Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace.
La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad.
Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño.
Me gusta la gente que agradece el nuevo día, las cosas buenas que existen en su vida, que vive cada hora dando lo mejor de sí, agradecido de estar vivo.
Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme.
Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos razonables a las decisiones de cualquiera.
Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza en reconocer que se equivocó o que no sabe algo. La gente que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos.
Me gusta la gente que piensa y medita internamente. La gente que no juzga ni deja que otros juzguen.
Me gusta la gente que tiene personalidad.
Se trata de un extracto de Mario Benedetti. Yo, simplemente, digo que me gusta la gente auténtica. Esa gente que no tiene miedo a mostrarse tal cual es.
Las personas auténticas son aquellas que, sin ser un dechado de virtudes, deciden ser coherentes con lo que piensan y sienten. De hecho, resulta curioso porque probablemente todos coincidimos en que la falsedad no es buena consejera, pero muchos no dudan en mentir o en esconder sus emociones cuando consideran que es “necesario”.
En la sociedad actual, donde las personas pasan horas cuidando su imagen en las redes sociales, la autenticidad es un don raro. Sin embargo, nos sentimos atraídos por esta característica. De hecho, en un estudio muy interesante realizado en la Bangor University de Wales les pidieron a un grupo de personas que fueran auténticas, a otras que fingieran. Luego, les pusieron delante de extraños, para que mantuvieran una conversación. Los psicólogos monitorizaban las respuestas de ambos interlocutores y se dieron cuenta de que respondemos con mayor rapidez a las sonrisas auténticas, quizá porque las asumimos como un valor que debe ser recompensado. Al contrario, reaccionamos con mayor lentitud y con menos entusiasmo ante las sonrisas fingidas.
¿Qué diferencia a las personas auténticas del resto?
1. Tienen una autoestima sólida. Un estudio realizado en la Universidad de Manchester descubrió que las personas auténticas tienen una autoestima elevada, aunque no demasiado para no caer en actitudes narcisistas o arrogantes. Estas personas, más bien tienen una autoestima sólida, consistente, que les permite funcionar de modo más relajado y no estar a la defensiva continuamente. Estas personas logran ser auténticas porque les preocupa menos exponerse ante los demás, porque se sienten a gusto consigo mismas y saben que las opiniones de los otros son solo eso, meras opiniones.
2. Abrazan la vulnerabilidad. Nuestra cultura nos impulsa a mantener los puentes levadizos levantados y a minimizar o esconder los errores y las imperfecciones, para protegernos de los demás. Se trata de una cultura que rechaza la vulnerabilidad. Sin embargo, la Psicología nos enseña que abrirnos al miedo o reconocer nuestras debilidades nos permite crecer. Por eso, las personas auténticas abrazan la vulnerabilidad y son capaces de mostrarla, no tienen miedo a fracasar o a equivocarse porque saben que cada experiencia implica un aprendizaje.
3. Comparten sus pensamientos, creencias y sentimientos. Las personas auténticas no se plantean muchos problemas a la hora de expresar lo que sienten o piensan. De hecho, un estudio realizado en la Wake Forest University desveló que cuando las personas son auténticas, tanto si tienen tendencia a la extroversión como si son introvertidas, se sienten cómodas compartiendo sus ideas y emociones. Además, en este estudio también se apreció que las personas más auténticas también eran emocionalmente más estables.
4. Dan y reciben cumplidos. Las personas auténticas no tienen problemas para hacer un cumplido, y tampoco se esconden detrás de la falsa modestia cuando los reciben. Son conscientes de que los cumplidos deben fluir en dos direcciones y son capaces de desligarse del estrés que generalmente está asociado a las expectativas de los demás. Estas personas no se pierden en elucubraciones. Si creen que alguien merece un cumplido, lo hacen. Si reciben uno, no buscan intenciones ocultas. Para ellos los cumplidos son una mera constatación de los hechos para hacer sentir bien a los demás.
5. Son excelentes oyentes. A pesar de que solemos identificar la autenticidad con la extroversión, lo cierto es que las personas auténticas no suelen acaparar la atención sino que son excelentes oyentes. Se trata de personas que normalmente prestan atención a las conversaciones, porque están realmente interesadas en los demás y quieren conocerles. Como se relacionan con los demás desde su “yo” más profundo, también intentan conectar con la esencia de los demás.
6. Se guían por su voz interior.