Parece algo difícil y agresivo, como si dijeras: “Tiene que ser como yo digo”. Cuando deseamos controlar, sentimos que no tenemos control alguno, y como su tuviéramos que actuar para recuperarlo. Sinónimos del deseo de control son la resistencia y el deseo de cambiar, además del deseo de comprender, manipular, impulsar, arreglar, obligar, hacer las cosas como nosotros decimos, tener razón y ser el primero, entre otros.
Concédemos, Señor, la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, la valentía para cambiar las que puedo cambiar, y la sabiduría para ver la diferencia. Oración de la serenidad. ~Reinhold Niebuhr
Cuando empieces a cambiar el deseo de cambiar o controlar las cosas de tu vida, verás que aceptas aquello que no puedes cambiar, que cambias lo que procede cambiar, y que te preocupan mucho menos cosas que escapan a tu control. Nada hay de malo en hacer lo que sea necesario para cambiar las cosas que se deban cambiar en los negocios y en la vida personal. Sin embargo, mucha gente se queda atascada en el deseo de cambiar o controlar cosas que están bien como están o que no se pueden cambiar, como el pasado o el tiempo.
Resistencia es también sinónimo de deseo de control. La resistencia es como intentar avanzar con el freno puesto. Surgirá siempre que pienses que tienes que, has de o debes hacer algo. Cuando sueltes la resistencia, tu vida empezará a fluir hacia lo que más te conviene.