quieres que te escuche, no me grites. Si buscas mi respeto, primero, trátame con consideración. Porque si no te gustan los efectos no debes provocar las causas, y aunque no lo creas, a menudo, lo que uno siembra es lo que más tarde cosecha.
Es muy posible que estas ideas nos recuerden un poco a esa visión conductista donde todo estímulo trae una asociada una consecuencia. No hace falta llegar a tal determinismo, pero en cierto modo,todos disponemos en nuestro interior de un sutil equilibrio, donde cualquier variación ocasiona una reacción.
Las personas podemos creer o no en las casualidades. Dejar espacio a lo imprevisto, a lo improbable y a lo mágico siempre reconforta al corazón. Sin embargo, es necesario asumir que las “causalidades” existen y nos determinan en muchos casos.
Puesto que la vida es un aprendizaje continuo debemos permitirnos ser humildes alumnos para entender que una acción, siempre trae asociada una consecuencia. Que las palabras tienen el poder de herir o sanar. Que un pensamiento genera un tipo de emoción y esta, a su vez, puede ayudarnos a ver el mundo de un modo u otro.
Te invitamos a reflexionar sobre ello.
El peso de los efectos o la ley de la consecuencia
Las personas tenemos un conocimiento básico y elemental sobre la relación entre ciertas causas y sus efectos. El mundo de las máquinas y de la ingeniería, por ejemplo, nos proporciona sin duda un aprendizaje muy ilustrativo sobre el tema, aunque en realidad, nada profundo. Si yo oprimo este botón mi ordenador se encenderá, si aprieto el freno de mi coche, este me salvará de muchos accidentes.
Ahora bien, el comportamiento del ser humano es mucho más complejo. No tenemos botones ni aún menos libros de instrucciones. De hecho, a veces, incluso interactuando de igual modo con dos personas los efectos son muy diferentes. Las personas somos tan maravillosas como complicadas, disponemos de una delicada amalgama de emociones, afectos y valores que crean variadas reacciones ante unos mismos estímulos.
Por otra parte, la llamada “ley de causas y efectos” o de consecuencias nos enseña pilares muy básicos sobre el mundo de las relaciones humanas, que merece la pena tener en cuenta:
- Cada acción, pensamiento o intención es como un boomerang. Tarde o temprano ese comportamiento, esa palabra lanzada al azar sobre alguien, vuelve sobre nosotros con un efecto determinado. Hay que tenerlo en cuenta.
- Lo que hoy estamos sufriendo, lo que hoy nos aferra en este complejo presente, se vincula con una causa que debemos buscar en nuestro pasado.
- Ahora bien, lejos de ver todo esto como un especie de determinismo implícito, debemos asumirlo como lo que es. Somos criaturas libres y poderosas capaces de elegir qué hacer, qué decir y qué pensar en cada momento.